Florentino
Muñoz Lunate, o Tate, es un hombre de 51 años
que forma parte de una organización vinculada
a los movimientos sociales católicos, 'Los
traperos de Emaus'. Una organización fundada
en Francia por Abbe Pierre, y que llegó a Torrelavega
a fines de los años setenta. Una organización
que, nacida en el seno de los movimientos sociales
de la parroquia de La Asunción, ha trabajado
para reconstruir la vida y el corazón de decenas
de personas con lo que otros desprecian, con la basura.
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Florentino Muñoz
Lunate, 'Tate'. |
Pregunta.- ¿Quién
es Florentino Muñoz Lunate?
Respuesta.- Un hombre de 51 años
que nació en Baracaldo, Vizcaya, en una familia
de ocho hermanos, que a los cinco años vino
a Torrelavega porque su padre vino a trabajar a Solvay.
Un hombre que ha vivido la mayoría de su tiempo
aquí en Torrelavega teniendo oportunidad de
vivir en otros sitios y que ha vivido y sigue viviendo
en una organización que se llama 'Los traperos
de Emaus', cuya filosofía de vida es compartir.
Un hombre que tiene un hijo que se llama Rabel de
21 años y que se siente orgulloso de vivir
en Torrelavega y sobre todo de que Torrelavega me
haya permitido seguir siendo lo que soy.
P.- ¿Cuándo
nació Tate?
R.- El nombre de Tate viene de dos cosas:
Una es que hace muchos años en la televisión
en un programa de niños había una burra
que se llamaba Tatita. Entonces jugando al fútbol
en el antiguo colegio La Paz y como yo era siempre
un poco más alto, tenía un compañero
que para ir a rematar pues se subía encima
mío y así se ponía más
alto y remataba y metía goles, y entonces me
llamaban la burra Tatita. En segundo lugar fue un
mote de cuando fumaba marihuana, maldad que pronto
dejé, en cuanto tomé el rumbo de 'Los
traperos de Emaus'.
P.- ¿Cómo
fue su llegada a Emaus?
R.- 'Los traperos de Emaus' empezamos hace
31 años en Francia. La llegada de la democracia
a este país permitió abrir un campo
de trabajo en la parroquia La Asunción de Torrelavega,
al que acudieron gentes de Bilbao, Inglaterra y de
Francia. Nos juntamos unas 150 personas, de entre
17 y 30 años, que convivimos casi tres meses.
Así conocimos el movimiento, y un grupo decidimos
seguirle.
P.- ¿Qué
ha significado en tu vida Abbe Pierre?
R.- Abbe Pierre fue el fundador de los Traperos.
Yo había crecido en una familia religiosa,
y estaba muy vinculado a la parroquia de La Asunción
de Torrelavega, entonces muy "social". Pero
durante la adolescencia me había apartado de
la religión. El encontrar a los traperos y
a la figura de Pierre fue el encontrar dentro de la
Iglesia y dentro de una organización y dentro
de un hombre tres cosas que para mí eran fundamentales:
la libertad, el poder trabajar con las basuras y el
poder trabajar en la calle. Esas tres cosas significaban
esa libertad a la que todos aspiramos y a la que sigo
aspirando. Con 18 años, aquel mensaje caló
en mí y me arrastró a vivir en las calles
y poder vivir con gente mucho más pobre que
yo. A eso me ayudó Pierre. Destaca para mí
su figura vulnerable. Siempre ha sido la suya la figura
de un hombre muy pequeñito, canoso, con barba,
frágil. En aquella época le encontramos
como una persona pequeña y vulnerable pero
con mucha fuerza. Nos impactó a nosotros, a
la gente joven.
Yo pienso que es una de las personas a nivel vivencial,
a nivel lógico y a nivel personal que a mí
personalmente más me ha influido después
de 30 años. Era un hombre con mucha fuerza,
capaz de hacer un comedor escolar y a su vez ponerse
delante de una catedral llena de inmigrantes que iban
a ser expulsados en Francia para que la policía
no la desalojase.
P.- ¿Cuándo
descubrió que en los demás estaba su
vida?
R.- Al ser muchos hermanos y hermanas tienes
que empezar a compartir y repartir cosas, te das cuentas
de que la vida de tus padres no es para ti solo sino
que tienes compartirlo con tus hermanos. Eso de tener
que estar obligado a compartir te hace pensar que
no eres el único que tiene que recibir las
cosas, sino que tienes que compartirlo por obligación
y por convicción con los demás. De pequeño
aquí, en Torrelavega, ha habido mucha trashumancia.
