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Red-acción
II Época / Nº20
Junio
2007
ENTREVISTAS / PREGUNTAS Y RESPUESTAS

La historia del hombre que reconstruía corazones

Por Carlos Miguel y Víctor Rionda, alumnos de 1º Bachiller de Ciencias Técnicas del colegio La Paz de Torrelavega.

Florentino Muñoz Lunate, o Tate, es un hombre de 51 años que forma parte de una organización vinculada a los movimientos sociales católicos, 'Los traperos de Emaus'. Una organización fundada en Francia por Abbe Pierre, y que llegó a Torrelavega a fines de los años setenta. Una organización que, nacida en el seno de los movimientos sociales de la parroquia de La Asunción, ha trabajado para reconstruir la vida y el corazón de decenas de personas con lo que otros desprecian, con la basura.

Florentino Muñoz Lunate, 'Tate'.

 

Pregunta.- ¿Quién es Florentino Muñoz Lunate?
Respuesta.- Un hombre de 51 años que nació en Baracaldo, Vizcaya, en una familia de ocho hermanos, que a los cinco años vino a Torrelavega porque su padre vino a trabajar a Solvay. Un hombre que ha vivido la mayoría de su tiempo aquí en Torrelavega teniendo oportunidad de vivir en otros sitios y que ha vivido y sigue viviendo en una organización que se llama 'Los traperos de Emaus', cuya filosofía de vida es compartir. Un hombre que tiene un hijo que se llama Rabel de 21 años y que se siente orgulloso de vivir en Torrelavega y sobre todo de que Torrelavega me haya permitido seguir siendo lo que soy.

P.- ¿Cuándo nació Tate?
R.-
El nombre de Tate viene de dos cosas: Una es que hace muchos años en la televisión en un programa de niños había una burra que se llamaba Tatita. Entonces jugando al fútbol en el antiguo colegio La Paz y como yo era siempre un poco más alto, tenía un compañero que para ir a rematar pues se subía encima mío y así se ponía más alto y remataba y metía goles, y entonces me llamaban la burra Tatita. En segundo lugar fue un mote de cuando fumaba marihuana, maldad que pronto dejé, en cuanto tomé el rumbo de 'Los traperos de Emaus'.

P.- ¿Cómo fue su llegada a Emaus?
R.-
'Los traperos de Emaus' empezamos hace 31 años en Francia. La llegada de la democracia a este país permitió abrir un campo de trabajo en la parroquia La Asunción de Torrelavega, al que acudieron gentes de Bilbao, Inglaterra y de Francia. Nos juntamos unas 150 personas, de entre 17 y 30 años, que convivimos casi tres meses. Así conocimos el movimiento, y un grupo decidimos seguirle.

P.- ¿Qué ha significado en tu vida Abbe Pierre?
R.-
Abbe Pierre fue el fundador de los Traperos. Yo había crecido en una familia religiosa, y estaba muy vinculado a la parroquia de La Asunción de Torrelavega, entonces muy "social". Pero durante la adolescencia me había apartado de la religión. El encontrar a los traperos y a la figura de Pierre fue el encontrar dentro de la Iglesia y dentro de una organización y dentro de un hombre tres cosas que para mí eran fundamentales: la libertad, el poder trabajar con las basuras y el poder trabajar en la calle. Esas tres cosas significaban esa libertad a la que todos aspiramos y a la que sigo aspirando. Con 18 años, aquel mensaje caló en mí y me arrastró a vivir en las calles y poder vivir con gente mucho más pobre que yo. A eso me ayudó Pierre. Destaca para mí su figura vulnerable. Siempre ha sido la suya la figura de un hombre muy pequeñito, canoso, con barba, frágil. En aquella época le encontramos como una persona pequeña y vulnerable pero con mucha fuerza. Nos impactó a nosotros, a la gente joven.
Yo pienso que es una de las personas a nivel vivencial, a nivel lógico y a nivel personal que a mí personalmente más me ha influido después de 30 años. Era un hombre con mucha fuerza, capaz de hacer un comedor escolar y a su vez ponerse delante de una catedral llena de inmigrantes que iban a ser expulsados en Francia para que la policía no la desalojase.

