Nº27. Julio. 2001.

 

Todos los días los medios de comunicación nos mantienen informados sobre los temas más diversos. Unos nos resultan especialmente interesantes, otros aburridos, muchos incomprensibles, pero todos tiene algo en común: son el reflejo de lo bueno y lo malo que ocurre en nuestro país y en todo el mundo.
En Visto y Leído queremos que nos cuentes las noticias que más te han interesado. Pero no de cualquier manera, sino tal como tu las interpretas.



En esta entrega de Visto y Leído contamos con temas de actualidad:
Dos alumnos del IES Santa Clara toman como base una visita a Atapuerca para inventar dos relatos en los que se produce un interesante viaje en el tiempo: Yo estuve en Atapuerca y La vida en Atapuerca. No te los pierdas.
Además, puedes encontrar numerosas historias inventadas a partir de la lectura de un libro: Mi amiga la avestruz, Mi viaje a Sudamérica, Mi gran secreto, Troquelaje con gansos, La vida de las hormigas, Diario de una mariposa, Los narvales, Salvar al tigre, Un pato llamado Lucas, Diario de una bióloga, Gaviotas, Bagdad, Investigación progresista, Soy un lagarto, La ley oculta, De la vida a la muerte, Vacaciones en el mar y Uno tras otro. Todas ellas son también de alumnos del IES Santa Clara.



 

 

 

 

 


Salvar al tigre
Por Noelia Muñoz García, alumna de 3ºE del IES Santa Clara. Su historia está realizada a partir de la lectura del libro 'Operación 20 tigres'.

La familia Manrique preparaba sus maletas una mañana de invierno, de viaje a Siberia. Habían esperado ocho años para que les concedieran una visita a una reserva donde podían ver tigres típicos de donde ellos iban.

Estaban muy contentos con lo que iban a hacer…Susana y Mario se iban a perder más de siete días de colegio y podían hacer cosas que pocos de sus compañeros harían en sus vidas…ver al natural a los tigres siberianos. Los padres eran muy aficionados a los felinos, en casa tenían siempre más de cinco gatos y siempre algún póster sobre panteras, leopardos o ese tipo de animales.
El viaje duró mucho tiempo, tuvieron que cambiarse de avión varias veces pero al final mereció la pena.

Hacía un frío insoportable, aunque ya se lo habían avisado… el guía les enseñó su hotel donde se iban a hospedar todo el tiempo que estarían allí. Les aconsejó que durmieran un poco porque al día siguiente visitarían el parque natural donde estaban los tigres.
Susana y Mario estaban tan nerviosos que no pudieron dormir así que bajaron a la cafetería del hotel.

Susana tenía 17 años, se la daban muy bien los idiomas y era la "traductora" cuando se encontraban perdidos en los aeropuertos. En la cafetería estaban el guía tomando una copa con otro amigo, no les vieron llegar así que Susana escuchó lo que decían. Decían algo así como que tenían que matar a un tigre para poder saldar sus deudas, todo esto claro, lo decían en inglés, pero ella entendió perfectamente sus palabras.

De momento no le dijo nada a su hermano. Mario tenía 13 años, era bajito, pelo moreno y corto y de tez muy blanca todo lo contrario que su hermana que era altísima, de piel oscura y el pelo largo siempre sujeto por una coleta. Volvieron a sus habitaciones sin tomar nada. De repente a Susana le entraron las ganas de dormir; quería pensar que todo lo que había oído era un mal sueño.
Llegaron a la reserva. El frío aumentaba, estaban a menos de 24 grados. Subidos a un peñasco a casi 200 metros de distancia vieron una mancha blanca en movimiento, en pocos segundos pudieron distinguir como el tigre se restregaba sus mejillas contra un tronco después olfateaba el aire y a una velocidad pasmosa se dirigía hacía su presa, enseñando sus colmillos y lanzando un rugido sobrecogedor. Aunque ellos estaban a esa distancia se echaron para atrás, había sido tan rápido y sorprendente que los había dejado petrificados. El guía se rió…sus caras decían todo sobre lo que sentían.