Yo me acuerdo que vivíamos en General Mola
y enfrente había una finca y allí los
gitanos trashumantes venían en carros, aparcaban
allí y se quedaban dos o tres meses. Yo me
acuerdo que en navidades nuestros padres hacían
torrijas, y nosotros íbamos a compartir estas
torrijas con los gitanos y con las familias que estaban
allí.
Este vencer el miedo, el ver a los demás con
necesidad nos hizo ver la vida como algo solidario,
que la vida no solamente eres tú sino que los
demás, tu entorno, tu familia y la sociedad
y sobre todo los que menos tienen también tienen
algo que decir en tu vida.
P.- Al aliviar el
sufrimiento de los demás ¿con cuántas
incomprensiones ha chocado?
R.- Al principio a lo mejor no te das cuenta,
pero ahora con 51 años ves que has tenido que
pagar muchos precios. Ayudar a los demás te
lleva a la gran incongruencia de olvidarte de ti mismo
en muchas cosas como en que dejas de estudiar, te
dedicas a trabajar y tu sueldo lo das a otros cuando
a lo mejor era necesario para ti. Muchas veces la
solidaridad recibe rápidamente una palmadita
en la espalda, hasta que al actuar para los demás
cuestionas el poder político o religioso o
el poder de tu familia, automáticamente empiezan
los problemas. Muchas veces, incluso, a quien ayudas
no te lo agradece sino que está buscando en
ti sólo aprovecharse.
También pagas el precio familiar de que no
estás tanto tiempo con tu hijo. Quizás
ayudas a la gente de fuera y a tu familia la dejas
de prestar atención. Detrás de la imagen
que te creas de monje, de tío muy enrollado,
de tío muy luchador, hay un hombre con ilusiones,
con derechos, que queda tapado para los demás.
Yo he pagado precios muy altos, aunque pienso que
no es cuestión de pensar que merezca o no merezca
la pena, es cuestión de que lo que has vivido
tienes que aceptarlo y tienes que coger lo mejor de
eso que has vivido. Me siento muy orgulloso, los demás
tienen que juzgar que a lo mejor no les he dado lo
que les tenía que dar.
P.- ¿Cómo
fue la historia de 'Los traperos de Emaus' en Torrelavega?
R.- Tras el campo de trabajo que os contaba,
estuvimos recogiendo basuras por todo Cantabria. Íbamos
en carretillos, en coches de niños metiendo
toda la basura dentro, aquello fue apoteósico.
Posteriormente la gente se marchó a sus países
y aquí quedó un grupo reducido de gente,
que estábamos en la parroquia, y que decidimos
vivir con un fuerte contenido religioso del pasaje
de Emaus. Decidimos vivir en las calles con la gente
que en ese momento estaba viviendo en ella que eran
gitanos, prostitutas... Además en esa época
en Torrelavega empezaba la droga, el caballo y la
heroína, y nosotros como 'Los traperos de Emaus'
hemos vivido toda la evolución de la droga
y de la delincuencia en Torrelavega. Vivíamos
en los atrios de las iglesias, fuera, vivíamos
en los portales, en los bancos, vivíamos en
locales en los que pegábamos una patada a la
puerta y nos poníamos a dormir y estábamos
más o menos viviendo 30 personas que habíamos
elegido esa forma de vida, pero también otra
gente que estaba viviendo en las calles o tenía
problemas, y estuvimos viviendo así durante
seis o siete meses.
Teníamos problemas continuos con la policía.
Posteriormente la parroquia de La Asunción
nos dejó un bajo donde estuvimos viviendo casi
40 personas, muy pequeñito y con un wáter.
Durante el día vivíamos fuera y durante
la noche una gente dormía en ese bajo y los
demás íbamos a por las basuras de las
casas y de los portales, íbamos a coger comida
o papel para vender, ropa o utensilios.
Ser trapero de Emaus consistía en recoger toda
la basura material para intentar venderla. Posteriormente
la gente de la parroquia nos dio una casita, que se
llamó la casita de Emaus que todavía
sigue existiendo. Allí empezamos a vivir ya
como una comunidad, había gente que le llamaba
la comuna. Cogíamos a toda la gente que estaba
viviendo en las calles o la gente que tenía
problemas de alcohol, de droga, que no tenía
vivienda o familias gitanas o gente con problemas
con delincuencia, los acogíamos en nuestra
casa. Cada día íbamos a trabajar cada
uno a nuestro sitio o a trabajar por las calles, a
veces en trabajos sucios o injustos, a veces en lo
que más nos gustaba, recoger basuras por las
noches. La relación con la policía al
principio fue dura debido a que cada dos por tres
se presentaba allí a las tantas de la mañana,
pero ya después pasó a ser una relación
de respeto, la ciudad comprendió nuestra labor.
