Carlos Gómez
Bahillo estudió en la Universidad Complutense
de Madrid, en donde obtuvo las licenciaturas de Filosofía
y Letras y de Ciencias Políticas y Sociología.
Se doctoró en Sociología en 1983. A
partir de 1976 se incorpora a la Universidad de Zaragoza,
siendo profesor titular de Sociología en la
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.
Actualmente es director del Departamento de Psicología
y Sociología.
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Carlos Gómez
Bahillo en su despacho. |
Carlos Gómez Bahillo trabaja actualmente en
temas relacionados con la sociología económica,
bienestar social, organizaciones y recursos humanos
y desarrollo rural y ha publicados artículos
en publicaciones colectivas y revistas especializadas.
Pregunta.- ¿Cómo definiría
usted el ambiente de las aulas de su comunidad?
Respuesta.- El clima que se vive
en las aulas aragonesas es bueno, según la
opción emitida por los alumnos en los grupos
de discusión que hemos realizado para un estudio
y que está siendo confirmada en el análisis
cuantitativo. Hay situaciones aisladas de imposición
o incluso agresividad por parte de algún alumno,
pero entre los compañeros suele ser buena.
Habrá problemas, situaciones de imposición
e, incluso, de acoso, desprecio, abuso, violencia…
de unos pocos sobre otros de menor edad, pero de ello
no se puede deducir o afirmar que los escolares y
estudiantes de nuestra comunidad vivan en situaciones
de conflictos constantes en las aulas.
P.- ¿Hay en la escuela más
o igual violencia que en las calles?
R.- El conflicto es algo inherente
a la misma sociedad en la que vivimos. La violencia
escolar es resultado de la violencia que se produce
en la sociedad. Lo que sucede en el aula, en el recreo
o a la salida de clase no puede ser estudiado como
algo independiente. Ha aumentado la violencia en el
aula, pero también se ha incrementado dentro
de la familia, en la empresa, en la ciudad, en la
calle…
Una sociedad violenta produce comportamientos violentos
entre los jóvenes y adolescentes, la vida del
menor durante 10 a 12 años, el entorno en el
que transcurre su vida sus actitudes y comportamientos
pueden llegar a estar determinados por ello.
Los niños y jóvenes de hoy son muy conscientes
de lo que sucede en su entorno y a veces el panorama
social no es muy educativo. Con los medios de comunicación
la imagen que el niño percibe es la de una
sociedad en la que las relaciones humanas pueden ser
habitualmente de enfrentamiento y de agresión.
Por ello, lo que nos debe sorprender es que no haya
más violencia en las aulas y que nuestros escolares
sean lo suficientemente sanos desde el punto de vista
mental, para no dejar impresionar por el panorama
que a veces les toca vivir en su entorno.
P.- Usted ha realizado un estudio
con otros profesores, ¿cómo lo han realizado?
R.-En este estudio hemos realizado
un análisis cualitativo y cuantitativo. La
primera parte, con información sobre el clima
y relaciones de convivencia, se obtuvo a través
de trece grupos de discusión con profesores
y equipos directivos de centros públicos y
concertados; tres grupos de discusión de padres
y tres grupos de discusión de alumnos representativos
de los centros educativos de cada una de las tres
provincias aragonesas.
P.- ¿Cuál fue el resultado?
R.- Los primeros resultados apuntan
a que las relaciones de convivencia existentes en
las aulas aragonesas no alcanzan ni mucho menos el
nivel de conflictividad que algunos medios de comunicación
presentan como noticia, a partir de casos aislados
que desgraciadamente han sucedido.
P.-¿Podríamos decir
que hay más violencia cuanto mayor es la desigualdad
social?
R.-La violencia en el entorno educativo
es siempre reflejo de la existente en el entorno social
y reproduce, en la mayoría de las ocasiones,
las desigualdades estructurales existentes. El joven
vive situaciones de violencia en su entorno más
próximo, en su barrio, calle, lugares de recreo
y ocio. Está sometido al riesgo de encontrarse
afectado por situaciones que le vienen dadas y que
posiblemente él nunca ha provocado. Los barrios
más marginales tienen con frecuencia un mayor
índice de violencia ciudadana y de conflictividad.
