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Red-acción
II Época / Nº23
Enero-Febrero
2008
REPORTAJES / CON LA MOCHILA AL HOMBRO
Burgos, la ciudad del Cid

Por Eva Díaz y Lillian Céspedes, alumnas de 1º de bachillerato del IES Santa Clara.

Rodrigo Díaz de Vivar fue un guerrero burgalés que inició una brillante carrera militar junto a Sancho, rey de Castilla e hijo mayor de Fernando I. Pero al morir Sancho, el Cid comenzó una relación turbia con Alfonso VI, hermano de Sancho, que acabó con el destierro del caballero de Vivar a tierras musulmanas y el inicio de su leyenda, importante en la literatura castellana.

Alumnos y profesores escuchan las explicaciones de la guía.

El día siete de noviembre a las ocho de la mañana nos reunimos en la estación los alumnos de 1º de Bachiller que habíamos decidido ir a la excursión de Burgos con el propósito de conocer mejor la vida del Cid y de ver con nuestros propios ojos los lugares visitados por él.

Tras dos horas de viaje en autobús llegamos a nuestro destino. Ahí estaba la entrada de Burgos, la maravillosa Puerta de Santa María construida en el siglo XV. Se cree que anteriormente había otra en ese mismo lugar por donde pasó el Cid, cuya estatua nos miraba desde la puerta junto con otros personajes importantes tales como los jueces de Castilla, el fundador de la ciudad, Fernán González, el emperador Carlos I y el Ángel Custodio de Burgos.

Una guía nos llevó hasta la catedral, aunque lamentablemente no tuvimos tiempo para entrar en ese momento y sólo pudimos ver la fachada, de estilo Gótico, con sus torres, sus ventanales y el rosetón.
Aunque recuerda a muchas otras catedrales de su mismo estilo, como Notre Dame, por ejemplo, no vimos desde fuera ninguna vidriera debido, según nos contó la guía, a las numerosas explosiones sucedidas en la lucha contra los franceses.

Después de ver la fachada y comentarla, proseguimos nuestro camino hasta la iglesia de Santa Gadea o Águeda de carácter Gótico, donde cuenta el Cantar del Mío Cid que Alfonso VI juró ante el Cid Rodrigo Díaz de Vivar no haber tomado parte en la muerte de su hermano Sancho II de Castilla:

En santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo,
le toman jura a Alfonso por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid, ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo
y con unos evangelios y un crucifijo en la mano.
Sin embargo, solo pudimos verla por fuera, porque no dejaban visitarla.

Continuamos con nuestra visita a la ciudad, donde cabe destacar el museo del Cid, que conmemoraba el VIII centenario del Cantar del Mío Cid, donde pudimos contemplar objetos que nos enseñaban el estilo de vida en tiempos del Cid y ver un vídeo que nos contaba la vida del mismo. Vimos también varios manuscritos del Cantar, algunos de ellos muy antiguos, además de otras ediciones más nuevas. Entre ellos había varios arcones en los que se había guardado el manuscrito original.

Después del periodo de descanso del que pudimos disfrutar para comer y dar un breve paseo por la zona de la catedral, retornamos al autobús para dirigirnos a nuestro siguiente destino: el Monasterio de la Huelgas.
Una vez allí nos esperaba la guía, que nos mostró los interiores del monasterio y nos explicó su funcionamiento actual y sus anteriores usos. El convento lo mandó construir el rey Alfonso VIII como lugar de retiro para la aristocracia. En él residen desde entonces monjas de clausura, que en aquella época solían ser miembros de la nobleza, y cumplían duros votos de silencio y castidad. En la actualidad estas mujeres no son de una clase social específica, ni tienen unas imposiciones tan estrictas; no se encuentran en aislamiento perpetuo y realizan diversos trabajos, desde la decoración de porcelana al servicio de lavandería.

Volviendo al convento, dar una breve descripción de su arquitectura y el estilo artístico en el que está realizándose. Es una construcción de estilo Gótico de aspecto de fortificación, formado por una torre, un atrio desde el que se accede al templo, la iglesia, dos capillas de carácter funerario y los dos claustros. En este monasterio existen ciertas particularidades que deberían nombrarse. Un primer ejemplo son los decorados del claustro de San Fernando, mandado construir por Fernando III el Santo que dejó notar en él su gusto por el arte musulmán, pues en la decoración se mezclan el estilo gótico, con decoraciones típicas del mudéjar.
Otra de las características especiales de este lugar es la existencia de una pequeña sala en la cual, por la tradición que existía de recibimiento de caballeros, se encuentra una imagen de Santiago con brazos articulados en uno de los cuales porta una espada con la que se armaba caballero a los reyes. Como último detalle a destacar es la presencia de el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor, que se encuentran allí enterrados.

Catedral de Burgos. (Foto: Francisco Ontañón)

Al acabar la visita del monasterio regresamos al centro de Burgos, esta vez para visitar la catedral por dentro. El interior de la catedral, al igual que el exterior, es de estilo Gótico, aunque en ella se conservan obras del Renacimiento y del Barroco. Personalmente, por fuera la estructura no me resultó muy impresionante, sin embargo, aún tengo fresco el recuerdo de la impresión que me provocó el mirar hacia el techo al entrar y descubrir la gran cúpula. Resultó ser realmente bonita, un regalo para la vista, en la que se podían apreciar, sin mucho esfuerzo, elementos ornamentales góticos que la aportaban un toque majestuoso. Ni que decir tiene que el resto de la catedral seguía la misma línea modesta, pero hermosa y agradable.
Otro elemento característico de la catedral que pudimos ver, y algunos afortunados en plena acción, fue el archiconocido Papamoscas que anunció en nuestro caso las 19:00 horas, lo que nos indicó que debíamos darnos prisa si queríamos ver la catedral en su totalidad y volver al autobús a tiempo. En este algo apresurado recorrido vimos también la carta de matrimonio del Cid y uno de los famosos cofres que aparecen en el poema. También fuimos testigos de un acto que no se suele ver con frecuencia. Ya cerca de la salida del recorrido de la catedral, estaban realizando la restauración de un fresco. Resultó interesante ver cómo se lleva a cabo esta labor y descubrir el trabajo que realmente conlleva.

Terminada la visita a la catedral nos montamos en el autobús para dirigirnos a nuestro último destino, Cardeña, lugar donde el Cid había dejado a su mujer e hijas. Sin embargo, cuando llegamos allí ya estaba cerrado, por lo que tras estirar un poco las piernas, que ya estaban cansadas de tanto andar para un lado y para el otro, pusimos rumbo a Santander.

Nuestro viaje de vuelta llevó con él alguna que otra cabezada, aunque en el caso de alguno fue toda una sinfonía de ronquidos, a lo que se le sumó el ruido de fondo y las imágenes en la televisión del autobús de la película Prueba de Vida. Y tras dos horas encerrados en el vehículo, llegamos a la estación de autobuses de Santander a las 21:30 horas, donde nos dividimos y cada uno marchó a su casa, unos esperando cenar, otros dormir y descansar o, en el caso de las aquí escritoras, rezando por no quedarnos dormidas delante del libro y confiando en poder repasar, pues al día siguiente nos esperaba "emborronar un folio" para la clase de historia.

 


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