Y esto estuvo así durante tres años.
Después todos nos separamos y al cabo de dos
años se retomó Emaus otra vez en las
calles y nuevamente en Dualez donde estamos viviendo
ahora.
P.- ¿Qué
sintió cuando recibió el premio a los
derechos humanos en su ciudad?
R.- Cuando los políticos dan premios
generalmente es para que te calles la boca. El premio
fue dado a 'Los traperos de Emaus' lo que pasa es
que lo dieron en mi persona porque por 'Los traperos
de Emaus' han pasado mucha gente, y entre todos los
que han elegido en estos años esa forma de
vida yo era el más antiguo. Acudimos todos
los traperos y nos dieron un diploma y trescientas
mil pesetas, que no se quedó Traperos de Emaus
sino que se dio a otras comunidades de Emaus de Colombia
y de Nicaragua y a gente de nuestra ciudad, porque
traperos de Emaus no quiere tener ni propiedades privadas
ni bienes, solamente vivir de su trabajo.
Fue el reconocimiento a la labor, durante 25 años,
de muchas personas, que como 'Los traperos de Emaus'
habían representado la defensa de los derechos
humanos, el derecho a la vida, el derecho a la vivienda,
el derecho a la libertad de expresión, el derecho
a que la gente pueda circular sin fronteras, etc.
Yo sólo tuve el honor de representar eso, y
a aquellos que tan mal lo habían pasado para
defenderlo.
La entrega fue muy simbólica. Cuando nos entregaron
el diploma dimos todos un paso hacia delante dando
a los políticos la espalda. Lo que hicimos
fue contar la historia de Emaus por años y
cada año que nombrábamos salía
gente. Fue muy emocionante porque los políticos
estaban detrás alucinando en colores porque
no les hacíamos caso y 'Los traperos de Emaus'
con toda su gente tomaron el poder en el Ayuntamiento
de los derechos humanos, esto fue el devolver los
derechos a todos los hombres, mujeres y niños
que habían participado en 'Los traperos de
Emaus' hasta ese momento. También apareció
en este acto mi familia y toda la gente que había
participado en nuestra comunidad.
Fue muy emocionante el que los políticos se
diesen cuenta de que no nos estaban comprando, que
realmente habían dado un premio que no es que
no nos mereciésemos sino que nos sentíamos
muy orgullosos de recibirlo pero que a partir de ese
momento íbamos a seguir siendo Traperos de
Emaus, no nos íbamos a callar la boca, íbamos
a seguir denunciando a los políticos, a las
grandes empresas, a las injusticias, a la gente racista,
e incluso este premio nos exigía a nosotros
mismos ser cada día más coherentes y
seguir luchando.
P.- ¿Qué
cambió aquel reconocimiento en su lucha por
la defensa de sus ideales?
R.- Hubo una tentación de decir, bueno
pues hasta aquí hemos llegado después
de 25 años y nos disolvemos o montamos una
empresa de Emaus. Cambió el darme cuenta de
que, por muchos halagos que te dé la vida,
por muchos premios que te den los políticos,
lo que más valor tiene es el premio diario
de ser coherente contigo mismo, y hoy no me doy ningún
premio, debido a nuestras contradicciones. Cambió
el hecho de que aunque nos pudiésemos sentir
mucho más orgullosos y más chulos con
ese premio, nos cambió en que teníamos
que ser mucho mas humildes. Nos obligó a cambiar
en que si antes éramos críticos con
los políticos de Torrelavega por sus muchos
fallos en el tema social y en el tema medioambiental,
ahora debíamos ser más claros pues éramos
más fuertes para criticarles.
También cambió el hecho de que fue un
antes y un después a nivel popular el que las
instituciones te diesen un premio, nos dio el reconocimiento.
Ya no éramos unos pringados sino una organización
que ha recibido un premio de los derechos humanos.
Porque lamentablemente para mucha gente si no te dan
un reconocimiento público sobre esos derechos
humanos es como si no hubieras hecho nada.
P.- ¿Cómo
influyó ese premio en la ciudad?
R.- La ciudad se alegró, y permitió
conocer el que en Torrelavega había muchas
personas y grupos que estábamos luchando por
la defensa de los derechos humanos. Sirvió
para que el Ayuntamiento se plantease el que no solamente
estábamos los traperos sino que también
existían otros grupos y un entramado de solidaridad
que debía ser reconocido. Fue el reconocimiento
de que Torrelavega siempre ha sido solidaria, una
ciudad muy viva a nivel social. Mucha gente se vio
reflejada en aquello. Cuando recibimos el premio también
lo recibieron en nuestro nombre mucha gente que sigue
luchando por los derechos humanos.
