Marta era
una chica completamente normal de 16 años,
muy responsable en sus estudios, con una buena amiga
llamada Claudia y unos hermanos gemelos divertidos.
Título:
'Billete de ida y vuelta'
Autora:
Gemma Lienas
Editorial:
El Aleph
Año:
1999
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Todo era perfectamente normal hasta
que empezó a notar cierta tensión entre
sus padres. Él, al que ella veía como
un padre-corcho pues era ajeno a todo lo demás,
seguía como siempre en su mundo y apenas fijándose
en sus hijos. Su único entretenimiento era
su gran colección de sellos. Su madre estaba
de mal humor más a menudo de lo normal.
Durante una cena Marta pudo apreciar que aquel día
era peor: había habido una gran bronca. Y esa
misma noche le despertaron las voces de sus padres,
discutiendo sobre algo que los niños tendrían
que acabar por saber. Temió que fueran a divorciarse.
Un día que ella tenía sueño
(porque de nuevo había oído discutir
a sus padres) los gemelos entraron a su habitación
con intenciones pacíficas. Pero sorprendieron
a su hermana haciéndole saber que ellos también
les habían oído. Los tres estaban preocupados
y ninguno sabía de qué se trataba ni
cuándo iba a acabar.
Una tarde discutió con su madre por un jersey,
por lo que acabó por quedarse en casa sin ir
a la fiesta, aunque en el fondo no tenía demasiadas
ganas. Ese mismo día, aprovechando que se había
quedado en casa, los padres decidieron hablar con
ellos. No iban a separarse, lo que era una buena noticia,
pero su padre se había quedado sin trabajo.
Después de un partido, Marta conoció
a Ricky. Todas se fijaban en él, que si estaba
buenísimo, que si era guapo… Sin darse
cuenta comenzó a hablar con él del partido.
Recordaba cómo a lo largo de la conversación
había llegado a olvidar lo que había
a su alrededor.
El chico la invitó a un concierto de su grupo.
Lo recordaba porque además él era el
importante, solista y guitarrista. Se daba cuenta
que no podía sacárselo de la cabeza.
Al volver, él la acompañó a casa
y durante el camino, se le confesó. Aquel fue
su primer beso, y Marta guardaba lo que le había
regalado tras aquel momento mágico: un pitufo
de goma.
Con el tiempo el humor del padre mejoró hasta
hacerse más cariñoso. Resultó
que estaba en un cursillo de informática que
le gustaba y que además podía servirle
para encontrar un nuevo trabajo.
Sin embargo su madre estaba agobiada por el trabajo
y tener que cuidar al tiempo de los gemelos, que solían
hacer muchas trastadas. Por eso decidió contratar
una au pair, llamada Bes, inglesa y flacucha.
A Marta no le cayó demasiado bien, le parecía
cursi y en general, insoportable.
Su madre acabó convenciendo a Marta de ir
con Bes juntas de compras. Cuando la vendedora vio
a Bes le dijo que su talla era la 36. Sin embargo,
la de Marta era la 42 y ellos no tenían "tallas
tan grandes". Aquel fue su primer disgusto. En
el probador vino el segundo: consiguió ponerse
el pantalón metiendo la barriga. Bes le aconsejó,
con ánimo de ser útil, que tal vez debería
adelgazar un poquito. Al final, diciendo que no le
gustaban, decidió no comprar los pantalones.
Con Bes en casa su madre estaba más relajada,
y su padre seguía de buen humor. Se había
comprado el ordenador para practicar lo que aprendía
en el curso. El mismo día que apareció
el ordenador, Ricky llamó para invitar a Marta
a ir a cine, que aceptó inmediatamente.
La cita en el cine fue maravillosa, cada vez se gustaban
más. Pero al llegar a casa no pudieron despedirse
con un beso ya que les esperaban Bes y los gemelos,
todos alerta. Esa misma noche intentó convencer
a su madre de que la llevase a un dietista, en principio
para perder sólo 3 o 4 kilos.
Una tarde que paseaba por la playa con Ricky le preguntó
a él si creía que estaba gorda. Él,
sincero, le contestó que no le había
parecido una chica 10, pero que le gustaba lo que
decía, cómo… en fin, su personalidad.
Aquella tarde fue especial, comenzaron a explorarse
el uno al otro hasta que les interrumpió un
cachorrito juguetón, llevándose uno
de sus zapatos.
Consiguió que su madre le llevase al dietista.
