Luis
Herreros, técnico de animación cultural
del Ayuntamiento de Torrelavega, ha participado y
ganado con su equipo, en el que figuraba otro torrelaveguense,
la regata Sotogrande-Martinika, importante prueba
no profesional en el calendario de regatas mundial.
Hemos conversado con él para conocer su experiencia
y, por qué no, para que nos relatara algunas
anécdotas acerca de su viaje a lo largo de
un sitio tan lleno de contrastes como es el océano
Atlántico.
Luis Herreros, técnico de animación
cultural del Ayuntamiento de Torrelavega, es algo
así como el jefe de la cultura local, y uno
de los hombres más respetados en este campo
a nivel nacional. Joven pero curtido, serio, amable
y concienzudo, ha convertido a la cultura de Torrelavega
en una aventura que ha colocado a nuestra ciudad en
un punto relevante. Estos meses ha abandonado su aventura
cotidiana, para afrontar una más personal e
intensa si cabe: Cruzar el Atlántico, y hacerlo
a lo campeón.
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El equipo cántabro
sobre el barco. |
Pregunta.- ¿En qué
ha consistido la regata?
Respuesta.- Bueno, es una prueba
oceánica sin escalas entre el puerto gaditano
de Sotogrande hasta la localidad caribeña de
Martinika atravesando el Atlántico sin paradas.
Lo principal en una viaje de estos es llevar el mínimo
peso posible, condicionando así toda las acciones
con el objetivo de aligerar el barco. Los pesos son
los mínimos en todo: la comida es ligera, no
existen baños,... otro de los puntos fundamentales
es el cambio de velas en la embarcación. Pero
bueno, ya lo hablaremos más tarde.
P.- ¿Cómo se incorporó
a la regata?¿qué esfuerzo supone esta
experiencia?
R.- Pues éramos un equipo
de aquí, de Cantabria, que solemos competir
en otras regatas menores y teníamos ganas de
hacer una regata de altura y, al ser ésta la
regata no profesional más importante del mundo,
decidimos embarcarnos en ella. Bueno, esta prueba
supone un gran esfuerzo tanto económico, sobre
todo el alquiler del barco, como el nivel mental y
físico que hay que adquirir para hacer más
fácil la regata.
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Embarcación
'Cantabria Infinita'. |
P.- ¿Cuál fue su papel
dentro de la regata?
R.- Yo era el capitán del
barco- era el jefe de la coordinación del equipo
en tierra: el que se encarga del alquiler del barco,
la búsqueda de materiales,... y dentro del
barco era el tercer patrón y el jefe de guardias,
vamos básicamente era el "alcalde"
de la embarcación- Mandaba más o menos
en todos los aspectos del barco.
P.- ¿Cuáles son las
principales características del barco?
R.- Bueno, el barco lo alquilamos
y aunque costó encontrarlo mucho, finalmente
lo encontramos en Palma de Mallorca. Es un Volvo de
60 pies, vamos 20 metros de eslora.
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Foto del equipo
de Cantabria. |
P.- ¿Cuáles fueron
las principales dificultades en la preparación
previa?
R.- La principal fue la tarea de
encontrar el dinero y después encontrar el
barco, no sólo con el objetivo de llegar allí
sino de encontrar uno rápido y ligero con la
intención siempre de ganar. Y esa fue la mayor
complicación, al ser nuestro objetivo primordial
ganar.
P.- ¿Y las mayores dificultades
en el viaje?
R.- Durante el viaje, las dificultades
vinieron dadas sobre todo por la falta de descanso.
El hecho de cambiar las velas continuamente restaba
muchas horas de sueño, ya que pese a que las
guardias de dormir eran de cuatro horas, si en un
momento dado cambiaba el viento había que ir
a cambiar la vela aunque sólo hubieras dormido
media hora. Hubo también dificultades climáticas.
Durante los 16 días de expedición nos
acompañaron siempre los vientos alisios y atípicamente
también durante el viaje sólo hizo sol
un día, lo que nos obligó a tener casi
todo el tiempo la ropa de agua puesta, que es bastante
incómoda, haciendo que el viaje en general
fuera más complicado.
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Paco, compañero
de Luis en la regata. |
P.- Para este viaje, ¿qué
son más importantes: las características
mentales o las físicas?
R.- Pues las mentales son más
importantes que las físicas. Hay algo muy claro,
cuando te embarcas en una aventura oceánica
todos los problemas que surjan durante el viaje tienes
que afrontarlos tú solo, ya que nadie va a
ir a rescatarte en medio del Atlántico. También
hay que tener una gran mentalidad de superación
y prepararse para mantener una convivencia aceptable,
no hay baños ni camas, son condiciones duras
y pierdes toda tu intimidad hacia el resto y hay que
estar preparado a ello.
P.- ¿Cuál es su valoración
de la organización de la prueba?
R.- La organización en tierra
fue muy buena pero en cambio fue mala en el mar, debido
a que al ser los primeros siempre y darnos la referencia
del resto nos la daban erróneamente, lo que
suponía problemas de planificación.
P.- ¿Cómo valora el
seguimiento de la prueba?
R.- Bueno es verdad que en este viaje,
gracias a El Diario Montañés, hubo un
gran seguimiento de la prueba. En el diario relatábamos
día a día nuestras experiencias en un
apartado llamado 'El cuaderno de bitácora'
y por eso la gente se enganchó más.
P.- ¿Qué cambios ha
encontrado en su mentalidad a la vuelta?
R.- Bueno, tanto en mí como
en mis compañeros, la principal variación
es que nos encontramos que estábamos más
sosegados a la hora de pensar en nuevas regatas y
lo que ahora tenemos más ganas es de embarcarnos
en una nueva expedición transoceánica.
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Luis se protege
del sol con unas gafas y un pañuelo. |
P.- ¿Cuál fue el resultado
de la prueba? ¿Y cuál ha sido el premio
de la misma?
R.- Bueno, llegamos los primeros
con una ventaja de un día y medio con la segunda
embarcación; y el premio se entregará
en noviembre en el salón náutico de
Barcelona.
P.- Y para acabar ¿existe
alguna anécdota de su viaje que no haya sido
relatada antes?
R.- Una de las anécdotas que
no se contó es que como estuvimos mucho tiempo
con el traje de agua y también no nos aseábamos
con agua dulce, ya que controlábamos mucho
la cantidad de agua para hacer el barco más
ligero, pues sucedió que cuando te aseas con
agua salada las partes más débiles de
tu cuerpo se ponen en carne viva y la mayoría
de la tripulación no nos pudimos sentar los
últimos días del viaje. Y, bueno, también
cada vez que queríamos hacer la necesidades
vitales, la experiencia se convertía en anécdota
por las condiciones tan inusuales que teníamos.
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