P.- ¿Cuándo descubrió que en los demás estaba su vida?
R.-
Al ser muchos hermanos y hermanas tienes que empezar a compartir y repartir cosas, te das cuentas de que la vida de tus padres no es para ti solo sino que tienes compartirlo con tus hermanos. Eso de tener que estar obligado a compartir te hace pensar que no eres el único que tiene que recibir las cosas, sino que tienes que compartirlo por obligación y por convicción con los demás. De pequeño aquí, en Torrelavega, ha habido mucha trashumancia. Yo me acuerdo que vivíamos en General Mola y enfrente había una finca y allí los gitanos trashumantes venían en carros, aparcaban allí y se quedaban dos o tres meses. Yo me acuerdo que en navidades nuestros padres hacían torrijas, y nosotros íbamos a compartir estas torrijas con los gitanos y con las familias que estaban allí.
Este vencer el miedo, el ver a los demás con necesidad nos hizo ver la vida como algo solidario, que la vida no solamente eres tú sino que los demás, tu entorno, tu familia y la sociedad y sobre todo los que menos tienen también tienen algo que decir en tu vida.

P.- Al aliviar el sufrimiento de los demás ¿con cuántas incomprensiones ha chocado?
R.-
Al principio a lo mejor no te das cuenta, pero ahora con 51 años ves que has tenido que pagar muchos precios. Ayudar a los demás te lleva a la gran incongruencia de olvidarte de ti mismo en muchas cosas como en que dejas de estudiar, te dedicas a trabajar y tu sueldo lo das a otros cuando a lo mejor era necesario para ti. Muchas veces la solidaridad recibe rápidamente una palmadita en la espalda, hasta que al actuar para los demás cuestionas el poder político o religioso o el poder de tu familia, automáticamente empiezan los problemas. Muchas veces, incluso, a quien ayudas no te lo agradece sino que está buscando en ti sólo aprovecharse.
También pagas el precio familiar de que no estás tanto tiempo con tu hijo. Quizás ayudas a la gente de fuera y a tu familia la dejas de prestar atención. Detrás de la imagen que te creas de monje, de tío muy enrollado, de tío muy luchador, hay un hombre con ilusiones, con derechos, que queda tapado para los demás.
Yo he pagado precios muy altos, aunque pienso que no es cuestión de pensar que merezca o no merezca la pena, es cuestión de que lo que has vivido tienes que aceptarlo y tienes que coger lo mejor de eso que has vivido. Me siento muy orgulloso, los demás tienen que juzgar que a lo mejor no les he dado lo que les tenía que dar.

P.- ¿Cómo fue la historia de 'Los traperos de Emaus' en Torrelavega?
R.-
Tras el campo de trabajo que os contaba, estuvimos recogiendo basuras por todo Cantabria. Íbamos en carretillos, en coches de niños metiendo toda la basura dentro, aquello fue apoteósico. Posteriormente la gente se marchó a sus países y aquí quedó un grupo reducido de gente, que estábamos en la parroquia, y que decidimos vivir con un fuerte contenido religioso del pasaje de Emaus. Decidimos vivir en las calles con la gente que en ese momento estaba viviendo en ella que eran gitanos, prostitutas... Además en esa época en Torrelavega empezaba la droga, el caballo y la heroína, y nosotros como 'Los traperos de Emaus' hemos vivido toda la evolución de la droga y de la delincuencia en Torrelavega. Vivíamos en los atrios de las iglesias, fuera, vivíamos en los portales, en los bancos, vivíamos en locales en los que pegábamos una patada a la puerta y nos poníamos a dormir y estábamos más o menos viviendo 30 personas que habíamos elegido esa forma de vida, pero también otra gente que estaba viviendo en las calles o tenía problemas, y estuvimos viviendo así durante seis o siete meses.
Teníamos problemas continuos con la policía. Posteriormente la parroquia de La Asunción nos dejó un bajo donde estuvimos viviendo casi 40 personas, muy pequeñito y con un wáter. Durante el día vivíamos fuera y durante la noche una gente dormía en ese bajo y los demás íbamos a por las basuras de las casas y de los portales, íbamos a coger comida o papel para vender, ropa o utensilios.
Ser trapero de Emaus consistía en recoger toda la basura material para intentar venderla. Posteriormente la gente de la parroquia nos dio una casita, que se llamó la casita de Emaus que todavía sigue existiendo. Allí empezamos a vivir ya como una comunidad, había gente que le llamaba la comuna. Cogíamos a toda la gente que estaba viviendo en las calles o la gente que tenía problemas de alcohol, de droga, que no tenía vivienda o familias gitanas o gente con problemas con delincuencia, los acogíamos en nuestra casa. Cada día íbamos a trabajar cada uno a nuestro sitio o a trabajar por las calles, a veces en trabajos sucios o injustos, a veces en lo que más nos gustaba, recoger basuras por las noches. La relación con la policía al principio fue dura debido a que cada dos por tres se presentaba allí a las tantas de la mañana, pero ya después pasó a ser una relación de respeto, la ciudad comprendió nuestra labor. Y esto estuvo así durante tres años. Después todos nos separamos y al cabo de dos años se retomó Emaus otra vez en las calles y nuevamente en Dualez donde estamos viviendo ahora.