La preguntaron sobre sus hábitos de comida,
pero fue la madre la que contestó: mucho chocolate,
donuts, cocacola, hamburguesas… ambas salieron
descontentas de allí. La lista que le había
dado contemplaba que los alimentos que más
le gustaban eran los prohibidos, precisamente. Su
madre consideraba que había sido excesiva,
pero como era una profesional, la harían caso.
Aprovechando que tenía mucho trabajo, Marta
pudo hacer su régimen sin que la controlasen
durante la semana. Su gran ilusión fue ver
que había adelgazado 1’5 kilos en una
sola semana.
Un día su padre llegó contento, una
empresa lo había citado. Pero no una de informática,
como esperaban todos, sino una que se dedicaba a realizar
réplicas de cuadros. El hobbie del padre de
Marta era pintar. Sin embargo, antes de la entrevista,
la madre por cuestiones de trabajo tuvo que marcharse
durante dos semanas.
Coincidió justo cuando Marta tenía
prisa por adelgazar. Comenzó a mostrarse más
estricta con lo que comía, obsesiva con las
calorías, el azúcar… y así
perdía peso. Y con él, humor. Triste,
agobio, pesadillas… y el hambre la torturaba,
por lo que empezó a tomar laxantes. Entonces
dejó de adelgazar y se iniciaron las mentiras
para esquivar comidas. El padre no se daba cuenta,
pero los gemelos la llamaban trolera y Bes se comenzaba
a dar cuenta de lo que sucedía. Cada vez era
menor su autoestima y sensación de constante
frío.
Entonces volvió la madre y se dio cuenta de
que la hija había adelgazado demasiado. La
hizo comerse toda la cena, así que aquella
noche fue a vomitar, y la descubrieron los gemelos,
que al momento pusieron sobre aviso a la madre. Al
día siguiente se dio cuenta de que la madre
había estado buscando en internet información
sobre la anorexia.
Había comenzado a vomitar una tarde que se
había quedado sola con Ricky en casa. Ella
de repente se había puesto brusca por el temor
a que la viese desnuda. Entonces comenzaron a comer
los dos juntos, y ella fue un momento al baño.
Se notó llena e intentó vomitar. Le
resultó fácil, pero cuando volvió
Bes ya había llegado por lo que Ricky se marchó.
Últimamente siempre estaba de mal humor. Una
tarde la tomó con los gemelos que, molestos,
le dijeron que no les extrañaba que Ricky la
hubiese dejado entonces por Bes.
Además, había discutido con Claudia.
Ella había intentado ayudarla al principio
con el régimen, pero últimamente Marta
sólo hablaba de comida y estaba ya demasiado
delgada. Claudia estaba preocupada pero su amiga no
se dejaba ayudar.
Por lo menos su padre había conseguido el
trabajo como pintor. Aunque tenía que montar
un taller en el pequeño salón toda la
familia estaba feliz, excepto Marta. A ella le daba
todo igual.
Sin embargo, la madre seguía preocupada y
habló con el pediatra, que le pasó el
número de Juan, un psicólogo.
En las sesiones Juan la iba hablando de la anorexia,
mientras Marta le contaba sus problemas. Se había
vuelto obsesiva, estaba segura de caer enferma. Con
su extrema delgadez, Juan le había puesto un
mínimo de peso, pero ella…
Decidieron que eso no podía seguir así.
Marta no entró con muchas ganas a la unidad
de psiquiatría, aunque reconocía que
la situación se le había escapado de
las manos y ya no sabía qué hacer. Así
todo no tenía ganas de que la controlasen lo
que comía, además de que había
notado la tristeza de los gemelos al saber de su partida
"al campo con la tía Maite". Para
que no se sintiese sola la habían hecho llevarse
sus osos de peluche.
En el ingreso, una mujer que vigilaba todo había
requisado de su maleta los laxantes y diuréticos.
Marta ya comenzaba a tenerla manía cuando al
estar recordando sus besos con Ricky entró
anunciándole que debía levantarse. La
mujer se llamaba Adela y controlaba que se duchasen,
sin dejar que se encerrasen, en el tiempo necesario
para que todas tuviesen tiempo suficiente, ya que
compartían baño.
Allí, antes de ducharse, se mira en el espejo
y se "da cuenta" de que está muy
gorda, que no quiere engordar. De pronto empieza a
encontrarse mal, pero, tras ese breve momento de alarma,
es capaz de ducharse.