La radio del jeep sonó. Estaban llamando al guía. Susana volvió a escuchar lo de la noche pasada… necesitamos ese dinero 20.000 dólares es mucho dinero… se cortó la trasmisión. Susana decidió contárselo a sus padres… ellos la hicieron estar segura de lo que decía antes de hacer algo; acusar de eso a alguien es muy fuerte, está penalizado con penas de cárcel muy largas porque solo quedan 500 ejemplares en estado libre y si también se mata a los que están en cautividad…. Aunque todos los tigres que están allí tienen un collar con trasmisores de radio para observar sus movimientos y entenderlos, es fácil para este guía quitar uno y para cuando se dieran cuenta de que faltaba un tigre, el guía y su compañero podían estar en cualquier parte del mundo.

Rápidamente, en cuanto llegaron al hotel, llamaron a la policía quien se apresuró a impedir este crimen con la naturaleza.
Por suerte les cogieron antes de llegar al tigre y ellos confesaron todo así que no hubo muchos más problemas. Su piel se vendía cara, pero no sólo es la piel del tigre siberiano lo que se quiere, también partes del cuerpo del tigre se venden a buen costo ya que en China el tigre macho es la encarnación del vigor sexual haciendo remedios contra la impotencia o casos similares.

La familia Manrique regresó antes de tiempo a Madrid, no querían pasar allí demasiado tiempo recordando lo que podía haber pasado si no hubieran creído a su hija.


 

 



Un pato llamado Lucas
Por Candela Morado Castresana, alumna de 3º de la ESO del IES Santa Clara, basándose en el libro 'Estoy aquí, ¿dónde estás?'.

Cuando era una niña, quise ser lechuza, porque las lechuzas no tienen que irse a la cama. Pero después de unos días de soñar, me di cuenta que las lechuzas carecen de una facultad esencial: no saben nadar ni bucear, mientras yo disfrutaba realizando ambas cosas.

Así pues, decidí ser un ave acuática, pero cuando más tarde supe que no podría serlo jamás, quise al menos tener una. El día se despertó soleado, yo tenía entonces 10 años y mi hermana Raquel seis.
No podíamos esperar más para levantarnos, estábamos nerviosísimas y emocionadas, como si de un día de Reyes en pleno verano se tratase.


Hembra y polluelos de Anade Real

Mi amiga del colegio me dijo que tenía un amigo que criaba patos y nos regalaba uno a cada una. Conseguí que mis padres aceptaran tener el animal en casa mientras no tuviese plumas, y cuando las tuviese se lo devolveríamos. Improvisamos un corral con una caja de cartón para que durmiese y para que no se escapara mientras no hubiese nadie en casa.

Las primeras noches, el patito lloraba desconsolado llamando, supongo, a sus hermanos y a su madre. Para tranquilizarlo lo envolvíamos en una manta y le acariciábamos la cabecita. Me encantaba que se quedara dormido en mis brazos.

Le dejábamos en el pasillo y nos escondíamos. Él se ponía a buscarnos llorando; cuando nos encontraba piaba muy contento y venía corriendo a trompicones hacia donde estábamos. La verdad es que eran muy graciosos sus andares, parecía que se fuera a caer. Lucas, así decidimos llamarlo, poco a poco se fue acostumbrando a todos nosotros. Era uno más de la familia.


Pato Mandarín y pareja de patos de Florida.

La verdad es que tenía mucha paciencia con nosotras. Le metíamos en la cesta de las naranjas y le balanceábamos; nos excusábamos diciendo que él también quería montarse en las atracciones.
También le bañábamos en la bañera y le hacíamos cascadas con el grifo. Él intentaba huir, pero no lo conseguía. Después le secábamos con el secador para que no se enfriase. No le gustaba nada y salía corriendo.

A pesar de todas estas trastadas que le hicimos, no nos picó ni una vez, salvo cundo lo hacía jugando.Le dábamos de comer pienso para patos que comprábamos en la tienda de animales de la esquina, y mucho antes de lo que pensábamos se hizo un pato hecho y derecho, ¡con plumas!

