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Nº 126
CULTURA / GALERÍA DE ARTE

El duende despechado

Por Francisco Sinobas Sendino, estudiante del Centro de Educación de Personas Adultas (CEPA) de Los Corrales de Buelna.

Francisco Sinobas Sendino, alumno del CEPA Los Corrales de Buelna, ha creado un cuento infantil en la clase de Tertulias Literarias. Narra la historia de un duende y ha surgido como producto de las conversaciones con sus dos nietas.

Imagen de la película 'El increible hombre menguante'.

Había una vez un país tan pequeñito que sus habitantes en vez de sombrero usaban un balón grande de plástico, que sonaba mucho cuando con él tropezabas, y una lupa enorme que ayudaba a ver más grande todas las cosas. Esto era para que la gente que visitaba aquel país pudiese ver dónde ponían los pies al caminar, ya que los que viajaban allá eran turistas también normales.

Así podían evitar tantas desgracias como las que habían ocurrido antes de que el más chiquitito de todos los vecinos del pueblo afectado hubiese inventado tal artefacto. Pues los visitantes, al hacer el recorrido por el pueblecito, sin querer, ya habían tenido problemas para no pisar, sobre todo a los niños que siempre estaban jugando en la calle.

Aquello fue un descubrimiento grandioso, tanto que el presidente del minúsculo país decretó obligatorio su uso.

Fíjense si era pequeño, señores lectores, que una vez sin querer, una señora se agachó para recoger lo que ella creía que era una hebra de hilo que estaba en el suelo pero no era más que la autopista por la cual discurría todo el tránsito rápido de una parte del país a otro. ¡Qué desastre! ¡Qué calamidad!

Menos mal que la mujer se asustó tanto que al ver esa inmensidad de hormigas se cayó, pues les tenía pánico. Pero entonces en su caída se dio cuenta de que no eran hormigas de verdad lo que la habían asustado, sino coches y, que ahora en vez de estar en posición horizontal, estaban en posición vertical y todos los vehículos caían desde la autopista al suelo.

Afortunadamente había poca altura y, por fortuna, la señora aun en el instante del tropezón sujetaba la autopista con los dedos de su mano. "Uf, ¿qué es esto?", exclamó al darse cuenta de lo que había hecho. "Esto me pasa a mí por no fijarme bien en los letreros. Ahora tendré que reparar este desastre. ¡Pobre gente! ¿Cómo les digo que todo fue sin querer? Ya sé, voy a reparar este desastre que he hecho y después les construiré un parque para que todos puedan divertirse".

Y dicho y hecho, se puso manos a la obra. Lo primero que hizo fue buscar una caja de bombones de esos que son bien bonitos, con muchos colores y que venían con dibujos requetedivertidos. La colocó junto a un pequeño charco que había quedado de la lluvia del día anterior y que, por el tamaño de la gente, más bien parecía un inmenso mar con playas alrededor. Y la hierba que allí crecía se semejaba a las palmeras tropicales que tanto figuran en las revistas de turismo.

Dentro de la caja colocó con cuidado y muy bien distribuidas unas cáscaras de nuez y de avellanas, las cuales al poner un poco de agua empezaron a flotar, lo que hizo de ellas unas perfectas embarcaciones. Así, en su interior, la gente de aquel pueblecito podía navegar como si de una travesía marítima se tratase.

Unos subían, otros bajaban refrescándose. Incluso los hubo más osados, quienes construyeron unas velas con pedacitos de hojas secas para pasear y disfrutar de las partes más alejadas.

Fue una idea genial. Por fin desde hacía mucho tiempo todo el mundo se podía divertir y pasárselo bien, pero lo más importante fue que desde hacía mucho tiempo no se reían así, que no eran tan felices, que al compartir aquellos momentos casi se olvidaban de la vieja maldición del pueblo.

Qué diferente era entonces, qué felicidad había allí cuando todo era normal, cuando ellos también lo eran, y lo único que era diferente era el odioso y envidioso brujo, aquel que vivía siempre solo, pues con su maldad alejaba a humanos, animales y a cuanto bicho viviente hubiese. Este repulsivo ser quiso casarse con la prometida del hijo del gobernador, quien era la más linda de todas las chicas del país. Porque vamos a dejar clara una idea: no siempre fueron así de pequeñitos, ni el pueblo fue así de minúsculo, ni la gente que iba a visitar el pueblo fueron siempre turistas que querían ver algo anormal como era entonces el pueblo y su gente. No. Hubo un tiempo en que todo era normal. Pero, el día en el que al malvado brujo le negaron casarse con Mariselita, que así se llamaba la prometida del hijo del gobernador, este montó en cólera y entonces pronunció unas fatídicas palabras a cuyo sonido se empezó a encoger todo, absolutamente todo: las casas, la gente, los animales y todas las cosas que en el pueblo había.

Recordando todo esto, aun dentro de la felicidad que la señora les había proporcionado con la piscina y todo lo que en ella se encontraba, no dejaban de lamentarse y sentirse desesperados de su desgracia.

Quiso la buena fortuna que ella que causó todo el desastre con su caída oyese las causas del sufrimiento de tantos y tantos seres que, por envidia y maldad, un brujo había causado. Se condolió tanto de la pena que sobre esta pobre gente pesaba que se dijo a sí misma: "Tengo que hacer algo que mitigue tanto dolor". Y poniendo en práctica todo lo que había aprendido cuando aún era joven, hacía muchos años, con una enorme voluntad, dijo algo que yo no pude entender muy bien, pero que sonó a algo así como "ALBA CADA CABRA". Después de decir esto varias veces le salió la palabra mágica, !ABRA CADABRA PATA DE CABRA, QUE ESTE PUEBLO VUELVA A SER COMO ANTES Y EL BRUJO SE VUELVA NADA!.
Y funcionando la magia de aquel conjuro, poco a poco todo empezó a crecer, la gente, las casas, los animales, las plantas... Todo rebrotó. Y las personas que estaban llorando y riendo de alegría por volver a ser como eran antes, besaban y abrazaban a la señora que, gracias a su caída y al desastre que había provocado, les pudo devolver la felicidad.

Por si acaso se preguntan qué fue lo que pasó y qué fue del hijo del gobernador y de Mariselita, les diré que estos se casaron y tuvieron tres hijos. Uno de ellos, el menor porque nació el ultimo, es el que me contó esta historia que yo escribo aquí porque no tiene por qué ser mentira, y creo que es verdad. Y tú, querido lector, ¿qué piensas?

Yo también he estado buscando al brujo de este cuento para oír su versión, pero nadie lo volvió a ver jamás.

 


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