Paula
Quijano nos cuenta su experiencia este verano en Inglaterra.
Como ella, numerosos chicos de Santander pasan los
veranos en otros países para aprender mejor
el idioma.
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Junto a las
famosas cabinas telefónicas inglesas. |
Mi experiencia
en Inglaterra comenzó el día 7 de julio
en el aeropuerto de Santander. Los cuatro santanderinos,
entre los que me incluyo, junto con nuestros vecinos
los vascos estábamos nerviosos e intranquilos
ya que deseábamos poner el pie cuanto antes
en Londres.
Debo reconocer
que quizás estaba un poco asustada; nunca había
pasado un mes lejos de mi casa, y menos en una casa
desconocida al sur de Inglaterra donde jamás
había probado mis conocimientos lingüísticos
de inglés. El vuelo fue tranquilo; durante
las dos horas de viaje apenas hubo turbulencias y
lo primero que nos sorprendió de aquel maravilloso
país fue su espectacular aeropuerto en el que
apenas sabíamos a dónde dirigirnos hasta
que encontramos a nuestros correspondientes monitores.
Estos eran nativos ingleses por lo que nos tocaba
probar a entendernos en su lengua que, al principio,
fue dificultoso. De nuevo dos horas de viaje, pero
esta vez en bus -que ya conducía por la izquierda-,
hasta Brighton, una ciudad localizada al sur de Inglaterra
que tan sólo conocía por la Wikipedia
y por escasas fotos.
Llegamos a
las 9 hasta el punto de encuentro, donde vino un taxi
a recogerme para llevarme a mi correspondiente familia
con la que ya había podido contactar vía
e-mail, pero apenas había entendido el significado
de lo que realmente me quería decir. En mi
taxi no viajé sola, viajó conmigo una
chica de Dinamarca que también vivía
en la misma casa que yo y que también era su
primer año. Parecía simpática
y su nivel de inglés era asombroso. El taxi
se detuvo junto a una casita azul típica inglesa,
con su jardín y su particular tejado. Una señora
de más o menos 55 años salió
a recibirnos esbozando una amplia sonrisa y lanzando
pregunta tras pregunta en inglés. Admito que
cuando empezó a hablar con nosotras me planteé
si realmente tenía idea de inglés, ya
que apenas entendía palabras sueltas y sin
sentido. Mi nueva 'host sister' y yo decidimos ir
a dormir y nos encontramos con la sorpresa de que
otra chica más compartía habitación
con nosotras; de nuestra misma edad, acudiría
al mismo colegio pero ella era austriaca.
Los días
transcurrían demasiado rápido, todo
aquello era tan especial... Los preciosos parques,
la enorme playa de piedra tranquila y silenciosa,
la gente tan amigable, el clima suave y soleado y
sobre todo mi nivel de inglés, que mejoró
sobresalientemente. La única "pega"
fue la horrible comida inglesa, la mayoría
picante, pero esto era parte de la experiencia de
abrirse a nuevas culturas. Aunque la comida española
y lo español allí predominaba; podías
oír a los ingleses el día del mundial
gritando por la noche: "Spain! Spain! Spain!"
o intentando cantar la conocida canción: "yo
soy español, español, español..."
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Con mis compañeras
de piso. |
Enseguida hice
amigas y frecuentábamos los coffee shops llenos
de ejecutivos, gente joven, música relajante
y ambiente tranquilo, además del centro comercial
abarrotado de tiendas de todo tipo, restaurantes,
y obligatoriamente las clases. En
la calle los míticos camiones de helados con
su música peculiar, al estilo de las películas;
la moda inglesa extravagante que cada inglés
llevaba a su estilo sin ningún prejuicio o
sin tener que soportar miradas extrañas; o
músicos tocando para ganarse la vida adornado
la calle con sus dulces melodías. Además
de visitar dos veces Londres, como visita cultural
y día de compras, maravillándonos ante
monumentos como el Big Ben o la Abadía de Westminster
y paseando con las manos cargadas de bolsas de todas
las tiendas que se encontraban en Oxford Street; o
nuestra salida a Lewes, un pueblecito típico
inglés, con sus tiendas para tomar el té,
con sus pasteles y ancianitas hablando y pasando la
tarde. En definitiva, conocer una cultura es increíble,
pero lo es más aún formar parte de ella,
convertirte en un "inglés" día
a día, aprender sus costumbres, vivirlas, pasear
por las calles, los cines, y la playa de Brighton
como si fuera realmente tu ciudad; aprender y hablar,
hablar y hablar inglés siendo consciente de
que allí es tu única lengua y sobre
todo... conocer a gente de otros lugares del mundo
y demostrar que para la amistad no existen barreras
ni distancia, pasar un verano realmente inolvidable.

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