P.- ¿Qué sintió cuando recibió el premio a los derechos humanos en su ciudad?
R.-
Cuando los políticos dan premios generalmente es para que te calles la boca. El premio fue dado a 'Los traperos de Emaus' lo que pasa es que lo dieron en mi persona porque por 'Los traperos de Emaus' han pasado mucha gente, y entre todos los que han elegido en estos años esa forma de vida yo era el más antiguo. Acudimos todos los traperos y nos dieron un diploma y trescientas mil pesetas, que no se quedó Traperos de Emaus sino que se dio a otras comunidades de Emaus de Colombia y de Nicaragua y a gente de nuestra ciudad, porque traperos de Emaus no quiere tener ni propiedades privadas ni bienes, solamente vivir de su trabajo.
Fue el reconocimiento a la labor, durante 25 años, de muchas personas, que como 'Los traperos de Emaus' habían representado la defensa de los derechos humanos, el derecho a la vida, el derecho a la vivienda, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a que la gente pueda circular sin fronteras, etc. Yo sólo tuve el honor de representar eso, y a aquellos que tan mal lo habían pasado para defenderlo.
La entrega fue muy simbólica. Cuando nos entregaron el diploma dimos todos un paso hacia delante dando a los políticos la espalda. Lo que hicimos fue contar la historia de Emaus por años y cada año que nombrábamos salía gente. Fue muy emocionante porque los políticos estaban detrás alucinando en colores porque no les hacíamos caso y 'Los traperos de Emaus' con toda su gente tomaron el poder en el Ayuntamiento de los derechos humanos, esto fue el devolver los derechos a todos los hombres, mujeres y niños que habían participado en 'Los traperos de Emaus' hasta ese momento. También apareció en este acto mi familia y toda la gente que había participado en nuestra comunidad.
Fue muy emocionante el que los políticos se diesen cuenta de que no nos estaban comprando, que realmente habían dado un premio que no es que no nos mereciésemos sino que nos sentíamos muy orgullosos de recibirlo pero que a partir de ese momento íbamos a seguir siendo Traperos de Emaus, no nos íbamos a callar la boca, íbamos a seguir denunciando a los políticos, a las grandes empresas, a las injusticias, a la gente racista, e incluso este premio nos exigía a nosotros mismos ser cada día más coherentes y seguir luchando.

P.- ¿Qué cambió aquel reconocimiento en su lucha por la defensa de sus ideales?
R.-
Hubo una tentación de decir, bueno pues hasta aquí hemos llegado después de 25 años y nos disolvemos o montamos una empresa de Emaus. Cambió el darme cuenta de que, por muchos halagos que te dé la vida, por muchos premios que te den los políticos, lo que más valor tiene es el premio diario de ser coherente contigo mismo, y hoy no me doy ningún premio, debido a nuestras contradicciones. Cambió el hecho de que aunque nos pudiésemos sentir mucho más orgullosos y más chulos con ese premio, nos cambió en que teníamos que ser mucho mas humildes. Nos obligó a cambiar en que si antes éramos críticos con los políticos de Torrelavega por sus muchos fallos en el tema social y en el tema medioambiental, ahora debíamos ser más claros pues éramos más fuertes para criticarles.
También cambió el hecho de que fue un antes y un después a nivel popular el que las instituciones te diesen un premio, nos dio el reconocimiento. Ya no éramos unos pringados sino una organización que ha recibido un premio de los derechos humanos. Porque lamentablemente para mucha gente si no te dan un reconocimiento público sobre esos derechos humanos es como si no hubieras hecho nada.

