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Nº 110
ENTREVISTAS / PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Candela Ruiz de Villa: "Me pareció una buena idea plasmar en una historia lo que puede ser mi futuro más cercano"

Por el equipo de redacción del IES Marqués de Santillana de Torrelavega.

Candela Ruiz de Villa Sardón, alumna de 1º de Bachillerato en el IES Marqués de Santillana, obtuvo el primer premio de las VII Justas Literarias con la obra 'Proyecto Camarón'. Este certamen literario lo convoca el centro educativo para incentivar la creatividad de los alumnos de Bachillerato y ESO.

Candela, a la izquierda, entrevistada en la biblioteca del IES Marqués de Santillana por una compañera. Pincha en la imagen para ver el vídeo.

 

Estos fueron los ganadores de la VII edición de las Justas Literarias:

PRIMER CICLO DE SECUNDARIA

Primer premio
'El espejo mágico'
Asier Candela Peña. 2º de ESO, colegio Miguel Bravo, AA La Salle, Santander.

 

SEGUNDO CICLO DE SECUNDARIA

Primer premio
Desierto

Segundo premio
'Cosas que pasan'
Elisa Torrecilla Gutiérrez. 4º de ESO, IES Marqués de Santillana, Torrelavega


BACHILLERATO

Primer premio
'Proyecto Camarón'
Candela Ruiz de Villa Sardón. 1º de Bachillerato, IES Marqués de Santillana, Torrelavega

Segundo premio
'Pesadilla en Breisach'
Pablo Peris Barreda. 1º de Bachillerato, IES Marqués de Santillana, Torrelavega


Y este es el relato escrito por Candela:

 

Proyecto Camarón

Me desperté sobresaltada al oír la puntual llamada a la oración en la Gran Mezquita, después de seis meses en Saint Louis, aún no me había acostumbrado. Abrí la ventana y la cálida luz del amanecer inundó mi apartamento. Como todos los días inicié mi ritual cotidiano. Una ducha, un té de Bissap y una tostadita con aceite de oliva en la terraza, mi rechoncho gato Cous-cous correteando detrás de los gekos, el viento suave y el murmullo del río Senegal, sobrevolado por una bandada de abejarucos, hacían que las mañanas allí fueran maravillosas, en aquel lugar parecía que se detenía el tiempo, todo estaba en calma, tranquilo.

Todo menos yo. Ese día estaba especialmente nerviosa, al fin nos dirían si el gobierno español se dignaría a financiar nuestro proyecto, aquel en el que llevaba trabajando meses, un estudio sobre la erradicación de una mortal enfermedad parasitaria: la esquistosomiasis. Sería tan sencillo como repoblar el río de camarones, los cuales devorarían a los caracoles portadores de dicha enfermedad, un gran avance tanto en mi carrera de microbióloga como en la sociedad senegalesa que podría disfrutar del río sin riesgo alguno.

Salí apresurada de casa, había quedado con mis compañeros cerca del museo de la universidad. Decidí ir caminando, ya que a esas horas un taxi no sería buena idea, todo el mundo iba con una pasmosa tranquilidad de aquí para allá, podías observar a toda clase de gente, mujeres con sus pequeños a cuestas, niños descalzos jugando al fútbol con una habilidad digna de los mejores jugadores europeos, y multitudes que me rodeaban intentando venderme cualquier tipo de objeto. Emprendí mi camino favorito, atravesando el centro de la isla de N’Dar, que es patrimonio de la humanidad, y la parte más bonita de Saint-Louis. Siempre comenzaba por un recorrido entre las casas de arquitectura colonial, herencia de su pasado como colonia francesa, y continuaba por el mercado, un auténtico espectáculo de colores, aromas y sensaciones. Aquí solía hacer las compras, sobre todo mango y pan de mono (el fruto del baobab), muy útiles en zumos y pastelitos; prácticamente vendían de todo, alimentos, artesanía, complementos, telas multicolores… y cabras, corre que te corre entre los tenderetes interrumpiendo el paso; lo más curioso del comercio en África, y que tardé en aprender, es que nunca debes pagar el precio inicial de las cosas, siempre tienes que regatear o si no se enfadarán contigo.

