Este año
se celebra el centenario de muerte del escritor cántabro
José María de Pereda. Su obra fue descrita
por Galdós “Es al mismo tiempo montañesa
y universal, porque los seres retratados en ella son
casi los mismos que en todos los países”.
|
Busto de José
María de Pereda. |
José María
de Pereda
José María
de Pereda (February 6, 1833, Polanco- March 1, 1906,
Polanco) was one of the most distinguished of modern
Spanish novelists.
He was educated at
the Institute Cántabro of Santander, whence
he went in 1852 to Madrid, where he studied with the
vague purpose of entering the artillery corps. Abandoning
this design after three years' trial, he returned
home and began his literary career by contributing
articles to a local journal, La Abeja montañesa
in 1858. He also wrote much in a weekly paper, 'El
Tío Cayetín', and in 1864 he collected
his powerful realistic sketches of local life and
manners under the title of 'Escenas montañesas'
('Mountain scenes').
Pereda fought against
the revolution of 1868 in 'El Tío Cayetín',
writing the newspaper almost single-handed. In 1871
he was elected as the Carlist deputy for Cabuérniga.
In this same year he published a second series of
Escenas montañesas under the title of 'Tipos
y paisajes'; and in 1876 appeared 'Bocetos al temple',
three tales, in one of which the author describes
his disenchanting political experiences.
The 'Tipos trashumantes'
belongs to the year 1877, as does 'El Buey suelto',
which was intended as a reply to the thesis of Balzac's
work, Les Pelites miseres de la me con-jugale. More
and more pessimistic as to the political future of
his country, Pereda took occasion in 'Don Gonzalo
González de la Gonzalera' (1879) to ridicule
the Revolution as he had seen it at work, and to pour
scorn upon the nouveaux riches who exploited Liberalism
for their personal ends. Two novels by his friend
Pérez Galdós, 'Doña Perfecta'
and 'Gloria', drew from Pereda a reply, 'De tal palo
tal astilla' (1880), in which he endeavours to show
that tolerance in religious matters is disastrous
alike to nations and to individuals. The 'Esbozos
y rasguños' (1881) is of lighter material,
and is less attractive than 'El sabor de la tierruca'(1882),
a striking piece of landscape which won immediate
appreciation.
New ground was broken in 'Pedro Sánchez' (1883),
where Pereda leaves his native province to portray
the disillusion of a sincere enthusiast who has plunged
into the political life of the capital. Pereda's masterpiece
is 'Sotileza' (1884), a vigorous rendering of marine
life by an artist who perceives and admires the daily
heroisms of his fisher-folk. It has often been alleged
against the author that he confines himself to provincial
life, to lowly personages and to unrefined subjects,
and no doubt an anxiety to clear himself from this
absurd reproach led him to attempt a description of
society at the capital in 'La Montálvez' (1888),
which is certainly the least interesting of his performances.
In 'La Puchera' (1889) he returned to the marine subjects
which he knew and loved best. Again, in 'Peñas
arriba' (1895), the love of country life is manifested
in the masterly contrast between the healthy, moral
labor of the fields and the corrupt, squalid life
of cities.
His literary career
was over. The tragic death of his eldest son, the
disastrous campaign in Cuba and the Philippines (during
the Spanish-American War), darkened his closing years,
and his health failed long before his death.
Pereda belongs to
the native realistic school of Spain, which, founded
by the unknown author of 'Lazarillo de Tormes', was
continued by Mateo Alemán, Cervantes, Quevedo,
Castillo Solórzano and many others. With the
single exception of Cervantes, however, the picaresque
writers are almost entirely wanting in the spirit
of generous sympathy and tenderness which constitutes
a great part of Pereda's charm. His realism is purely
Spanish, as remote from Zola's moroseness as from
the graceful sentimentality of Pierre Loti. Few 19th
century writers possessed the virile temperament of
Pereda, and, with the single exception of Leo Tolstoy,
none kept a moral end more steadily in view. This
didactic tendency unquestionably injures his effects.
Moreover, his grim satire occasionally degenerates
into somewhat truculent caricature, and the excessive
use of dialect and technical terms (which caused him
to supply 'Sotileza' with a brief vocabulary) is a
grave artistic blemish. But he saw, knew, understood
character; he created not only types, but living personages,
such as Andres, Cleto and Muergo in 'Sotileza', Pedro
Juan and Pilara in 'La Puchera'; and he personified
the tumult and calm of the sea with more power than
Víctor Hugo displayed in 'Les travailleurs
de la mer'. His descriptive powers were of the highest
order, and his style, pure of all affectations and
embellishments, is of singular force and suppleness.
With all his limitations, he was as original a genius
as Spain produced during the 19th century.
