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Todos los días los medios de comunicación nos mantienen
informados sobre los temas más diversos. Unos nos resultan especialmente
interesantes, otros aburridos, muchos incomprensibles, pero todos tiene
algo en común: son el reflejo de lo bueno y lo malo que ocurre en
nuestro país y en todo el mundo.
Año 2100, Londres, ocho de la mañana. Sonó el despertador y Sylvia se levantó sobresaltada, era su primer día allí. Después de un largo viaje lo único que quería era descansar, pero a la vez tenía ganas de integrarse en su nueva vida. Con 18 años decidió trasladarse a Londres ya que su vida en España no era fácil, más bien la habían puesto muchos obstáculos por su estado económico y social. Su sueño desde pequeña era estudiar una carrera y llegar a ser una científica y estudiar los medios naturales, la Tierra, etc. Pero en cuanto cumplió la mayoría de edad no quiso estar más entre su familia natal ya que nadie apoyaba su postura de estudiante. Así que aunque no iba a cumplir su sueño, prefería no tener delante a nadie a quién reprochárselo. Salió del cuarto de donde dormía, era tarde, todos se habían
ido así que se fue con el objetivo de encontrar alguna plaza en la
Universidad, se lo pusieron un poco difícil, pero la admitieron. Lo primero que hizo fue ir donde el camarero y preguntarle que si le
hacían falta camareras, él respondió que no, pero sí
una bailarina ya que la anterior había sido despedida hace pocas
horas, ella aceptó, su siguiente paso sería buscar un piso,
se estaba tomando un refresco cuando un apuesto joven se le acercó: Entonces empezaron ha hablar de los estudios, en pocas horas ya sabían los dos la vida del otro. Y salió el tema de la atmósfera y de los daños que se producirían; exceso de radiación, el porcentaje de enfermos de cáncer de piel había ascendido, escasez de alimento y el ser humano estaba cada vez más preocupado por aquellos fenómenos. Después de una larga charla, Roberto le acompañó a casa, pues era muy tarde y se despidieron hasta mañana que se verían en la Universidad. Sylvia pensó que Roberto era muy majo y la vendría bien aquí, así tendría a alguien que la orientara un poco. Estuvo toda la tarde pensando en la conversación que tuvo con el chico, le pareció interesante, eso del agujero de la capa de ozono tendría que tener alguna explicación, ella se lo imaginaba pero estaba decidida a investigar aquel incidente. Al día siguiente Sylvia se dio cuenta que aquella familia tampoco era para ella, todos eran muy maniáticos y apenas se comunicaban entre ellos, como para hablar con un extraño. Cuando terminaron las clases Sylvia buscó a Roberto pero no le
encontró así que decidió ir ella sola a la biblioteca
virtual de Londres, de camino vio un grupo de jóvenes y cuando pasó
por su lado alguien la llamó: Después de presentarlos se fueron. Buscaron en Internet información sobre la capa de ozono. Por error, o mejor dicho por suerte, dio a una tecla y le apareció una especie de ley que prohibía el uso de aerosoles y otros elementos dañinos. Tenía fecha, 11 de Mayo del 2000. En aquel documento se prohibía el consumo de clorofluorocarbonados. Pero ¿por qué no se cumplió?. Roberto dijo que seguramente esa ley no la habrían dado a conocer. Así que fueron donde el presidente pero pareció no importarle mucho. Realizaron diversas campañas para salvar la capa de ozono, abrieron
los ojos a mucha gente pero no la suficiente, los jefes de las cadenas de
alimentación se unieron a las réplicas. Los productores de las sustancias químicas que dañan el
ozono se alarmaron. Iban a perder el negocio así que, decidieron
hablar ellos también con el presidente, pero con la mala suerte de
que ese mismo día iban también Sylvia y Roberto. Mientras tanto, Sylvia y Roberto sobresaltados, llamaron inmediatamente
a la policía. En cosa de 10 minutos. Aparecieron allí. Esposaron
al presidente y al hombre que estaba con él. Lo negaron todo, pero
cuando les registraron encontraron en el bolsillo del presidente un cheque
con una gran cifra apuntada. Sylvia y Roberto terminaron su carrera y ahora están buscando
nuevos métodos para la recuperación de la capa de ozono.