A pesar del acuerdo al que llegamos de que cuando tuviera plumas salía de casa, todavía estuvo con nosotros unas semanas más. Llegó un momento en el que era imposible tenerlo en casa; ya nos llegaba más arriba de la rodillas. Fue entonces cuando, a pesar del apego que sentíamos hacia aquel animal, tuvimos que devolverlo. Nada más llegar a la granja y meterle con los otros patos, todos sintieron un gran rechazo hacia él, a pesar de que alguno de ellos era su hermano. Se cobijaba junto a Daisie, el pato de mi amiga, ya que habían hecho buenas migas al verse a menudo en mi casa.


Pato colorado.

Sólo se tenían el uno al otro y poco a poco fueron encajando con el resto del grupo. A pesar del parentesco que unía a Daisie y a Lucas ellos no se reconocían, y formaron una buena pareja.

Después de unos meses fui a visitarlos y los ví con unos preciosos patos muy pequeños y amarillos. Por cierto, andaban igual que su padre.Lucas perdió el miedo al agua. Se le veía muy feliz jugueteando con Daisie, zambuyéndose estrepitosamente en el río, dejándose llevar por la corriente.

Esa fue la última vez que vi a Lucas. Cuando lo dejamos en libertad me dí cuenta de lo salvaje por nuestra parte de tenerlo encerrado en un piso que, aunque amplio, no deja de ser un espacio muy reducido para que pueda desarrollarse con normalidad un pato. Me alegré por él, porque sabía que allí estaría mucho mejor, aunque en el fondo desearía, egoístamente, traerlo otra vez a casa.

 



Diario de una bióloga
Por Cristina Pellejero, alumna de 3º del IES Santa Clara, tras leer el libro 'Naturalistas curiosos'

Estamos en el año tres mil. Hace quinientos años la explosión de una central nuclear construida cerca de los Polos, y el avanzado estado de deshielo en que éstos se encontraban, provocó que los seres humanos nos viésemos obligados a vivir debajo del mar en unas burbujas, ya que la mayor parte de la superficie terrestre se vio arrasada por el agua dejando una insuficiente cantidad de tierra para la vida.

Desde una de esas burbujas es desde donde yo escribo. Estas burbujas son enormes espacios rodeados por una gruesísima capa de cristal que nunca podrá ser rota, y que en su interior contienen enormes ciudades ocupadas por millones de habitantes que han de desplazarse por tubos que conectan todas las zonas de la ciudad y que gracias a impulsos eléctricos arrastran a las personas hacia su destino. Además existen máquinas de transporte particulares que funcionan gracias al agua de manera que no producen gases contaminantes. Estas burbujas contienen todos los servicios que son necesarios para una vida parecida a la que se hacía antes de la explosión.

Yo nunca llegué a conocer la vida antes de la burbuja, pero me encantaría subir a la superficie de la tierra y observar a los seres que no sucumbieron al desastre, porque desde esta pecera de cristal sólo se puede contemplar a distintos peces de los que existían antes, mutados por las nuevas condiciones de vida y la actuación sobre ellos de desechos nucleares. Con este fin decidí hacerme bióloga, aunque fue tremendamente complicado ya que en nuestra era lo único que verdaderamente importan son la informática, para conseguir coordinar todos los sistemas que funcionan en estas pompas, y la ingeniería, para construir más y más burbujas, y estructuras para el disfrute de los ricos que nos tienen presos en estas peceras para seres humanos.

Conseguí hacerme bióloga por la única universidad que aún estaba preocupada por la naturaleza e hice el curso y me diplomé gracias a un curso por e-mail. Buscando y buscando por Internet, encontré a un catedrático que me ayudaría con mi tesis doctoral para conseguir hacerme doctora en Biología, pero para ello, aún necesitaba un tema sobre el que hacerla.
Así que una tarde, sentada en un banco, observando el mar, se me ocurrió una gran idea y acudí al apartamento de mi profesor. Mi gran idea era mi gran sueño, poder viajar a la superficie.

Cuando hablé con el profesor me dijo que la idea era maravillosa, pero que además de hacerme doctora sería famosísima por haber sido la primera mujer en volver a tierra firme después de quinientos años, pero me dijo que estaba loca, que cómo se me ocurría algo así, que el gobierno no lo permitiría, que aún no se sabe si la superficie es segura... Pero me empeñé y dije que no me rendiría sin luchar, que si estaba conmigo muy bien, y que si no lo estaba no me hacía falta, pero me ayudó.