P.- ¿Cómo influyó ese premio en la ciudad?
R.-
La ciudad se alegró, y permitió conocer el que en Torrelavega había muchas personas y grupos que estábamos luchando por la defensa de los derechos humanos. Sirvió para que el Ayuntamiento se plantease el que no solamente estábamos los traperos sino que también existían otros grupos y un entramado de solidaridad que debía ser reconocido. Fue el reconocimiento de que Torrelavega siempre ha sido solidaria, una ciudad muy viva a nivel social. Mucha gente se vio reflejada en aquello. Cuando recibimos el premio también lo recibieron en nuestro nombre mucha gente que sigue luchando por los derechos humanos.
Pero con eso y con todo, el que te den un premio no quiere decir que los derechos humanos se cumplan, que te den un premio significa que los derechos humanos todavía se están incumpliendo, concretamente en Torrelavega.

P.- ¿Cuánto hay que gritar en este mundo para conseguir solidaridad?
R.-
Hay que gritar mucho. Yo pienso que hay que gritar antes que lanzar piedras o utilizar otros medios, porque 'Los traperos de Emaus' se caracteriza por su gente dura pero no violenta, no violentos y activos que significa no callarse la boca, que significa no calentarse y nunca utilizar la violencia contra nadie.
Hay una frase que me gusta mucho que es, "Las cosas por muy evidentes que sean, por mucho que se repitan, se tienen que seguir diciendo". El hecho de que haya hambre en el mundo, el hecho de que haya pobreza, que haya violencia, el hecho de que nos estemos hundiendo a nivel de medio ambiente y nos estemos destrozando no significa que hay que decirlo una vez y callarse, hay que seguir diciéndolo, porque hay muchas palabras que se han convertido en un mercado, en un negocio y que por mucho que se hayan repetido parece que las cosas se diluyen, pero hay que seguir gritándolas. Hay veces que hay que decir la palabra hambre o la palabra falta de libertad o la palabra pobreza y hacer las cosas en silencio y ponerse manos a la obra, calladamente. Otras hay que luchar, que la gente te vea que luchas, y gritar. Lamentablemente hay cosas que han mejorado en Torrelavega y en Cantabria, pero ha mejorado demasiado poco el nivel de pobreza. Hay que seguir gritando porque en muchos sitios a la gente no se la da el derecho ni de poder hablar, ni de poder gritar. Entonces aquellos que tenemos el privilegio de poder gritar tenemos que hacerlo en su nombre, por los que carecen de casa, de comida, de trabajo, de respeto, de esperanza.
Lo que pasa que ahora y aquí en Torrelavega, si gritas también te callan, porque en Torrelavega a los políticos y a mucha gente no le gusta que les digas que existe la pobreza aquí, que hay marginación, que hay racismo, que hay gente que aunque tenga trabajo tiene un sueldo muy pequeño, que hay violencia. No gusta oír que realmente la "basura" espiritual, material, humana sigue existiendo en Torrelavega aunque muchas veces esté escondida. Por eso los políticos pagan el silencio con subvenciones, a veces con el miedo. Pero 'Los traperos de Emaus' y Tate seguirán gritando.

P.- ¿Qué saben hacer los políticos además de dar premios?
R.-
Los políticos además de dar premios saben levantarse por las mañanas, cobrar un buen sueldo, algunos hacerse millonarios e ir en coche oficial. Perfectamente podrían ir andando, en bicicleta, en tren o en coche conjunto para no gastar tanta gasolina y crear tanta contaminación. Y en vez de meterse en los despachos, estar en la calle en contacto con la gente. Para mí un político que cobra es un político que no me sirve. Si están al servicio de la sociedad deberían trabajar generosamente. Yo pienso que los políticos deberían seguir en sus trabajos para que no se les olvide lo que es un buzo, no se les olvide lo que es levantarse por las mañanas y estar obligados a demostrar ante los demás que tienen que realizar un trabajo y tener un dinero para que sigan siendo solidarios con otra gente que no tienen trabajo. Y después, durante un tiempo dedicar el trabajo hacia los demás. Son nuestros representantes, los que tienen la vocación de servir a la comunidad. Pero mientras que si tú fallas acabas en la calle, o castigado por ellos, ellos durante cuatro años pueden hacer lo que quieran que nadie les echa.
También pueden hacer muchísimas otras cosas como ir a cenar, inaugurar cosas, preocuparse de que la oposición no les meta caña, de leer el periódico por las mañana para ver si han salido bien en la foto o ver quien les critica, esas son cosas no son ironías, son ciertas. Florentino Muñoz Lunate después de 51 años lo puede demostrar aquí y en muchos otros sitios. Gastan muy poco tiempo en estar con la gente, en reunirse entre ellos, aunque sean de otros partidos para ver temas. Gastan poco tiempo en estar con los pobres, en estar con organizaciones sociales y de lo que realmente se preocupan es de cuando llegan las elecciones volver a salir elegidos.
Pienso que la clase política debería reciclarse como las basuras y voy a ser muy duro pero yo pienso que los políticos son basura que difícilmente ni reciclándoles tiran para adelante.
Ha habido políticos en 'Los traperos de Emaus', pero algunos de ellos parece que no han aprendido mucho. Nuestros problemas no son sólo competencia de los políticos. Perfectamente se puede servir a la ciudadanía en muchos sitios y no siempre tienen que ser los mismos aunque sea democráticamente los que estén en un ayuntamiento o un gobierno. Yo no entiendo por qué en la política, si es algo vocacional, cuando pierden el poder electoralmente, pierden el interés por ayudar a los demás, debe ser que están muy cansados de ayudar a los demás.

