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Nº 60
CULTURA / GALERÍA DE ARTE

Letras en la brecha y otros ganadores

Por Marta Lizcano Barrio, Lucas González de Aledo y Carlos Bargues Sánchez, alumnos de 3º ESO, 1º y 2º de Bachillerato del IES Las Llamas de Santander.

El instituto Las Llamas de Santander ha fallado recientemente los premios del certamen literario que convoca cada curso escolar. Este concurso tiene dos modalidades: narrativa y poesía y cada una de ellas está dividida en dos: alumnos de secundaria y de bachillerato. En este número reproducimos los trabajos que ganaron el primer premio en cada una de las categorías.


Un tren puede ser el escenario de un crimen.

 

POESÍA NIVEL-I

Mi vida, mi camino, el pedregal
Marta Lizcano Barrio 3º-C

“La vida es una torre
y el sol un palomar.
Lancemos las camisas tendidas a volar”


Gerardo Diego

 

Olvidémonos de todo
Y dejémonos llevar
Pero nada a la ligera, no hagas nada sin pensar.

Eres dueño de tu vida
De tu destino y final
Tú puedes cambiar el rumbo, conseguir felicidad.

Creo no existe el destino
De ti depende el volar
Sólo tú tienes la llave de la torre y palomar.

Mala gente en tu camino
Siempre te vas a encontrar
Y en ese duro sendero querrán verte tropezar.

Mas siempre que esto te ocurra
En la linde encontrarás
Ese árbol que con fuerza, tu caída detendrá.

Y la niebla que ya entonces
Cubre el pedregal, fatal,
Poco a poco con su luz de amigo disipará.

Como la luz de la luna
Ilumina noche ya
Tú aquí iluminas mi vida, mi camino, el pedregal.

Tú detienes mi caída
Me das fuerza para andar,
Sin tí veo, vida mía, un sendero sin final.

Todo negro, yo abatida,
Busco estrellas sin cesar
Pero no encuentro ninguna, sólo veo oscuridad.

El miedo me acecha dentro,
Quiero y no puedo gritar
Necesito de tu aliento para poder respirar.

Y en medio del denso negro
Veo una luz titilar,
Tú vienes a rescatarme, se acabó la oscuridad.

Y la amistad demostrada
Vale mucho, mucho más
Que sus ganas incesantes de a ti verte fracasar.

Y yo ahora sé que nunca
No sólo nunca, jamás,
Por ninguna circunstancia tú me dejarás marchar.

 

Canibalismo Otoñal de Salvador Dalí

 

NARRATIVA II

Letras en la brecha
Lucas González de Aledo 1º A Bachillerato

                                                                                                      8-10-1936

Añorada Laura:

Ni el agua ni el alimento son suficientes para saciar el apetito de mis pies que sangran por las ampollas, aunque de mucho me han servido tus galletas.

Cuarenta kilómetros han soportado mis cansadas piernas y mi nuevo compañero, el fusil.

Ya hemos instalado el campamento para pasar la noche, son las dos de la mañana y me toca hacer guardia, no puedo dormirme. Dicen que ya estamos cerca del peligro y tan sólo quiero que nos ilumine el sol.

Servidor que siempre te amará
D. A. García


                                                                                                   11-10-1936

Laura:

El gallo desvela lo que oculto tras la noche, nos encoge el corazón.
Cientos de cuerpos agonizan en el suelo cubiertos de sangre, mientras luchan contra el cielo por robarle un susurro de vida. Macabro es el espectáculo de un cuerpo sin piernas, de un brazo sin cuerpo o de un río que sólo entiende de rojo.
No puedo reaccionar.
Me mareo.


                                                                                                    15-10-1936

Querida Laura:

Batalla tras batalla, cada una peor que la anterior. Parece que alguien disfruta del dolor ajeno, excitado por esta orgía de sangre y muerte.
Miro al frente, y tras aquel árbol noto que una sombra se esconde. Apunto con mi fusil y estrangulo el gatillo; el silencio se apodera de todo cuando mi bala deja de silbar y un cuerpo cae al suelo. Una familia más arruinada, una mujer llorando, un hijo huérfano, una madre desolada… todos ellos preguntándose por qué tanto dolor. Cientos de sentimientos y recuerdos yacen ahora tras esas cortezas. Una vida entera, llena de sueños, de esperanzas… enterrada sin tumba sobre la tierra, y sólo una bala menos en mi fusil.
Noto como su cuerpo se arrastra y se agarra al mío, para que una vez muerto me sea más difícil emprender el vuelo, como un lastre para mi alma.
¡Qué simple es acabar con una vida! ¿verdad? Y una bala tras otra salen de mi fusil, sin saber por qué lo hacen, pero nada las detiene, no las detengo.
Mi alma cada vez lleva más peso.
Me despido con amor y pensando en ti
D. A. García


