Los alumnos
de 1º de la ESO han puesto en práctica
lo estudiado acerca de la narración siguiendo
unas pautas dadas por la profesora. Escribir un relato
con un comienzo y un final dado: "Era la hora
del crepúsculo…" y "…
se sumergió en la profundidad de las aguas
cristalinas". Cada cual ejercita su imaginación
inventando trama, personajes, voz narrativa, espacio
y tiempo narrativos.
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Vista de la bahía de Santander desde
el Museo Marítimo.
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Los cuatro
días | El
viaje de la sirena | La
casa del órgano
LOS CUATRO
DÍAS
Por Marco Expósito Pérez. 1º ESO
C.
Día uno
Era la hora del crepúsculo cuando ocurrió
por primera vez. Una persona más o menos joven
había muerto una noche con dos marcas en el
cuello, nadie en aquel pueblo sabía qué
había pasado. Los accidentes se sucedieron
hasta que el pueblo adivinó lo que pasaba:
había un vampiro entre ellos. Decidieron poner
un anuncio en el periódico del país
y pronto aparecieron varios candidatos, pero al cabo
de una semana aparecieron todos en el mismo lugar
con las dos marcas en el cuello. Pero un día
la cosa cambió, llegó una persona que
con su simple presencia inspiraba respeto. Él
apestaba a ajos y aconsejó a los ciudadanos
de aquel pueblo llevar ajos que espantaban a los vampiros
y que los anteriores, mordidos por el vampiro se convertirían
al mes en más vampiros obedientes al vampiro
jefe, por lo que contaban sólo con tres días.
Lo primero que aquella persona llamada Stevens tenía
que hacer era la parte casi más difícil,
en poco tiempo encontrar y adivinar quién era
el vampiro. Y decidió ir de casa en casa por
las casas habitadas en el pueblo, con ajos a ver si
sentían algo. Primero fue a la casa del viejo
Tom, un anciano que a sus años debería
estar en un asilo, como muchas veces le había
dicho su sobrina Anastasia, pero él no quería,
porque decía que se olvidarían de él
en cuanto se marchase. Stevens fue cauto y no fue
con los ajos por fuera, los llevó en los bolsillos.
Al llamar a la puerta le abrió Anastasia que
le empezó a dar las gracias por venir a ayudarles,
pero Stevens con su frialdad no le contestaba pero
miraba a Anastasia en busca de algo raro, pero no
encontró nada raro y preguntó:
- ¿Puedo ver a Tom? - dijo con su
voz seca y grave. Anastasia contestó: -Ahora
mismo no, está durmiendo, venga más
tarde. Y Stevens se marchó.
La siguiente casa era la de Bob y Helen, un matrimonio
de gran edad como la mayoría del pueblo. Era
una casa en la que cualquiera era bienvenido y donde
residía el panadero local. En aquella casa
residía la felicidad más grande del
pueblo. Cuando Stevens llamó le abrió
Helen, que, como le hicieron en la anterior casa,
le empezó agradecer su compasión y él
no vio otra vez nada raro y entonces preguntó:
- ¿Puedo ver a su marido?, necesito hablar
con él por un motivo de gran importancia.
Y ella le respondió con un tono casi gritando
y que tampoco agradó a Stevens: - ¡No,
está en la panadería! Ese día
Stevens empezó a sospechar de Helen. Fue a
la panadería pero ésta había
cerrado esta mañana. Ahora sus sospechas ya
estaban aclaradas, Helen le había mentido y
puede que tuviera algo que ver con el vampiro.
Y la última casa en la que quedaba alguien
era la de la familia Suárez, una familia no
mayor de sesenta, pero no menor de cincuenta por lo
que parecía. En aquella casa estaban todos
y no había ninguna sospecha.
El siguiente objetivo: aclarar sospechas sobre Tom
y Helen.
Día dos
Ese día Stevens se despertó y se preparó
un desayuno energético y grande, más
grande que otra cosa: un vaso de zumo de naranja,
dos tostadas con mantequilla y mermelada, un tazón
de leche con cereales, 10 galletas y seguro que me
olvido de algo. (Aún no sé cómo
le entra eso por las mañanas). Al terminar
salió a la calle y como era muy temprano hacía
un frío... (escalofrío).
Fue a buscar primero a Tom con la misma idea de ayer
y, como era de esperar, no pasó nada. Él
no podía ser porque, además, estaba
comiendo ajos. Decidido y con un plan en mente fue
a la casa de Bob y llamó al timbre pero nadie
le contestó. Pasaba por allí la señora
Suárez y dijo:- Stevens, no te molestes.
Ayer te abrió porque era de noche, pero no
te abrirán de día. Stevens contestó
con un ligero movimiento de cabeza y se marchó
al hotel de la ciudad de al lado, en el que estaba
viviendo estos días, junto a un olor a ajos
que te echaba de la habitación fueras vampiro
o no.