P.- ¿Qué ha representado en tu lucha personal por la justicia y en la lucha de Torrelavega, la parroquia de La Asunción?
R.-
La parroquia de La Asunción significó para mí encontrarme de nuevo con mi fe. A mis 51 tacos sigo siendo creyente, aunque soy bastante crítico con la Iglesia. Yo muchas veces me planteo el apostatar o dejar la religión católica. Bastante insumiso, bastante radical en algunas cosas y bastante crítico pero sigo siendo creyente.
¿Qué significó para mí la parroquia? Yo soy de una familia católica, tradicional, conservadora también, yo me he criado en unos valores católicos tradicionales que, lógicamente, en la adolescencia y juventud rechacé, cuando eres joven rechazas todo, te vuelves ateo y te dedicas a vivir a cañón. A tope.
Por "H" o por "B" yo vuelvo a la parroquia a un campamento con niños al que me invitan de monitor, y allí vuelvo a encontrarme con ciertas personas que ahora tienen muchos cargos, arzobispos… . Allí volví a encontrarme con gentes con las que compartía la crítica al poder y a lo establecido, en la familia, en la Iglesia… Y allí me encontré con personas y con curas que tenían un planteamiento muy diferente a lo tradicional, a lo que yo había conocido como religión. Así empecé a recuperar y aceptar de nuevo una forma de creencia. Muy en plan hippie, muy en plan latinoamericano, un poco radical y con ganas de apoyar a los pobres. Allí conozco a Emaus. Así que para mí la parroquia de La Asunción es recuperar a mis 18 años una creencia, me defino nuevamente como cristiano, y encuentro en la vida de Jesucristo y en otra gente del mundo de la Iglesia, una visión diferente, mucho más humana y mucho más cercana a mí, y eso hace replantearme mi creencia y volver a definirme como cristiano y como creyente, encontrar sentido a muchísimas cosas, me hizo madurar mucho.

P.- ¿Es esa parroquia un paradigma de la Iglesia actual o una excepción?
R.-
Era la época de la dictadura. Había mucha represión, pero había muchos curas obreros que nos hablaban de libertad, pero no eran la mayoría, y en Torrelavega casi los únicos. También se movía algo en el barrio Covadonga y en Campuzano y a nivel de España sí que había parroquias de ese estilo, lo que pasa es que en esta parroquia se juntaba el pueblo obrero con el mundo espiritual, con el mundo de la gente joven. Había un local que se llamaba la pajarera, que era un local de la parroquia. Se llamaba así porque en tiempos había pájaros, jilgueros. Luego los curas crearon allí un centro juvenil y social. Nos llamaban también pájaros porque las liábamos gordas, entonces por lo de los pájaros se quedó con pajarera. Era, por tanto la Iglesia roja, la Iglesia de La Asunción, donde estaban los curas obreros y la gente comprometida, y después estaba la parroquia de La Virgen Grande que, por así decirlo, era de la gente tradicional, los fachas. También era importante, en cuanto compromiso, la parroquia de La Paz, donde, a menor escala, yo fui testigo de reuniones ilegales, porque en aquella época los partidos políticos, los sindicatos, eran ilegales. La Asunción fue un ejemplo para otras comunidades religiosas, en un momento de ebullición de la libertad, de la lucha por los derechos y la democracia, y en un momento en que los jóvenes aceptaban y asumían compromisos. Ahora se ha diluido todo un poquitin, las aguas han vuelto a su cauce y no quieren extremismos, así que ahora hay un estilo muy diferente. Su vigor radicaba en la mezcla social. Había familias de clase media baja, pero también había chavales de clase alta, un batiburrillo bastante interesante. Con muchísimos problemas, porque había gente que decía a sus hijos que no se metieran en la pajarera, donde las chicas y los chicos podían estar a solas y cogerse de la mano y se expandían ideas revolucionarias. Su compromiso llevó a la parroquia a situaciones difíciles como cuando, ocupada por huelguistas, fue asaltada por la policía. Es decir, una parroquia que tiene mucha historia, una parroquia en la que aprendimos mucho mucha gente.