Texto extraído
de la wikipedia
|
Monumento a
José María de Pereda. |
Traducción de José Martino
José María de
Pereda
José María de Pereda (6 de febrero
de 1833, Polanco- 1 de marzo de 1906, Polanco) era
uno de los más distinguidos novelistas españoles
modernos. Se educó en el Instituto Cántabro
de Santander. En 1852 se fue a Madrid, donde estudió
con el propósito vago de entrar en el cuerpo
de la artillería. Después de estar tres
años allí, abandonó esta idea,
volvió a casa y comenzó su carrera literaria
colaborando con el diario local 'La abeja montañesa'
en 1858. También escribió mucho en un
periódico semanal 'El tío Cayetín'
y en 1864 él recogió sus bosquejos poderosos
y realistas de los usos y costumbres locales bajo
el título de 'Escenas montañesas'.
Pereda luchó contra la revolución de
1868 en 'El tío Cayetín', escribiendo
prácticamente él sólo este periódico.
En 1871 fue elegido diputado carlista por Cabuérniga.
En este mismo año publicó una segunda
serie de 'Escenas montañesas' bajo el título
de 'Tipos y paisajes' y en 1876 apareció 'Bocetos
al temple', tres cuentos, en uno de los cuáles
el autor describe el desencanto de sus experiencias
políticas.
'Tipos trashumantes' pertenece al año 1877,
al igual que 'El buey suelto', que fue pensado como
una respuesta a la tesis del trabajo de Balzac, la
de 'Les petites misères de la vie conjugale'.
Cada vez más pesimista en cuanto al futuro
político de su país, Pereda encontró
la ocasión con 'Don Gonzalo González
de la Gonzalera' (1879) para poner en ridículo
la revolución como él la había
visto en su trabajo y despreciar a los nuevos ricos
que explotaron el liberalismo para sus fines personales.
Dos novelas de su amigo Pérez Galdós,
'Doña Perfecta' y 'Gloria', dibujaron de Pereda
una respuesta, 'De tal palo tal astilla' (1880), en
el cual él se esfuerza para demostrar que la
tolerancia en materias religiosas es igualmente desastrosa
en las naciones y en los individuos. 'Esbozos y rasguños'
(1881) es de un material más ligero y menos
atractivo que 'El sabor de la tierruca' (1882), un
pedazo llamativo del paisaje que ganó el aprecio
inmediato.
Sigue estando en la vanguardia en 'Pedro Sánchez'
(1883), donde Pereda deja su provincia nativa para
retratar la desilusión de un entusiasta sincero
que se ha hundido en la vida política del capital.
La obra maestra de Pereda es 'Sotileza' (1884), una
representación vigorosa de la vida marina por
un artista que percibe y admira el heroísmo
de los pescadores. Se ha alegado a menudo contra el
autor que él se confina a la vida provincial,
a los personajes humildes y a temas vulgares, y sin
ninguna duda esta reprobación absurda le condujo
a procurar una descripción de la sociedad en
el capital en 'La Montálvez' (1888), que es
ciertamente la menos interesante de sus obras. En
'La Puchera' (1889) vuelve a los temas marinos que
más conocía y amaba. Una vez más
en 'Peñas arriba' (1895) el amor a la vida
del campo se manifiesta al poner en contraste el trabajo
sano, la moral del campo y la corrupta vida miserable
de las ciudades.
Su carrera literaria termina. La muerte trágica
de su hijo mayor, la campaña desastrosa en
Cuba y Filipinas (durante la guerra hispanoamericana)
oscurecieron sus últimos años y su salud
se resintió mucho antes de que la muerte llegara.
Pereda pertenece a la escuela realista española
que, fundada por el autor desconocido de 'Lazarillo
de Tormes' fue continuada por Mateo Alemán,
Cervantes, Quevedo, Castillo Solórzano y muchos
otros. Con la sola excepción de Cervantes,
sin embargo, los escritores de la picaresca están
en el espíritu de generosa simpatía
y ternura que constituye gran parte del encanto de
Pereda. Su realismo es puramente español, tan
lejos de Zola como del sentimiento agraciado de Pierre
Loti. Pocos escritores del siglo XIX poseyeron el
temperamento viril de Pereda y, con la sola excepción
de Leo Tolstoy, ninguno mantuvo en extremo una visión
moral más constantemente. Esta tendencia didáctica
daña indiscutiblemente sus efectos. Es más,
su sátira severa degenera de vez en cuando
en una caricatura algo truculenta y el uso excesivo
del dialecto y de los términos locales (suministró
a 'Sotileza' un breve vocabulario) es un defecto artístico
grave. Pero él veía, conocía
el carácter; él creó no sólo
tipos sino personajes que existían, tales como
Andrés, Cleto y Muergo en 'Sotileza', Pedro
Juan y Pilara en 'La Puchera' y él personificó
el tumulto y la calma del mar con más energía
que Victor Hugo en 'Les travailleurs de la mer'. Sus
poderosas descripciones son de un nivel altísimo
y su estilo, libre de todas las afectaciones y adornos,
son de una fuerza y flexibilidad singulares. Con todas
sus limitaciones, él fue un original genio
español del siglo XIX.
SUBIR
|
|