Yo no he
vivido la guerra civil pero me lo han contado en primera
persona. Y he sentido el miedo del escondite en la
ladera, la muerte que otros ojos vieron, el hambre
de la posguerra...
|
Miliciano herido
de muerte. Robert Capa. 1936 |
En el año 1936 fue la guerra
civil. Yo no la he vivido, claro, pero un vecino de
mi pueblo, Penilla de Toranzo, la vivió con
sólo 10 años. Él se llama José
Cruz, conocido en el pueblo como Pepe, y me ha contado
lo que vivió él en la guerra civil,
y lo que vivieron sus familiares y vecinos en Penilla.
A duras penas me ha podido contar algo, pero creo
que es suficiente. Cuenta que cuando estalló
la guerra la gente pareció haberse vuelto loca,
muchas mujeres tuvieron que quedarse solas porque
sus maridos tenían que ir a la guerra.
Cuando los rojos, los comunistas,
los nacionalistas y falangistas ocuparon la zona la
gente de Penilla se refugió en una cueva que
se encuentra en la ladera del monte, cerca de los
prados donde los vecinos tenían las vacas,
porque los aviones pasaban y tiraban proyectiles.
La boca de la cueva la tapaban con sacos de arena
para que cuando cayera algún proyectil no se
ahogaran con el humo. Era difícil salir de
las cuevas, porque te podía matar alguna bala
de los soldados y demás que estaban luchando
y disparándose en el pueblo.
Pepe cuenta una anécdota que
le contó a él un señor; ese señor
y otro estaban en el prado con la vacas cuando empezaron
a pasar los aviones, ellos dos tuvieron que comenzar
a bajar la ladera hacia la cueva para refugiarse,
pero con tan mala suerte que uno de ellos no llegó
porque lo mató una bala perdida de algún
arma de los que estaban luchando más abajo.
En las laderas de Penilla, por encima
de la cueva, había dos mujeres asturianas,
escondidas en un nido de ametralladoras muy bien hecho,
desde donde controlaban todo el pueblo junto con algunas
tropas rojas y tenían unas trincheras desde
lo alto de la montaña hasta la carretera del
pueblo para poder protegerse del enemigo y a la vez
defenderse.
Estas dos mujeres disparaban contra
todo lo que se movía por el pueblo, ya fuera
el enemigo, vecinos del pueblo… pero los nacionalistas
las cogieron y los vecinos pudieron volver a sus casas,
claro con miedo, pero volvieron. Según Pepe,
en el pueblo cada vez quedaba menos gente, unos que
murieron y otros que se ponían en un bando
u otro, y otros que iban a la cárcel, por ejemplo
un tío de Pepe fue apresado por los nacionalistas
y murió.
La gente, una vez que llegó
a sus casas, intentó recuperar su ganado para
ordeñarlo, porque antes, cuando estaban en
la cueva, no podían salir las mujeres a ordeñar
porque disparaban desde Aes al monte de Penilla con
cañones y tenían miedo a morir por la
explosión de un proyectil. Algunos no explotaban
y el monte estaba lleno de proyectiles e incluso creo
haber oído que aún quedaba uno sin explotar,
pero la Guardia Civil se hizo cargo de él.
Pepe vio varios muertos, dos o tres
soldados y siete u ocho vecinos de este pueblo que
estaban en el bando nacionalista. En este pueblo también
hubo algún comunista que fue de los que tiraron
la iglesia abajo casi entera.
En la guerra también hubo
mucho hambre y gracias a que llegaron los italianos
que pusieron una cocina muy grande debajo de unos
árboles centenarios que ya no existen, allí
iba la gente con un plato y dos soldados les daban
de comer lentejas y pan. También tenían
otra cocina en el Soto, un pueblo lindante a Penilla
y así fue terminando la guerra.
Después vino la posguerra
que, según Pepe, fue mucho peor que la guerra,
por la falta de comida, porque el poco pan que había
era moldeado con una lata y tenía más
paja que harina y lo comían porque “al
hambre no hay pan duro”. Así fueron pasando
esos años tan duros para la población
española.
SUBIR
|
|