P.- 'Los traperos de Emaus', 'La casa de los muchachos', 'El hogar del transeúnte', ¿los poderes públicos no son capaces de crear justicia, que ésta sólo emana de organizaciones ciudadanas y religiosas?
R.-
También decir que: 'El hogar del transeúnte', Coorcopar, SOAM, 'La casa de los muchachos', 'Los traperos de Emaus' nacieron en la parroquia de La Asunción, que eso también es importante. Lógicamente con la democracia y con el desarrollo económico sí que los estados, los gobiernos regionales y los ayuntamientos han asumido responsabilidades en la defensa de la justicia social, pero sí que es verdad que el Ayuntamiento de Torrelavega, el Gobierno regional, el estado se escudan en las organizaciones sociales, generalmente la Iglesia y ONGs, para eximirse de responsabilidades, porque si todo lo que hacemos las organizaciones sociales lo hiciese el estado tendría que invertir muchísimos millones de pesetas en conseguir eso y en pagar a gente para que hiciese eso. Muchas veces las organizaciones sociales somos los "tapa agujeros", los "recoge basuras" en el sentido de las "basuras humanas" de lo que el estado tendría que hacer. Muchas veces ocultamos a la población muchas cosas que son obligación de los gobiernos municipales para intentar evitarlos. Si yo cojo a alguien en mi casa, 'Los traperos de Emaus', porque está tirado en la calle, lo oculto a la gente, a la población y oculto y eximo al ayuntamiento de su responsabilidad, limpio las calles. Y sin embargo, nosotros trabajamos sin subvenciones. Y sin embargo si hay gente que no tiene vivienda es porque el ayuntamiento o el estado o Europa no da vivienda, o porque no pone remedio a un mercado de viviendas que margina a amplias capas de la población. Si hay problemas de alcohol, problemas de drogas, problemas de prostitución, problemas de paro, es porque vivimos en una sociedad que también está enferma y en la que las administraciones no se implican a fondo para atajar, no las secuelas, sino la raíz de las injusticias. Lo ideal sería que en una ciudad no existieran 'Los traperos de Emaus', 'El hogar del transeúnte', el SOAM y si siguen existiendo es porque realmente existen unas situaciones individuales o colectivas que necesitan de nuestra ayuda o necesitan de unas herramientas para salir ellos independientemente de nuestra ayuda, y así salir adelante. Ha habido tiempos, y aún persisten, en los que salíamos en invierno por las noches a buscar a la gente para que no se muriera de frío. Porque en Torrelavega se ha muerto gente de frío, se ha muerto gente de sobredosis, hubo gente que pasaba hambre, te estoy hablando de hace diez o quince años. Todavía puede pasar, teóricamente menos porque hay más medios, pero sí que da la impresión de que como estábamos 'Los traperos de Emaus' u otras organizaciones se lavaban las manos. Y los políticos también tienen que representar a esa gente que está viviendo en la calle, y todo lo que hacen es decir que el Tate y 'Los traperos de Emaus' representen a los pobres.

