'La ofensa'
es una novela formada por tres partes y veintiocho
capítulos escritos por Ricardo Menéndez
Salmón. Está narrada durante la Segunda
Guerra Mundial y se desarrolla a lo largo de numerosos
lugares y países: Francia, Reino Unido, Alemania...
El protagonista de esta novela es Kurt, quien cuenta
toda su historia en primera persona.
Título:
'La ofensa'
Autor:
Ricardo Menéndez Salmón
Año
de publicación: 2007
Editorial:
Seix Barral
Páginas:
142 |
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Todo comienza en Alemania, concretamente en la ciudad
de Bielefeld. Un sastre llamado Kurt Crüwell
cuyo destino era dirigir el negocio de su padre, una
pequeña sastrería en el número
64 de la Gütersloher Strasse, se embarca en un
viaje cuando da comienzo la Segunda Guerra Mundial.
Kurt vive el día a día como un soldado
más en la guerra y narra su vida cotidiana,
las cosas más importantes que le suceden, sus
reflexiones. Explica todos los lugares que va visitando
y las costumbres y las gentes que en ellos habitaban.
En muchas ocasiones el sastre realiza retrospecciones
hacia el pasado recordando las cosas que hacía
en su antigua vida, qué libros leía,
la música que escuchaba y se arrepiente de
estar en ese lugar. Kurt primero tenía una
vida casi formada, tenía a Rachel, su novia,
a su familia y su sastrería. Lo echaba de menos.
El sastre se comunicaba a través de cartas
con su familia y muchas veces no les decía
realmente lo que sucedía, pues pensaba que
se podían preocupar demasiado por él.
Su padre le había recomendado que no fuera
a ese lugar, que se quedara en su casa, con su familia.
Kurt conoce a su oficial o jefe.
Se llamaba Hauptsturmfüher Löwitsch. Es
un hombre con la sangre fría, dispuesto a matar
todo lo que se le interponga por su camino, y cruel.
Un día Kurt es testigo de
una gran matanza en un pequeño pueblo de Francia,
en el que mueren niños, hombres y mujeres y
del que no quedó nada después de que
lo prendieran fuego a todo. Él no estaba preparado
realmente para ver eso y se aterrorizó de tal
manera que, como consecuencia, cayó gravemente
enfermo. Al encontrarse indispuesto para seguir su
camino y seguir trabajando, Kurt es trasladado a un
hospital de Francia 'Notre Dame de Rocamadour' y allí
su doctor se da cuenta de que nunca había tenido
un caso igual y no sabía realmente lo que le
sucedía al hombre. El enfermo conoce a una
enfermera llamada Ermelinde y se enamora perdidamente
de ella, al igual que ella de él, aunque cuando
se conocieron no pensaban muy bien el uno del otro.
El sastre a medida que pasaba el tiempo se iba recuperando
y conociendo más a Ermelinde. Finalmente se
traslada en un barco con su amor Ermelinde a Londres,
después de sufrir varios graves problemas.
Kurt cuando llegó a Londres
se cambió de identidad y de nombre. No volvió
a ser quien era y por supuesto nadie lo podía
saber. Cambió de idioma, de costumbres y sobre
todo nunca volvió a hablar en alemán.
Comenzó a trabajar de celador y vigilante en
un cementerio a las afueras de Londres y allí
pasaba la mayor parte de los días. Seguía
compartiendo su vida junto con Ermelinde. Kurt no
sabía si realmente era feliz viviendo esa vida
pues seguía acordándose mucho de su
pasado, de Alemania y sobre todo de su familia. No
sabía nada de ellos desde hacía mucho
tiempo.
Un día Kurt recibió
una llamada mientras estaba trabajando. Era Ermelinde.
La chica le comunicó a Kurt que estaba embarazada,
pero él reaccionó de una manera no muy
común, muy contradictoria. No sabía
si se tenía que alegrar o no. No sabía
si era el momento, si lo quería. Se encontraba
muy raro, pero ante su novia se mostró contento
y la dijo que lo celebrarían esa misma noche.
En ese instante Kurt vio a tres hombres muy extraños
con gorros y largos abrigos que cruzaron por el cementerio
fumando unos cigarros de marca rusa que dejaban un
olor muy fuerte. Kurt actuó normal, pero, en
ese momento oyó la palabra sastre en alemán.
Sus ojos no se podían quitar de encima de los
hombres y no pudo evitar seguirles. Esa palabra, y
en alemán, le recordaba tantas cosas. De repente
miles de recuerdos inundaron su cabeza. Los hombres
se pararon en la entrada del cementerio y apareció
una bellísima mujer rubia que les dio una serie
de indicaciones. Parecía su jefa. La mujer
desapareció en un coche y los hombres, acatando
sus órdenes, comenzaron a caminar hacia una
dirección. Kurt oyó una segunda palabra
en alemán y de nuevo no pudo evitar volverlos
a seguir. No sabía dónde se estaba metiendo.
No sabía nada sobre esas personas, ni a dónde
se dirigían, ni por qué. Después
de un largo camino por las calles de Londres llegaron
a un edificio alto. Kurt, después de meditarlo
un tiempo, decidió entrar y, como si lo estuvieran
esperando, un hombre que parecía un mayordomo
le indicó que subiera unas escaleras. La decoración
del edificio le resultaba atractiva a Kurt: cuadros
que él conocía e interpretaba y, además,
sonaba una composición muy famosa que alguien
estaba tocando en una de las habitaciones en el piano.
Donde él se encontraba había varias
puertas y decidió entrar en la que se oía
la melodía. El hombre entró en la habitación
y observó a todas y cada una de las personas
que allí se encontraban, unas veinte. Todos
eran hombres, exceptuando la mujer rubia que vio en
el cementerio. También se encontraban allí
los hombres a los que siguió. Un hombre de
baja estatura indicó a Kurt que tomara asiento.
Éste hizo caso y se sentó. Una pantalla
se desplegó en la habitación. Y comenzaron
a salir unas imágenes, como si de una película
se tratara. De repente Kurt, observando a la gente
que allí se encontraba, identificó a
alguien conocido ¡era Löwitsch! Su corazón
latía demasiado deprisa y sabía que
algo no iba bien y que eso no iba a acabar bien. Su
cuerpo comenzó a cansarse y comenzaron a cerrarle
los ojos. Supo que ése era el fin, su fin,
y que nunca más iba a poder volver a ver a
su familia, nunca más iba a poder regresar
a su Alemania, nunca más iba a volver a ser
Kurt, el sastre de la 64 de Gütersloher Strasse.

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