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LA
GRAN ESCAPADA
Los
policías nos hicieron recorrer un largo camino hasta la comisaría.
Cuando
llegamos nos metieron en una celda a Flecha y a mi. Yo, que era un niño muy,
pero que muy bueno en el colegio y ahora, mírame, soy un vil delincuente -me lamentaba-.
-
Flecha, a ti también te entristecerá estar aquí ¿no?. ¡Flecha, Flecha! ¿dónde
estás?.
-
Aquí.
-
¿Dónde?
-
Detrás de ti.
Miré
atrás y vi la cabeza de Flecha sin cuerpo. Pegué un chillido mudo.
- No
te asustes, es que he excavado un túnel, ¡mira!. -dijo Flecha.
Era
un túnel muy largo y al final brillaba una luz. ¡era la salida¡.
Salimos
corriendo, pero sólo para que la señal de alarma sonará para indicar que nos
habíamos fugado.
Nos siguieron a balazos. Pero Flecha los esquivaba
muy bien. Nos refugiamos en un pasadizo, aunque más tarde nos descubrieron y
salimos corriendo.
Flecha
se estaba cansando de tanto correr, nos metimos en otro pasadizo. Cuando Flecha
descansó salimos, pero los guardias nos volvieron a perseguir.
Agárrate
fuerte al collar que tengo, porque voy a ir a la velocidad de la luz -dijo
Flecha. Me agarré a su collar, cerré los ojos y pasó un segundo, abrí los
ojos y estaba en el zoo viendo el recinto de los tigres y delante mío con todas
sus rayas y color naranja, Flecha. Estaba tumbado y yo le miraba tal como empezó
nuestra aventura.
Flecha
me guiñó un ojo y más tarde me fui a mi casa. Desde entonces soy naturalista
y siempre visito a mi amigo tigre.
FIN
Alvaro Sánchez Lamadrid