Pero con eso y con todo, el que te den un premio no
quiere decir que los derechos humanos se cumplan,
que te den un premio significa que los derechos humanos
todavía se están incumpliendo, concretamente
en Torrelavega.
P.- ¿Cuánto
hay que gritar en este mundo para conseguir solidaridad?
R.- Hay que gritar mucho. Yo pienso que hay
que gritar antes que lanzar piedras o utilizar otros
medios, porque 'Los traperos de Emaus' se caracteriza
por su gente dura pero no violenta, no violentos y
activos que significa no callarse la boca, que significa
no calentarse y nunca utilizar la violencia contra
nadie.
Hay una frase que me gusta mucho que es, "Las
cosas por muy evidentes que sean, por mucho que se
repitan, se tienen que seguir diciendo". El hecho
de que haya hambre en el mundo, el hecho de que haya
pobreza, que haya violencia, el hecho de que nos estemos
hundiendo a nivel de medio ambiente y nos estemos
destrozando no significa que hay que decirlo una vez
y callarse, hay que seguir diciéndolo, porque
hay muchas palabras que se han convertido en un mercado,
en un negocio y que por mucho que se hayan repetido
parece que las cosas se diluyen, pero hay que seguir
gritándolas. Hay veces que hay que decir la
palabra hambre o la palabra falta de libertad o la
palabra pobreza y hacer las cosas en silencio y ponerse
manos a la obra, calladamente. Otras hay que luchar,
que la gente te vea que luchas, y gritar. Lamentablemente
hay cosas que han mejorado en Torrelavega y en Cantabria,
pero ha mejorado demasiado poco el nivel de pobreza.
Hay que seguir gritando porque en muchos sitios a
la gente no se la da el derecho ni de poder hablar,
ni de poder gritar. Entonces aquellos que tenemos
el privilegio de poder gritar tenemos que hacerlo
en su nombre, por los que carecen de casa, de comida,
de trabajo, de respeto, de esperanza.
Lo que pasa que ahora y aquí en Torrelavega,
si gritas también te callan, porque en Torrelavega
a los políticos y a mucha gente no le gusta
que les digas que existe la pobreza aquí, que
hay marginación, que hay racismo, que hay gente
que aunque tenga trabajo tiene un sueldo muy pequeño,
que hay violencia. No gusta oír que realmente
la "basura" espiritual, material, humana
sigue existiendo en Torrelavega aunque muchas veces
esté escondida. Por eso los políticos
pagan el silencio con subvenciones, a veces con el
miedo. Pero 'Los traperos de Emaus' y Tate seguirán
gritando.
P.- ¿Qué
saben hacer los políticos además de
dar premios?
R.- Los políticos además de
dar premios saben levantarse por las mañanas,
cobrar un buen sueldo, algunos hacerse millonarios
e ir en coche oficial. Perfectamente podrían
ir andando, en bicicleta, en tren o en coche conjunto
para no gastar tanta gasolina y crear tanta contaminación.
Y en vez de meterse en los despachos, estar en la
calle en contacto con la gente. Para mí un
político que cobra es un político que
no me sirve. Si están al servicio de la sociedad
deberían trabajar generosamente. Yo pienso
que los políticos deberían seguir en
sus trabajos para que no se les olvide lo que es un
buzo, no se les olvide lo que es levantarse por las
mañanas y estar obligados a demostrar ante
los demás que tienen que realizar un trabajo
y tener un dinero para que sigan siendo solidarios
con otra gente que no tienen trabajo. Y después,
durante un tiempo dedicar el trabajo hacia los demás.
Son nuestros representantes, los que tienen la vocación
de servir a la comunidad. Pero mientras que si tú
fallas acabas en la calle, o castigado por ellos,
ellos durante cuatro años pueden hacer lo que
quieran que nadie les echa.
También pueden hacer muchísimas otras
cosas como ir a cenar, inaugurar cosas, preocuparse
de que la oposición no les meta caña,
de leer el periódico por las mañana
para ver si han salido bien en la foto o ver quien
les critica, esas son cosas no son ironías,
son ciertas. Florentino Muñoz Lunate después
de 51 años lo puede demostrar aquí y
en muchos otros sitios. Gastan muy poco tiempo en
estar con la gente, en reunirse entre ellos, aunque
sean de otros partidos para ver temas. Gastan poco
tiempo en estar con los pobres, en estar con organizaciones
sociales y de lo que realmente se preocupan es de
cuando llegan las elecciones volver a salir elegidos.