Estuvimos meses, casi un año luchando con el presidente y todos los diputados, ninguno estaba de acuerdo, qué diría la opinión pública si me pasaba algo, alegaban, todo puro teatro, pero cuando la opinión pública averiguó lo que quería conseguir, me apoyó, y con el apoyo de la prensa no hay gobierno que se pueda resistir.Así que, aquí estoy, en una nave submarina que me llevará a la tierra en pocas horas, es un espacio no muy reducido, voy acompañada de dos expertos en el manejo de esta nave y algo enterados de biología. Estaremos unos días en la superficie, tiempo que debo aprovechar bien, para obtener la mayor cantidad de información de los animales que sobrevivieron y luego, ya en el laboratorio realizar un estudio detallado.

Acabamos de abandonar la nave, estamos en un islote con cabida suficiente para nosotros y nuestro equipo, es una extensión de tierra en la que no se ve rastro ni de vegetación ni de que haya estado habitada alguna vez. De momento no hay señal de que algún ser vivo haya sobrevivido a esa catástrofe, todo está oscuro y hemos instalado las tiendas, la atmósfera no tiene gran cantidad de oxígeno, así que debemos utilizar unos pequeños aparatos pegados a los orificios nasales que dan el oxígeno necesario al aire que respiramos.

Durante los días que estuvimos en tierra nos levantábamos temprano para aprovechar todo el tiempo posible, esta vez ya no estaba tan oscuro como la primera vez, había luz, seguía existiendo el proceso que los antiguos conocían como el día y la noche, y que nosotros nunca habíamos visto .
Al contrario de lo que pensábamos si existía aún vida, escasa pero vida. Caminando descubrimos en la arena unos agujeritos y unos pequeños insectos preciosos de un color verde-azulado que a simple vista no se reconocían, ya que la misma arena tenía un tono prácticamente igual, toda la tierra era una bola azulada. Investigamos esos insectos para averiguar la mayor cantidad de datos sobre ellos y así luego estudiarlos en un laboratorio, pasábamos el día contemplando cómo construían el nido y como cazaban unos pequeños insectos casi invisibles al ojo humano que recogían de la superficie del agua.

También descubrimos unas aves de color caqui que se agrupaban en colonias y que se alimentaban de estos insectos nombrados anteriormente, sobrevolaban un nido donde sabían que había un insecto, y cuando este salía era capturado y llevado a los nidos para que fuese comido por las crías.
Averiguamos todo lo que pudimos sobre estos animales, y descubrimos que los insectos verde-azulados solo eran atacados cuando salían del nido y emprendían el vuelo hacia los pequeños insectos de los que se alimentaban ya que la luz provocaba en sus alas reflejos que las aves advertían para cazarles. Así que cada vez que salían a cazar se veían expuestos a ese riesgo, pero para ello los nidos que construían solían estar muy cerca de la costa para no tener que volar durante mucho tiempo, ya que cazaban en el agua y allí no podían ser apresados porque quedaban en total camuflaje con el medio.

De las aves averiguamos que vivían agrupadas y lejos de la costa para no ser advertidos por los otros insectos. Solían agruparse en parejas y tener un nido con varios huevos que la hembra incubaba. Cuando los polluelos rompían el cascarón los machos se encargaban de recoger las cáscaras de huevo y arrojarlas al agua, donde allí quedaban flotando y servían de alimento para los insectos de los que se alimentan los verde-azulados.
Con todo lo que averiguamos volvimos a la burbuja, todos estaban asombrados de nuestra hazaña, casi nos veían como héroes, lo primero que hicimos después de llegar y conceder muchas entrevistas para televisiones, radios, periódicos, fue encerrarnos en el laboratorio e investigar sobre los animales de la tierra. Según las muestras de ADN, el aspecto físico y el modo de vida de los insectos verde-azulados, los datos introducidos en varios ordenadores apuntaban a la misma respuesta, a que eran la evolución de unas avispas que antiguamente cazaban o abejas (Philantus ) o orugas ( Ammophila ), y a las que les pusimos el nombre de Tusammo.

