Esta es
la historia de un vecino de Socobio, Manolo San Román
Gutiérrez, que vivió y padeció
la Guerra Civil. Cuando estalló el conflicto
tenía 13 años y su vida cambió
por completo.
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Un republicano
busca refugio en la Plaza de Toros de Teruel. |
Quien cuenta la historia es Manolo
San Román Gutiérrez, que nació
en 1923. Vecino de Socobio.
Cuando estalló la guerra tenía
13 años. Él vivió el principio
de la guerra con su padre, su madre, y sus tres hermanos
más pequeños que él. Se enteraron
de que había estallado la guerra por el cura
del pueblo, Don Ángel Iturbe, que era rojo,
creía y apoyaba sus ideales y no tardaron en
llevárselo a la Guardia Civil e igual que a
él a todos los curas de España.
La noticia llegó al pueblo
como una auténtica sorpresa, no se la esperaban.
La gente se puso muy nerviosa y nosotros, los niños,
no tardamos en darnos cuenta de lo que pasaba. La
convivencia entre los vecinos varió notablemente,
se notaba un cierto nerviosismo y ya no había
tanta confianza entre los vecinos.
A él le afectó bastante
pues su padre era rojo y un vecino le denunció
y se le llevó la Guardia Civil y le encarcelaron.
Estuvo preso en Santander. Permaneció allí
un año y medio, más o menos, pero en
los últimos meses se puso muy enfermo y murió.
Su padre trabajaba en una panadería
de Villabáñez, llamada 'La Chunchita'
en honor a su dueña. Al estar su padre en la
cárcel, él y su familia no tenían
para comer y entonces el puesto de trabajo que dejó
libre en la panadería lo ocupo él.
Él trabajaba repartiendo pan
por el pueblo con un burro y un carro. Al principio
le costó bastante, no porque no supiera llevar
un burro, sino por la situación en la que estaba
España. Él no sabía cómo
hacer el pan, él sólo lo repartía;
casi no entraba dentro de la panadería y cuando
lo hacía era para cargar el carro de pan y
cuando terminaba de repartir el pan se iba para casa
corriendo a ayudar a su madre.
Él repartía el pan
por Castañeda. Era demasiado peligroso alejarse
mucho, y lo vendía a dos perras chicas.
Ellos tenían seis vacas que la madre se ocupaba
de alimentar, cuidar y ordeñar. Y luego vendía
la leche y sacaban un dinero que les venía
muy bien.
Ellos tenían suerte de tener
un trabajo y tener algo que llevarse a la boca, pero
mucha gente no tenía trabajo y nada que darles
de comer a sus hijos. Por eso les enviaban a Rusia,
allí comerían bien y no correrían
el peligro de morir.
Partieron varios barcos con muchos
niños, en principio sólo iban por unos
meses pero muchos no volvieron, tanto porque hicieron
allí su vida como porque sus padres murieron.
Y los que volvieron fueron por su cuenta y porque
podían.
Se acordaba de que muchos días
no podía repartir el pan por los bombardeos.
Su madre daba de comer a las vacas y las ordeñaba
por la mañana bien pronto para que cuando llegaran
los bombardeos poder coger a los hijos y llevarlos
al monte de Carceña, no muy arriba, donde había
una especie de cueva, más bien era un saliente
de tierra y una gran piedra que los hombres del pueblo
habían reforzado, y allí se refugiaban
los niños y mujeres del pueblo cuando había
bombardeos.
Los aviones venían del sur,
probablemente de Burgos o Valladolid, y eran nacionales,
de Franco. Cuando acababan los bombardeos la gente
del pueblo cogía los muertos que había
y los enterraban en fosas comunes. Los enterraban
rápido para evitar enfermedades. Estas fosas
comunes estaban en una colina que se llama El Cueto,
unos metros más arriba de donde se encuentra
ahora el cementerio de Socobio.
Al día siguiente de cada bombardeo
oías que la Guardia Civil se había llevado
a tres o cuatro hombres del pueblo y que habían
muerto seis o siete, y lo peor era cuando morían
niños. Hubo muchas muertes por los bombardeos,
pero pocas comparadas con otros pueblos.
A los sacerdotes del valle se los
llevaron a todos y no volvieron a saber de ellos.
Junto a los sacerdotes se llevaron a algunos maestros
también del valle de los que tampoco se volvió
a saber nada. Estos sacerdotes y maestros de los que
no volvieron a saber nada eran rojos. Pasadas unas
semanas se dieron cuenta de que no sólo se
llevaban a los sacerdotes de esta zona sino que esto
pasaba en toda España.
Los últimos meses de la guerra
ya se sabía que Franco iba a ganar y que sólo
era cuestión de tiempo. No se enteraron de
que había acabado la guerra hasta que un día
empezaron a llegar camiones cargados de militares
italianos a todas las ciudades y pueblos; entonces
ya se sabía que había acabado la guerra.
Al acabar la guerra el pueblo estaba descontrolado,
aquello era peor casi que la propia guerra, la gente
se insultaba, se peleaba, se robaba, etc… Las
represalias que tomaron contra el bando republicano
fueron fusilarlos, como hicieron con muchos, o encancelarlos,
como hicieron con el resto. Pero otros prefirieron
y tuvieron la suerte de poder exiliarse a Francia,
México, etc… Cuando Franco tomó
España la vida fue un infierno, muchos fueron
encancelados o fusilados por pensar diferente. Aquí
empezó el franquismo.
Manolo siguió trabajando en
la panadería que por suerte no había
sido derruida por los bombardeos, pero tuvo que hacer
algunos arreglos en su casa por culpa de los bombardeos.
Sus hermanos fueron a la escuela y no fueron malos
estudiantes a pesar de ir un poco tarde. Su madre
recobró el animo que había perdido con
la muerte de su marido al ver como sus hijos crecían
sanamente y salían adelante, con algún
que otro problema pero salían.
Ellos vivieron a lo suyo, sin hablar
de política para evitar líos y les fue
bien, no como a otros que por bocazas dejaron a su
familia sin nada que llevarse a la boca.
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