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Red-acción
II Época / Nº34
Junio
2009
REPORTAJES / POR DENTRO

Que cuando me vaya ....

Por Lucía Zorrila y Javier Sánchez Valverde, alumnos de 2º Bachillerato del colegio La Salle de Santander.

El pasado domingo 10 de mayo tuvo lugar la despedida de 56 alumnos finalistas del colegio La Salle de los cuales 19 iniciaron su andadura en el centro cuando tenían tres años y sólo había una aula de Infantil. Esta promoción, la 60 desde que La Salle se ubicó en su localización actual, ha vivido una profunda transformación del centro. Su cariño y sentimiento de pertenencia así como su satisfacción por la formación recibida queda patente en las siguientes palabras.

Alumnos de 2º de Bachillerato del colegio La Salle.

Todo comienza a mediados de septiembre de 1994. En esos momentos no nos imaginábamos que la mayoría de nosotros compartiríamos 15 años juntos. A la puerta, lloros y miedos. Dentro nos esperaba Charo que con un gran abrazo daba la bienvenida cariñosamente a esa nueva generación que iniciaba la estancia en el colegio. Con el cuaderno de Micho, las ceras de Plastidecor, punzones, juguetes y gomets desarrollamos nuestra imaginación y aumentamos nuestras ganas de aprender.
Los años se sucedieron tan rápido que apenas nos dimos cuenta de lo que perdíamos, puesto que cuando entramos a Primaria con María Dolores y Mari Paz tuvimos que enfrentarnos a las duras matemáticas, que por aquellos tiempos, gracias a Calculito, pudimos sacar adelante; sin olvidarnos de la lectura eficaz. A nuestras viejas amistades se les sumaron nuevas que poco a poco se fueron afianzando y que pasaron a ocupar un lugar imprescindible en La Salle.
Lo que más nos sorprendió en aquella época fue el aula de informática, ya que fuimos de los primeros en probar las nuevas tecnologías que se iniciaban en el colegio. A pesar de que el juego Mickey en el ordenador era muy entretenido nada podía superar la media hora de recreo. En este corto espacio de tiempo, pues a nosotros nos parecía muy breve, los más valientes se atrevían a jugar al fútbol en aquella maraña de niños piernas y pelotas. Otros cambiaban cromos, tazos, pokemon o jugaban a los míticos comandos. Las chicas, sin embargo preferían cambiar conjuntos y, según Javi, pasarnos horas en el lavabo, mientras los chicos esperaban fuera. Las combas y las gomas también nos tuvieron entretenidos en esos minutos de risas y alegría.

Tercero y cuarto de Primaria supusieron cambio de tutores, que en esas edades no fue fácil. Unos recibíamos a don Miguel y otros a Ana, la cual nos acompañaría dos años más, en los que las divisiones y los bailes de Piquío se convirtieron en el centro de atención. Fuimos creciendo hasta llegar al curso clave: sexto de Primaria. Ese año estuvo repleto de despedidas. Nunca podremos olvidar las grandes obras de Paco 'fray Perico y su borrico', que nos hicieron apreciar el valor de la amistad, o sus divertidas frases como "que saco a Tizona" o "tengo un elefante en el armario", algo que nos decepcionó puesto que, al llegar el final de curso, no cumplió con su promesa de sacar al elefante del armario (aún lo estamos esperando).
Sin duda alguna, el acontecimiento, que realmente nos marcó fue el primer viaje a las Fraguas en el que todos nos reuníamos por las noches a contar las peripecias del día.

Y empezamos la ESO. La llegada de nuevos compañeros era una situación que no experimentábamos desde primero de Primaria. Gracias a la salida a Entrambasaguas pudimos conocernos mejor con actividades como tiro con arco, remo y veladas muy entretenidas. El colegio se volvió más complejo, ya no era el lugar en el que solíamos jugar; en las clases en vez de juguetes había libros, los cuales nos hacían estudiar. Ya tuvimos que decidir entre asignaturas como taller de Matemáticas, Procesos de Comunicación y Francés, lo que a algunos nos supuso una complicación. Éramos principiantes, al igual que José Javier, el cual fue nuestro propio dictador de palabras sobre arte y que nos sometió a la tortura de tomar apuntes, nunca antes habíamos hecho esto (por ahora todavía no hemos conseguido igualar el récord de cinco folios en una hora). Otros profesores como José Manuel y Sergio intentaron inculcarnos el amor por las ciencias y las matemáticas y nos acompañaron en esta etapa que llamamos "la edad difícil".

Los alumnos de la promoción 1994-1995.

