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Red-acción
II Época / Nº27
Junio
2008
CULTURA / ASISTIMOS A...

La goleta 'Cantabria Infinita'

Por Marta Quintana, Paola Rodríguez, María Sobera y María Tazón, alumnas de 1º de ESO del colegio Compañia de María.

Era 19 de mayo. Por la mañana había llovido, pero después salió el sol. Comenzamos a subir a esa gran embarcación, su madera brillaba de una forma especial, como si estuviese deseando que subiésemos en ella. Los alumnos de primero estábamos impacientes. Tan solo con un paso ya nos encontrábamos en el barco.

Todos preparados para subir a la goleta 'Cantabria Infinita'.

Era un lugar cálido con un aire rústico, grande, de madera y tenía unas velas enormes, que utilizaba para coger impulso y conseguir así mayor velocidad, pero por la falta de viento se utilizó el motor.

Era una sensación muy agradable, el sentir el viento en la cara, el olor a mar, los traqueteos que producían las olas en el barco y un largo etcétera de sensaciones indescriptibles.
Nos entregaron un folleto en el que nos explicaban y exponían mediante ilustraciones cada una de las partes del barco: el mástil, las velas, el casco…
Nos prestaron unos prismáticos de alta potencia, como los que utilizan ellos en sus viajes.

Partimos desde el puerto de Puerto Chico y fuimos navegando a través de la bahía hasta llegar al Cabo Mayor: pasamos cerca de la isla de Mouro, la isla de los Ratones, el Cabo Menor…
La vista de Santander desde el mar es completamente diferente a la que percibimos cuando paseamos por sus calles, sobre todo por los barrios. Es una imagen blanquiazul, verdosa, atractiva, singular. Parece que las casas se pelean por asomarse al mar y que todas porfían por enseñar su mejor imagen a la bahía. Es una imagen preciosa.

La vista de Santander desde la bahía es impresionante.

Al principio nos mareamos un poco ya que para muchos era una nueva sensación pero a medida que avanzaba el tiempo, nos fuimos acostumbrando.

A la vuelta, ya habíamos visto todo y volvíamos por el mismo sitio, comprobamos que la imagen era diferente dependiendo de la luz. Un rato más tarde, nos llevaron a ver por grupos el interior de la goleta. Tenía un gran sofá de cuero negro y un gran televisor de plasma, todo ello rodeado por folletos de Cantabria Infinita. Después nos enseñaron la cocina y un mapa del barco. Luego estuvimos en la proa, en una red, tumbados en la parte dónde daba el sol. Al final nos mandaron estar sentados en los bancos, porque íbamos a atracar.

En definitiva fue una salida que nos ayudó a conocer mejor nuestra ciudad, admirar su belleza y a sentir la brisa salobre del mar mientras nos mecíamos en una goleta de película.

 


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