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Red-acción
II Época / Nº15
Noviembre-Diciembre
2006
EL MUNDO / BABELAULAS

Highland and universal (montañés y universal)

Por Red-acción.

Este año se celebra el centenario de muerte del escritor cántabro José María de Pereda. Su obra fue descrita por Galdós “Es al mismo tiempo montañesa y universal, porque los seres retratados en ella son casi los mismos que en todos los países”.

Busto de José María de Pereda.


José María de Pereda

José María de Pereda (February 6, 1833, Polanco- March 1, 1906, Polanco) was one of the most distinguished of modern Spanish novelists.

He was educated at the Institute Cántabro of Santander, whence he went in 1852 to Madrid, where he studied with the vague purpose of entering the artillery corps. Abandoning this design after three years' trial, he returned home and began his literary career by contributing articles to a local journal, La Abeja montañesa in 1858. He also wrote much in a weekly paper, 'El Tío Cayetín', and in 1864 he collected his powerful realistic sketches of local life and manners under the title of 'Escenas montañesas' ('Mountain scenes').

Pereda fought against the revolution of 1868 in 'El Tío Cayetín', writing the newspaper almost single-handed. In 1871 he was elected as the Carlist deputy for Cabuérniga. In this same year he published a second series of Escenas montañesas under the title of 'Tipos y paisajes'; and in 1876 appeared 'Bocetos al temple', three tales, in one of which the author describes his disenchanting political experiences.

The 'Tipos trashumantes' belongs to the year 1877, as does 'El Buey suelto', which was intended as a reply to the thesis of Balzac's work, Les Pelites miseres de la me con-jugale. More and more pessimistic as to the political future of his country, Pereda took occasion in 'Don Gonzalo González de la Gonzalera' (1879) to ridicule the Revolution as he had seen it at work, and to pour scorn upon the nouveaux riches who exploited Liberalism for their personal ends. Two novels by his friend Pérez Galdós, 'Doña Perfecta' and 'Gloria', drew from Pereda a reply, 'De tal palo tal astilla' (1880), in which he endeavours to show that tolerance in religious matters is disastrous alike to nations and to individuals. The 'Esbozos y rasguños' (1881) is of lighter material, and is less attractive than 'El sabor de la tierruca'(1882), a striking piece of landscape which won immediate appreciation.
New ground was broken in 'Pedro Sánchez' (1883), where Pereda leaves his native province to portray the disillusion of a sincere enthusiast who has plunged into the political life of the capital. Pereda's masterpiece is 'Sotileza' (1884), a vigorous rendering of marine life by an artist who perceives and admires the daily heroisms of his fisher-folk. It has often been alleged against the author that he confines himself to provincial life, to lowly personages and to unrefined subjects, and no doubt an anxiety to clear himself from this absurd reproach led him to attempt a description of society at the capital in 'La Montálvez' (1888), which is certainly the least interesting of his performances. In 'La Puchera' (1889) he returned to the marine subjects which he knew and loved best. Again, in 'Peñas arriba' (1895), the love of country life is manifested in the masterly contrast between the healthy, moral labor of the fields and the corrupt, squalid life of cities.

His literary career was over. The tragic death of his eldest son, the disastrous campaign in Cuba and the Philippines (during the Spanish-American War), darkened his closing years, and his health failed long before his death.

Pereda belongs to the native realistic school of Spain, which, founded by the unknown author of 'Lazarillo de Tormes', was continued by Mateo Alemán, Cervantes, Quevedo, Castillo Solórzano and many others. With the single exception of Cervantes, however, the picaresque writers are almost entirely wanting in the spirit of generous sympathy and tenderness which constitutes a great part of Pereda's charm. His realism is purely Spanish, as remote from Zola's moroseness as from the graceful sentimentality of Pierre Loti. Few 19th century writers possessed the virile temperament of Pereda, and, with the single exception of Leo Tolstoy, none kept a moral end more steadily in view. This didactic tendency unquestionably injures his effects. Moreover, his grim satire occasionally degenerates into somewhat truculent caricature, and the excessive use of dialect and technical terms (which caused him to supply 'Sotileza' with a brief vocabulary) is a grave artistic blemish. But he saw, knew, understood character; he created not only types, but living personages, such as Andres, Cleto and Muergo in 'Sotileza', Pedro Juan and Pilara in 'La Puchera'; and he personified the tumult and calm of the sea with more power than Víctor Hugo displayed in 'Les travailleurs de la mer'. His descriptive powers were of the highest order, and his style, pure of all affectations and embellishments, is of singular force and suppleness. With all his limitations, he was as original a genius as Spain produced during the 19th century.

Texto extraído de la wikipedia

Monumento a José María de Pereda.


