Por fin
acabó el verano, se nota en la calle y sobre
todo en las playas, que los turistas se han marchado.
La zona marítima de la bahía de Santander
ha dejado de ser un punto de atracción para
los ciudadanos de aquí y de allí.
Solo en el dique de Gamazo se concentra
un gran número de personas, que ocupan su tiempo
de ocio viendo cómo se desguaza un viejo barco
de trabajo que, después de muchos años
de mantener la profundidad adecuada en cada tramo
de la canal, llegó a ser demasiado viejo para
su cometido.
Muchos de los que se acercan a contemplar cómo
el soplete corta las chapas de la estructura- también
como el barco- son jubilados, que trabajaron en una
época pasada. Al contemplarles da la sensación
de que en su mirada se refleja el paso del tiempo
y una realidad inexorable.
Esta sensación de realidad, esta paradoja,
nos lleva a pensar en cierto paralelismo entre los
hombres y las máquinas y los sentimientos que
estas últimas (objetos sin alma) nos producen
al contemplar su tiempo de vida y su ocaso. En cierto
sentido sentimos que son como nosotros.

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