En el desayuno conoce a las otras internas. Elisa
se le presenta y al verla, extremadamente delgada,
Marta se asusta y se pregunta cómo puede seguir
viva.
Hambrienta, comienza a comer impulsivamente pero
de pronto nota que la están mirando y la barriga,
además, inflada. Deja de comer de golpe y pide
ir al baño, con intención de vomitar.
Entonces se da cuenta de que no puede ir al baño
sin Adela, que la vigila para que no haga precisamente
lo que quiere.
Después conoce a la otra nueva, que también
se le antoja demasiado delgada "no como ella".
Marta le pregunta por su enfermedad y cómo
llegó a ella: los motes que le habían
puesto los de su clase. Entonces empezó a ayunar
y acabó por resistir el hambre perfectamente.
En la comida conoce a Inés, una modelo que
dice que jamás volverá a encontrar trabajo
ya que quieren que engorde.
Esa misma tarde la visitan sus padres; en casa todos
la echan de menos, sobre todo los gemelos. Así
todo no consiguen darle ánimos para comer más.
En las sesiones con Juan le cuenta que aún
tiene sus obsesiones por los microbios al ataque y
pesadillas que le impiden dormir, a pesar de las sesiones
de relajación y las pastillas. Le explica cosas
sobre la anorexia, como que cada vez hay más
chicas con anorexia a edades más tempranas,
que la mayoría de las chicas hoy en día
siguen dietas…
Marta recibe una carta de los gemelos. Le dicen que
la echan de menos, que Ttodos la echan de menos en
casa y que esperan que vuelva pronto.
En las sesiones de grupo va conociendo al resto de
las internas. Le impresiona ver lo extremadamente
delgadas que están y una llega a asustarla
del todo cuando dice que ha llegado a pesar solamente
24 kg. Una de ellas es enfermera y sabe perfectamente
que está enferma, pero insiste en que no quiere
adelgazar porque se la ponen unos michelines increíbles.
Tienen que pasar la "ceremonia del peso",
que consiste en que todas vayan pasando por la báscula
para que las controlen el peso. Sin embargo allí
dentro es imposible controlar si comen demasiado,
si una cosa que comen tiene menos calorías
que la otra, etc. Marta contempla felizmente que ha
bajado de peso, 39 kg, pero también ve que
eso no le hace tanta gracia a Adela. Pero nadie dice
nada.
Lo que más llama la atención es cuando
se pesa Inés. Saben cómo desmonta la
comida y la esconde en servilletas, apañándose
así para que no descubran que no come. No saben
qué hace después con las servilletas,
pero al parecer la báscula no marca que haya
perdido peso. El resto de sus compañeras están
realmente sorprendidas.
Durante la comida Marta está pensando la bronca
que le va a echar Juan por adelgazar cuando de repente,
Inés se desmaya. Adela reacciona rápidamente,
y el resto de las internas llega a pensar que se ha
muerto. Llegan una médica y un camillero para
llevársela. Nadie es capaz de decir nada, Marta
ha perdido el apetito.
Tras una charla con sus compañeras de baño,
las de la habitación contigua, Marta se escabulle
y va a ver a Inés a la UVI. La enfermera se
muestra simpática y le permite ir a verla.
Se encuentra con los padres de Inés, su madre
llorando desconsoladamente. La visita es breve y no
consiguen convencer a la chica de que tiene que comer.
En su habitual visita a Juan, éste le pidió
que le dijese cómo había hecho para
adelgazar, incriminándola que se ayudaban unas
a otras. Sin embargo, Marta no lo veía igual
y pensaba que si se lo decía estaría
traicionando a las demás.
Susana, de 21 años y bulímica, entra
como compañera de habitación de Marta.
Según su criterio, está ideal, por lo
que no entiende que haya ingresado. Pero Susana le
explica que está muy agobiada. Su enfermedad
es más grave que el hecho de darse panzadas
de comida, pues para compensarlo, vomita y hace ayunos
de días enteros. Ha entrado en la enfermedad
después de pasar por la anorexia.
De pequeña practicaba la natación sincronizada
y como era buena llegó a un equipo en el que
la entrenadora era muy exigente. Además, como
intentaba ser la mejor, acabó por dejar de
lado los estudios. Entonces se dio cuenta de que con
sólo 15 años estaba anoréxica
y que estaba harta. Sus padres la apoyaron para dejar
la natación, pero entonces llegó la
idea de que podía comer mucho si después
vomitaba. También usaba laxantes. Entonces,
como desaparecía comida y sus padres se daban
cuenta, acabó por robar en las tiendas; nunca
la pillaron. Para ayudar a Marta a conocer la enfermedad,
Susana le presta su diario, dejándole leer
lo que quiera.
