En torno
a la teoría del calentamiento global se ha
generado un negocio tan grande que hace que nos planteemos
si de verdad es cierta esta teoría o es sólo
una manipulación para que se hagan ricos unos
pocos.
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Si un país no va a hacer uso de todo
su derecho de contaminación
puede revenderlo a otro países o entidades.
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Posiblemente las noticias relacionadas con el denominado
calentamiento global sean de los temas más
recurrentes, puesto que lo podemos encontrar prácticamente
a diario en un informativo, en la prensa o en internet.
Pero, sin embargo, cada día surgen más
dudas sobre la veracidad de los hechos que nos presentan,
sobre si lo que nos cuentan a los ciudadanos de a
pie es cierto, o sólo es un intento de manipularnos
para, de esta manera, contribuir con nuestro pequeño
granito de arena a hacer ricos a algunos pocos, que
irónicamente deben de tener fe ciega en dicho
cambio climático, pues se están haciendo
millonarios a su costa.
La teoría del calentamiento global inducido
por la actividad humana fue desarrollada por un grupo
de científicos a lo largo de la segunda mitad
del siglo XX, basándose en datos recogidos
que mostraban un aumento constante de las temperaturas
experimentado desde finales del siglo XIX hasta nuestros
días, coincidiendo con la fuerte industrialización
de los países desarrollados, sobre todo a partir
de la Segunda Revolución Industrial. Para los
defensores de esta teoría, el calentamiento
global está provocado por el denominado efecto
invernadero, argumentando que el aumento de las
temperaturas es causa de la emisión de gases
CO2 a la atmósfera. Dicho aumento podría
traer consigo diversos y muy variados efectos; de
hecho, en la actualidad ya se han podido notar algunos
de ellos, como el desorden en la actividad climática
que ha incrementado en gran cuantía el número
de violentos fenómenos naturales, como son
los huracanes o tornados. Otra de las grandes consecuencias
es el deshielo de los polos, que hace subir el nivel
del mar con la consecuente inundación de amplias
zonas costeras.
Hoy en día esta teoría es aceptada
por la mayoría de los científicos, lo
que ha derivado en múltiples reuniones internacionales
intentando buscar soluciones para frenar este fenómeno.
Entre todas las reuniones que han tenido lugar para
tratarlo, ha sido la de Kioto en 1997 la que más
frutos ha dado. En dicha ciudad japonesa se firmó
en 1997 el Protocolo de Kioto, que establece unos
límites por país en cuanto emisión
gaseosa contaminante a la atmósfera. Este tratado
ha sido firmado por la mayoría de los países,
resultando especialmente significativas las ausencias
de Estados Unidos y Australia. Desde que entró
en vigor en 2005 las empresas de los países
firmantes se han ido adaptando a las nuevas normas
que establece el convenio, bajo pena de fuertes multas
en caso de no respetarlas. El Protocolo de Kioto dictamina
un sistema de cuotas de contaminación, esencialmente
de CO2, que permite lo siguiente: estableciendo el
caso de que un país no vaya a hacer uso de
todo "su" derecho de contaminación,
puede revenderlo a otro países o entidades,
de manera que éste último pueda contaminar
más, o revenderlo sucesivamente a un tercero.
Es en este punto donde surge el gran negocio que
supone la aplicación del Protocolo de Kioto.
Aprovechando este gran punto flaco del tratado, muy
criticado por cierto, están surgiendo a lo
largo y ancho del globo empresas que hacen de intermediarios
en la compraventa de CO2, especialmente en el viejo
continente. Como ejemplo, la tonelada de CO2 cotiza
en el mercado londinense a aproximadamente 10 €.
Es la capital británica la plataforma intermediaria
en este negocio más importante, llegando a
tener volúmenes de negocio de millones de euros
al día en el intercambio de derechos de contaminación.
Todo este "circo" hace que te plantees,
viendo lo barato que resulta contaminar, si en verdad
existe tal cambio climático o sólo es
un negocio que, llegando hasta sus máximas
variantes, se extiende desde la compra-venta de CO2
hasta las fábricas que producen filtros anticontaminación.
Si en realidad el CO2 es tan perjudicial, ¿por
qué se permite comprar y vender derechos de
emisión, si al fin y al cabo el gas se va a
seguir emitiendo? Más significativo resulta
aún que una empresa pueda comprar derechos
de emisión para todo un año, tan sólo
invirtiendo unos cuantos cientos de euros.
Queda de relieve que resultaría más
efectivo endurecer las medidas para evitar la emisión
de CO2 a la atmósfera, refiriéndose
al mantenimiento del sistema de cuotas, pero convertidas
en inflexibles.
Con ello, se evitarían los casos de compraventa
de derechos sobrantes de emisión, hecho que
algunas empresas utilizan de forma sistemática.
Por supuesto se acabaría con el negocio, aunque
es importante de igual forma prever sus otras consecuencias
derivadas, como el hecho de que este intercambio es
una fuente de financiación de muchas empresas,
con lo que la fijación de las famosas cuotas
de Kioto no sería muy popular.
Además, existe una ingente cantidad de empresas
que han surgido para asesorar y reformar los sistemas
productivos de las empresas tradicionales para de
este modo adaptarlos a las exigencias de Kioto.
Es imposible pasar por alto todo el negocio generado
a partir de la teoría del calentamiento global,
por lo que se han planteado serias dudas sobre él.
Cada día surgen más científicos
y teorías que ponen en duda la veracidad de
la versión oficial, que son rápidamente
defenestrados por sus colegas, acusándoles
de "pseudocientíficos". Todo ello
deriva en la aparente necesidad de un nuevo sistema
realmente efectivo en el que poder confiar y poder
así evitar todas las terribles consecuencias
que se prevén de este fenómeno moderno.
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