Respecto a las características de las aves color caqui todos los datos apuntaron a que eran la evolución de una especie de aves llamada gaviotas que solían alimentarse de peces y anidaba en grupo, parecida a esta en varios aspectos y distante en otros, por ejemplo el color. Los insectos de los que se alimentan los Tusammo son algo parecido a unos gusanos que existían antes y que ahora poco tienen que ver, ya que se alimentaban de hojas y vivían en tierra firme y debido a la adaptación al medio acabaron viviendo en el agua y alimentándose de restos de huevos.

Al final conseguí mi propósito, viajé a la superficie de la tierra y estudié a los únicos animales que todavía existen, aunque sean totalmente distintos a los que habitaban la tierra antes de la catástrofe. Gracias a este, al principio imposible viaje, conseguí un tema estupendo para mi tesis y me doctoré en Biología, fui la primera mujer en volver a pisar suelo firme después de la explosión, ahora mi trabajo como bióloga es conocido en todas partes y no hay nada que no pueda conseguir, esto me ha abierto las puertas a más viajes e investigaciones, ya que puede que sí existan más animales ahí arriba aunque no los hayamos visto.


 

 


Gaviotas
Por Daniel Rubio, alumno de 3º E del IES Santa Clara. Su trabajo se basa en el libro 'Naturalistas curiosos'.

Corría el otoño del año 2267 cuando una pequeña barca a motor se acercó a la solitaria isla de Inner Farne, en la costa Nordeste de Inglaterra. Era uno de los pocos lugares en los que se podían encontrar animales y, debido a la ausencia total de personas, naturaleza.

El resto del mundo estaba, literalmente, invadido. Vigilado por inmensos edificios y donde casi el único punto verde que se podía encontrar eran los discos de los semáforos. Sin embargo en aquella isla dominaban los árboles y sobre todo, las gaviotas. Esto último era lo que buscaban los tripulantes de la barca, a la que las olas de un mar manchado, aceitoso y contaminado estaban azotando. De hecho cualquier zona a menos de 40 millas de la costa, aproximadamente, carecía absolutamente de peces; sólo se podían encontrar algunos en áreas en pleno océano, donde la polución aún no había llegado.

La frágil embarcación se escoraba y temblaba cada vez que una ola o una ráfaga de viento y lluvia se hacía notar. Los tres tripulantes que en ella viajaban iban abrigados con chubasqueros y congelados; cuando uno de estos golpes de aire sacudía el bote los tres se juntaban y se agarraban fuertemente, intentando evitar el frío. Pudieron atracar la barca en un pequeño entrante, resguardado de la tempestad. Eran tres biólogos belgas, Albert Kleinberg, Johana Fern y Jean Courrier, los que aquel día ascendieron entre los antiguos senderos de los acantilados, hasta lo alto de la isla.

La gaviota tridáctila era el centro de su atención, miles de ejemplares tenían los precipicios cubiertos de nidos y al ver llegar a los visitantes habían echado a volar gritando en señal de alerta. Los científicos se quedaron atónitos ante tal espectáculo y ensordecedor ruido. Entre tanto las aves ya comenzaban a calmarse y posarse de nuevo en sus nidos; entonces el Dr. Kleinberg, un hombre que, aunque mayor y con barba blanca, era alto y robusto, se acercó a uno de los nidos para coger algunos huevos. Inmediatamente, varias gaviotas se le echaron encima picoteándole, auque sin causarle demasiado daño; así y todo había conseguido tres huevos. Aún una gaviota le quiso atacar cuando regresaban a la embarcación con el preciado objeto de estudio, afortunadamente la Dra. Fern pudo golpearla a tiempo, dejando al ave tendido sobre el terreno. La joven bióloga levantó al ave del suelo y lo llevó con ella a la barca.

De vuelta a tierra firme no repararon en el frío, la lluvia, las olas y el viento que les azotaban; tan sólo pensaban en los geniales experimentos y estudios que podrían hacer sobre las gaviotas con el ejemplar y los huevos. Estaban en lo cierto unos meses después escribieron un libro sobre las experiencias con las gaviotas, que tiempo antes habían realizado.

