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Red-acción
II Época / Nº25
Abril
2008
CULTURA / GALERÍA DE ARTE

El jardín de Isaac

Por Isabel Bodoano, alumna de 3ºB del IES Juan José Gómez Quintana de Suances.

A principios de invierno Isaac paseaba por su parque observando sus manzanos, ya marrones y sin hojas. Sin embargo, su ojo captó el último fruto de la cosecha. No es una de esas manzanas rojas que contrastan con el desolado paisaje, sino una manzana podrida pequeña y llena de agujeros. Sin embargo, le hace gracia cómo cuando el viento intenta arrancarla ésta se aferra a la rama como si reuniera todas sus fuerzas para no precipitarse en el vacío.

'Manzano con mesa', obra de Sebastián Garretón.

Al cesar el viento, la manzana respira tranquila. Se pregunta si hubiera sido mejor que esta vez hubiese sido la última, que se hubiese rendido en una batalla que desde pequeños sabemos tenemos perdida. Por un instante vuelve a su infancia y se da cuenta de su error. No, desde pequeños no. Recordó un jardín lleno de flores y amigos, posiblemente tuviese problemas, pero no ese. De alguna manera por mucho que las manzanas cayesen, ella en el fondo no las veía. Ni mucho menos llegó a creer que ella llegaría a caer. Aun ahora que notaba cómo un gusano más se abría paso hacia su corazón, aun ahora que lo único que sentía eran los dolores de la vejez, no la idea de la muerte, le parecía lejano casi irreal. Porque me temo que así es, todos caemos a la nada, pero nadie lo ve, preferimos luchar hasta el final, como la manzana nos aferramos a nuestra ramita de esperanza y aunque todas las demás manzanas se estén pudriendo en el suelo nosotras no las vemos, hemos visto su caída pero ¿quién nos dice que la caída es hacia el suelo y no hacia el cielo? La vista está claro, pero ya por una razón, ya sea por otra, nuestra vista nos falla y somos incapaces de ver como las manzanas caen, y se pudren. ¿Y esta mal esto? ¿Está mal que cada minuto de nuestra vida no sea una cuenta atrás sino una eterna lucha motivada por una esperanza que aunque irreal, una esperanza que nos dejará vivir la vida hasta el último minuto y cuando el final llegue, no temerle?

Y al ver caer al fin la manzana, Isaac se dio cuenta. La gravedad es inevitable, nos hace caer a todos por igual: la manzana cae al suelo como nosotros caemos en la muerte. Pero contra lo inevitable no hace falta desesperarse y sucumbir, sino vivir lo mejor que se pueda y cuando la gravedad nos impulse hacia abajo sólo entonces podemos dejar de luchar y entregarse, no como alguien que ha perdido una batalla y humillado súplica por lo imposible, sino como aquel que no confunde esperanza con ilusión lucha lo mejor que puede y acepta su destino como el mejor final que se le puede dar a su mayor aventura: la vida.



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