Y el cielo oscureció. Había empezado el "invierno nuclear". La ciudad estaba cubierta de humo, de polvo. La ceniza volaba con el viento. El sol tardaría años en brillar. Seis meses antes.... 6 de mayo de 3250. El pueblo en el que yo nací 17 años antes estaba inundado. El aumento de calor en el siglo XXIV fue masivo. El nivel del mar creció un metro. Dos siglos más tarde el casquete polar fundió y el mar arrasó por encima de los seis metros. Fue desastroso. Millones de muertos en los Países Bajos, China, India, Japón 100 años más tarde comenzó el periodo de glaciación. A todo ello se le unían las retroacciones, positivas en aquellos años anteriores y que, desafortunadamente, cambiarían de signo. De esta forma la raza humana se desplazó al ecuador, donde pudo habitar sin problemas, y sin animales, ya que pocos resistirían el cambio tan brusco del clima. El número de habitantes descendió rápidamente. Fue el "invierno más largo y crudo de toda la historia de la humanidad". En la tierra quedaban apenas 500 millones de personas, todas ellas repartidas por países africanos y americanos. Después de cinco siglos el planeta volvió a calentarse. Empezó poco a poco, 0,3º cada década. Sin embargo la subida se inclinaba más y más y el nivel del mar volvió a subir. Y esto ocurría mientras yo nacía. Fue en el año 3233, cuando mis padres, pescadores en España, abandonaron el pueblo en busca de mejor fortuna. Sin duda la tuvieron, ya que entonces vencieron los muros y el mar arrasó aquel pequeño pueblo a las orillas del mar. Poco después los grandes países (por decir algo) se pelearon entre sí. El Reino Unido, importante en el hemisferio norte y el Congo se declararon una guerra que prometía muchas muertes. Dado lo extenso del territorio en el que transcurrirían las batallas mi familia y yo decidimos trasladarnos a la antigua Yugoslavia. Las guerras en aquella zona habían sido abundantes, pero sus repercusiones habían desaparecido. El 15 de Noviembre de 3250 la guerra comenzó. En otras cosas no, pero en armamento la población era rica. Las bombas nucleares existían, claro que existían, pero las prohibiciones salvaron el planeta. Sin embargo este día iba a ser distinto. Congo cargó sus submarinos con cabezas nucleares suficientes para destruir medio mundo y Reino Unido hizo lo propio. La guerra se desarrolló entre los dos países antes mencionados. Afectó a los países más pobres del mundo, que en aquella época se encontraban en la cuenca del Mediterráneo. La guerra acabó en pocos días. Como es natural, no ganó nadie, sino que perdimos todos. Todavía no se sabía con exactitud las causas que producirían en las personas las ocho bombas nucleares que se escaparon en el mundo. Miles de litros de gases y productos químicos que se derramaron en la superficie de la Tierra. Si parecía que el mundo se arreglaba esto lo acabó por matar. Entonces llegó, lento y triste como el que no quiere moverse. El sol se tapó y el cielo oscureció. Había empezado el "invierno nuclear". La ciudad estaba cubierta de humo, de polvo. La ceniza volaba con el viento. El sol tardaría años en brillar. No se sabe aún por qué esa guerra se desarrolló ni por qué lo tuvimos que pagar los humanos que todavía nos recuperábamos de la contaminación del S.XX. Las personas murieron rápido, muy rápido, incluso mis padres. Sólo una pequeña parte de la población quedó para contarlo. Toda la humanidad decidió que aquello había que remediarlo, poner fin a una catástrofe humana que tardaría siglos en repararse. La especie humana seguiría su curso cómo lo hizo anteriormente y avisaría a generaciones futuras de lo ocurrido. Por eso, yo dejo anónimamente estas hojas de mi diario en las que cuento cómo el hombre puede destruir el planeta Tierra y quedarse sin casa para siempre. Así que ruego a las generaciones futuras, aquellas que lean esto, que cuiden el planeta como lo hicieron los griegos y los romanos y no el hombre contemporáneo, que con su inteligencia y su saber destruyó la Tierra para cientos de siglos.
