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Red-acción
II Época / Nº51
Enero-Febrero
2012
REPORTAJES / CON LA MOCHILA AL HOMBRO
Una mirada a Turquía libre de estereotipos

Por Diana Bonilla y Angela Arambarri, alumnas de 2º de Bachillerato del IES Santa Clara.

Diana y Ángela viajaron el pasado curso a Turquía con motivo de su intervención en el programa europeo 'Comenius', en el que también participaron centros educativos de Bulgaria, Rumanía y Polonia.

Las reporteras de InterAulas junto a otras estudiantes.

Estábamos a tan solo cinco minutos del aeropuerto de Reyhanli; nerviosas, pero con una gran curiosidad por saber lo que nos deparaba.
Recordábamos todas las inquietudes de nuestros últimos días en Santander. ¿Cómo sería la gente? ¿Encajaríamos en la familia? ¿Sabríamos adaptarnos?
Sobre todo estábamos asustadas por algunos comentarios que habíamos oído sobre Turquía y sus costumbres, ninguno precisamente positivo.
Mientras nos convencíamos la una a la otra de que nuestras maletas llegarían sanas y salvas después de tres vuelos, en la salida nos esperaban impacientes nuestras nuevas familias.
El viaje en coche desde el aeropuerto hasta nuestras casas fue algo incómodo, ya que cada una por su lado tuvo que relacionarse, por primera vez, con personas desconocidas y totalmente diferentes a lo usual en nuestras vidas.
Las carreteras no estaban iluminadas ni asfaltadas, los vehículos eran cochambrosos y no tenían cinturones de seguridad. Habíamos comenzado nuestra peculiar aventura.

De camino a Reyhanli nos enseñaron la ciudad más cercana, que se encontraba a cinco minutos y, para nuestro asombro, pertenecía a Siria.
Al llegar a nuestras respectivas casas, nos hicieron descalzarnos para pasar, como es costumbre allí. Entramos y percibimos un fuerte olor a especias que impregnaba todas las habitaciones. Indagamos hasta encontrar el baño, que consistía en un agujero en el suelo. Más tarde comprenderíamos que así son todos los baños en Turquía.

La relación con las familias turcas fue excelente.

A la mañana siguiente nos despertamos y al sentarnos en la mesa descubrimos en qué consistía el desayuno para los turcos: pan de kebab que servía para envolver todo tipo de alimentos, huevo duro, aceitunas, pimientos, gran variedad de quesos, tomate, pepino y algún dulce. Todo esto acompañado de un exótico té rojo.
Así de variadas y abundantes resultaron ser todas las comidas. Probamos todo tipo de platos típicos y, por supuesto, comimos algún que otro Kebab. Como podéis imaginaros, no pasamos hambre.

Después de un fuerte desayuno, fuimos al Yahya Turan Anadolu Ögretmen Lisesi, el instituto de la ciudad. Al llegar, todas las miradas se dirigían hacia nosotras; las ventanas estaban abarrotadas de gente asomada que nos observaba con curiosidad y las cabezas se volvían a nuestro paso.
Mientras tanto, las gallinas correteaban a su aire por el patio del colegio, desde el cual se veían las montañas de Siria.

Todos los rincones nos llamaban la atención.

Ese mismo día, durante un descanso de la convocatoria en el salón de actos, fuimos a dar una vuelta por el patio y vimos a unos chicos jugando al baloncesto animadamente; enseguida ofrecieron jugar al fútbol a Miguel y a Laro (nuestros compañeros españoles), ya que en Turquía se sigue mucho la liga española y les gustaba admirar lo bien que nuestros dos compañeros se las arreglaban con el balón.
A nosotras nos apetecía mucho jugar al baloncesto y uno de los chicos nos dijo que si queríamos hacer equipos para echar unas canastas; nos debió de ver con ganas. Nosotras aprovechamos la ocasión y empezamos el partido. Inmediatamente todo el resto de los chicos y chicas que estaban por el patio nos miraron extrañados. Se hizo el silencio y nuestras chicas turcas desaparecieron. Entonces Laro se acercó a nosotras para decirnos que dejásemos de jugar. Al preguntarle por qué, nos dijo que no estaba bien visto que jugásemos al baloncesto.
Esto fue un hecho que nos sorprendió mucho, incluso molestó al principio ya que nunca nos había pasado en cualquier otro contexto, ni siquiera entendimos la situación hasta darnos cuenta de que estábamos en una cultura completamente distinta donde las reglas no son las mismas que las que rigen nuestra sociedad.
Para compensar, nos dijeron que si jugábamos todos al voleibol; el baloncesto es un deporte de contacto y las chicas no jugaban con los chicos a eso, comprendimos.
Fue el único momento del viaje en el que notamos una clara diferencia entre nuestra cultura y la del país donde nos encontrábamos, incluso cierta discriminación.

El choque cultural le daba más encanto a Turquía.

En los siguientes días visitamos varias ciudades de la zona, distintas mezquitas e iglesias, un museo y, en nuestros ratos libres, tiendas típicas y cafeterías en las que probamos el café turco, una fuerte y caliente infusión de café muy espeso.
Poco a poco fuimos congeniando con los demás compañeros, incluso trabando amistad con ellos. A cada minuto que pasaba la situación se volvía más agradable y nos divertíamos cada vez más. En los últimos días llegamos a ser como una gran pandilla de amigos.

Todos los comentarios con los que nos habían pretendido asustar antes de emprender nuestro viaje, cosas como "A ver si te venden por dos camellos" o "Ten cuidado con los turcos, no son de fiar", todos los estereotipos y prejuicios que se tienen hacia Turquía resultaron ser completamente falsos. La gente es agradable, humilde, atenta, simpática… Todo el mundo está pendiente de ti, se preocupa por que te encuentres bien, te trata de una manera que te hace sentir genial. Comparten lo que tienen, te ofrecen lo mejor.
Conoces a gente especial, personas increíbles. Te impregnas de su sencillez y disfrutas de todo aquello como si fuera la mejor experiencia porque, al fin y al cabo, lo es.
No importa que las calles no estén asfaltadas, que no haya plato de ducha o que las casas se calienten con calderas antiguas. Es parte del encanto de la ciudad de Rehanli.
Te paras a pensar y te encuentras con que te sientes tan bien que estás lleno de un sentimiento de paz y relajación, de satisfacción y de plenitud.
Se podría hasta decir que es lo que mucha gente llama felicidad. Exacto; eres feliz… Y se trata de una felicidad de verdad, no aquella que creamos llenando nuestras vidas de cosas materiales, desfase y tonterías. No podíamos dejar de sonreír.
Como recuerdo de este viaje nos llevamos un montón de experiencias, emociones, verdaderos amigos y un tatuaje de kiná que nos hicieron como señal de amistad las chicas turcas con las que convivimos.

Ahora estamos esperando impacientes a que llegue el día que llegan los amigos turcos a nuestras casas para, esperemos, repetir los buenos momentos que pasamos juntos en Turquía, durante ese viaje inolvidable y enriquecedor en el cual crecimos como personas y que no dudaríamos en repetir.

 

 


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