Después de saludar a una decena de personas con la típica frase de cortesía -“Nanga def”-logré llegar a mi destino, y claro, como no era de extrañar, ninguno de los cuatro había llegado aún, en África no tienen muy claro el concepto de puntualidad, todo lo hacen a su ritmo y no es precisamente acelerado. Les esperé debajo del Gran baobab -Galaaaa, Galaaaa - era la voz de Awa que me llamaba desde el fondo de la plaza. Siempre admiré a esa chica, podía con todo lo que la echasen, compaginaba a la perfección el cuidado de sus cinco hermanos menores con sus estudios universitarios, a pesar de las enormes dificultades que sufre la mujer en un país anticuado en lo que a igualdad se refiere. A continuación apareció Lass y no tardó en recordarme que me había hecho caso y había tenido el detalle de quitarse sus queridísimas pantuflas del Real Madrid, que normalmente llevaba a todas partes, siempre soñó con jugar en este equipo y sigue con la esperanza de poder ir conmigo a España para intentarlo o por lo menos poder verles jugar en el Bernabéu. Los últimos en presentarse fueron los felices de Adji y Babakar que venían riéndose a todo correr. Se disculparon por el retraso, tuvieron que ayudar a despejar la carretera principal porque un hermoso cebú no había encontrado otro sitio mejor donde echarse la siesta. Es muy curioso, los senegaleses tienen esa actitud de solidaridad y generosidad que se echa en falta en los países desarrollados, siempre están dispuestos a echarte una mano con cualquier cosa que necesites, aunque tan solo con su blanca sonrisa y cuatro palabras amables ya te han alegrado el día.

Entramos en el Museo de la Universidad, un edificio racionalista de primeros del siglo XX. Nos esperaba el rector, Mr Aristide Ndiaye en la sala de reuniones, los cinco entramos temblando como flanes, y allí estaba aquel hombre gigante sentado con su cara seria y solemne, la verdad es que daba un poco de miedo, pero en el fondo era una buena persona y además muy culta. Nos sentamos y él se dispuso a darnos el veredicto:

-En primer lugar, he de felicitaros por vuestro trabajo, ha sido brillante, pero a pesar de eso la respuesta por parte del gobierno español es un rechazo de la financiación de vuestro proyecto, dijo -Mr. Aristide escuetamente.

-Queeeé, no, no, no, eso no puede ser, será una broma, no pueden rechazar algo así de la noche a la mañana, algo tan importante…-añadió Adji, saltándose cualquier tipo de protocolo.

-Pero…, habrán dado algún motivo, digo yo, qué menos que eso -pregunté.

-Bueno, si se le puede llamar motivo, han entredicho que es una consecuencia más de los problemas económicos que atraviesa el país. Lo lamento mucho, ya que tengo constancia de vuestro esfuerzo… Por otra parte, Gala, tu universidad nos ha comunicado que, dado que el asunto no sale adelante, deberás volver a España lo antes posible para continuar con tu trabajo allí- concluyó el rector.

Salimos destrozados del Museo, la verdad es que no nos hubiésemos imaginado jamás una respuesta así, era absolutamente increíble. No sabíamos qué hacer ni qué pensar, allí estábamos los cinco sentados en la escalera con cara de idiotas y con todas las ilusiones destrozadas. Después de un tiempo sin haber intercambiado ni una sola palabra, Lass sugirió ir a tomar algo a L’embuscade, el chiringuito de Vincent, para darle la noticia, ya que había seguido muy de cerca el proyecto. Este era un hippy en toda regla, abandonó su Bélgica natal hace cinco años y con ello su flamante carrera de Derecho para largarse a Senegal a poner un bar en la playa; el tipo era muy pintoresco, la verdad, con sus rastas y sus vestimentas de colorines, era una persona llena de vida y de vivencias que contar a pesar de tener nuestra edad.

Nos sentamos en nuestro sitio de siempre, aquel lugar tenía un algo especial que me encantaba, estaba literalmente en la playa, con las mesas en la arena, sombrillitas e incluso varios cocoteros, Vincent vino corriendo a por la buena nueva, pero el pobre se llevó una decepción al enterarse y empezó a blasfemar como un loco.

-Tranquilo, Vincent, tranquilo, ya sabes que a la hora de jugar a recortables los mandamases siempre dan el tijeretazo a estas cosas del “Tercer Mundo” como dicen ellos, parece ser que hoy por hoy la investigación y el progreso es algo prescindible -le dije.

