En
su carrera por superar el cáncer, la humanidad
ha encontrado en estos últimos tiempos un coche
y un piloto ganador: la genética y los investigadores
españoles. Un 90% de los procesos cancerígenos
concluyen con la muerte del paciente por su extensión
a otros órganos a través del torrente
sanguíneo. Frenar esta expansión, y
reconstruir estos órganos es la misión
de dos paladines de la lucha oncológica, Joan
Massagué y Carlos Fernández Rojo.
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Imagen al microscopio
electrónico de gliomas de rata. |
Massagué, director del Programa de Biología
y Genética del Cáncer en el Memorial
Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York (MSKCC)
y director adjunto del Instituto de Investigación
Biomédica de Barcelona (IRB), ha descubierto
recientemente 18 genes implicados en la expansión
tumoral mediante un mecanismo en el que la combinación
de cuatro de ellos permite la formación de
nuevos vasos sanguíneos alrededor del tumor
(angiogénesis) y la porosidad de estos, lo
que permite que las células cancerígenas,
a millones, rebasen sus paredes para incorporarse
al aparato circulatorio y de ahí a otros órganos.
El conocimiento de este mecanismo permitirá
descubrir las claves de su derrota. Pero casi más
relevante aún que este extraordinario descubrimiento
son las investigaciones de otro español, Carlos
Fernández Rojo.
Era tan sólo un adolescente cuando la lectura
de la biografía de Ramón y Cajal, le
impulsaría a ser investigador. Cursó
sus estudios en la Universidad de Barcelona, donde
acabó la Licenciatura en Biología. Posteriormente
trabajó como profesor asociado en la Universidad
Autónoma de Barcelona y finalmente realizó
el doctorado en el departamento de Biología
Celular en la Facultad de Medicina de la UB bajo la
supervisión de los doctores Albert Pol y Carlos
Enrich.
Desde hace casi dos años está trabajando
en el Institute For Molecular Bioscience de la Universidad
de Queensland en Brisban (Australia), bajo la dirección
del doctor Rob Parton, quien ha estado estudiando
muy específicamente el papel de una familia
de proteínas, las caveolinas, desde su descubrimiento
en 1992.
"La Caveolin-1 ha sido descrita como un gen
supresor de tumores. Cuando inducimos la expresión
de esta proteína en células tumorales,
las células dejan de proliferar. De forma opuesta,
cuando una célula normal se convierte en tumorogénica
la expresión de la Caveolina-1 es prácticamente
reducida en la mayoría de los casos",
nos ha explicado a través de una videoconferencia
que nos ha permitido conocer el trabajo de este investigador,
compañero y amigo de nuestra profesora de Biología
Heidi Rodríguez.
"Mi tesis se centró también en
el estudio de las caveolinas durante la regeneración
hepática en modelos murinos (ratas y ratones).
He descrito, en colaboración con el doctor
Rob Parton, cómo las caveolinas son capaces
de acumularse en gotas lipídicas en el citosol
de las células, y lo más importante,
pueden llegar a regular el metabolismo energético
en el hígado, que es esencial durante la regeneración
hepática. Cuando experimento con ratones modificados
genéticamente, incapaces de expresar caveolina–1
(proteína especializada y el principal miembro
de la familia), los ratones no consiguen regenerar
el hígado y mueren".
Su investigación no está directamente
relacionada con los trabajos de Massagué, al
seguir una vía paralela que busca la regeneración
del órgano atacado, no la prevención
de la extensión tumoral. "Es otra vía,
pero también genética, y cuya complementariedad
con las otras líneas actuales de investigación
nos permitirá un gran avance en esta lucha".
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