Traducción de José Martino

José María de Pereda

José María de Pereda (6 de febrero de 1833, Polanco- 1 de marzo de 1906, Polanco) era uno de los más distinguidos novelistas españoles modernos. Se educó en el Instituto Cántabro de Santander. En 1852 se fue a Madrid, donde estudió con el propósito vago de entrar en el cuerpo de la artillería. Después de estar tres años allí, abandonó esta idea, volvió a casa y comenzó su carrera literaria colaborando con el diario local 'La abeja montañesa' en 1858. También escribió mucho en un periódico semanal 'El tío Cayetín' y en 1864 él recogió sus bosquejos poderosos y realistas de los usos y costumbres locales bajo el título de 'Escenas montañesas'.

Pereda luchó contra la revolución de 1868 en 'El tío Cayetín', escribiendo prácticamente él sólo este periódico. En 1871 fue elegido diputado carlista por Cabuérniga. En este mismo año publicó una segunda serie de 'Escenas montañesas' bajo el título de 'Tipos y paisajes' y en 1876 apareció 'Bocetos al temple', tres cuentos, en uno de los cuáles el autor describe el desencanto de sus experiencias políticas.

'Tipos trashumantes' pertenece al año 1877, al igual que 'El buey suelto', que fue pensado como una respuesta a la tesis del trabajo de Balzac, la de 'Les petites misères de la vie conjugale'. Cada vez más pesimista en cuanto al futuro político de su país, Pereda encontró la ocasión con 'Don Gonzalo González de la Gonzalera' (1879) para poner en ridículo la revolución como él la había visto en su trabajo y despreciar a los nuevos ricos que explotaron el liberalismo para sus fines personales. Dos novelas de su amigo Pérez Galdós, 'Doña Perfecta' y 'Gloria', dibujaron de Pereda una respuesta, 'De tal palo tal astilla' (1880), en el cual él se esfuerza para demostrar que la tolerancia en materias religiosas es igualmente desastrosa en las naciones y en los individuos. 'Esbozos y rasguños' (1881) es de un material más ligero y menos atractivo que 'El sabor de la tierruca' (1882), un pedazo llamativo del paisaje que ganó el aprecio inmediato.

Sigue estando en la vanguardia en 'Pedro Sánchez' (1883), donde Pereda deja su provincia nativa para retratar la desilusión de un entusiasta sincero que se ha hundido en la vida política del capital. La obra maestra de Pereda es 'Sotileza' (1884), una representación vigorosa de la vida marina por un artista que percibe y admira el heroísmo de los pescadores. Se ha alegado a menudo contra el autor que él se confina a la vida provincial, a los personajes humildes y a temas vulgares, y sin ninguna duda esta reprobación absurda le condujo a procurar una descripción de la sociedad en el capital en 'La Montálvez' (1888), que es ciertamente la menos interesante de sus obras. En 'La Puchera' (1889) vuelve a los temas marinos que más conocía y amaba. Una vez más en 'Peñas arriba' (1895) el amor a la vida del campo se manifiesta al poner en contraste el trabajo sano, la moral del campo y la corrupta vida miserable de las ciudades.

Su carrera literaria termina. La muerte trágica de su hijo mayor, la campaña desastrosa en Cuba y Filipinas (durante la guerra hispanoamericana) oscurecieron sus últimos años y su salud se resintió mucho antes de que la muerte llegara.

Pereda pertenece a la escuela realista española que, fundada por el autor desconocido de 'Lazarillo de Tormes' fue continuada por Mateo Alemán, Cervantes, Quevedo, Castillo Solórzano y muchos otros. Con la sola excepción de Cervantes, sin embargo, los escritores de la picaresca están en el espíritu de generosa simpatía y ternura que constituye gran parte del encanto de Pereda. Su realismo es puramente español, tan lejos de Zola como del sentimiento agraciado de Pierre Loti. Pocos escritores del siglo XIX poseyeron el temperamento viril de Pereda y, con la sola excepción de Leo Tolstoy, ninguno mantuvo en extremo una visión moral más constantemente. Esta tendencia didáctica daña indiscutiblemente sus efectos. Es más, su sátira severa degenera de vez en cuando en una caricatura algo truculenta y el uso excesivo del dialecto y de los términos locales (suministró a 'Sotileza' un breve vocabulario) es un defecto artístico grave. Pero él veía, conocía el carácter; él creó no sólo tipos sino personajes que existían, tales como Andrés, Cleto y Muergo en 'Sotileza', Pedro Juan y Pilara en 'La Puchera' y él personificó el tumulto y la calma del mar con más energía que Victor Hugo en 'Les travailleurs de la mer'. Sus poderosas descripciones son de un nivel altísimo y su estilo, libre de todas las afectaciones y adornos, son de una fuerza y flexibilidad singulares. Con todas sus limitaciones, él fue un original genio español del siglo XIX.



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El escritor cántabro ha pasado a la historia por ser uno de los maestros del costumbrismo y de la novela regional

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