P.- La integración social es un tema muy debatido, primero lo fue con los gitanos y hoy con los inmigrantes. ¿Cómo la concibe usted?
R.-
En Torrelavega poco a poco estos grupos se van integrando, porque cada vez hay más recursos y hay más medios, y por tanto al haber más medios, más dinero y más personas trabajando en favor de ellos, tanto desde la Administración como desde las ONGs, se están consiguiendo cosas. Yo pienso que la integración en Torrelavega se tiene que basar primero en el tema de la vivienda, el tema de la formación y el tema del trabajo. Y después formar a los políticos y formar a la población, porque nosotros queremos que todo el mundo se integre y somos solidarios, tanto en cuanto esa integración o esa gente que se quiere integrar: gitanos, inmigrantes, gente pobre o gente marginal... no nos dé problemas. En el momento que nos den problemas, de todo tipo, a nosotros ya la integración, la solidaridad, ya se nos cae. Nos tenemos que educar por si algún día tenemos un conflicto, resolverle prescindiendo de que sea gitano, de que sea inmigrante.
Nos tenemos que educar a que los conflictos y las convivencias y el mestizaje que nos llega sea de una forma natural, y que se solucione de una forma natural y que el color de la piel o las diferentes culturas no sean un elemento para odiarnos o tener venganza, sino intentar trabajarlo, aunque sé que es difícil. En Torrelavega sí que hay integración, pero tenemos unos políticos y algunas organizaciones, incluso algún mundo educativo, que no es capaz de prevenir y prever lo que nos viene, por ejemplo la inmigración. Desde hace años en Torrelavega a los políticos y determinada gente que tenía poder e influencia les estábamos avisando de que iban a venir gente de otros países, pero no les avisábamos como problema sino para estar preparados, para saber como acogerles, conocer su cultura muchísimo más, saber que en las escuelas y colegios va a haber gente de otros países. Pienso que los ayuntamientos y algunas organizaciones todavía están peces, ya que lo que hacen es, cuando vienen el problema, lo que quieren es encontrar la solución. Criminalizan la distinción en lugar de buscar soluciones anticipadas. Así que caemos en soluciones policiales o de psiquiatra, y no hacen lo que hay que hacer, que es prever, y saber ofertar soluciones.

P.- ¿El actual desembarco de intereses económicos en el mundo del reciclado y los voluminosos ha dado al traste con sus principios de practicar una economía solidaria, no acumulativa, y dar siempre una oportunidad a los más desfavorecidos?
R.-
Lo que hemos hecho 'Los traperos de Emaus' es ganar dinero a través de los voluminosos, de armarios que recogíamos o que dábamos, a través del papel, del vidrio, de la chatarra... nosotros teníamos una economía que nos permitía vivir. Y nosotros cada año, todo lo que nos sobraba se lo dábamos a gente que lo necesitaba muchísimo más, compañeros que querían independizarse y así superar sus problemas de marginación. Y así lograban independizarse, y conseguir una furgoneta, o un alquiler o en lo que sea, era una economía no acumulativa, en la que cada año el dinero tenía que servir para la solidaridad.
Pero al entrar la dinámica de las grandes empresas en el mundo del reciclaje, al ponerse como hoy el mundo de los contenedores, al ponerse de moda la ecología y el medio ambiente, que se han convertido en una moda, y moda significa negocio, eso nos ha impedido el que nosotros podamos seguir viviendo de las basuras. Por ejemplo, yo ahora si quiero coger papel y voy a un contenedor, ese contenedor pertenece a la empresa que recoge los papeles, por tanto si yo cojo el papel, a mí me pueden detener o meter una multa. La basura ha pasado de ser de los pobres, a un bien de los ricos o de los municipios. Ya no podemos vivir de los cartones o cierto tipo de materiales como el vidrio o como la chatarra. Así que nuestra economía ha dejado de ser una economía no acumulativa y solidaria para ser una economía de subsistencia y muchas veces de miseria, que solamente se mantiene por nuestra vivienda y por el rastro que sostenemos. Pero vislumbro que Emaus Torrelavega se verá abocado a volver a su origen, a la calle a coger otra vez la carretilla, coger cartones o robar el papel de los contenedores. Y a este barbas eso no le importa volver a hacerlo.

P.- ¿Es comprensible tanto esfuerzo sin un motor espiritual, qué creencia o qué fe mueve a Tate?
R.-
Yo he "chupado" de muchas ideologías y de muchas creencias, pero sobre todo de muchas gentes. Al final no es que yo me haya hecho mi dios, mi política, pero sí que yo me he construido unas ideas, una fe, que me sirve a mí para ser más exigente conmigo mismo, pero que en los momentos duros me hacen interpretar la vida de otra manera. Y así me van las cosas como me van, ya que en este mundo no valen las ideas sino el dinero y la propiedad privada, pero bueno, ahí yo sigo convencido de lo que yo hago, a un precio muy alto pero merece la pena

