'Ruta de
la Luz' es una importante iniciativa solidaria formada
por ópticos y optometristas españoles
que dedican su esfuerzo y su tiempo a combatir la
ceguera reversible en el tercer mundo, donde se concentra
el 80% de estas dolencias.
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Jesús
González Sancho con un grupo de niños
de Mozambique. |
La Fundación inició
su andadura en 1995, con tres expediciones en las
que se realizaron chequeos preventivos, intervenciones
quirúrgicas y entregas de material en lugares
como Benin o Togo. La Fundación, muy vinculada
al grupo óptico español CIONE, realiza
no sólo labores constantes de ayuda, sino también
de prevención. Campañas ópticas–oftalmológicas,
ayuda humanitaria en instalaciones, formación
de equipos humanos e incluso infraestructuras, como
la creación en Togo de talleres vinculados
al Centro Diocesano de Autopromoción Femenina
(CEDAF), en los que las mujeres de ese país
trabajan en la fabricación manual de fundas
para gafas y otros equipos, con lo que al objetivo
sanitario se une la ayuda a sus frágiles economías.
Con el fin de conocer mejor esta labor hemos hablado
con Marta Santamaría y Jesús González
Sancho, propietarios de la óptica 'Centro Visión'
en Torrelavega, y que en los últimos meses
han participado en una expedición de 'Ruta
de la Luz' a Mozambique, donde han colaborado en los
proyectos asistencias ya en marcha.
Pregunta.- ¿En
qué consiste el trabajo que realizáis
en Mozambique?
Respuesta.- Nuestro trabajo consiste
en realizar exámenes visuales y detectar los
posibles defectos refractivos para poder solucionarlos.
P.- ¿Es
ésta la primera vez que vais?
R.- No, el proyecto ha ido creciendo
año a año, siendo éste el tercero.
En esta ocasión, además de los exámenes
visuales hemos instalado un taller de óptica
en un hospital de la zona para dar servicio a 40.000
personas y hemos dado charlas formativas tanto a personal
sanitario como a educadores.
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Jesús
González con nuestros reporteros. |
P.- ¿Cuántas
personas fueron con vosotros?
R.- En total fuimos cuatro personas:
un óptico-optometrista de Mallorca, otro de
La Rioja y nosotros dos.
P.- ¿Quién
o quiénes impulsan este proyecto solidario?
R.- La fundación 'Ruta de
la Luz' es la que coordina e impulsa este proyecto.
'Ruta de la Luz' es una fundación con sede
en Madrid integrada por ópticos-optometristas
de toda España y con proyectos abiertos en
varios países como Bolivia, Togo, Benin, Senegal,
Mozambique...
P.- ¿Cómo
decidisteis vosotros ir allí?
R.- Es una decisión personal.
Aunque el proyecto lo hemos desarrollado durante nuestras
vacaciones y el trabajo es muy duro, compensa con
creces el esfuerzo realizado.
P.- ¿Cómo
os entendíais con la población?
R.- Normalmente en portugués
(Mozambique fue colonia portuguesa hasta 1975) aunque
en algunos casos necesitábamos un traductor
para poder entender a las personas que sólo
hablaban el dialecto de la zona.
P.- ¿Cómo
os acogió la gente?
R.- Muy bien. El orfanato que nos
ha acogido durante estos tres años forma parte
ya de nuestra familia.
En cuanto a la población local siempre con
mucho respeto, a veces con algo de temor, pero por
supuesto siempre con mucho agradecimiento.
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Jesús
González en su trabajo. |
P.- ¿Había
muchas deficiencias visuales entre la gente que examinasteis?
R.- Aproximadamente el 60% de la
población revisada necesitó corrección
óptica. Hay que tener en cuenta que para la
mayoría de esas personas era la primera vez
que se sometían a un examen visual y las reacciones
fueron sorprendentes en algunos casos.
P.- ¿Qué
es lo que más os impactó durante vuestra
estancia?
R.- Son muchas las escenas que nos
vienen a la cabeza. Ver cómo andan kilómetros
para buscar agua y leña, ver a las mujeres
lavando la ropa en el río, ver a una niña
de cinco años cargando con su hermano de un
año en la espalda, ver a los niños buscando
en los vertederos. A pesar de todo esto y de las carencias
que sufren en todos los niveles, es increíble
el respeto que guardan a sus mayores y la educación
que demuestran con nosotros.
P.- ¿Creéis
que si todos los países aportaran una cantidad
modesta podría mejorar la situación
de África?
