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Red-acción
II Época / Nº48
Junio
2011
CULTURA / GALERÍA DE ARTE

Jugando con el binomio fantástico de Rodari

Por el equipo de redacción de 1º de ESO A del IES Alberto Pico de Santander

Hola a todos. Queremos proponeros un juego divertido que hemos practicado en clase. Hemos jugado con las palabras. ¿Sabéis quién era Gianni Rodari? Fue el inventor del binomio fantástico. Consiste en escoger palabras aleatoriamente y unirlas en una historia. Fue así como escribimos nuestros relatos… Os animamos a leerlos.

Gianni Rodari , escritor, maestro y pedagogo italiano (1920-1980)

 

EN BUSCA DE ....
Por Ángela Ruiz San Miguel y Alba Rodríguez Tezanos.

Érase una vez dos chicas que no se conocían de nada. Una de ellas solo buscaba la felicidad, y la otra estaba en busca de cariño. La que buscaba cariño se llamaba Clara; ella únicamente tenía dieciséis años. Pensaba que su vida estaba llena de cosas materiales, pues vivía con sus padres en una gran casa muy bonita, pero las cosas que le compraban sus padres no podían llenar el vacío que le dejaba la falta de cariño.
La chica que estaba buscando la felicidad también tenía dieciséis años y se llamaba Marina. Recibía todo el cariño de sus padres, pero no era total su felicidad porque veía cómo su familia se iba quedando sin dinero y cada día eran más pobres.
Un día Clara fue a una gran superficie a comprar ropa y a su vez Marina fue a comprar un poco de comida. Los dos iban muy rápido y de repente… chocaron en un pasillo. A Clara se le cayó la ropa y a Marina toda la comida. Ellas se ayudaron a recoger lo que se había caído y poco a poco empezaron a hablar, hasta que al final se dieron sus teléfonos. Con el tiempo empezaron una amistad, se contaron sus problemas y se ayudaron.
Marina le dio todo el cariño que jamás recibió de sus padres y Clara ayudó económicamente a Marina y a su familia. Y desde aquel día en que se encontraron en aquella tienda hasta ahora, cuarenta años después, siguen siendo tan buenas amigas como entonces.

 

SALTARÍN
Por Elba Castanedo y Marta Caloca.

Había una vez, en un bosque lejano, un niño llamado Arturo que tenía ocho años. Arturo se levantaba todos los días temprano ya que no tenía familia. Hacía todos los días las tareas de casa él solo y cuando tenía un rato se iba a la escuela para poder aprender tan solo a leer y escribir. Arturo creció y creció y a los 15 años, en un día como otro cualquiera llegaron unos vecinos nuevos a la casa abandonada que había al lado de la de su familia.
Una mañana, alguien llamó a la puerta; allí se presentó una gran familia: el padre, Alfonso, la madre, Alfonsina, el hijo, que no tenía nombre y al que llamaban Saltarín, y una hermosa muchachuca. Arturo se enamoró de ella y una tarde fue a dar un paseo por el bosque y le encontró cogiendo manzanas. Se acercó y le preguntó su nombre, y ella le contestó que se llamaba Marieta. Desde aquel día quedaron todos los días en el bosque bajo aquel manzano en el que hablaron por primera vez. Pasaron los días y cada vez se gustaban más, hasta que decidieron casarse. El hermano, Saltarín, hizo la alianza para Marieta y también para Arturo: eran las más bonitas que nunca hubo en ese bosque, pero Saltarín tropezó en el puente y se cayó al río. Arturo fue capaz de rescatarlo justo a tiempo, antes de la boda que se celebró pronto.
La pareja fue muy feliz y tuvo 16 hijos.

 

UN ATAJO PELIGROSO
Por Óscar Ocio y Nicolás Román.

Alfredo era un niño de trece años que vivía en un barrio lujoso de Madrid, pero estaba pasando las vacaciones de Semana Santa en casa de su abuela Conchi, que vivía en un pueblo de Cantabria llamado Solares.
Todas las tardes se aburría, porque allí no tenía amigos y su abuela dormía una larga siesta todos los días. Una tarde, salió a dar un paseo. Recorrió el pueblo en poquísimo tiempo. Cuando volvía a casa de su abuela, encontró un atajo oscuro y sombrío. Decidió ir por él para conocerlo, ya que en casa no iba a hacer cosas más interesantes.
Era una calle estrecha y silenciosa. Después de haber estado caminando durante unos cinco minutos pude distinguir a los lejos la figura de un hombre muy corpulento. Cuando estaba a pocos metros de él, observó que llevaba una manga subida por debajo del codo. Alfredo tuvo el mal presentimiento de que no había hecho bien al coger ese atajo porque, en realidad, estaba tardando más de lo que esperaba y además tenía mucho miedo.
Cuando salía corriendo hacia casa de su abuela Conchi, recibió un disparo en la pierna y quedó en coma. Al despertarse, estaba con su abuela en el hospital. Todo había pasado.

 

NACÍ EN EL AÑO 1979
Por Sara Gil y Andrea Oria.

Nací en el año 1979, en un pequeño pueblo del que no diré nada. Mis padres pensaron que era prematuro, que aún era un feto. No sé si para mi desgracia o para la de ellos el médico negó que yo fuese un feto, que incluso nací un poco tarde.
Toda mi infancia me senté en la parte de atrás del coche, separado de mis padres por un cristal tintando, para evitar verme. Cuando iba al parque con mi madre y le preguntaban si yo era su hijo… ella lo negaba rotundamente.
En el colegio tampoco cambió mucho, era el feo de la clase, el marginado de turno. Al menos sacaba buenas notas. Empecé el instituto y mi situación era parecida, pero yo aún tenía esperanza, a pesar de que cada vez fuese a peor. Saqué el graduado de ESO y en bachillerato seguí siendo un alumno ejemplar.
¿Sabéis ese consejo que dice que si quieres ligar ve con un amigo feo? Funciona, si no preguntádselo a mis amigos. Les entusiasmaba ir conmigo de fiesta. Al menos las chicas decían que era simpático.
Terminado bachillerato empecé económicas y empresariales en una universidad privada. No es que tuviese mucho dinero, pero pude salir adelante gracias a mis padres y a una beca… Sin contar mis dos trabajos.
El trabajo, otro gran problema para los feos, sobre todo si es de cara al público. Por mucha preparación que tengas, si eres feo lo tienes crudo. Da igual que “compitas” contra canis y chonis.
Terminada la universidad me encontré con un viejo amigo, me dijo que en realidad no era tan feo como yo creía, al menos ahora… Solo me hacía falta quererme un poco más o como el dijo "Peinarte, arreglarte, vestir como una persona y no un Neanderthal… Lavarte un poco. Esas cosas".
No es que cambiase mucho de aspecto pero, al menos, a diferencia de los que me marginaban, tengo un trabajo estable y una mujer espectacular.
Es increíble cómo se disfruta, aunque solo sea un poco, ver a la gente que tanto te había despreciado peor que tú. Y el que diga lo contrario MIENTE.

 

 


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