No obstante, no puede deducirse que ello provoque
una mayor violencia en los centros educativos que
se encuentran localizados en estas zonas. Los casos
de enfrentamientos y conflictividad entre iguales,
cuando se producen, ocurren en cualquier tipo de centro,
sea público o concertado.
P.-Entonces ¿Hay más
conflictos durante periodos de crisis económica?
R.-Esto sí que es una realidad.
La violencia se ha incrementado en los últimos
años, especialmente durante los momentos de
recesión del ciclo económico, que es
cuando los desajustes sociales y el endurecimiento
de las condiciones de vida resultan mayores. La violencia
se produce cuando la estructura y organización
social genera dualización, diferenciación
o exclusión respecto a las oportunidades y
uso y disfrute de los recursos disponibles en la comunidad.
Las situaciones de inseguridad que producen los reajustes
económicos con los que nos estamos acostumbrando
a vivir, y que van a continuar perdurando como consecuencia
de la adecuación de nuestra economía
a un contexto de mercado globalizado, generan desajustes
sociales y personales.
P.-¿La inmigración
ha creado más violencia en los centros educativos?
R.-Ciertamente no. Puede haber casos
puntuales en los que si hay un elevado número
de niños y jóvenes de otras culturas
pueda haber un mayor problema de relación pero
no se puede concluir que haya mayor violencia. El
niño/joven inmigrante se encuentra con estilos
de vida, costumbres, normas morales distintas a las
que ha estado viviendo necesita un período
de adaptación. Se trata de una nueva socialización
a través del cual debe aprender y encontrar
su espacio social en el nuevo grupo.
P.-¿Hay una correspondencia
entre el estado de opinión y el número
de denuncias presentadas?
R.-Creo sinceramente que sí.
La prueba de ello en que muchas denuncias que se presentan
en el Servicio de Inspección se quedan ahí.
No van a instancias mayores porque se trata, en la
mayoría de las ocasiones, de conflictos puntuales
y habituales entre jóvenes. La excesiva protección
hacia nuestros hijos nos lleva a tomar partido en
ocasiones por sucesos que en nuestra época
de estudiantes, con su misma edad, resolvíamos
entre nosotros mismos, y de los cuales ni nuestros
padres ni los profesores del colegio se enteraban.
P.-¿Cómo cree usted
que debe repartirse los padres y lo profesores de
los centros el papel de educadores?
R.-Una sociedad agresiva influye
directamente en la formación de actitudes violentas
y en la conducta de los niños/jóvenes
que todavía no tienen formado un espíritu
crítico y se encuentran sometidos a las influencias
del exterior. Es la propia sociedad la que está
generando y favoreciendo las actitudes y comportamientos
violentos.
Los padres desempeñan un papel fundamental,
junto con los profesores, en el análisis crítico
de esta realidad social. Los niños y jóvenes
no pueden recibir una formación en la escuela
y luego en casa recibir el mensaje contrario. Si la
escuela va por un lado y las familias por otro es
lógico que los jóvenes se encuentren,
en muchas ocasiones, desorientados, solos y sin referencias
coherentes para insertarse en la sociedad adulta.
Deben buscar modelos de conducta y comportamiento
por sí mismos, en los medios de comunicación
(televisión, internet…). Este es el auténtico
problema, el conflicto o acoso escolar es sólo
la consecuencia.
P.-¿Cóomo se puede
mejorar la convivencia en los centros?
R.-El grupo de iguales es la verdadera
referencia del niño y adolescente. La presión
psicológica que el grupo tiene entre sus miembros
debe ser utilizada para fomentar el cambio conductual
y favorecer las actitudes de solidaridad. La acción
grupal es el medio más adecuado para aislar
un comportamiento violento y obligar a recapacitar
a aquél que lo comete. Por ello, los educadores
deben desarrollar dinámicas de trabajo en grupo
y enseñar las conductas socialmente adecuadas
y los valores que deben permanecer en las relaciones
entre iguales para favorecer el clima de convivencia.
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