- No, si ya se ve lo que les importa a ellos ayudar en un proyecto que salvaría cientos de vidas, nada, no les importa nada, a los políticos solo les importa salir en la foto y llenarse la boca de cosas para impresionar a la gente; pero cuando llegan al poder se olvidan de lo realmente importante. No se dan cuenta de que lo que son cuatro duros allí, aquí es una fortuna, y que para hacer un proyecto de estas características, bastaría, por ejemplo, con una mínima parte de lo que se gasta cualquier club en fichar un futbolista que se precie; más vale que estos políticos de tres al cuarto dejen de interesarse únicamente por sus propios beneficios y adquieran un poquito de conciencia social -espetó del tirón Vincent. Siempre que se hablaba de política se alteraba mucho y más si se trataba de injusticias.

-Así se habla Vincent, muy bien, pero quizás no esté todo perdido -dijo Awa demasiado optimista- . A lo mejor podemos conseguir el dinero nosotros.

- Podríamos presentar el proyecto a los ricachones que viven en la zona pija, siempre están dispuestos a donar algo de dinero por el simple hecho de quedar bien -sugirió Babakar.

-Pfff, no sé, no sé, con lo que nos den esos como mucho conseguiremos medio kilo de camarones -dijo Lass.

De repente, todos estábamos riéndonos.

-La esperanza es lo último que se pierde y esos desgraciados, que primero encargan la investigación y luego se echan para atrás como cobardes, no nos van amargar el dulce, porque dicho sea…

-Bueno, bueno rastafari no te embales y tráenos unas flags que tengo sed, mañana será otro día - interrumpió Adji.

Al día siguiente estaba más animada, pasé toda la noche dando vueltas a lo que hablamos en el chiringuito, había hecho unas llamadas por la mañana pronto y tenía una cita con el cónsul. Todavía quedaba una oportunidad y teníamos que aferrarnos a ella, porque sinceramente no tenía ninguna gana de volver a España sin haberlo intentado.

Llamaron a la puerta, supuse que serían los chicos, pero para mi sorpresa era Vincent, le invité a pasar tras los saludos de rigor y directamente fue hacia la mesa y posó un papelito:

-¿Qué es esto Vincent? –pregunté.

-Esto es nuestro nuevo “Proyecto Camarón” -dijo.

-¿Pero, de dónde lo has sacado? No me lo podía creer, era un cheque.

-Es un dinerillo que me dieron mis padres cuando me fui, para que no me muriera de asco en “esos mundos dejados de la mano de dios” como ellos decían, una parte la invertí en L’embuscade y otra la guardé para algo realmente importante, como esto, y no pienso aceptar un no - me aclaró.

Después de darle las gracias mil veces, se ofreció a llevarme hasta el consulado para mendigar el resto del dinero. Salimos de Saint Louis atravesando una de las partes más emblemáticas de la ciudad, el puente Faidherbe, con sus majestuosos arcos de estructura metálica, muy del estilo de Gustave Eiffel aunque no es su verdadero autor, como normalmente se piensa; aprovechando que la marea estaba baja cogimos el camino rápido, la playa. Fue una de las mejores sensaciones de mi vida, el atardecer a cien por hora salpicado por el agua del mar era absolutamente impresionante. Llegando a nuestro destino hicimos una parada en el Lago Rosa, donde cada año finalizaba el París-Dakar, el agua intensamente rosa, parecía un batido de fresa, espectacular.

El viaje fue largo, pero por suerte mereció la pena.

Diez días después, L’embuscade

Los chicos habían realizado nuestro encargo perfectamente, era, con seguridad, la mejor soirée en la playa de todo Senegal y alrededores.

Pronuncié mi discurso con orgullo, lo habíamos conseguido, se lo agradecí al cónsul, quien logró que unos empresarios se interesaran y colaboraran, a todos los saintlouisiennes, dado que toda la ciudad había estado muy involucrada en la causa, pero especialmente a mis compañeros, quienes demostraron ser unos excelentes investigadores y mejores amigos, y a Vincent, el que con sus ideales revolucionarios, sus esperanzas y su generosidad dio la oportunidad definitiva a nuestro esfuerzo.

Aquella noche fue decisiva, mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. Salif Keita con Cesárea Évora sonando de fondo y ese atardecer, propio de un cuadro impresionista de Monet o Turner, me ayudaron a darme cuenta de que aquella ciudad tan llena de magia y de luz era mi destino, me necesitaba tanto como yo a ella.

Y aquí sigo años después, luchando por mis sueños y llenando mi vida de experiencias extraordinarias.

 

 

 


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Marta Fernández-Rañada, escritora
Lucía Vázquez, una de las diez estudiantes que ha conseguido beca de Colegios del Mundo Unidos
Piensa en la persona a la que te gustaría entrevistar, prepara las preguntas y consigue papel, lápiz y grabadora