Tercero de la ESO fue quizá el curso más conflictivo y complicado, estábamos en la edad del pavo. Las distracciones constantes hacían que nuestro nivel decayese pero fue una época en la que maduramos y crecimos como personas. En este año llegó Zubi. La tecnología que dábamos en aquel entonces era física encubierta debido a que muchos conceptos aprendidos en aquellas clases los hemos puesto en práctica recientemente, ahora nos ha venido muy bien. Fue un año en que experimentamos nuestro primer viaje a Madrid; la Warner nos marcó, además del palacio de Aranjuez y el maravilloso Bernabéu, sin podernos olvidar de las lágrimas que nos saco el musical 'Hoy no me puedo levantar'.

En cuarto de la ESO tuvimos que tomar una gran decisión, tuvimos que empezar a pensar en nuestro futuro y en qué querríamos hacer el DIA de mañana. La elección de la rama de letras, la del tecnológico o la de ciencias de la salud nos resulto bastante estresante. Aun así conseguimos sacar una sonrisa en este curso, el último para muchos que dejaron el colegio. El viaje a Cataluña fue una despedida cargada de emociones y de grandes retos como defendernos por la gran Barcelona con un mapa que apenas acertábamos a descifrar o enfrentarnos al miedo de subir al Dragon khan.

El inicio de bachiller con temor nos hizo darnos cuenta de la importancia de los estudios, como no dejaban de repetirnos los profesores, quienes nos hablaban de la selectividad casi más veces en ese primer curso que ahora. Destaquemos nuestra gran actuación en el pregón de inicio de fiestas lasalianas 2008, los disfraces, las combas y los bailes fueron un buen comienzo. Ese curso realizamos nuestro último viaje, el calor de Valencia no nos impidió disfrutar al máximo de nuestra estancia allí.

Después de este breve resumen de nuestra estancia en el colegio, más bien digo de nuestra vida en este gran colegio, quisiera destacar que las pequeñas diferencias entre nosotros no deben permanecer en el recuerdo sino perderse en el olvido. Por muy lejos que nos encontremos y por diferentes caminos que hayamos tomado siempre llevaremos en nuestro interior un pedacito de La Salle, haciendo que nos acordemos cariñosamente del tiempo que pasamos aquí.
La Salle por medio de sus profesores y de sus alumnos nos ha enseñado a cada uno muchos conocimientos, pero no se ha quedado ahí, nos ha dado unos cimientos sobre los que fundamentar nuestra vida, unos valores. Los profesores han sido elementos de apoyo que nos han exigido cuando tenían que hacerlo pero también han sabido ser una mano amiga cuando se necesitaba de apoyo. Son incontables las ocasiones en las que Bea se ha desgañitado explicándonos diédrico, las que Zuga nos ha aclarado qué es una falacia, que Florencio nos ha hecho comprender la replicación del ADN, las que Manolo no ha repetido frases como "imaginaos que soy Brad Pitt o Angelina Jolie…", en las que Sofía se ha esforzado fotocopiando para nosotros infinidad de ejercicio al igual que Pilar, cuando la sustituyó, lo cual nos ha venido muy bien las veces que Pili ha repetido con paciencia lo que es un pH, en las que Francisco nos ha sacado a la pizarra para preguntarnos qué es el pacto de San Sebastián o en las que Pilar nos ha quitado décimas por nuestras faltas de ortografía, enseñándonos a la vez muchas características de las obras españolas más representativas. Y no nos podemos olvidar de las numerosas charlas sobre conciencia social de Ramón, nuestro profesor de inglés.

El colegio nos ha impulsado a conseguir cada uno de nuestros sueños y cada una de nuestras metas tanto a través de las enseñanzas en el aula como mediante las actuaciones teatrales. Hago un inciso y aprovecho para resaltar la extraordinaria labor de nuestros compañeros de teatro y de su director Chemi, que ahora mismo están con la obra NUNCA JAMÁS, os la recomiendo.

Mientras recorro los pasillos que me han acompañado en este largo camino no puedo evitar sentir una gran nostalgia al darme cuenta de que se acerca el final, la hora del adiós en que todos nosotros tomaremos nuestro camino y comenzaremos una nueva vida. De aquí no sólo nos llevamos una preparación para el trabajo que queramos desempeñar en el futuro, sino unas nociones sobre los sentimientos que serán muy útiles el día de mañana para afrontar nuestra vida. Aunque lo más destacable que este colegio nos ha dado son unos amigos para siempre debido a que las relaciones que hemos forjado no son unos simples lazos quebradizos, sino que son profundas raíces en la tierra que perdurarán aun con el paso del tiempo. Pero estoy aferrándome a la idea de no considerar esto como un adiós, sino como un "hasta luego", porque aunque no nos volvamos a ver, hemos pasado juntos por una de las etapas más confusas de nuestra vida, apoyándonos los unos a los otros consiguiendo superar las difíciles situaciones que se nos han planteado. Ahora sólo puedo decir GRACIAS. Si algo he aprendido es que lo que importan son las personas, si algo me llevo son los buenos momentos con mis compañeros, la cercanía de nuestros profesores y el apoyo constante de nuestros padres.

Quien ha pertenecido a la Salle, será lasaliano siempre

 


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