Pero desgraciadamente los tres biólogos cometieron un gran error, una vez hubieron terminado los experimentos, las gaviotas les eran innecesarias, de modo que abrieron la ventana y las dejaron escapar. Otro factor que influyó en el gran desastre que después ocurriría fue la ambición y el egoísmo de muchos empresarios, en especial los de las compañías constructoras. Estos comenzaron a edificar por toda la superficie de la isla de Inner Farne, haciendo así huir a las gaviotas. Mientras tanto los ejemplares que habían sido liberados en la urbe por los científicos, habían anidado en los edificios, como si de acantilados se tratase, y habían puesto huevos y procreado. No obstante estas apenas contaban con algunas decenas y no suponían ningún riesgo, incluso resultaban curiosas. Sin embargo al estar éstas ya asentadas, las gaviotas huidas de la isla anidaron junto a ellas, creando así una colonia.

Poco a poco iban llegando bandadas de gaviotas tridáctilas, que se establecían en todas las repisas de las ventanas, en cada tubería o saliente de una fachada. Todo estaba plagado de nidos, en cuyo interior podían verse huevos moteados y pollitos, que permanecían inmóviles en el nido, por miedo a caer en el abismo. La llegada de las gaviotas asombró a la población, auque más tarde causarían pavor entre los ciudadanos.

Las gaviotas se reproducían cada vez más rápido, no había ningún depredador que regulara la población de gaviotas. Sus depredadores naturales, el zorro y la corneja, la cual se alimenta de los huevos, todavía no estaban extintos, pero solamente podían verse algunos ejemplares en laboratorios y zoológicos. Así que las aves tenían la posibilidad de expandirse por donde les viniera en gana. Tampoco tenían nada que comer, la isla en la que antes vivían constaba de algunos peces y además existía un vertedero, donde encontraban comida, sin embargo este había sido sellado para poder construir sobre él. Aunque no suponían una amenaza directa para el hombre, las gaviotas tenían necesidad de alimentarse y su fácil adaptación al medio les llevó a robar comida de supermercados y factorías. Enormes bandadas sobrevolaban la ciudad y descendían todas juntas al ver alguna tienda, entraban suscitando involuntariamente terror entre la gente, que chillaba, a la vez que intentaba esconderse.

Pese a ello las gaviotas nunca causaron daño físico a nadie, en cambio saqueaban los alimentos allí donde los hubiera. En aquella época verdaderamente escaseaba la comida, apenas había animales y cultivos, a causa de la contaminación y de la expansión de las ciudades, que habían hecho desaparecer casi todos los campos, que ahora se cubrían de edificios. Si el número de gaviotas seguía creciendo, no habría suficiente comida para todos.

Ante tan tremendo problema el gobierno británico encargó a sus científicos algún proyecto para solucionarlo. El comité biológico del Estado estaba dirigido por el Dr. Foulton, quien tenía a cargo unos quince trabajadores. No obstante ni Foulton ni ninguno de sus operarios eran biólogos, eran físicos, químicos e informáticos en su mayoría. A pesar de esto, el gobierno no estaba dispuesto a gastarse nada de dinero extra en pagar el trabajo de un equipo de biólogos, como habían solicitado los doctores Kleinberg, Fern y Courrier. Aunque no se les concedió el proyecto, los tres biólogos trabajaron para encontrar un arreglo al conflicto que ellos mismos habían originado.

Al cabo de unos meses el equipo de Foulton presentó una idea, que fue aceptada por el gobierno. Se proponía distribuir por toda la ciudad gran cantidad de zorros y cornejas, para que acabaran con las gaviotas. Solamente un ministro no estuvo de acuerdo con aquel proyecto, Ben Murray. Expresó su disconformidad con el plan de Foulton, alegando que era una locura, pero no se le hizo caso.

Entre tanto los científicos belgas también habían desarrollado otro diseño y al enterarse de lo que el gobierno se proponía, quisieron exponer su idea; pero el Estado era totalmente negativo ante cualquier otro proyecto y no les escucharon. Lo que el equipo del Dr. Kleinberg proponía era crear un hábitat artificial para las gaviotas tridáctilas. Pretendían utilizar una pequeña isla deshabitada, en medio del Pacífico Norte, para llevar allí zorros y cornejas; en cuanto a la comida, esta isla está lo suficientemente alejada de la costa, como para que la contaminación haya dejado vivir a los peces. Después las gaviotas serían atraídas hasta allí. El único problema que se presentaba era que los zorros estaban casi extintos y los únicos ejemplares eran parte de un zoológico estatal. A partir de ellos Foulton estaba reproduciendo artificialmente zorros, en un laboratorio, para así acelerar el crecimiento de población de los mismos.