Eran las soñadas vacaciones después de meses de duro trabajo. Me apeé del avión dando un pequeño salto con el fin de que mis piernas pudieran sentirse un poco más despejadas. Me dirigí hacia la cinta transportadora donde debía recoger mis maletas. Una vez recogidas alquilé un coche y puse rumbo al hotel. Me encontraba en una isla tropical en el archipiélago Hawaiano. El paisaje natural de la isla se había visto trastocado por una afluencia masiva de turistas. La isla en sí se había convertido en un paraje preparado para hospedar a miles de personas procedentes de todo el mundo. Arranque el motor del coche y emprendí viaje al hotel (por llamarlo de alguna manera, ya que solo distaba unos pocos kilómetros de allí). El firme era bueno, era una carretera que transcurría bordeando el mar, con poco tráfico. El calor era sofocante, aunque el ambiente interior del coche era más bien fresquito gracias al aire acondicionado. Durante el trayecto pude observar las blancas playas de la isla así como algún pueblecito típico del lugar. Una vez llegado al hotel descargué mis maletas y subí a mi habitación. Era una habitación excelente. La luz del sol penetraba ya echada la tarde y con ella me levantaría por las mañanas. Bajé a cenar y tras una pequeña fiesta en el hotel me fui a dormir, sería un día bastante ocupado. Al día siguiente me levante temprano y descansado. Tenía ganas de disfrutar de aquellos bellos parajes. Pero aunque para mí aquello fue un arrepentimiento nada más levantarme de la cama, casi no llego a desayunar. Mi gran afición era el submarinismo. Sabía que en aquella zona este deporte era muy practicado por sus aguas cristalinas y por su abundante fauna submarina. Busqué un alquiler de equipos que pronto encontré. Esa misma tarde realicé mi primera inmersión. Pero no iba a ser divertido lo que se podría llamar a aquello. Me sumergí al nivel de -27 metros. Aquello necesitaba una descompresión de unos 8 minutos al nivel de -3 metros y 4 minutos al nivel de -12 metros. Ya estaba yo en ese nivel cuando por detrás me atacaron dos submarinistas y me cortaron mi única vía de aire. Al ascender con la rapidez necesaria para no quedarme sin aire mis pulmones sufrieron un acto de sobrepresión y mi respiración se dificultó. Sentí un gran dolor en el pecho así como un pequeña desobediencia de los músculos. Aquello dificultó el trabajo de llegar a la barca neumática con la que anteriormente me había alejado de la costa. Después de estar un buen rato tumbado en la barca mientras mi cuerpo se acostumbraba a la nueva situación, tomé rumbo al hotel. Llegué a la habitación, pero llegué tarde. Todo estaba desordenado y tirado por los suelos. Aquello no tenía explicación. El resto de la tarde me la pasé en comisaría prestando declaración. Era viernes. Mi estancia en la isla no representaba todo aquello que se deseara hacer en unas vacaciones. Todavía, y con la idea que conseguía recordar y que poco a poco me iba infundiendo más miedo era que me quedaba todavía una semana. Ese día me lo había tomado de descanso. Pero aquello no fue todo lo bien que yo quise y empezó a llover. Mi intención de quedarme en la piscina del hotel se desvaneció y ante la posibilidad de quedarme todo el día en mi habitación, decidí hacer una pequeña visita a la capital de la isla. Nada más pasar el valle la lluvia cesó. En un espacio de tiempo menor a una hora me encontraba ya en el centro de la ciudad hawaiana. Era una ciudad moderna, sin demasiados lujos y preparada esencialmente para el turista. Causaba mucha impresión el fuerte contraste que se podía ver entre las casas de los paisanos y los grandes y lujosos hoteles dedicados al turismo. Sus calles eran estrechas, y apenas había tráfico. La gente se atolondraba por la carretera y paseaba visitando los comercios y, seguramente, buscando algo que llevar a sus parientes más cercanos ahora tan lejanos. Pasé varias horas caminando por la ciudad hasta llegar la hora de comer. Un restaurante de la isla me sirvió un exquisito menú con el que pude reponer fuerzas. Por la tarde volví al hotel. El tiempo había cambiado, por lo que me volví a sumergir. Entonces fue cuando pude divisar, además de muchas especies de peces, zanclus, peces ángel, meros, peces bisturí, al gran depredador de los mares, el tiburón. Aquella silueta perfecta se movía en el agua con una velocidad vertiginosa. Comenzó a moverse en círculo alrededor de mí, como si estuviera reconociendo a su presa. Avanzaba hacia mí a gran velocidad y el último momento cambiaba de dirección. Poco a poco se fue desinteresando hasta que me quedé solo. Al llegar al hotel apunté en mi cuaderno de apuntes unos cuantos datos con el fin de estudiar la especie al llegar a mi ciudad: Cinco hendiduras branquiales, aleta caudal prácticamente simétrica y dos aletas dorsales, la primera más grande que la segunda. Durante el resto de la semana no tuve ningún problema con ningún nativo. Supongo que el primer acto violento contra mí, y contra mi equipaje fuera suscitado por la simple curiosidad y una regla básica de marcar las pautas. No me volví a sumergir en aquellas aguas del premier día. Supongo que si lo hubiera hecho otra vez las consecuencias hubiesen sido peores pero nada más.