Pasó el día viendo periódicos
de este mes que hablaban sobre el pueblo y descubrió
que todas las noches en las que atacaba el vampiro
Helen abría la puerta de su casa por la mañana.
Y así se tiró todo el día hasta
las seis de la tarde que, como era invierno, ya había
oscurecido y se marchó al pueblo.
La panadería, por una vez en el tiempo en
el que Stevens había estado en ese pueblo,
estaba abierta y de paso fue a buscar a Bob que, al
contrario de lo que pensaba Stevens, no tenía
nada raro. Pero, de repente, Stevens oyó un
grito y corrió lanzado a la carrera a ver qué
había pasado y vio el cadáver de la
señora Suárez en el suelo y con dos
marcas en el cuello. Stevens la llevó en brazos
hasta la casa de los Suárez, donde el marido
lloró como nunca y fue al cementerio a enterrarla
ya mismo, seguido de Stevens para decirle lo que había
pasado. Y realizaron el funeral ellos mismos, pero
al terminar apareció una siniestra figura encima
de una lápida y con voz de ultratumba dijo:
- Stevens, es sólo una advertencia, márchate
o serás la próxima víctima.
Y de repente desapareció. Todos los allí
presentes habían reconocido aquella voz, era
Helen. Antes de que Stevens se marchara, el señor
Suárez le dijo a Stevens: -Stevens, te
ayudaré en todo lo que pueda.
Y después, el señor Suárez dijo
dirigiéndose al narrador:
- Deja de llamarme señor Suárez,
llámame por mi nombre, Alan.
Stevens y ahora Alan marcharon a correr a la casa
de Bob, donde descubrieron que por desgracia Helen
también había matado a Bob. Después
fueron corriendo a casa de Anastasia y encontraron
la puerta abierta. Stevens sacó todos sus ajos
de los bolsillos y le dio unos cuantos a Alan. Después
lanzó unos cuantos por los pasillos de la casa
hasta que oyeron un grito y fueron a la habitación
de donde procedía el grito. Antes de entrar
lanzaron otros cuantos ajos a la habitación
y oyeron un grito (como al rozar un clavo por un crista)
y entraron en la habitación y vieron a Anastasia
llorando a su abuelo fallecido que tenía entre
sus brazos con dos marcas en el cuello, pero también
sorprendida por la reciente actuación de Stevens
y Alan. La saludaron y ella contestó:
- Gracias, pero ¿puedo ir con vosotros
a cazar a Helen? Por cierto, Stevens ¿cómo
se mata a un vampiro?
Y Stevens contestó:
- A la primera pregunta sí claro, y a la
segunda tienes que o clavarle una estaca u otra forma,
que en este lugar es más difícil, ahogándolo.
Y se marcharon al hotel y pidieron otra habitación
para Anastasia y otra para Alan.
Día tres
Se levantaron y bajaron al comedor del hotel para
desayunar y comieron entre todos más que el
triple de lo que comió Stevens ayer. En otras
palabras, les pinchabas con un alfiler y salía
todo el desayuno.
Al terminar fueron al pueblo y entraron en una casa
en la que ya habían matado a los antiguos propietarios,
pues su casa sería el primer lugar donde buscaría.
Idearon un plan que terminará hoy, porque si
no todos los muertos excepto los recientes, (como
por ejemplo Bob o Tom) resucitarían en más
vampiros a las órdenes de Helen. Y el plan
era este: Anastasia volvería a su casa con
excusa, aunque era verdad, de enterrar el cuerpo de
Tom, su abuelo, pues era la última familia
que la quedaba, todos los demás habían
muerto. Siguiendo con el plan iría a enterrarlo
y, por si acaso, llevaría algunos ajos encima
y alguna estaca y esperaría allí el
tiempo que hiciera falta hasta que Helen apareciera
y entonces Stevens y Alan saldrían de debajo
de un escondite que tenía Alan cuando era pequeño,
cuya entrada está a las afueras del pueblo
y del que se puede salir en el cementerio. Saldrían
de ahí y lanzarían estacas intentando
darla y mientras Anastasia se pondría detrás
de Helen y poco a poco se iría acercando hasta
clavarla la estaca por detrás o, en caso de
que Helen intente huir, también estaría
allí.
Estuvieron pensando, mas no encontraban ningún
otro plan y, aunque simple y sencillo, pudiera ser
que funcionara, o pudiera ser que no.
