El IES Valle
del Saja celebró con numerosas actividades
culturales el Día del Libro. Entre ellas, convocó
un concurso de microrrelatos. Recogemos los trabajos
premiados en todas las categorías.
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Cartel anunciador
del concurso. |
NO
SIEMPRE TRIUNFA EL AMOR. Por Clara Saiz
REENCUENTRO. Por
Andrea Gómez
RECUERDOS Y ANHELOS.
Por Jan L. Nogal
RECONSTRUCCIÓN.
Por María Argüeso
EL CHICO DE LAS ESTRELLAS.
Por Carmen García Cueto
NO VUELVAS A HACER ESO
NUNCA. Por Bárbara del Valle
LOS LAZOS, LAS SEDAS
Y LAS SOGAS. Anónimo
DEFENDIENDO EL GRIMORIO.
Por Leire Olabe
'NO
SIEMPRE TRIUNFA EL AMOR'
Por Clara Saiz Oslé
Premio de Microrrelatos 1º y 2º ESO
Hasta hace un tiempo
por ti lo haría y daría todo. Pero me
puse a pensar y todo por las palabras que le duelen
a mi corazón. Puesto que de pocas palabras
sueltas ...
Esta, tu única y triste oración:
¡No vuelvas a hacer eso! te lo pido por favor.
Esas palabras le dicen que abandone a un pobre y triste
corazón.

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'REENCUENTRO'
Por Andrea Gómez, 2ºC
Premio de Microrrelatos 1º y 2º
ESO
En algún lugar
de aquel solitario mundo Anabelle miraba el vacío
desde el borde del acantilado. Las olas se abatían
contra las rocas salpicándola, mas ella parecía
no darse cuenta. Abrazaba sus piernas cerca de su
pecho mientras la tormenta alcanzaba su climax. Perdida
en la oscuridad de aquel lejano y frío mundo
de sombras en la que la que la había sumido
su partida. Prometió que volvería y
ella esperó y esperó, olvidando la fragilidad
de la vida humana. Hasta que finalmente se dio por
vencida. Lo único que le reconfortaba ahora
era escribir, entrelazar palabras en su diario, expresar
su dolor por medio de los trazos.
Anabelle se sentó
frente al viejo escritorio de caoba y comenzó
a escribir. A pesar de todos los años que habían
pasado todavía recordaba a la perfección
cada mueca, cada sonrisa, cada gesto, cada mirada.
Justo en ese instante un ruido hizo que dejara su
pluma y diera la vuelta. Pensó que la locura
la embargaba al verle plantado frente a ella. Solo
por unos segundos. Después se abrazó
a él y ne le soltó mientras golpeaba
su pecho liberando toda la ira contenida.
- No vuelvas a hacer
eso, no vuelvas a largarte sin más.
- Lo prometo- dijo él mientras una sonrisa
burlona iluminaba su rostro.
- Te quiero Ashzar
- Lo sé.

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RECUERDOS
Y ANHELOS
Por Jan L. Nogal, 2ºA
Premio de Microrrelatos 1º y 2º ESO
Rasga las cuerdas.
Un sonido extraño, desafinado. Las pulsa, creando
la magia. Distintas posiciones, alternadas, armonía.
Sonríe, mirando al horizonte, en una ladera.
Una guitarra, su canción. Re, Fa sostenido,
Si bemol... notas que significan demasiado.
En un constante movimiento su expresión se
torna triste. ¿Qué piensa? Sólo
él y su confidente lo saben. Recoge una flor
y arranca un pétalo, que es arrastrado por
el viento. Parece ausente, sin presencia. Continúa
con la música, apartado. ¿Qué
siente? Sólo él y su confidente lo saben.
Contempla el azul, se deslumbra con el dorado y observa
el verde. ¿El rojo? Sólo él y
su confidente lo saben. En su memoria una frase grabada
"No vuelvas a hacer eso", en un largo paseo
al lado del puerto, donde todo empezó. La lágrima
que desliza en su mejilla es casi invisible, baja
hasta desaparecer en su garganta. Tararea la estúpida
canción, recordando el paseo, recordando todo
lo bueno. ¿Qué pasó? Sólo
él y su confidente lo saben.
Otro recuerdo aparece, un recuerdo que en verdad no
existe, es un anhelo. Una estrujada tienda desordenada,
albarotada, en una concurrida calle de una gran ciudad.
Estanterías llenas, objetos deseados. Allí
todo podría haber comenzado. Pero no, no lo
hizo. Algo salió mal, demasiada perfección,
se podría decir, un sueño irreal. ¿Por
qué fue a mal? Tal vez ni siquiera él
y su confidente lo sepan.
En silencio sufre, desalmado, desesperado. "Corazón
de piedra", le dicen. "Mantente fuerte",
repiten. "Estamos contigo", susurran. Nada
le alivia. Palabras huecas, un sentimiento ido, una
caricia que podría arreglarlo todo. ¿Cuándo?
Absolutamente nadie lo sabe.
Rasga las cuerdas. Un sonido agradable, afinado. Las
pulsa, creando magia, el sentimiento vuelve, vagamente,
tan solo un recuerdo de cómo fue. Un anhelo
de lo que podría ser.