P.- Por lo que has vivido, ¿dónde está el infierno?
R.-
El infierno está donde la gente sufre, yonquis que a lo mejor no encontraron su dosis y morían en las calles, la gente que va de un lado a otro porque no tiene vivienda, que pasa hambre, que muere de frío, en la gente que sufre. Pero yo también pienso que ahí está el futuro, la utopía, los traperos hemos sido capaces de descubrir que incluso en las basuras se puede conseguir economía solidaria y con las basuras de la gente se pueden conseguir sentimientos y ayudar a las personas a sacarlas adelante. Yo pienso que el infierno está en el odio, en el poder, en las grandes empresas multinacionales, en los políticos, en el dinero. Hay otros infiernos como son la madre que pierde a su hijo, un atentado, en la gente que se encuentra triste, en ti o en mí si algún día sufrimos por amor profundamente. Pero en definitiva el infierno está en todos aquellos que someten a otras personas y a la naturaleza para su propio objetivo, ahí está el infierno. En todo lo demás, como buen trapero que soy, está el futuro, incluso en las basuras.

P.- ¿Quién está hoy en día más necesitado, los jóvenes de aquí o los inmigrantes?
R.-
Yo diría que los de aquí. Los inmigrantes jóvenes que llegan aquí llegan más fuertes, llegan aprendidos, llegan con capacidad de riesgo, no tienen miedos y son capaces de lanzarse a precipicios. Los ideales para triunfar en esta sociedad son competitivos, tienen objetivos claros y lo que también pasa es que nosotros muchas veces nos dormimos en los laureles. Aunque hay casos de inmigrantes muy dolorosos en Torrelavega, un menor que es expulsado a su país y en su país al volver a ver qué encuentra, y también hay inmigrantes que trabajan doce o catorce horas y que se emborrachan o se drogan para no pensar que están lejos de su país y de su familia. Los de aquí carecen de esa fortaleza de espíritu, de esos valores, de esa convicción de lucha. Los hemos hecho dormirse en los laureles.

P.- ¿Quién le preocupa más los sin techo o los sin alma?
R.-
Los dos, pero por el sentido de la pregunta y después de los años de experiencia siendo trapero, los sin alma. Un techo se puede construir de hojalata, de cartón, de ladrillo, se puede pegar una patada a una puerta y ser un ocupa, te puedes meter en una hipoteca, pero si no tienes alma, no tienes sentimiento, no tienes sonrisa, no tienes vida, te mueres. Lo que pasa es que mucha gente para poder tener alma necesita un techo. Vivimos en una sociedad que no tiene alma, estamos hipotecados por el dinero, por el poder, por la competencia y a lo mejor nos falta alma. Ésa es una cosa que muchas culturas nos van a poder enseñar, vivir con alma. Me pasa a mí, yo puedo vivir en la calle pero si tengo sentimientos, creencias o convicciones, tengo algo, si no tengo alma no tengo sentido, no tengo vida, no tengo pensamientos, yo estoy muerto.

P.- ¿Por qué somos como los discípulos de Emaus y no reparamos en que gente como Tate y gentes como las que tú ayudas camina a nuestro lado?
R.-
Muchas veces no reconocemos en los demás a nuestro hermano, porque a veces estamos muy ocupados en mirarnos a nosotros mismos. Ésta que es una ciudad de ganaderos que hallaron aquí su fortuna y crecieron desde una posición humilde. Por eso, muchas veces, Torrelavega no quiere ver la pobreza de los demás, porque les recuerda muchas veces a su pasado y no quieren volver a su pasado de pobreza, porque tienen miedo de su inseguridad, porque mañana pueden volver a vivir en las calles y porque en el fondo es muy fácil delegar en los demás y que sean los demás los que solucionen el problema de la pobreza y yo a vivir mi forma de vida.

P.- ¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?
R.-
Seguir en traperos, y terminar siendo un hombre con sabiduría, que es muy difícil. Y a nivel de 'Los traperos de Emaus', volver a vivir en las calles de Torrelavega, y no como algo negativo sino como algo positivo, y sobre todo pues intentar ser feliz. Y como trapero de Emaus lograr que nuestra organización sea capaz de seguir siendo pobre y seguir denunciando las injusticias. Y yo pienso que todavía tenemos futuro, porque hay muchas cosas que hacer, otra cosa es que nos lo dejen hacer, porque concretamente a mí hay gente que políticamente y socialmente "me tienen o nos tienen ganas", porque no nos callamos.

 


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