Pienso que la clase política debería
reciclarse como las basuras y voy a ser muy duro pero
yo pienso que los políticos son basura que
difícilmente ni reciclándoles tiran
para adelante.
Ha habido políticos en 'Los traperos de Emaus',
pero algunos de ellos parece que no han aprendido
mucho. Nuestros problemas no son sólo competencia
de los políticos. Perfectamente se puede servir
a la ciudadanía en muchos sitios y no siempre
tienen que ser los mismos aunque sea democráticamente
los que estén en un ayuntamiento o un gobierno.
Yo no entiendo por qué en la política,
si es algo vocacional, cuando pierden el poder electoralmente,
pierden el interés por ayudar a los demás,
debe ser que están muy cansados de ayudar a
los demás.
P.- ¿Qué
ha representado en tu lucha personal por la justicia
y en la lucha de Torrelavega, la parroquia de La Asunción?
R.- La parroquia de La Asunción significó
para mí encontrarme de nuevo con mi fe. A mis
51 tacos sigo siendo creyente, aunque soy bastante
crítico con la Iglesia. Yo muchas veces me
planteo el apostatar o dejar la religión católica.
Bastante insumiso, bastante radical en algunas cosas
y bastante crítico pero sigo siendo creyente.
¿Qué significó para mí
la parroquia? Yo soy de una familia católica,
tradicional, conservadora también, yo me he
criado en unos valores católicos tradicionales
que, lógicamente, en la adolescencia y juventud
rechacé, cuando eres joven rechazas todo, te
vuelves ateo y te dedicas a vivir a cañón.
A tope.
Por "H" o por "B" yo vuelvo a
la parroquia a un campamento con niños al que
me invitan de monitor, y allí vuelvo a encontrarme
con ciertas personas que ahora tienen muchos cargos,
arzobispos… . Allí volví a encontrarme
con gentes con las que compartía la crítica
al poder y a lo establecido, en la familia, en la
Iglesia… Y allí me encontré con
personas y con curas que tenían un planteamiento
muy diferente a lo tradicional, a lo que yo había
conocido como religión. Así empecé
a recuperar y aceptar de nuevo una forma de creencia.
Muy en plan hippie, muy en plan latinoamericano, un
poco radical y con ganas de apoyar a los pobres. Allí
conozco a Emaus. Así que para mí la
parroquia de La Asunción es recuperar a mis
18 años una creencia, me defino nuevamente
como cristiano, y encuentro en la vida de Jesucristo
y en otra gente del mundo de la Iglesia, una visión
diferente, mucho más humana y mucho más
cercana a mí, y eso hace replantearme mi creencia
y volver a definirme como cristiano y como creyente,
encontrar sentido a muchísimas cosas, me hizo
madurar mucho.
P.- ¿Es esa
parroquia un paradigma de la Iglesia actual o una
excepción?
R.- Era la época de la dictadura.
Había mucha represión, pero había
muchos curas obreros que nos hablaban de libertad,
pero no eran la mayoría, y en Torrelavega casi
los únicos. También se movía
algo en el barrio Covadonga y en Campuzano y a nivel
de España sí que había parroquias
de ese estilo, lo que pasa es que en esta parroquia
se juntaba el pueblo obrero con el mundo espiritual,
con el mundo de la gente joven. Había un local
que se llamaba la pajarera, que era un local de la
parroquia. Se llamaba así porque en tiempos
había pájaros, jilgueros. Luego los
curas crearon allí un centro juvenil y social.
Nos llamaban también pájaros porque
las liábamos gordas, entonces por lo de los
pájaros se quedó con pajarera. Era,
por tanto la Iglesia roja, la Iglesia de La Asunción,
donde estaban los curas obreros y la gente comprometida,
y después estaba la parroquia de La Virgen
Grande que, por así decirlo, era de la gente
tradicional, los fachas. También era importante,
en cuanto compromiso, la parroquia de La Paz, donde,
a menor escala, yo fui testigo de reuniones ilegales,
porque en aquella época los partidos políticos,
los sindicatos, eran ilegales. La Asunción
fue un ejemplo para otras comunidades religiosas,
en un momento de ebullición de la libertad,
de la lucha por los derechos y la democracia, y en
un momento en que los jóvenes aceptaban y asumían
compromisos. Ahora se ha diluido todo un poquitin,
las aguas han vuelto a su cauce y no quieren extremismos,
así que ahora hay un estilo muy diferente.