                                                                                                   30-10-1936

Mi amor

Hoy hemos vuelto a ganar otra batalla, aunque cuantas más ganamos más siento que he perdido.
Me levanto por las noches, llorando sin saber el porqué, sin motivo aparente. Las lágrimas congeladas se me clavan en la cara. Sé que son de color rojo, aunque la noche me intente confundir robándole la luz al sol. Rojo como la sangre que riega el suelo cuando todo se nubla, rojo como los rojos que se cuelgan de mi alma…
Hoy han llegado al campamento más jóvenes asesinos listos para graduarse. En sus miradas veo la convicción de hacer lo correcto, de luchar por una causa justa, por un país al que darle poder, pero pronto esos ojos estarán vacíos.
Sé que sus pieles no han derrotado a muchos inviernos, y quizá sea la primera noche alejados de las llamas de una familia y un hogar. Pronto necesitaremos más. Siempre más…


                                                                                                   10-11-1936

Amada Laura:

Cada día espero acunar al sol y volver a estar junto a ti. Lejos de los lujos, me aferro a la foto, firmada con un beso, que me entregaste en la estación para soñar con tus caricias en las noches más frías, y sueño con sentarme a tu lado y besarte… como siempre hacíamos en la orilla del mar, donde flirtean la arena y el agua y se cantan canciones de blanco y azul cuando el sol se arropa para irse a dormir. Pienso en esa mirada tuya que hacía parecer oscuro el azul más claro, en tus brazos color de canela, con los que me abrazabas el corazón durante la vida y los sueños.
Y nos esconderemos en nuestro nido como lo hacen los pequeños polluelos en la cama de su madre, para estar siempre juntos, uno dentro de otro. Siempre juntos. Siempre…
Al despertar todo se vuelve oscuro, aunque yo sé que tú has estado aquí, mirándome mientras dormía, curándome las heridas con la dulzura de tus lágrimas, y aún siento el olor de tu figura, jugando en mi nariz, y, si la noche ha sido fría mis manos están calientes, pues tú has estado agarrándome la mano, para que sepa al despertar que no sólo era un delirio de mi anhelo, sino la pura y mentirosa realidad. Pero has tenido que irte, pues no quieres que los arroyos de sangre que torturan quemando el suelo, puedan siquiera admirar tu belleza o tu cuerpo desnudo, arropado por tu melena, como las fuertes y añosas ramas del roble, protegen el pequeño y frágil nido.
Y cada día las noches se hacen más oscuras y más frías porque saben que no soporto despertar una vez más sin estar contigo. ¿Cuánto más aguantaré? ¿Cómo puede un solitario corazón delirante soportar más tiempo lejos de su fantasía, si cada noche que no sueño contigo aumenta la escarcha que me astilla por dentro?
Por eso y porque te amo y porque quizás sea ésta la última carta que te escriba, te envío en esta carta mi corazón, que guardarás, escondido en tu mesita de noche, para que en cada atardecer lo acunes, y pueda oír el susurro del mar en tu boca cuando le hables al oído, y poder así no perder nunca, lo que es, y será por siempre nuestro.
Siempre tuyo
D. A. García


                                                                                                   29-11-1936

Querida Laura:

Nos encontramos en una trinchera al norte de Madrid, es de noche, y apenas puedo ver más allá de las órdenes de aquellos que me enviaron a morir por esta causa, que ni siquiera puedo comprender.
El frío congela mi sangre impidiéndome sentir el calor que tu recuerdo me proporciona.
Apenas puedo dormir pensando en cuántas rosas he cortado, y en cuántas familias lloran al amanecer por esos pétalos ya marchitos. Mis balas sin control castigan todo aquello que se oponga a mi bandera, sin mirar tan siquiera el color de su corazón.
¿Qué estamos haciendo? ¿Realmente merece la pena tanto dolor y desamor esta causa?¿Cuántas vidas humanas puede secar la sed de poder?
Me duele el alma, sangrando como un cielo en un día de tormenta, y me derrumbo.
Me derrumbo como se derrumban los castillos de arena con el roce de las olas, poco a poco y sin remedio, muriendo finalmente en el oscuro y profundo océano.
Una granada explotó sobre nuestras cabezas. Un duro golpe de piedra dobló mi casco, pero no tan afortunado fue el hombre que combatía a mi lado. Un cascote le golpeó su desnuda cabeza. Maquinalmente, y sin dificultades se incorporó, y también maquinalmente se llevó las manos a la cabeza, porque en su nueva postura se le desvanecía algo. Al retirarlas después, las vio teñidas de sangre y cayó de nuevo como si algo le hubiera sido arrebatado sin avisar, y pasó a formar parte del frío barro.
Su última mirada clavada en mis ojos. Una mirada que ni teniéndola cien veces ante ti podría describirse. La mirada de la muerte ¿desolada, tranquila, triste, sosegada, de dolor, de amor, de felicidad…? tan llena de recuerdos y tan vacía… Al ver esa mirada ves la del fusilado de ayer, la del coronel emboscado.
En su mirada ves la tuya.
Ves esos momentos de tu vida tan insignificantes pero que lo significan todo: el primer amor, la primera risa, esa novia con flores en el pelo y una canción encerrada en su sonrisa, ese beso debajo de un árbol en el parque, el caluroso abrazo de tu madre en el que era imposible no quedarse a vivir por siempre, una despedida junto al mar, o una mirada del vagón a la estación. Esos momentos tan personales pero que a todos nos han calentado el corazón. Tuyos, míos, suyos, nuestros…
Se coordinaron su pecho y el reloj en el momento de pararse. Parecía que las balas que surcaban el aire se habían callado para guardar silencio por la muerte de aquel hombre sin nombre. Y ahora, llorando, no encuentro palabra en idioma alguno que se aproxime siquiera al contorno de aquel sentimiento, de ver morir a un hombre en tus brazos sin un porqué, porque a aquel que en su despacho nos manda a morir, no sabe cómo es la guerra o no le importan nuestras vidas.
Levanté la cabeza y busqué; busqué un camino para huir de aquel lugar, pero sólo había uno, empedrado con cuerpos desnudos, despojados de cuanto tenían, su única costumbre era la de soñar con un mundo sin demonios disfrazados de hermosas águilas, y al final del camino estaba yo. Mi fusil humeaba sangre, mirando por encima del hombre a los caídos que darán de comer al mal augurio. Y era yo quien portaba sus vestidos, luciéndolos en insignias de guerra colgadas de mi pecho, pero yo no quería ese camino, así que pinté mi uniforme con la muerte de un asesinado, y me tumbé en el suelo, esperando a que cesasen los truenos.
D. A. García