A lo largo de su conversación se da cuenta
de que todas las que están allí ingresadas
están dominadas por una ansiedad y agobio con
un solo motivo: el peso.
Decide que tiene que llamar a Claudia, que no sabe
nada del tema aún.
Aquel día tienen una sesión sobre autoimagen,
que recalca que deben verse con objetividad. Comienza
a darse cuenta de que el peso que corresponde a su
altura es mucho mayor al que tiene en esos momentos.
En esos momentos recuerda una vivencia en un concierto
del grupo de Ricky. Se había puesto un vestido
negro y dos componentes del grupo le dijeron que le
quedaba apretado. La terapeuta le hizo darse cuenta
que todo había sido por culpa de sus comentarios.
Además, tras el concierto, por el mismo tema,
discutió con Ricky, por lo que al llegar a
casa cortó el vestido a tiras.
Después de escribirle la carta a Claudia,
tras la sesión, fue a visitar a Inés.
Estaba mejor y al día siguiente volvería
a la planta. Para su sorpresa, Adela le muestra unas
fotos de Inés cuando era modelo. ¡No
estaba gorda en absoluto!
Aquel día la visitan sus padres acompañados
de los gemelos, que se lanzan sobre ella a causa de
lo dura que se les está haciendo la ausencia
de su hermana mayor. Cuando le dice a su madre que
está mejor, se da cuenta de que no está
mintiendo, en realidad lleva unos días mejor.
Sus padres se van a una sesión con otros padres,
por lo que ella se queda allí con sus hermanos,
charlando. Ellos la preguntan si realmente está
comiendo, no como antes, que decía que sí
lo hacía pero era mentira. Le cuentan que Claudia
ha llamado y entonces les da la carta que le ha escrito,
para que se la hagan llegar a través de su
hermana pequeña.
Pero al volver a la habitación se encuentra
con Susana disgustada: por su culpa habían
descubierto las trampas de Marta. La joven se había
quejado del mal olor, y entonces encontraron que todo
lo que no comía lo había ido guardando
en los peluches de los gemelos.
Sin embargo, aunque esto ha molestado a Juan, hay
un progreso. Marta ha engordado. Se siente feliz por
poder salir de allí, pero al tiempo tiene miedo
de descontrolarse y engordar demasiado. Para que se
diese cuenta de que la autoimagen también incluía
la personalidad, pero que últimamente estaba
muy huraña, le dio un cuestionario que debía
rellenar ella y también algún conocido,
para darse cuenta de que los demás tenían
pensamientos positivos sobre ella.
Con curiosidad comienza a leer el diario de Susana.
Es increíble, era capaz de obligarse a no comer
para adelgazar de un día para otro por ropa
que se iba a poner, pero recae en atracones. La variación
del peso es bestial de un día para otro. Cuanto
más lee, más se horroriza.
Se da cuenta de que Adela ha descubierto a Inés
al ver todas las palomas que hay en su ventana. Inés
dice que comerá, pero sólo para salir
de ahí y volver a adelgazar. Marta piensa que
está loca y que no quiere acabar igual. Cuando
está hablando con ella llega Susana para avisar
de que tiene una llamada.
Es Claudia. En cuanto su amiga la pregunta cómo
está se da cuenta de que la echa de menos.
También le pregunta por Ricky, Marta cree que
se ha vuelto loca, hacía tiempo que habían
cortado.
En un concierto él se había mostrado
alegre con los demás pero con ella, distante.
Iban a dormir en tiendas. Marta ya estaba furiosa
con Ricky porque apenas le dirigía la palabra.
Al notar que él se acercaba, acabó casi
encima de la chica que dormía a su lado. Cuando
Ricky intentó acariciarla, ella, furiosa, lo
rechazó. Al día siguiente estaban más
tensos. Hasta que Ricky se cabreó y ella decidió
marcharse en el tren.