Al tiempo que Kleinberg, Fern y Courrier intentaban hacerse oír y demostrar que acabaría por haber una plaga de zorros en la ciudad. Afortunadamente los tres biólogos pudieron hablar con Ben Murray, este les ofreció su ayuda y les mostró todo su apoyo. Entre los cuatro decidieron que la única vía de detener la catástrofe que Foulton iba a desencadenar era sabotear su plan.

Con la inestimable ayuda del ministro Murray, los biólogos pudieron entrar a escondidas en la nave industrial donde Foulton tenía su laboratorio. Era un edificio construido a partir de placas metálicas, de forma semicircular a dos alturas carecía de ventanas y sólo tenía una puerta, custodiada por dos militares. Las paredes estaban desgastadas y se habían oxidado, en el exterior había aparcado un automóvil del ejercito, junto a la verja de seguridad que rodeaba el reducido terreno. El coche del ministro Murray paró frente a la entrada, de él se apearon el mismo ministro, Fern y Courrier, mientras que Kleinberg se quedaba al volante. Uno de los centinelas dio un pasó al frente al ver a los intrusos, pero pronto no solo se tranquilizó al reconocer a Ben Murray, sino que también abrió la puerta al paso de los tres visitantes; e incluso quiso acompañarles al interior del laboratorio, sin embargo la voz fría y seca de Ben Murray diciendo: "Retírese, por favor", le hizo regresar a la entrada de la nave. Sobre una enorme mesa podían verse varias probetas, con embriones de zorro en el interior. Courrier y Fern colocaron cuidadosamente estas probetas en un maletín e inmediatamente salieron del laboratorio, ante la pasiva mirada de los militares, y se introdujeron los tres en el coche del ministro.

Sólo pasó un día antes de que Foulton se enterara de que las probetas habían desaparecido y alertara al ejercito, que se dedicó a buscar a Murray, Kleinberg y sus compañeros por toda la ciudad. Afortunadamente Ben Murray ya había conseguido previamente un avión y un piloto de las Fuerzas Aéreas; y todos volaban con los zorros en dirección a la isla del Pacífico. En la cola del avión iba colgando una gigantesca red llena de comida, sobre todo pescado, que debería atraer a las gaviotas de toda la ciudad. En un principio nadie iba detrás del avión, pero repentinamente varios helicópteros del ejército aparecieron de entre la nube de polución que cubría la ciudad. Intentaban hacer parar al avión. Cada vez se acercaban más y más. Al ver que los biólogos no reaccionaban los militares comenzaron a disparar, aunque sin llegar a herir a nadie. Los helicópteros iban justo detrás de la aeronave de los científicos, parecía que ya todo estaba perdido.

De repente una gran nube blanca surgió en la lejanía, a medida que se iba avecinando era más grande, y poco a poco se fueron distinguiendo millones de gaviotas tridáctilas que se acercaban motivadas por la red de comida, que iba desequilibrando el aparato de Kleinberg y sus colegas. Justo en el momento en que los helicópteros se arrimaron al avión, las gaviotas avanzaron velozmente. Y de pronto un ensordecedor ruido ronco y brusco se oyó, a la vez que el estridente chillido de miles de gaviotas. Gran cantidad de las gaviotas que seguían el alimento habían sido atrapadas por las hélices de los helicópteros militares, haciéndoles así caer en picado sobre el océano.

De este modo fueron llevadas las gaviotas hasta la isla donde se liberaron también cornejas y los zorros que habían sido procreados artificialmente. La población de zorros también sería controlada en la isla.

Unos días después Kleinberg, Fern, Courrier y Murray regresaron a la ciudad, allí no solo no fueron condenados, sino que fueron recompensados y a partir de aquel momento los tres biólogos pasaron a formar parte del gabinete científico del Estado.