                                                                                                   21-12-1936

No aguanto más.
Cada noche pasan por delante de mí los rostros de aquellos a los que he matado, sus cabezas cortadas y los ojos en blanco mirándome fijamente. Algunos lloran desconsolados, secándose las lágrimas en pañuelos negros como mi alma. Otros se retuercen de dolor, agonizando, pactando con el diablo para que pare su agonía. Otros sólo me miran despreciándome, desde arriba, y entonces veo a mi madre, con la cara ensangrentada, llora y me mira con lamento. La he matado, y a mi padre, y también veo a mi hermana pequeña, pero ya no luce como lo hacía antes; su mirada de bebé se ha convertido en la de un esclavo suplicando a Dios el fin de la vida de su secuestrador. Y ya no sujeta esa muñeca de madera y trapo que le regalé cuando nació. Ha perdido la inocencia sin haber cumplido una primavera. Y entonces vuelvo a aquel camino de aquella noche, y revivo cada momento una y otra vez, cada vez más lento y más despacio, recordando ese dolor que ahora justamente es devuelto a mi corazón
Por eso, mientras escribo esta carta, sé que hago lo correcto, éste es el otro camino que no he conseguido ver porque no era digno de soñar. Y ahora sólo pienso cómo devolverte el calor de esas noches que me diste, y en cómo expresar el dolor de no volver a ver tu pelo rasgar el tiempo, ni sentir tu cuerpo bajo las yemas de mis dedos.
Y si es verdad que mi alma es tuya, será ella quien te besará cada mañana para ver juntos el atardecer, y quien te arropará en estas noches tan frías como tú has hecho conmigo. Y así, unidos, tallar en los árboles corazones como aquel del parque donde nos besamos por primera vez y que nuestro amor dure como duran las estrellas allá donde todo el mundo puede verlas.
Aunque muerto, siempre tuyo. Tu amor
D. A. García

 

POESÍA II

Las dos caras
Carlos Bargues Sánchez 2ºD Bachillerato

Besarse bajo un retrato
Besarse frente a un espejo,
No importa cual sea el sitio,
Si éste es un amor sincero.
Los suspiros son el aire,
Las caricias son el viento,
Y al juntarse en armonía
Surgirá un calor intenso.
Tacto base del placer,
Las manos seres inquietos,
Las dos almas una misma,
Al unirse con deseo.
Y entre risas y susurros
Y jugando con el pelo,
Ya no importa nada ahora,
Ahora arde un dulce fuego.

Pero si el amor se pierde,
Por distancia o por el tiempo,
¿Dónde va todo ese amor
que en los cuerpos dejó un hueco?
Entre mares y montañas
Busca ahora aquel sujeto,
Para encontrar aquel calor,
Convertido en frío hielo.
Después de haber pasado
Malos ratos y tormentos,
No encuentra donde ha ido.
El corazón ya maltrecho
Finalmente se da cuenta,
De que no todo es un sueño,
Que el amor tiene dos caras,
De que no todo es perfecto.

El próximo número publicaremos los accésit de este concurso literario en la modalidad de narrativa y en la modalidad de poesía, en la categoría I (alumnos de ESO) y en la categoría II (alumnos de Bachillerato).

 


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