Era la hora en la que iban a realizar el plan. Anastasia
estaba llevando a Tom llorando y Stevens y Alan estaban
desde hacía horas en su escondite, mirando
por la mirilla que tenían que, aunque era un
simple mecanismo de espejos, era difícil de
detectar. Anastasia estaba terminando de enterrar
a Tom cuando Helen apareció volando, ataviada
con una gran capa negra y roja por dentro y enseñando
sus colmillos en acción de amenaza. Stevens
al verla hizo un gesto de victoria y esperó
a que Helen picara el anzuelo. De repente Alan, al
salir, se tropezó y Helen le descubrió
y se alejó del cementerio dirección
al pueblo. Anastasia no la pudo parar, puesto que
salió por un lado, no por detrás o por
delante. Dispuesto a una carrera Stevens, el más
rápido del grupo, echó a correr tras
Helen y aunque más lentos pero lanzando ajos,
pues tenían miedo de dar con las estacas a
Stevens, estaban Alan, con una puntería malísima,
y Anastasia que le pones un objetivo a un kilómetro
y le das algo que llegue y le da. Y los ajos, aunque
parezca que no, ayudaron a Stevens a atrapar a Helen;
y cuando por fin iba a atraparla, hubo un destello
repentino producido por Helen y Stevens se quedó
como dormido, se desmayó. Cuando se despertó,
estaba en la cama de su hotel y Anastasia y Alan le
estaban mirando con una cara de alegría, pero
con marcas de que no habían podido parar a
Helen, pero que, al menos, se habían salvado
y justo, din don din don din don sonó la campana
anunciando las doce.
Día cuatro
Todos se prepararon para ese día, puesto que
era su última oportunidad de salvar a los muertos
por el vampiro a pesar de que la mayoría ya
habría despertado, sedientos de más
víctimas. Estaban todos serios, aunque aún
no sabían que iban a hacer. Decidieron que
irían todos juntos a atacarla, puesto que Helen
podría tener más ases en la manga y
que si mataban a Helen, los demás volverían
a ser personas, un plan casi más simple que
el anterior. Stevens iría primero seguido de
Anastasia por la derecha y Alan por la izquierda.
Aunque sufrieran al hacerlo, sabían que debían
matar a cualquier vampiro que se metiera en su camino
o que intentase proteger a Helen. Llegó la
hora de ir al pueblo y para asegurarse su protección
todos comieron ajos en el desayuno.
Helen estaba en el cementerio, como la última
vez, pero no había ningún otro vampiro
por lo que los cálculos de Stevens eran erróneos.
Helen estaba esperando a los demás vampiros
y no vio a la pandilla acercarse, la atacaron todos
a la vez pero, como era de esperar, Helen se dio cuenta
y huyó. Como la última vez no sirvió
de nada, cogieron el coche de Alan y salieron en su
persecución, pero Helen paró de golpe
y casi se estrellan contra un árbol. Volvieron
a bajar atropelladamente todos a la vez y a atacar
a Helen, que volvía al cementerio de nuevo.
Cuando llegó el grupo estaba cansado y Helen
se dio cuenta, así que salió volando
otra vez, en otra dirección. Estuvieron así
un buen rato hasta que Stevens se dio cuenta, por
fin, de que estaba cansándolos. Decidió
esperar en el mismo sitio mientras los demás
corrían hacia Helen. Stevens se escondió
cerca de donde pasaba Helen cada vez que volvía
al cementerio. La primera vez ella pasó demasiado
lejos para el alcance de Stevens; la segunda y la
tercera también pasó demasiado lejos
y Stevens, ya enojado, se cambió de escondite
pero, la cuarta vez que pasó Helen, pasó
pegada al antiguo escondite de Stevens. Stevens pensando,
aunque no era verdad, que lo estaban vacilando salió
de su escondite esperando a Helen, que vio a Stevens
de lejos y fue directa al lago del pueblo. Todos de
nuevo entraron en el coche arrancaron y, de lo cerca
que estaba el lago, esta vez casi se caen por el acantilado
del pequeño pero rodeado de pequeños
acantilados lago de Renspreg. Helen al llegar allí
y ver que la tenían rodeada saltó al
lago pero, por su desgracia, Stevens saltó
también y no dejó volar a Helen que,
al no saber nadar, se sumergió en la profundidad
de aquellas aguas cristalinas.

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EL VIAJE DE LA SIRENA
Por Ángela Calvo Solar. 1º ESO
D
Era la hora del crepúsculo. Una sirena estaba
sobre una roca contemplando las luces de la ciudad
a lo lejos y escuchando el sonido de las olas al romper
en la playa.
La sirena era muy guapa, rubia, con ojos azules y
una flor morada en el pelo. Estaba cantando y, de
repente, escuchó un ruido. Era un Sireno del
cual se enamoró nada más verlo. Era
un chico encantador, amable y gentil. Él quedó
prendado de ella nada más verla; le preguntó
que si quería ser su novia y ella le dijo que
sí.
Decidieron marcharse de vacaciones a Tenerife. Para
este viaje eligieron como medio de transporte una
tortuga, que tenía el caparazón marrón
con pintas verdes.
