Candela
Ruiz de Villa Sardón, alumna de 1º de
Bachillerato en el IES Marqués de Santillana,
obtuvo el primer premio de las VII Justas Literarias
con la obra 'Proyecto Camarón'. Este certamen
literario lo convoca el centro educativo para incentivar
la creatividad de los alumnos de Bachillerato y ESO.
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Candela, a la izquierda, entrevistada en la
biblioteca del IES Marqués de Santillana
por una compañera. Pincha en la imagen
para ver el vídeo. |
Estos fueron los ganadores de la VII edición
de las Justas Literarias:
PRIMER CICLO DE SECUNDARIA
Primer premio
'El espejo mágico'
Asier Candela Peña. 2º de ESO, colegio
Miguel Bravo, AA La Salle, Santander.
SEGUNDO CICLO DE SECUNDARIA
Primer premio
Desierto
Segundo premio
'Cosas que pasan'
Elisa Torrecilla Gutiérrez. 4º de ESO,
IES Marqués de Santillana, Torrelavega
BACHILLERATO
Primer premio
'Proyecto Camarón'
Candela Ruiz de Villa Sardón. 1º de Bachillerato,
IES Marqués de Santillana, Torrelavega
Segundo premio
'Pesadilla en Breisach'
Pablo Peris Barreda. 1º de Bachillerato,
IES Marqués de Santillana, Torrelavega
Y este es el relato escrito por Candela:
Proyecto Camarón
Me desperté sobresaltada al oír la
puntual llamada a la oración en la Gran Mezquita,
después de seis meses en Saint Louis, aún
no me había acostumbrado. Abrí la ventana
y la cálida luz del amanecer inundó
mi apartamento. Como todos los días inicié
mi ritual cotidiano. Una ducha, un té de Bissap
y una tostadita con aceite de oliva en la terraza,
mi rechoncho gato Cous-cous correteando detrás
de los gekos, el viento suave y el murmullo del río
Senegal, sobrevolado por una bandada de abejarucos,
hacían que las mañanas allí fueran
maravillosas, en aquel lugar parecía que se
detenía el tiempo, todo estaba en calma, tranquilo.
Todo menos yo. Ese día estaba especialmente
nerviosa, al fin nos dirían si el gobierno
español se dignaría a financiar nuestro
proyecto, aquel en el que llevaba trabajando meses,
un estudio sobre la erradicación de una mortal
enfermedad parasitaria: la esquistosomiasis. Sería
tan sencillo como repoblar el río de camarones,
los cuales devorarían a los caracoles portadores
de dicha enfermedad, un gran avance tanto en mi carrera
de microbióloga como en la sociedad senegalesa
que podría disfrutar del río sin riesgo
alguno.
Salí apresurada de casa, había quedado
con mis compañeros cerca del museo de la universidad.
Decidí ir caminando, ya que a esas horas un
taxi no sería buena idea, todo el mundo iba
con una pasmosa tranquilidad de aquí para allá,
podías observar a toda clase de gente, mujeres
con sus pequeños a cuestas, niños descalzos
jugando al fútbol con una habilidad digna de
los mejores jugadores europeos, y multitudes que me
rodeaban intentando venderme cualquier tipo de objeto.
Emprendí mi camino favorito, atravesando el
centro de la isla de N’Dar, que es patrimonio
de la humanidad, y la parte más bonita de Saint-Louis.
Siempre comenzaba por un recorrido entre las casas
de arquitectura colonial, herencia de su pasado como
colonia francesa, y continuaba por el mercado, un
auténtico espectáculo de colores, aromas
y sensaciones. Aquí solía hacer las
compras, sobre todo mango y pan de mono (el fruto
del baobab), muy útiles en zumos y pastelitos;
prácticamente vendían de todo, alimentos,
artesanía, complementos, telas multicolores…
y cabras, corre que te corre entre los tenderetes
interrumpiendo el paso; lo más curioso del
comercio en África, y que tardé en aprender,
es que nunca debes pagar el precio inicial de las
cosas, siempre tienes que regatear o si no se enfadarán
contigo.
Después de saludar a una decena de personas
con la típica frase de cortesía -“Nanga
def”-logré llegar a mi destino, y claro,
como no era de extrañar, ninguno de los cuatro
había llegado aún, en África
no tienen muy claro el concepto de puntualidad, todo
lo hacen a su ritmo y no es precisamente acelerado.