Su vigor radicaba en la mezcla social. Había
familias de clase media baja, pero también
había chavales de clase alta, un batiburrillo
bastante interesante. Con muchísimos problemas,
porque había gente que decía a sus hijos
que no se metieran en la pajarera, donde las chicas
y los chicos podían estar a solas y cogerse
de la mano y se expandían ideas revolucionarias.
Su compromiso llevó a la parroquia a situaciones
difíciles como cuando, ocupada por huelguistas,
fue asaltada por la policía. Es decir, una
parroquia que tiene mucha historia, una parroquia
en la que aprendimos mucho mucha gente.
P.- 'Los traperos
de Emaus', 'La casa de los muchachos', 'El hogar del
transeúnte', ¿los poderes públicos
no son capaces de crear justicia, que ésta
sólo emana de organizaciones ciudadanas y religiosas?
R.- También decir que: 'El hogar del
transeúnte', Coorcopar, SOAM, 'La casa de los
muchachos', 'Los traperos de Emaus' nacieron en la
parroquia de La Asunción, que eso también
es importante. Lógicamente con la democracia
y con el desarrollo económico sí que
los estados, los gobiernos regionales y los ayuntamientos
han asumido responsabilidades en la defensa de la
justicia social, pero sí que es verdad que
el Ayuntamiento de Torrelavega, el Gobierno regional,
el estado se escudan en las organizaciones sociales,
generalmente la Iglesia y ONGs, para eximirse de responsabilidades,
porque si todo lo que hacemos las organizaciones sociales
lo hiciese el estado tendría que invertir muchísimos
millones de pesetas en conseguir eso y en pagar a
gente para que hiciese eso. Muchas veces las organizaciones
sociales somos los "tapa agujeros", los
"recoge basuras" en el sentido de las "basuras
humanas" de lo que el estado tendría que
hacer. Muchas veces ocultamos a la población
muchas cosas que son obligación de los gobiernos
municipales para intentar evitarlos. Si yo cojo a
alguien en mi casa, 'Los traperos de Emaus', porque
está tirado en la calle, lo oculto a la gente,
a la población y oculto y eximo al ayuntamiento
de su responsabilidad, limpio las calles. Y sin embargo,
nosotros trabajamos sin subvenciones. Y sin embargo
si hay gente que no tiene vivienda es porque el ayuntamiento
o el estado o Europa no da vivienda, o porque no pone
remedio a un mercado de viviendas que margina a amplias
capas de la población. Si hay problemas de
alcohol, problemas de drogas, problemas de prostitución,
problemas de paro, es porque vivimos en una sociedad
que también está enferma y en la que
las administraciones no se implican a fondo para atajar,
no las secuelas, sino la raíz de las injusticias.
Lo ideal sería que en una ciudad no existieran
'Los traperos de Emaus', 'El hogar del transeúnte',
el SOAM y si siguen existiendo es porque realmente
existen unas situaciones individuales o colectivas
que necesitan de nuestra ayuda o necesitan de unas
herramientas para salir ellos independientemente de
nuestra ayuda, y así salir adelante. Ha habido
tiempos, y aún persisten, en los que salíamos
en invierno por las noches a buscar a la gente para
que no se muriera de frío. Porque en Torrelavega
se ha muerto gente de frío, se ha muerto gente
de sobredosis, hubo gente que pasaba hambre, te estoy
hablando de hace diez o quince años. Todavía
puede pasar, teóricamente menos porque hay
más medios, pero sí que da la impresión
de que como estábamos 'Los traperos de Emaus'
u otras organizaciones se lavaban las manos. Y los
políticos también tienen que representar
a esa gente que está viviendo en la calle,
y todo lo que hacen es decir que el Tate y 'Los traperos
de Emaus' representen a los pobres.
P.- La integración
social es un tema muy debatido, primero lo fue con
los gitanos y hoy con los inmigrantes. ¿Cómo
la concibe usted?
R.- En Torrelavega poco a poco estos grupos
se van integrando, porque cada vez hay más
recursos y hay más medios, y por tanto al haber
más medios, más dinero y más
personas trabajando en favor de ellos, tanto desde
la Administración como desde las ONGs, se están
consiguiendo cosas. Yo pienso que la integración
en Torrelavega se tiene que basar primero en el tema
de la vivienda, el tema de la formación y el
tema del trabajo. Y después formar a los políticos
y formar a la población, porque nosotros queremos
que todo el mundo se integre y somos solidarios, tanto
en cuanto esa integración o esa gente que se
quiere integrar: gitanos, inmigrantes, gente pobre
o gente marginal... no nos dé problemas. En
el momento que nos den problemas, de todo tipo, a
nosotros ya la integración, la solidaridad,
ya se nos cae. Nos tenemos que educar por si algún
día tenemos un conflicto, resolverle prescindiendo
de que sea gitano, de que sea inmigrante.