R.- Por supuesto que sí. Este
dinero debería estar destinado a desarrollar
los recursos naturales de estos países y conseguir
que pudieran subsistir por sí mismos.
P.- ¿Cómo
es la vida en los países menos desarrollados?
R.- Muy corta y muy dura. Corta porque
la esperanza de vida en estos países está
alrededor de los 41-42 años y muy dura por
las condiciones en las que viven, sin agua corriente,
sin luz eléctrica, viviendo en chozas, sin
acceso a la sanidad...
P.- ¿Cómo
te sientes al saber que esas personas pueden ver mejor
gracias a tu ayuda?
R.- Como profesionales de la salud
visual es muy gratificante ver cómo tu trabajo
puede provocar lágrimas de alegría,
cuando una persona recibe sus gafas y gracias a ellas
puede seguir trabajando (cosiendo, tallando la madera)
y poder así mantener a su familia.
P.- ¿Vosotros
proporcionáis las gafas si es necesario? ¿Las
lleváis con vosotros?
R.- Sí, a todas las personas
que necesitan gafas se les proporciona una gafa nueva.
Nosotros llevamos un número de gafas, que normalmente
no son suficientes o no coinciden en graduación,
entonces se envían desde España. Por
ejemplo, este año entregamos allí 120
gafas y se mandarán desde España 178.
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Marta Santamaría
realizando una revisión óptica. |
P.- ¿Cuál
era la reacción de la gente al recibir las
gafas?
R.- De alegría y de agradecimiento.
Agradecimiento que expresaban de distintas maneras,
unos bailando, otros con un beso, otros con un abrazo...
P.- ¿De
dónde proceden esas gafas?
R.- De fabricantes de monturas y
de laboratorios de lentes, es por esto que las gafas
son nuevas.
P.- ¿Creéis
que si más personas con posibilidad y preparación
ayudaran a estos países mejoraría su
situación?
R.- Sí, pero no se trata tanto
de desarrollar un proyecto durante un periodo de tiempo
limitado como de proveerles de los medios y la formación
adecuada para que ellos mismos puedan desarrollar
estas actividades.
Este año uno de nuestros objetivos ha sido
la instalación de un taller de óptica
en un hospital de la zona, incluyendo la formación
del personal necesario para gestionarlo. Con eso conseguimos
dar un servicio continuado a la población (no
sólo cuando vamos nosotros) y la creación
de dos puestos de trabajo.
P.- ¿Había
algún peligro, como ataques de animales salvajes
o de otro tipo?
R.- Sí, claro que sí.
Es habitual la presencia de animales salvajes como
cocodrilos, hipopótamos, monos y especialmente
peligrosa la cobra mamba, una de las mortíferas.
Dicen los nativos que si sufres la picadura de una
serpiente y estás con vida para poder contar
hasta tres es que no es una cobra mamba.
Otro peligro más habitual y aparentemente más
inofensivo son los mosquitos, que pueden transmitir
enfermedades como la malaria, por esta razón
dormíamos siempre con una mosquitera que cubría
toda la cama.
P.- ¿Repetiríais
la experiencia?
R.- Por supuesto. Para Marta era
el tercer año y para mí, espero que
no sea el último.
P.- ¿Dónde
os gustaría ir ahora?
R.- La fundación tiene abiertos
proyectos en otros países, cualquiera de ellos
sería un buen destino, pero nos sentimos especialmente
vinculados a este proyecto ya que nació con
nosotros y año a año lo hemos visto
crecer.
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Niños
de Mozambique con sus gafas nuevas. |
P.- ¿Os
ha ocurrido alguna anécdota durante el viaje
o la estancia?
R.- Muchas. Nada más poner
un pie en el país, en la aduana nos abrieron
las maletas y cuando vieron que llevábamos
1800 lentes para el taller de óptica que íbamos
a instalar tuvimos que pagar por ello, ya que allí
hay una ley que dice que hay que pagar por todo lo
que se dona al país.
P.- ¿Qué
sentisteis cuando volvisteis aquí a vuestra
casa?
R.- Es una mezcla de sentimientos.
Aunque agotados física y psicológicamente
nuestras sensaciones son de satisfacción.
A nivel personal te enriquece, ya que estas experiencias
te hacen plantearte que muchas de las cosas que habitualmente
tenemos no son necesarias para ser felices, sino que
la felicidad se encuentra en muchas pequeñas
cosas a las que no damos importancia, como abrir el
grifo y tener agua, tener luz, una casa, poder ir
al médico con sólo una llamada de teléfono,
tener tres comidas al día, tener calefacción
y aunque os parezca increíble poder asistir
a la escuela.

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