Hace muchos millones de años, cuando la Tierra estaba dominada por los dinosaurios, vivían mamíferos muy pequeños ocultos en los árboles y en nichos ecológicos marginales. No se les daba importancia alguna porque, como ya he dicho antes, eran muy pequeños, del tamaño de un ratón y, para los dinosaurios, eran como para los seres humanos una hormiga. Los seres humanos no nos damos cuenta de que por la calle podemos estar pisando hormigas constantemente así que, para los dinosaurios sería exactamente igual. Aunque estos vivían en los árboles, no podían pasar desapercibidos sobre todos los seres existentes. Los reptiles cazadores fueron los que se aprovecharon de los mamíferos, utilizándolos como alimento. Durante alrededor de 155 millones de años, estos mamíferos habían estado viviendo sin ser reconocidos y teniendo miedo de todo. Eso se acabó hace 65 millones de años, cuando ocurrió una cosa que les cambió la vida para siempre, tanto a los dinosaurios como a los mamíferos. Fue un meteorito. Un inmenso y rápido meteorito. Medía 10 km. de diámetro y viajaba a unos 10 km. por segundo. El impacto fue espectacular. En un primer momento, se formó una onda de choque gigantesca en la que se liberó mucha energía. Más tarde, un violento y abrasador viento destruyó todo lo que encontró a su paso. Las altas temperaturas hicieron que las aguas se evaporaran y, por lo tanto, los animales acuáticos existentes en aquella época se extinguieran. El choque con la Tierra provocó la pulverización de las rocas. El polvo fue a llegar a la atmósfera junto con el vapor de agua, y formó una espesa nube que oscureció el Sol. Esto último hizo que la fotosíntesis fuera imposible así que se produjo la extinción de muchos herbívoros y a sus cazadores. Junto a todo esto, hay que añadir un calor insoportable que acabaría con los pocos supervivientes que quedaran. Esto para los dinosaurios fue una gran catástrofe ya que provocó su extinción, pero para los mamíferos fue un golpe de suerte ya que pudieron sobrevivir a esa gran extinción. Quizá pudo ser su diminuto tamaño o su gran abundancia lo que les permitió sobrevivir. Los mamíferos no se quedaron parados, sino que pronto conquistaron la Tierra y se hicieron dueños de ella. Comenzaron a diferenciarse y a crecer. Algunos llegaron a ser criaturas gigantescas pero nunca tanto como lo habían sido los dinosaurios. Por cierto, tenían unos nombres muy raros. Había un mamífero que se parecía a una ardilla voladora pues, ¿por qué no la llamaron ardilla voladora en vez de Planetetherium? No sólo los mamíferos terrestres tenían nombres raros sino mira estos nombres: Eurhinodelphis y Cetotherium. Todo eso para nombrar a los antepasados de los delfines y ballenas. Tal vez esos sean los nombres científicos que les han puesto para llamarles de alguna manera pero, así todo, se han complicado bastante. Los mamíferos se convirtieron en depredadores. Los primeros depredadores tenían un cerebro limitado así que tuvieron que ceder su lugar a cazadores más astutos hace entre 40 y 35 millones de años. Algunos eran los antepasados de los felinos actuales. Hace 37 millones de años, se produjo un enfriamiento general del clima terrestre que hizo que se extinguieran multitud de especies. Ese puesto no se quedó vacío sino que, en seguida, vinieron otros mamíferos a ocupar su lugar. Allí, el más grande no era el que más poder tenía porque hasta estos tenían miedo. Por aquel entonces, existían unos animales llamados tigres de dientes de sable. Era la máquina perfecta de matar que fue copiada por muchos otros mamíferos. Mataba incluso a los mamuts durante las glaciaciones. Más tarde, entre 26 y 7 millones de años, las cosas seguían cambiando. Si retrocediéramos en el tiempo y llegáramos allí, apenas notaríamos la diferencia en cuanto a lo vegetal ya que la mayor parte de las especies conocidas ahora se formaron allí. En cuanto a los animales, había especies parecidas, pero no iguales, como jabalíes gigantes. La vida, desde su comienzo ha evolucionado mucho pero, creo que también ha tardado demasiado. En nuestra época, las cosas van más rápido y creo que la vida va a tardar en cambiar menos que lo tardado en otros casos. Nosotros tendremos que dejar que la vida evolucione y para ello se crearán nuevas especies a las que daremos paso.
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