Les esperé debajo del Gran baobab -Galaaaa,
Galaaaa - era la voz de Awa que me llamaba desde el
fondo de la plaza. Siempre admiré a esa chica,
podía con todo lo que la echasen, compaginaba
a la perfección el cuidado de sus cinco hermanos
menores con sus estudios universitarios, a pesar de
las enormes dificultades que sufre la mujer en un
país anticuado en lo que a igualdad se refiere.
A continuación apareció Lass y no tardó
en recordarme que me había hecho caso y había
tenido el detalle de quitarse sus queridísimas
pantuflas del Real Madrid, que normalmente llevaba
a todas partes, siempre soñó con jugar
en este equipo y sigue con la esperanza de poder ir
conmigo a España para intentarlo o por lo menos
poder verles jugar en el Bernabéu. Los últimos
en presentarse fueron los felices de Adji y Babakar
que venían riéndose a todo correr. Se
disculparon por el retraso, tuvieron que ayudar a
despejar la carretera principal porque un hermoso
cebú no había encontrado otro sitio
mejor donde echarse la siesta. Es muy curioso, los
senegaleses tienen esa actitud de solidaridad y generosidad
que se echa en falta en los países desarrollados,
siempre están dispuestos a echarte una mano
con cualquier cosa que necesites, aunque tan solo
con su blanca sonrisa y cuatro palabras amables ya
te han alegrado el día.
Entramos en el Museo de la Universidad, un edificio
racionalista de primeros del siglo XX. Nos esperaba
el rector, Mr Aristide Ndiaye en la sala de reuniones,
los cinco entramos temblando como flanes, y allí
estaba aquel hombre gigante sentado con su cara seria
y solemne, la verdad es que daba un poco de miedo,
pero en el fondo era una buena persona y además
muy culta. Nos sentamos y él se dispuso a darnos
el veredicto:
-En primer lugar, he de felicitaros por vuestro
trabajo, ha sido brillante, pero a pesar de eso la
respuesta por parte del gobierno español es
un rechazo de la financiación de vuestro proyecto,
dijo -Mr. Aristide escuetamente.
-Queeeé, no, no, no, eso no puede ser, será
una broma, no pueden rechazar algo así de la
noche a la mañana, algo tan importante…-añadió
Adji, saltándose cualquier tipo de protocolo.
-Pero…, habrán dado algún motivo,
digo yo, qué menos que eso -pregunté.
-Bueno, si se le puede llamar motivo, han entredicho
que es una consecuencia más de los problemas
económicos que atraviesa el país. Lo
lamento mucho, ya que tengo constancia de vuestro
esfuerzo… Por otra parte, Gala, tu universidad
nos ha comunicado que, dado que el asunto no sale
adelante, deberás volver a España lo
antes posible para continuar con tu trabajo allí-
concluyó el rector.
Salimos destrozados del Museo, la verdad es que
no nos hubiésemos imaginado jamás una
respuesta así, era absolutamente increíble.
No sabíamos qué hacer ni qué
pensar, allí estábamos los cinco sentados
en la escalera con cara de idiotas y con todas las
ilusiones destrozadas. Después de un tiempo
sin haber intercambiado ni una sola palabra, Lass
sugirió ir a tomar algo a L’embuscade,
el chiringuito de Vincent, para darle la noticia,
ya que había seguido muy de cerca el proyecto.
Este era un hippy en toda regla, abandonó su
Bélgica natal hace cinco años y con
ello su flamante carrera de Derecho para largarse
a Senegal a poner un bar en la playa; el tipo era
muy pintoresco, la verdad, con sus rastas y sus vestimentas
de colorines, era una persona llena de vida y de vivencias
que contar a pesar de tener nuestra edad.
Nos sentamos en nuestro sitio de siempre, aquel
lugar tenía un algo especial que me encantaba,
estaba literalmente en la playa, con las mesas en
la arena, sombrillitas e incluso varios cocoteros,
Vincent vino corriendo a por la buena nueva, pero
el pobre se llevó una decepción al enterarse
y empezó a blasfemar como un loco.
-Tranquilo, Vincent, tranquilo, ya sabes que a la
hora de jugar a recortables los mandamases siempre
dan el tijeretazo a estas cosas del “Tercer
Mundo” como dicen ellos, parece ser que hoy
por hoy la investigación y el progreso es algo
prescindible -le dije.
- No, si ya se ve lo que les importa a ellos ayudar
en un proyecto que salvaría cientos de vidas,
nada, no les importa nada, a los políticos
solo les importa salir en la foto y llenarse la boca
de cosas para impresionar a la gente; pero cuando
llegan al poder se olvidan de lo realmente importante.
