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Red-acción
II Época / Nº18
Abril
2007
CULTURA / GALERÍA DE ARTE

La Guerra Civil en nuestros pueblos

Por Antonio Fernández San Emeterio, alumno de 1º de Bachillerato del IES Santa Cruz de Castañeda.

Esta es la historia de un vecino de Socobio, Manolo San Román Gutiérrez, que vivió y padeció la Guerra Civil. Cuando estalló el conflicto tenía 13 años y su vida cambió por completo.

Un republicano busca refugio en la Plaza de Toros de Teruel.

Quien cuenta la historia es Manolo San Román Gutiérrez, que nació en 1923. Vecino de Socobio.

Cuando estalló la guerra tenía 13 años. Él vivió el principio de la guerra con su padre, su madre, y sus tres hermanos más pequeños que él. Se enteraron de que había estallado la guerra por el cura del pueblo, Don Ángel Iturbe, que era rojo, creía y apoyaba sus ideales y no tardaron en llevárselo a la Guardia Civil e igual que a él a todos los curas de España.

La noticia llegó al pueblo como una auténtica sorpresa, no se la esperaban. La gente se puso muy nerviosa y nosotros, los niños, no tardamos en darnos cuenta de lo que pasaba. La convivencia entre los vecinos varió notablemente, se notaba un cierto nerviosismo y ya no había tanta confianza entre los vecinos.

A él le afectó bastante pues su padre era rojo y un vecino le denunció y se le llevó la Guardia Civil y le encarcelaron. Estuvo preso en Santander. Permaneció allí un año y medio, más o menos, pero en los últimos meses se puso muy enfermo y murió.

Su padre trabajaba en una panadería de Villabáñez, llamada 'La Chunchita' en honor a su dueña. Al estar su padre en la cárcel, él y su familia no tenían para comer y entonces el puesto de trabajo que dejó libre en la panadería lo ocupo él.

Él trabajaba repartiendo pan por el pueblo con un burro y un carro. Al principio le costó bastante, no porque no supiera llevar un burro, sino por la situación en la que estaba España. Él no sabía cómo hacer el pan, él sólo lo repartía; casi no entraba dentro de la panadería y cuando lo hacía era para cargar el carro de pan y cuando terminaba de repartir el pan se iba para casa corriendo a ayudar a su madre.

Él repartía el pan por Castañeda. Era demasiado peligroso alejarse mucho, y lo vendía a dos perras chicas. Ellos tenían seis vacas que la madre se ocupaba de alimentar, cuidar y ordeñar. Y luego vendía la leche y sacaban un dinero que les venía muy bien.

Ellos tenían suerte de tener un trabajo y tener algo que llevarse a la boca, pero mucha gente no tenía trabajo y nada que darles de comer a sus hijos. Por eso les enviaban a Rusia, allí comerían bien y no correrían el peligro de morir.

Partieron varios barcos con muchos niños, en principio sólo iban por unos meses pero muchos no volvieron, tanto porque hicieron allí su vida como porque sus padres murieron. Y los que volvieron fueron por su cuenta y porque podían.

El general Franco.

Se acordaba de que muchos días no podía repartir el pan por los bombardeos. Su madre daba de comer a las vacas y las ordeñaba por la mañana bien pronto para que cuando llegaran los bombardeos poder coger a los hijos y llevarlos al monte de Carceña, no muy arriba, donde había una especie de cueva, más bien era un saliente de tierra y una gran piedra que los hombres del pueblo habían reforzado, y allí se refugiaban los niños y mujeres del pueblo cuando había bombardeos.

Los aviones venían del sur, probablemente de Burgos o Valladolid, y eran nacionales, de Franco. Cuando acababan los bombardeos la gente del pueblo cogía los muertos que había y los enterraban en fosas comunes. Los enterraban rápido para evitar enfermedades. Estas fosas comunes estaban en una colina que se llama El Cueto, unos metros más arriba de donde se encuentra ahora el cementerio de Socobio.

Al día siguiente de cada bombardeo oías que la Guardia Civil se había llevado a tres o cuatro hombres del pueblo y que habían muerto seis o siete, y lo peor era cuando morían niños. Hubo muchas muertes por los bombardeos, pero pocas comparadas con otros pueblos.

A los sacerdotes del valle se los llevaron a todos y no volvieron a saber de ellos. Junto a los sacerdotes se llevaron a algunos maestros también del valle de los que tampoco se volvió a saber nada. Estos sacerdotes y maestros de los que no volvieron a saber nada eran rojos. Pasadas unas semanas se dieron cuenta de que no sólo se llevaban a los sacerdotes de esta zona sino que esto pasaba en toda España.

Los últimos meses de la guerra ya se sabía que Franco iba a ganar y que sólo era cuestión de tiempo. No se enteraron de que había acabado la guerra hasta que un día empezaron a llegar camiones cargados de militares italianos a todas las ciudades y pueblos; entonces ya se sabía que había acabado la guerra. Al acabar la guerra el pueblo estaba descontrolado, aquello era peor casi que la propia guerra, la gente se insultaba, se peleaba, se robaba, etc… Las represalias que tomaron contra el bando republicano fueron fusilarlos, como hicieron con muchos, o encancelarlos, como hicieron con el resto. Pero otros prefirieron y tuvieron la suerte de poder exiliarse a Francia, México, etc… Cuando Franco tomó España la vida fue un infierno, muchos fueron encancelados o fusilados por pensar diferente. Aquí empezó el franquismo.

Manolo siguió trabajando en la panadería que por suerte no había sido derruida por los bombardeos, pero tuvo que hacer algunos arreglos en su casa por culpa de los bombardeos. Sus hermanos fueron a la escuela y no fueron malos estudiantes a pesar de ir un poco tarde. Su madre recobró el animo que había perdido con la muerte de su marido al ver como sus hijos crecían sanamente y salían adelante, con algún que otro problema pero salían.

Ellos vivieron a lo suyo, sin hablar de política para evitar líos y les fue bien, no como a otros que por bocazas dejaron a su familia sin nada que llevarse a la boca.


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La Guerra Civil Española sirvió de campo de pruebas para las potencias del Eje y la Unión Soviética
El número de víctimas civiles podría haber llegado a 1.000.000 de personas
No hace falta que seas Salvador Dalí, ni Cervantes, ni Mozart para que muestres tus obras en esta sección