Sin embargo, Claudia había hablado con Ricky
y su versión era distinta. Según él,
Marta estaba rara desde hacía un tiempo. Él
intentó que ella se uniese a los demás,
pero fue al revés, cada vez estaba de peor
humor. Intentó reconciliarse con una caricia,
pero ella le contestó con un pellizco y decidió
dejarlo estar. Como al día siguiente él
ya estaba mosqueado, y ella se alteró en seguida,
decidió que lo mejor era dejarlo del todo.
Claudia le dice que no se preocupe, que irá
a verla en cuanto pueda. Entonces Marta se da cuenta
de todo lo que ha perdido por su obsesión.
Cuando la ve su madre ni la pregunta si está
mejor, se le nota ya. Los gemelos la esperan en la
salita y, al principio acobardados, acaban por contarle
la verdad: la habían mentido cuando la dijeron
que habían visto a Bes y a Ricky juntos. Ella
está a punto de estallar, pero ellos la explican
que era porque siempre estaba antipática. Se
da cuenta de que tienen razón.
Marta sigue mejorando, ya no siente ansiedad al levantarse.
El peso aumenta poco a poco, pero después de
todo aumenta. Además, está convencida
de que hay mejores cosas que hacer, que tal vez tenga
una oportunidad… De pronto la sesión
ha acabado, es demasiado tarde y además Marta
tiene visita.
Cuando entra en la sala, Marta no lo puede creer.
Se trata de Ricky. En su cara es capaz de leer su
asombro, incluso su asco. Con su obsesión había
conseguido que ahora tuviese un aspecto realmente
penoso. Al darse cuenta de esto, estaba ya segura
no sólo de que tenía que curarse, sino
que quería curarse.
Relación con la Psicología
La relación de este libro con la psicología
son los efectos no sólo físicos, sino
psicológicos que tiene la anorexia.
Generalmente cuando se habla de anorexia y bulimia
se piensa simplemente en demasiada delgadez y vómitos.
Sin embargo, son enfermedades mucho más graves
que eso, porque conllevan una obsesión y unos
pensamientos que sumergen a la enferma (generalmente
mujeres) en un pozo oscuro del que se siente incapaces
de salir. Muchas veces su obsesión por el peso
hace que ni siquiera quieran salir.
En el caso de Susana ve que ha perdido el control
y se odia a sí misma por los extremos a los
que ha llegado. Ella misma decide que necesita ayuda,
control.
Por otro lado, Marta está segura al principio
que su peso debe bajar, y no se aterroriza al ver
que no deja de descender. Pero las sensaciones de
frío, debilidad, carácter irritable
y tristeza están haciendo que no pueda seguir
con su vida normal, y comienza a darse cuenta de que
no puede controlarse.
Todo se trata de una imagen idealizada que tenemos
del cuerpo perfecto: completamente delgado. Las críticas,
las imágenes trucadas, los pases de modelos…
Ese mundo no lo controlamos, nos controla, llevándonos
a estos extremos. Como dice Marta en una ocasión
"es increíble cómo nos han comido
el tarro". Porque es así, se trata de
eso, de palabras, porque no es un hecho que sea bueno
ser así de delgada.
Opinión razonada de
la obra
El libro me ha impactado. Jamás pensé
que la anorexia implicase todo eso. Lo que más
me ha llamado la atención ha sido el frío
que sienten todo el tiempo y la manía por la
higiene, la sensación de defensas bajas…
que es cierto, pero que no ven que es cuestión
de comer, en vez de lavarse.
Los gemelos me han gustado mucho. Son muy divertidos
y añaden un toque muy alegre al libro, creo
yo. Me encanta la carta que le escriben a Marta. Es
cierto que aunque los hermanos se lleven mal se siguen
queriendo. Y es lo que les sucede a los gemelos: aunque
últimamente Marta está de mal humor,
les da mucha pena cuando ingresa. Sus expresiones
y apodos recrean un verdadero ambiente familiar: indios
comanches, princesa-pies-de-viento, el capitán
azul, fumar la pipa de la paz (un cigarrillo de chocolate),
etc.
En conjunto, la historia es muy bonita, pero un poco
liosa. Se alternan dos tipos de capítulos.
En uno están mezcladas las sesiones de Marta
y Juan y sus flash-backs, es decir, los recuerdos
que le vienen a la mente según el momento.
El otro consiste en un relato personal de sus vivencias
en la planta de psiquiatría. Ha sido difícil
establecer un orden para hacer el resumen.
A pesar de la dificultad, el libro me ha gustado
mucho, aparte de servirme para conocer mejor esta
enfermedad tan común y en realidad, tan poco
conocida.
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