Nos tenemos que educar a que los conflictos y las
convivencias y el mestizaje que nos llega sea de una
forma natural, y que se solucione de una forma natural
y que el color de la piel o las diferentes culturas
no sean un elemento para odiarnos o tener venganza,
sino intentar trabajarlo, aunque sé que es
difícil. En Torrelavega sí que hay integración,
pero tenemos unos políticos y algunas organizaciones,
incluso algún mundo educativo, que no es capaz
de prevenir y prever lo que nos viene, por ejemplo
la inmigración. Desde hace años en Torrelavega
a los políticos y determinada gente que tenía
poder e influencia les estábamos avisando de
que iban a venir gente de otros países, pero
no les avisábamos como problema sino para estar
preparados, para saber como acogerles, conocer su
cultura muchísimo más, saber que en
las escuelas y colegios va a haber gente de otros
países. Pienso que los ayuntamientos y algunas
organizaciones todavía están peces,
ya que lo que hacen es, cuando vienen el problema,
lo que quieren es encontrar la solución. Criminalizan
la distinción en lugar de buscar soluciones
anticipadas. Así que caemos en soluciones policiales
o de psiquiatra, y no hacen lo que hay que hacer,
que es prever, y saber ofertar soluciones.
P.- ¿El actual
desembarco de intereses económicos en el mundo
del reciclado y los voluminosos ha dado al traste
con sus principios de practicar una economía
solidaria, no acumulativa, y dar siempre una oportunidad
a los más desfavorecidos?
R.- Lo que hemos hecho 'Los traperos de Emaus'
es ganar dinero a través de los voluminosos,
de armarios que recogíamos o que dábamos,
a través del papel, del vidrio, de la chatarra...
nosotros teníamos una economía que nos
permitía vivir. Y nosotros cada año,
todo lo que nos sobraba se lo dábamos a gente
que lo necesitaba muchísimo más, compañeros
que querían independizarse y así superar
sus problemas de marginación. Y así
lograban independizarse, y conseguir una furgoneta,
o un alquiler o en lo que sea, era una economía
no acumulativa, en la que cada año el dinero
tenía que servir para la solidaridad.
Pero al entrar la dinámica de las grandes empresas
en el mundo del reciclaje, al ponerse como hoy el
mundo de los contenedores, al ponerse de moda la ecología
y el medio ambiente, que se han convertido en una
moda, y moda significa negocio, eso nos ha impedido
el que nosotros podamos seguir viviendo de las basuras.
Por ejemplo, yo ahora si quiero coger papel y voy
a un contenedor, ese contenedor pertenece a la empresa
que recoge los papeles, por tanto si yo cojo el papel,
a mí me pueden detener o meter una multa. La
basura ha pasado de ser de los pobres, a un bien de
los ricos o de los municipios. Ya no podemos vivir
de los cartones o cierto tipo de materiales como el
vidrio o como la chatarra. Así que nuestra
economía ha dejado de ser una economía
no acumulativa y solidaria para ser una economía
de subsistencia y muchas veces de miseria, que solamente
se mantiene por nuestra vivienda y por el rastro que
sostenemos. Pero vislumbro que Emaus Torrelavega se
verá abocado a volver a su origen, a la calle
a coger otra vez la carretilla, coger cartones o robar
el papel de los contenedores. Y a este barbas eso
no le importa volver a hacerlo.
P.- ¿Es comprensible
tanto esfuerzo sin un motor espiritual, qué
creencia o qué fe mueve a Tate?
R.- Yo he "chupado" de muchas ideologías
y de muchas creencias, pero sobre todo de muchas gentes.
Al final no es que yo me haya hecho mi dios, mi política,
pero sí que yo me he construido unas ideas,
una fe, que me sirve a mí para ser más
exigente conmigo mismo, pero que en los momentos duros
me hacen interpretar la vida de otra manera. Y así
me van las cosas como me van, ya que en este mundo
no valen las ideas sino el dinero y la propiedad privada,
pero bueno, ahí yo sigo convencido de lo que
yo hago, a un precio muy alto pero merece la pena
P.- Por lo que has
vivido, ¿dónde está el infierno?
