En estos
momentos debo decidir sobre mi futuro, voy a elegir
el rumbo de mi vida, y además, debo elegir
el correcto. En esta sociedad no está permitido
equivocarse, porque alguien más rápido
te llevará el puesto. No se dan opciones, ¿o
quizás sí?
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Un grupo de alumnos mira su nota de selectividad.
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En la actualidad, vamos de un lado para otro sin
mirar a nuestro alrededor. Seguimos un ritmo frenético
para llegar a tiempo a un destino incierto. En ese
camino hemos abandonado valores y costumbres de antaño,
sustituyéndolas por nuevos objetivos que nos
impiden valorar y disfrutar de los pequeños
goces que ofrece la vida.
Te preguntarás, ¿a dónde quiero
llegar? No lo sé. Hoy he pensado en un tema
para un artículo y no he llegado a un nombre
concreto. Solo sé que quiero escribir sobre
algo que solemos tratar con cierta frialdad. En estos
momentos debo, al igual que muchos, decidir sobre
mi futuro. O eso creo. Acabo bachiller y debo elegir
un camino, mi camino. Con unos dieciocho años
voy a elegir el rumbo de mi vida, y además,
debo elegir el correcto. En esta sociedad no está
permitido equivocarse, porque alguien más rápido
te llevará el puesto. No se dan opciones. O,
¿quizás sí?
Lo más gracioso es que no tengo ni idea de
lo que quiero hacer en la vida. Tengo mis pequeños
sueños realizables, pero nada seguro. Quiero
pasar un verano viajando por Europa (con una mochila
al hombro en busca de la aventura), comprarme un coche
todoterreno para poder ir por la montaña, comprarme
un piso e independizarme, pasar un año de misionera
en algún país sudamericano, aprender
a montar a caballo, disfrutar de mi familia, de mis
amigos, casarme y tener dos pequeños, una niña
y un niño… (Cada uno tiene sus metas,
sus propias metas) Y tú te preguntarás,
¿qué te lo impide? Pues ahora mismo
un sin fin de preguntas, de cambios y de solicitudes.
Suponiendo que acabe bachillerato y haga selectividad,
debo elegir carrera, módulo o el mundo laboral
directamente. Yo, por mi parte quiero cursar una carrera.
Pero debo elegirla, y en estos momentos me siento
incapaz de valorar todos los aspectos. Lo único
que sé, es que tengo que elegir yo, solamente
yo. En fin, si eligiese alguien estaría eligiendo
sobre mi vida y yo, sinceramente, no quiero llegar
al final del camino y pensar que me equivoqué
al hacer caso a ese alguien (llámese padre,
madre, hermano, amigo o vecino).
Otra cosa muy graciosa es cuando hablo con un compañero,
y descubro alucinada que él o ella sí
sabe lo que quiere hacer cuando termine el instituto,
es más está convencidísimo de
ello. Sabe dónde, qué, cuándo
y cómo va a realizar sus estudios. Además,
sabe que después de terminar la carrera, trabajará
en tal lugar, se comprará un chalet, un cochazo
y se casará con un doctor. Después de
tener dos niños se divorciará y se irá
con su jardinero a una isla del Pacífico a
gastar el dinero de su ex. Vale, he exagerado un poco
y la segunda parte es de mi cosecha. Reconozco que
tengo un poco de envidia a las señoras y señores
seguros de lo que van a hacer el curso que viene.
Y es que él está seguro y yo insegura,
él está tranquilo y yo nerviosa. Después
de hablar con él pienso, es imposible. Con
mi edad, no creo que esté capacitado para haber
decidido ya. O por lo menos no tener dudas. Por suerte,
también conozco a gente que está igual
de insegura que yo, que tiene miedos y temores. Y
es que yo he cambiado de idea por lo menos cinco veces
en lo que llevo de curso.
Ya están encima los finales, las últimas
horas que voy a pasar en el instituto van a ser corriendo
de clase en clase para hacer mis exámenes.
Llevo cuatro años aquí y se me han pasado
volando. Cuando llegué, pensé: "tengo
cuatro años por delante, cuando salga del Santa
Clara tendré las cosas claras". Ahora
que veo acercarse mi fin en el instituto, pienso que
me equivoqué completamente. No lo pienso, lo
sé. Pero ¡qué me esperaba! acababa
de dejar el colegio y no sabía lo que me esperaba.
No pensé que me quedase tanto por madurar,
cosa que debo perfeccionar. Pero también ahora
pienso que no es tan importante. Elegir voy a elegir,
bien o mal, pero algo debo elegir. Supongo que hay
gente que me va a apoyar en mi elección y que
estará ahí cuando me dé de bruces
contra la pared. Por lo menos yo aviso, ¡mamá
estate preparada!
Creo que mi elección condicionará mi
fututo, mi futura vida, pero no la determinará.
Si me equivoco tendré que rectificar y si elijo
correctamente, ¿quién me lo dirá?.
Supongo que solamente al final de mi vida, cuando
valore mis errores y mis aciertos podré saber
si a los dieciocho años tomé el camino
adecuado, el que más me convenía en
aquel momento. No pienso realmente que la elección
de una carrera marque mi destino. Mi sino será
saber aceptar mis errores, y si mi elección,
en este caso, es un error, rectificaré. Si
no lo hago, ese será el error que marcará
mi vida, que la determinará, que no me dejará
vivir tranquila.
Dentro de poco voy a abandonar este instituto, y
con él dejaré en el recuerdo cuatro
años en los que he madurado, en los que he
aprendido algo nuevo todos los días, en los
que he conocido a gente maravillosa que llevaré
en la memoria durante toda mi vida, esa gente que
se quedará en el archivo del Santa Clara, pero
también sé que hay otra gente que me
seguirá acompañando. No sé si
se quedarán en la próxima parada o si
me acompañarán en mi camino, lo que
sé es que un recuerdo nadie lo puede robar,
será mío solamente y para siempre. Si
ahora tengo la posibilidad de la duda, de plantearme
mi futuro es porque he tenido un pasado. Quizás
me equivoque, o quizás acierte, pero sé
que mi vida será como yo quiera que sea. Sabré
saltar los obstáculos, aunque seguramente después
de soltar alguna lágrima. Sabré encontrar
mi lugar, aunque pase mucho tiempo en su búsqueda.
Solamente quiero que sepáis que sabré
ser feliz. Éste es el propósito de mi
vida, el propósito de toda mi vida. Al final
de mi vida (con más de ochenta años
espero) pondré todo lo positivo en una balanza
y todo lo negativo en otra. Si la balanza es positiva
es que puedo sentirme satisfecha de mis elecciones,
de mis aciertos, pero también de mis dudas
y temores pues sin ellos sería imposible haber
vivido y con ello poder haber buscado la felicidad.
No os equivoquéis, la felicidad no es tener
éxito y dinero (tampoco penséis que
de amor solamente vive el ser humano), la felicidad
consiste tópicamente en disfrutar de las pequeñas
cosas que ofrece este mundo tan maravilloso en el
que vivimos. Para terminar, si la balanza es negativa,
tendré que ponerme las gafas, pues en mi familia
a cierta edad necesitamos gafas, y mirar que no esté
trucada, pues obviamente y sin ser egoísta,
con muchísimos años y muchísimas
arrugas, yo seré la persona más feliz
del mundo.
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