No se dan cuenta de que lo que son cuatro duros allí,
aquí es una fortuna, y que para hacer un proyecto
de estas características, bastaría,
por ejemplo, con una mínima parte de lo que
se gasta cualquier club en fichar un futbolista que
se precie; más vale que estos políticos
de tres al cuarto dejen de interesarse únicamente
por sus propios beneficios y adquieran un poquito
de conciencia social -espetó del tirón
Vincent. Siempre que se hablaba de política
se alteraba mucho y más si se trataba de injusticias.
-Así se habla Vincent, muy bien, pero quizás
no esté todo perdido -dijo Awa demasiado optimista-
. A lo mejor podemos conseguir el dinero nosotros.
- Podríamos presentar el proyecto a los ricachones
que viven en la zona pija, siempre están dispuestos
a donar algo de dinero por el simple hecho de quedar
bien -sugirió Babakar.
-Pfff, no sé, no sé, con lo que nos
den esos como mucho conseguiremos medio kilo de camarones
-dijo Lass.
De repente, todos estábamos riéndonos.
-La esperanza es lo último que se pierde
y esos desgraciados, que primero encargan la investigación
y luego se echan para atrás como cobardes,
no nos van amargar el dulce, porque dicho sea…
-Bueno, bueno rastafari no te embales y tráenos
unas flags que tengo sed, mañana será
otro día - interrumpió Adji.
Al día siguiente estaba más animada,
pasé toda la noche dando vueltas a lo que hablamos
en el chiringuito, había hecho unas llamadas
por la mañana pronto y tenía una cita
con el cónsul. Todavía quedaba una oportunidad
y teníamos que aferrarnos a ella, porque sinceramente
no tenía ninguna gana de volver a España
sin haberlo intentado.
Llamaron a la puerta, supuse que serían los
chicos, pero para mi sorpresa era Vincent, le invité
a pasar tras los saludos de rigor y directamente fue
hacia la mesa y posó un papelito:
-¿Qué es esto Vincent? –pregunté.
-Esto es nuestro nuevo “Proyecto Camarón”
-dijo.
-¿Pero, de dónde lo has sacado? No
me lo podía creer, era un cheque.
-Es un dinerillo que me dieron mis padres cuando
me fui, para que no me muriera de asco en “esos
mundos dejados de la mano de dios” como ellos
decían, una parte la invertí en L’embuscade
y otra la guardé para algo realmente importante,
como esto, y no pienso aceptar un no - me aclaró.
Después de darle las gracias mil veces, se
ofreció a llevarme hasta el consulado para
mendigar el resto del dinero. Salimos de Saint Louis
atravesando una de las partes más emblemáticas
de la ciudad, el puente Faidherbe, con sus majestuosos
arcos de estructura metálica, muy del estilo
de Gustave Eiffel aunque no es su verdadero autor,
como normalmente se piensa; aprovechando que la marea
estaba baja cogimos el camino rápido, la playa.
Fue una de las mejores sensaciones de mi vida, el
atardecer a cien por hora salpicado por el agua del
mar era absolutamente impresionante. Llegando a nuestro
destino hicimos una parada en el Lago Rosa, donde
cada año finalizaba el París-Dakar,
el agua intensamente rosa, parecía un batido
de fresa, espectacular.
El viaje fue largo, pero por suerte mereció
la pena.
Diez días después, L’embuscade
Los chicos habían realizado nuestro encargo
perfectamente, era, con seguridad, la mejor soirée
en la playa de todo Senegal y alrededores.
Pronuncié mi discurso con orgullo, lo habíamos
conseguido, se lo agradecí al cónsul,
quien logró que unos empresarios se interesaran
y colaboraran, a todos los saintlouisiennes, dado
que toda la ciudad había estado muy involucrada
en la causa, pero especialmente a mis compañeros,
quienes demostraron ser unos excelentes investigadores
y mejores amigos, y a Vincent, el que con sus ideales
revolucionarios, sus esperanzas y su generosidad dio
la oportunidad definitiva a nuestro esfuerzo.
Aquella noche fue decisiva, mi vida dio un giro
de ciento ochenta grados. Salif Keita con Cesárea
Évora sonando de fondo y ese atardecer, propio
de un cuadro impresionista de Monet o Turner, me ayudaron
a darme cuenta de que aquella ciudad tan llena de
magia y de luz era mi destino, me necesitaba tanto
como yo a ella.
Y aquí sigo años después, luchando
por mis sueños y llenando mi vida de experiencias
extraordinarias.

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