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RECONSTRUCCIÓN
Por María Argüeso, 2ºB
Premio de Microrrelatos 1º y 2º ESO
Primavera. Un campo
de margaritas bajo los abrasadores rayos del sol.
Pajaritos cantando. Algunos sobre los árboles,
otros volando, acariciando la suave brisa del viento.
Hay una niña de unos 12 años sentada
bajo la sombra de un fresno. Está leyendo.
De repente, sobre su boca se dibuja una sonrisa. La
niña cierra el libro, lo deja sobre la hierba
y se tumba sobre las margaritas. Mira el cielo, contempla
las pocas nubes que hay, divisa las montañas,
se esconde del sol bajo su brazo...
Es la hora de comer. La niña vuelve a su casa,
pero durante la comida discute con sus padres y sale
del comedor corriendo, dirección al campo de
margaritas. llega a la sombra de un fresno. Aún
es mediodía y, envuelta en un mar de rabia,
enfado y desesperación, comienza a arrancar
las flores, a pisar a los insectos, que ahora vuelan
con miedo, intentando salvar sus vidas, a destruir
la bonita naturaleza en la que tenía su lugar
de sosiego. "¡Qué he hecho!",
piensa ella y llorando sobre la hierba se queda dormida.
Cuando despierta ya es de noche. Recapacita sobre
su actitud y, tumbada nuevamente sobre las margaritas,
vuelve a mirar al cielo. Está cubierto de un
manto azul oscuro con brillantes puntitos plateados,
la luz de la luna es más fuerte que nunca.
Es como una lámpara que se enciende a las 3:00
de la mañana en una habitación oscura.
De repente, una brillante idea despierta en su cabecita
y ...
Primavera. La niña aparece por la mañana
con herramientas y una bolsa grande llena de flores
y semillas, empieza a reconstruir lo que un día
estropeó y una vez que ha acabado de mimar
de nuevo la tierra mira su pequeña obra de
arte y se dice: "No vuelvas a hacer eso".

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EL
CHICO DE LAS ESTRELLAS
Por Carmen García Cueto, 3º ESO
1er premio de Microrrelatos 3º y 4º ESO
La chica tenía
sólo cinco años cuando su madre le leyó
por primera vez el cuento de 'Peter Pan'. Esa misma
noche la niña dejó abierta la ventana
antes de dormir. pero en lugar del duende vestido
de verde aquella noche la pequeña vio entrar
por su ventana un niño de su edad que volaba
hacia ella dando volteretas. El chico se quedó
flotando a escasos centímetros de su cara y
sonrió.
- Me gustas -le dijo-
¿Quieres ser mi novia?
- ¿Qué hacen los novios?
- Se dan abrazos y se regalan flores. Yo no puedo
darle una flor, pero puedo traerte una estrella.
La chica sonrió
y abrazó al extraño niño. Desde
aquel día el chico fue a visitarla todas las
noches para jugar con ella. Pero una noche, cuando
la chica ya había cumplido diez años,
su amigo dejó de ir.
Habían pasado ya seis años desde aquello
cuando la joven oyó de nuevo un ruido en la
ventana. Se levantó para abrir las cortinas
y se encontró tras el cristal con aquellos
ojos ambarinos que tanto había anhelado volver
a ver.
- No vuelvas a hacer
eso- le reprendió él al entrar- No vuelvas
a cerrar la ventana.
- No vuelvas tú a abandonarme -le respondió
seriamente.
El chico la miró
de manera culpable y le mostró el pequeño
objeto brillante que tenía entre las manos.
Fui a por tu estrella
-contestó tratando de excusarse- No creí
que tardaría tanto tiempo en conseguirla.
La chica sonrió
y lo abrazó con fuerza, en verdad había
echado mucho de menos a su chico de las estrellas.

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NO
VUELVAS A HACER ESO NUNCA
Por Bárbara del Valle, 4º ESO
2º premio de Microrrelatos 3º y 4º
ESO
En la barra del bar
los dos hombres se hallaban ante sendas jarras de
espumoso líquido dorado, uno de pie y otro
sentado. Los ojos del primero fijos en su amigo centelleaban.
Los dedos del segundo recorrían el cristal,
frío como su alma.
- ¿Por qué?
- ¿Tienes el valor de preguntártelo?
-silencio en la respuesta- ¿Sabes cómo
está tu madre?, destrozada es poco.
Tampoco hubo contestación.
Bebieron largo rato sin mediar palabra.
- Gracias por la
cerveza.
Se levantó
y, sin más explicación, salió
del oscuro local. La luz de la calle le hacía
entrecerrar los ojos vacíos de toda emoción.
Se encaminó hacia casa al ritmo de quien no
lo tiene. Eran las seis de la tarde cuando subió
las escaleras del portal hasta el segundo piso e hizo
girar la llave en la cerradura bruñida. La
figura de su madre, temblorosa, se recortaba a contraluz
de las ventanas del salón. Se acababa de levantar
del sillón y sostenía algo entre las
manos. Para cuando Mario se dio cuenta de qué
era, los brazos de la mujer que le había dado
la vida ya lo tenían encañonado.
Te amo cada día, desde antes incluso de saber
que estaba embarazada. Cuidé de que no te faltara
de nada cuando tu padre nos dejó ¿Y
así me lo pagas? ¿Metiéndote
en las mismas mierdas que él? No permitiré
que te lleven a ti también, cariño.
Sus dedos rozaron el gatillo y por un momento las
convulsiones cesaron: Uno. Dos. Tres. Tres tiros invadieron
y destrozaron el abdomen de Mario. Su madre, despeinada,
demacrada y en bata, arrastró los pies hasta
su cuerpo. Él la miraba, aun sin rastro de
emoción.
- Te quiero, mamá.
Cerró lo ojos. Ella rompió a llorar
y eligió una bala como última cena.