R.- El infierno está donde la gente
sufre, yonquis que a lo mejor no encontraron su dosis
y morían en las calles, la gente que va de
un lado a otro porque no tiene vivienda, que pasa
hambre, que muere de frío, en la gente que
sufre. Pero yo también pienso que ahí
está el futuro, la utopía, los traperos
hemos sido capaces de descubrir que incluso en las
basuras se puede conseguir economía solidaria
y con las basuras de la gente se pueden conseguir
sentimientos y ayudar a las personas a sacarlas adelante.
Yo pienso que el infierno está en el odio,
en el poder, en las grandes empresas multinacionales,
en los políticos, en el dinero. Hay otros infiernos
como son la madre que pierde a su hijo, un atentado,
en la gente que se encuentra triste, en ti o en mí
si algún día sufrimos por amor profundamente.
Pero en definitiva el infierno está en todos
aquellos que someten a otras personas y a la naturaleza
para su propio objetivo, ahí está el
infierno. En todo lo demás, como buen trapero
que soy, está el futuro, incluso en las basuras.
P.- ¿Quién
está hoy en día más necesitado,
los jóvenes de aquí o los inmigrantes?
R.- Yo diría que los de aquí.
Los inmigrantes jóvenes que llegan aquí
llegan más fuertes, llegan aprendidos, llegan
con capacidad de riesgo, no tienen miedos y son capaces
de lanzarse a precipicios. Los ideales para triunfar
en esta sociedad son competitivos, tienen objetivos
claros y lo que también pasa es que nosotros
muchas veces nos dormimos en los laureles. Aunque
hay casos de inmigrantes muy dolorosos en Torrelavega,
un menor que es expulsado a su país y en su
país al volver a ver qué encuentra,
y también hay inmigrantes que trabajan doce
o catorce horas y que se emborrachan o se drogan para
no pensar que están lejos de su país
y de su familia. Los de aquí carecen de esa
fortaleza de espíritu, de esos valores, de
esa convicción de lucha. Los hemos hecho dormirse
en los laureles.
P.- ¿Quién
le preocupa más los sin techo o los sin alma?
R.- Los dos, pero por el sentido de la pregunta
y después de los años de experiencia
siendo trapero, los sin alma. Un techo se puede construir
de hojalata, de cartón, de ladrillo, se puede
pegar una patada a una puerta y ser un ocupa, te puedes
meter en una hipoteca, pero si no tienes alma, no
tienes sentimiento, no tienes sonrisa, no tienes vida,
te mueres. Lo que pasa es que mucha gente para poder
tener alma necesita un techo. Vivimos en una sociedad
que no tiene alma, estamos hipotecados por el dinero,
por el poder, por la competencia y a lo mejor nos
falta alma. Ésa es una cosa que muchas culturas
nos van a poder enseñar, vivir con alma. Me
pasa a mí, yo puedo vivir en la calle pero
si tengo sentimientos, creencias o convicciones, tengo
algo, si no tengo alma no tengo sentido, no tengo
vida, no tengo pensamientos, yo estoy muerto.
P.- ¿Por
qué somos como los discípulos de Emaus
y no reparamos en que gente como Tate y gentes como
las que tú ayudas camina a nuestro lado?
R.- Muchas veces no reconocemos en los demás
a nuestro hermano, porque a veces estamos muy ocupados
en mirarnos a nosotros mismos. Ésta que es
una ciudad de ganaderos que hallaron aquí su
fortuna y crecieron desde una posición humilde.
Por eso, muchas veces, Torrelavega no quiere ver la
pobreza de los demás, porque les recuerda muchas
veces a su pasado y no quieren volver a su pasado
de pobreza, porque tienen miedo de su inseguridad,
porque mañana pueden volver a vivir en las
calles y porque en el fondo es muy fácil delegar
en los demás y que sean los demás los
que solucionen el problema de la pobreza y yo a vivir
mi forma de vida.
P.- ¿Cuáles
son sus proyectos más inmediatos?
R.- Seguir en traperos, y terminar siendo
un hombre con sabiduría, que es muy difícil.
Y a nivel de 'Los traperos de Emaus', volver a vivir
en las calles de Torrelavega, y no como algo negativo
sino como algo positivo, y sobre todo pues intentar
ser feliz. Y como trapero de Emaus lograr que nuestra
organización sea capaz de seguir siendo pobre
y seguir denunciando las injusticias. Y yo pienso
que todavía tenemos futuro, porque hay muchas
cosas que hacer, otra cosa es que nos lo dejen hacer,
porque concretamente a mí hay gente que políticamente
y socialmente "me tienen o nos tienen ganas",
porque no nos callamos.
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