Al cabo de unos días llegaron a una isla que
tenía un castillo. El castillo era enorme,
tenía muchos adornos: conchas, caracolas, estrellas
de mar y caracoles ermitaños. En el castillo
les contaron que vivían el rey, la reina y
su hija, que todavía era una niña.
Les comentaron que el castillo se abría unas
horas al día para poder ser visitado. Así
es como conocieron al rey. Se llamaba Zeus, era muy
bajito y un poco regordete. Tenía una barba
blanca y larga y en su cabeza llevaba una corona de
oro muy decorada. Su cola de sireno estaba decorada
de: diamantes, esmeraldas y rubíes que lucía
con aire majestuoso. En su mano derecha llevaba un
tridente de oro, el cual tenía poderes mágicos.
Su esposa, la reina, se llamaba Ariana era hermosa
y de tez morena, tenía unos ojos verdes color
esmeralda y una melena de color miel que caía
en forma de cascada hasta la cintura. Su cola era
de color naranja, decorada con esmeraldas y rubíes.
Sobre su cabeza lucía una corona más
pequeña que la del rey pero también
era de oro y muy decorada.
Tenía una hija llamada Dana, de nueve años
de edad. Sus ojos eran de color verde como los de
su madre, su piel era blanca como la nieve. Sus cabellos
eran rubios como el oro, su cola pequeña de
color rosa y tenía también pequeños
adornos.
Parecían una familia feliz donde lo principal
no eran las riquezas sino el cariño que se
tenían.
El rey se fijó en ellos y decidió invitarles
a comer, tratándoles como si formasen parte
de su familia. Les mandó pasar a una gran sala
que debía de ser el comedor y allí pudieron
contemplar una gran mesa con todo tipo de manjares
procedentes del fondo del mar.
Después de comer les enseñaron todo
el castillo y les invitaron a pasar unos días
con ellos.
Cuando ya decidieron regresar a su isla sintieron
una gran tristeza, pero debían volver a su
casa.
El sireno no quería volver y tuvieron una fuerte
discusión; Él decidió quedarse.
La sirena se sintió sola, apenada y, tras contemplar
por última vez el castillo, se sumergió
en la profundidad de las aguas cristalinas.

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LA CASA DEL ÓRGANO
Carlos Manuel Fernández Sanz. 1º
ESO C
Era la hora del crepúsculo, hacía un
día muy frío y me metí en el
coche para volver a casa.
Durante el viaje vi a lo lejos una gran casa con aspecto
tenebroso. Me acerqué un momento a esa zona
y pude contemplar lo que había: un porche medio
derruido, un balcón derrumbado, una veleta
de viento doblada, un gran portón abierto,
las ventanas rotas y una extraña luz que salía
por una de las ventanas. Me acerqué un poco
más y pude escuchar una bonita sinfonía
que, por el sonido, creo que procedía de un
gran órgano.
Me acerqué un poco más pero... justamente
cuando di un paso se acabó la sinfonía
que salía del órgano.
En ese mismo momento me dio un escalofrío que
me recorrió todo el cuerpo, desde la cabeza
hasta los dedos de los pies. ¡Tuve un miedo
terrible! y eché a correr hacia el coche, introduje
la llave, arranqué el automóvil, metí
la primera marcha y apreté el acelerador hasta
el fondo del miedo que tenía.
Esa misma noche cuando llegué a casa se lo
conté a mi mujer y me dijo:
- Deja de decir tonterías y vete a la cama
a descansar que mañana tienes que madrugar-
Y eso hice.
Al día siguiente por la mañana volví
a pasar por allí, pero no vi nada y me fui
a trabajar.
Cuando salí del trabajo eran las tantas de
la noche y ahí estaba otra vez esa casa. Me
armé de valor, giré el volante ciento
ochenta grados y me dirigí a esa casa. Estaba
exactamente igual, lo único que la cambiaba
era que la luz de la habitación, brillaba con
más fuerza.
Me detuve un momento y como el portón estaba
abierto decidí entrar. Hacía un frío
espantoso en esa casa. Subí al segundo piso,
en el que supuestamente alguien tocaba el órgano,
las escaleras chirriaban como si se quejaran de algo.
Vi una puerta y por debajo de ella salía una
luz tan blanca tan blanca que te hacía llorar
del dolor que producía en los ojos.
Abrí la puerta lentamente y vi a ese ser tocando
el órgano, ese ser era extraño, porque
salía una luz blanca de su cuerpo. Tenía
una especie de zarpas como pies, manos de mujer, era
muy alto y podía llegar a flotar en el aire.
Este ser me miró a los ojos, gritó muy
fuerte y muy agudo y salió por la ventana directo
a un pequeño lago que había. Todo desapareció
y ese ser misterioso se sumergió en las profundidades
de las aguas cristalinas.
CONTINUARÁ…

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