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LOS
LAZOS, LAS SEDAS Y LAS SOGAS
Por 'Un hijo', Bachillerato
1er premio de Microrrelatos Bachillerato
Aún recuerdo,
casi como si ayer fuera, el día en que mi padre,
venerado y siempre querido, me dijo, en referencia
a una pequeña y quizás no tan inocente
como la edad exigía, escapada: "no vuelvas
a hacer eso".
Aun hoy escudriño aquellas palabras y me pregunto
sobre el trasfondo que, yo intuía, tenían.
Mi padre nunca ha sido autoritario, tajante, pero
aquella frase cargaba una emoción imperativa
e inusual que causó cierto estrago en mi aún
pueril conciencia.
Quizás no se refería a la escapada en
sí, pienso ahora. Quizás iba más
allá. Creo que se refería a que no podía,
bajo ningún concepto ni excepción, volver
a asustarle, afligirle de modo similar a como aquel
día ocurrió, cuando siendo todavía
tan pequeña, pensó que me había
perdido. Lo cierto es que aún estaba todo por
llegar. ¿Cuántas veces, después
de tenerlo siempre presente, habré desobedecido
aquella inédita, global y quizás única
orden que mi padre me dio? ¿Cuántas
veces en la vida de hasta el mejor de los padres tiene
éste que vivir el pavor de no saber si su hijo
va a ser capaz de llegar a ser feliz? ¿Cómo
huir de la responsabilidad que uno siente cuando ve
el reflejo de sí mismo perdido y éste
no acepta, aparentemente al menos, alguna que intente
sosegarle, guiarle y volverle al camino de la razón?
Debe ser duro y arduo ser padre, pero la gran lección
que yo he recibido es que no importa cuantas veces
yerre uno, porque un padre como una madre verdaderos
jamás perderán la esperanza y el amor
por aquellos que portan sus mismos ojos, taras y gestos.
Ser padre es para siempre. Dios quiera que un hijo
nunca olvide tal verdad.

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DEFENDIENDO
EL GRIMORIO
Por Leire Olabe, Bachillerato
2º premio de Microrrelatos Bachillerato
Mientras corría
por el bosque como si me fuera la vida en ello -que,
por cierto, me iba-, me dí cuenta de que mi
compañero se había quedado atrás,
atrapado por los cazadores. Nuestros cazadores. Saqué
la varita y ... Si, uso varita. No me mires así,
¿no sabes lo que son los magos? ¿Sí?
Pues eso soy yo. Y mi compañero. Y los cazadores,
ahora que te he solucionado tus dudas, sigo... Lancé
un hechizo. Los cazadores quedaron aturdidos y en
poco tiempo mi compañero me alcanzó.
- ¿Por qué nos persiguen? Por favor
deja de interrumpirme.
No tardamos mucho en llegar a nuestro escondite, éramos
rápidos.
- ¿Te lo llegaron a quitar? - le pregunté
alarmado.
- No, está en mi bolsa - Me informó
señalándola con la cabeza.
La abrí y
saqué el grimorio. Si has visto películas
medievales te lo imaginarás bastante bien:
tapas gruesas verdes oscuras, las páginas de
color beige y de letras góticas con toques
dorados aquí y allá.
La noche se nos pasó
rápido en aquella acogedora cueva. No te aburriré
con los detalles de cómo encontramos la guarida
"del malo". Vale, sí, nos capturaron
y nos encerraron allí. ¿Contento?
Por circunstancias
de la vida mágica acabé en una pequeña
batalla contra nuestro enemigo. Probablemente debería
de haber estado asustado, pero me encontraba realmente
emocionado. En un despiste de mi contrincante sorprendentemente
le tiré al suelo. Me acerqué a él
apuntándole con la varita en la cara y ...
casi grité del susto. Me quité el agua
helada de la cara con las mangas del pijama. Al lado
de cama mi hermano me miraba con un vaso vacío
en su mano.
¡¡Feliz
día de los l...!
No vuelvas a HACER ¡ESO!
Y echó a correr detrás de él.

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