Aquel día
me levanté, me vestí y me fui al instituto
como todos los días. No era nada raro que bajara
con prisas y que siempre fuera con la hora pegada.
Cuando llegué no había nadie y por lo
tanto pensé que llegaba tarde. Entré
apresuradamente, pero de pronto… ¡ZAS!
Un golpe me dio en la cabeza y me desmayé.
Cuando desperté
me encontraba en un lugar desconocido, no era el instituto,
ni mucho menos, era un lugar precioso en el que había
árboles, ríos, acantilados, playas,
cascadas, animales… y muchas cosas más,
pero todas maravillosas.
Me levanté -porque estaba en el suelo inconsciente
cuando me desperté, claro-, y empecé
a contemplar el paisaje cuando de pronto algo me cogió
y me subió por detrás. Estaba muy asustada,
aunque en el fondo, no sé por qué, sabía
que nada malo me iba a pasar. Lo que me cogió
era un pájaro, pero gigante. Era rojo amarillo
y naranja, tenía un pelaje muy bonito y tenía
cara de bonachón, para mi sorpresa éste
empezó a hablar y me dijo:
- Bienvenida al
mundo Fénix, te estaba esperando.
Me quedé de
piedra no sabía qué contestar y de pronto
una bocanada de preguntas vino a mi mente.
- ¿Quién
eres? ¿Dónde estoy? ¿Por qué
me esperabas? ¿Qué “mundo”
es éste?
El pájaro se echó a reír
y me empezó a contestar.
- Me llamo Alex
y soy un ave fénix. Estás, como ya te
he dicho, en el mundo Fénix. Te esperaba porque
mi raza y yo llevamos un tiempo vigilándote
y queríamos que vinieras aquí a visitarnos
y éste es el 4º mundo de la galaxia de
Xeron y a muchos millones de años luz de la
tuya.
Tanta información
me costaba asimilarla y entonces cuando por fin le
empecé a entender todo y a comprenderlo le
hice la pregunta clave.
- ¿Por qué
me vigilabais?
- Te hemos traído para darte lo que tú
más deseas y es esto.
De pronto me sacó
un frasquito lleno de poción y me dijo que
si me lo tomaba podría quedarme en su mundo
a vivir para siempre haciéndome un ave fénix
y olvidando mi vida pasada en la Tierra y todos los
problemas, pero que si no tendría que volver
olvidando aquella experiencia.
Me costó mucho tomar aquella decisión
pero al fin se lo dije:
- Vuelvo a la Tierra.
Pasado aquello me enviaron
y cuando llegué no recordaba nada, sólo
que había recibido un golpe y lo peor: ¡que
llegaba tarde a clase!
De repente tocó el timbre y todo el mundo se
fue a casa.
Al cabo de un mes llegó
un parte a casa donde ponía que había
una falta no justificada y, claro, me castigaron.
Pero ahora que ha pasado una vida, que tengo 70 años
y lo recuerdo todo, estoy segura de que si me volviera
a pasar escogería lo que escogí entonces,
porque una vida en la que puedes llegar a conocer
una amistad, una amor, una familia, no merece ser
despreciada por algo de lo que tarde o temprano te
ibas a terminar cansando.
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