El día
que morí venía de una fiesta de cumpleaños
con unas amigas. Habíamos ido primero al cine
y después a merendar, pero se me olvidó
encender el móvil al terminar la película.
|
Una calle oscura por la que no debería
haber pasado. |
Me acordé mucho más tarde y, casi al
instante, me llamó mi madre. Si no volvía
a casa en media hora me castigaba un año entero
sin salir. El autobús tardó bastante,
y al bajar fui corriendo hasta mi casa. Me metí
por la típica calle oscura por la que tus padres
no quieren que pases "por si ocurre cualquier
cosa", para no tener que dar un rodeo. Era cuesta
arriba, y a la mitad de la calle me paré para
recuperar el aliento. Respiré hondo unas diez
veces y, justo cuando iba a volver a salir corriendo,
oí el sonido de un cristal al romperse. En
cuanto me giré para ver que era, alguien me
tapó la boca y me tiró al suelo. Otra
persona me agarró para que no pudiera moverme
y un tercero me puso un vidrio roto en el cuello,
probablemente el que acababan de romper. Me dijo que
como me moviera o gritara me rajarían la garganta.
Paralizada de miedo, no me costó mucho obedecerles.
Me arrastraron hasta detrás de un contenedor
de basura y me violaron. Al principio me pareció
que estaban borrachos, pero luego me di cuenta de
que no. Debían haber planeado violar a la primera
chica que pasara por allí. No sé cuánto
tiempo se estuvieron divirtiendo conmigo, pero solo
pasaron tres personas, corriendo como yo había
hecho, y mi madre me llamó una vez. Entonces
me rompieron el teléfono y lo tiraron al contenedor.
Cuando terminaron, decidieron que para evitar que
les pudiera denunciar me matarían de todas
formas. Intenté salir corriendo, pero me agarraron
y me abrieron la garganta de oreja a oreja. No sé
qué hicieron con mi cuerpo después de
matarme, tardé diez segundos en ahogarme con
mi propia sangre.
Aparecí detrás de ese mismo contenedor
al día siguiente. Había podido volver
porque no había hecho nada malo en mi vida.
A ver, yo no era ninguna santa, pero no había
hecho nada "grave". No me refiero a no haber
hecho las tonterías que los cristianos, los
musulmanes o cualquier otra religión dicen
que son pecado, sino cosas que se parecen bastante
a las leyes actuales. Había vuelto con ganas
de vengarme, y vaya si lo hice. Lo que más
hacía era causarles pesadillas, poco imaginativas
lo admito. Normalmente les hacía soñar
que era yo quien les mataba, ahogándoles, destripándoles
o arrancándoles el corazón con el mismo
cristal con el que me habían asesinado. Me
aparecía a ellos con la garganta abierta. Lo
que os puedo asegurar es que asustaba. Si supiera
lo que habían hecho después con mi cuerpo,
me habría divertido más apareciéndome,
por ejemplo, cubierta de algas si me habían
tirado al mar. Aún así, las pesadillas
no eran lo único que hacía. Muchas veces
a lo largo del día les hacía ver mi
reflejo en un espejo, un cristal, un charco o cualquier
otra cosa para recordarles lo que habían hecho.
Al cabo de una semana empecé a provocarles
accidentes. Les tiraba armarios encima, tenían
accidentes de coche o se caían por las escaleras
justo después de ver mi reflejo. Al principio
se salvaban "milagrosamente", pero después
empezaban a hacerse heridas o partirse huesos. Al
final uno de ellos casi se envenena cuando cambié
el contenido de una lata de Coca Cola, pero se le
ocurrió llamar al 112 al ver mi reflejo en
la lata, por lo que se salvó. Entonces fueron
corriendo a la policía a confesar lo que habían
hecho. La verdad me decepcionaron mucho, tanto ellos,
que parecían niñitas asustadas mientras
mi reflejo (que por supuesto solo ellos podían
ver), les observaba desde un espejo de la pared, como
los policías. Había estado susurrándoles
pistas al oído mientras investigaban, pero
ni aun así consiguieron encontrarles antes
de que confesaran.
Ser un fantasma te deja mucho tiempo libre, así
que aproveché para poner otros asuntos en orden
antes de marcharme. En sueños, le dejé
mensajes a la gente que me importaba. "No es
culpa tuya", a mi madre. "Nunca te dije
lo mucho que te quería", a mi hermano,
con el que siempre me estaba peleando. "No lloréis
por mí", a mis amigas, y muchas otras
despedidas bastante empalagosas que me parecieron
buena idea en aquel momento. Justo cuando se despertaban
me aparecía delante de ellos. Sin la garganta
abierta, y no en un reflejo sino de pie a su lado
o sentada en el borde de la cama. Les sonreía,
decía "Adiós" y desaparecía
antes de que pudieran decir nada. Cuando me despedí
de todos supuse que debía marcharme, así
que di una vuelta por la ciudad para despejarme las
ideas. Acabé en el hospital sin darme cuenta,
viendo como la gente se aferraba a la vida como una
lapa a su roca. Excepto una chica. Estaba intentando
salir de su cuerpo, pero cada vez que le daban una
descarga con los desfibriladores le costaba más.
Me vio y me pidió ayuda. Me di cuenta de que
se había intentado suicidar, pero los médicos
no la dejaban morir. Yo quería seguir en la
Tierra, así que me metí en su cuerpo
para que ella pudiera salir. Perdí la conciencia
con la siguiente descarga, la misma que hizo que mi
corazón, o más bien el de aquella chica,
empezara a latir de nuevo.
Me desperté al día siguiente en el
hospital. La voz de aquella chica me seguía
resonando en la cabeza. "Gracias". Recordaba
tanto mi vida como la de ella, y entendí por
qué se quiso suicidar. No tenía padres,
y los pocos amigos que tenía murieron en un
accidente de autobús. Decidió que no
tenía motivos para vivir y se tiró por
un puente. Lo sentí por aquella chica, pero
el que no tuviera padres me venía bien. Cuando
me dieron el alta conseguí ir a casa de los
míos y hablar con ellos. Les conté lo
que había pasado. Mis padres no solían
creer en esas cosas, pero tal vez recordaban los sueños
en los que me despedí de ellos, o tal vez simplemente
querían creer que su hija estaba viva, el caso
es que conseguí que me adoptaran legalmente.
Las cosas no cambiaron mucho, salvo porque tenía
otra cara. Me seguían gustando las mismas cosas,
tenía la misma edad, mis padres me querían
igual y seguía peleándome con mi hermano.
Cuando volví al colegio, nadie me reconoció.
Solo se lo conté a mis amigas. Me acribillaron
a preguntas sobre qué tal era ser un fantasma,
si era raro estar en otro cuerpo o, lo más
importante, qué había "después".
Tuve que confesarles que no me acordaba. Sabía
que había vuelto y por qué, pero no
recordaba dónde había estado, aunque
algo me decía que era un buen sitio.

SUBIR
|
|