Antonio Noguera Guinovart nació en l'Ametlla
de Mar (Tarragona), en 1963. Cántabro de adopción,
es profesor de armonía en el conservatorio
santanderino Ataúlfo Argenta. Sus obras pertenecen
a los géneros sinfónico, coral, banda,
camerístico e instrumentos a solo. Una de sus
últimas aportaciones ha sido la composición
del himno del Mundial de Vela celebrado en nuestra
ciudad el año pasado.
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Gerardo, Alberto, Elisa y Sara flanquean a Antonio
Noguera. |
Noguera tiene en su haber numerosos reconocimientos
como el primer premio, ex aequo, del I Concurso Nacional
de Composición de la Generalitat de Catalunya.
Fue ganador ex aequo en la décima edición
del Certamen Internacional de los 'Premios a la Composición
y Expresión Coral' de Las Palmas. Fue premiado
en la III Edición del Concurso de Composición
Sinfónico-Coral de Radiotelevisión Española
y consiguió el primer premio de Composición
Internacional para Órgano 'Cristóbal
Halffter' en su XXVI edición, entre otros.
Ha recibido numerosos encargos de solistas, grupos
y orquestas de cámara, entidades corales, así
como del FIS. Sus composiciones han sido estrenadas
e interpretadas en diversas ciudades de España,
Austria, Alemania, Eslovaquia, Camerún y Francia.
Algunas de ellas han sido grabadas y editadas.
Pregunta.- ¿Qué es
para ti la música?
Respuesta.- Yo he definido la música
como el amor de Dios hecho materia, es la Epifanía
de la emoción. Epifanía significa: Manifestación,
por eso digo que es la Epifanía de la emoción
que nace de lo más íntimo del ser humano,
esto para mi es fundamental, si no, no hay música.
Si de ti mismo no sale algo, algo que está
escondido en tu ser, en tu parte más recóndita
y no sabes extraerlo, no es música, por eso
digo que es el amor de Dios hecho materia. Como creyente
tengo que decir esto.
P.- ¿Cuándo comenzaste
a introducirte en el mundo de la música?
R.- Empecé a estudiar a los
quince años.
P.- ¿Por qué te dedicas
a la música?
R.- Porque la considero necesaria
y esencial en mi vida.
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Antonio Noguera, profesor del Conservatorio
Ataúlfo Argenta. |
P.- ¿Cómo lo decidiste?
¿Hubo algún hecho que te empujara a
decidirte por el mundo de la música?
R.- Yo recuerdo de muy pequeñito
que tenía cierta propensión hacia lo
que era la música. Cuando oía las bandas
que hacían los pasacalles por el pueblo, yo
recuerdo estar cogido de los barrotes de mi balcón
en mi casa y se me ponían lo vellos de punta.
Yo recuerdo cuando había estos bailes folklóricos
en los pueblos yo sentía algo. Pero creo que
realmente no escogí yo a la música,
es como cualquier vocación, el médico
no escoge la medicina, es la medicina la que te escoge
a ti, el ser humano es un receptor de algo que le
viene.
Yo descubrí la música cuando asistí
a una misa de la Catedral de Tarragona. Yo ahí
escuché por primera vez los sonidos del órgano
y quise por primera vez dedicarme a la música.
Escuché algo que no había escuchado
en mi vida, había estado en muchas misas pero
nunca la escuché con un órgano, y el
órgano me fascinó.
P.- ¿En ese momento decidiste
que querías dedicarte a ello?
R.- Al año siguiente ya me
matriculé en un conservatorio. Soy un superviviente
de las enseñanzas nefastas de los conservatorios.
Me he hecho la carrera muy, muy, muy mía, desde
lo que me han explicado y desde lo que no me han explicado,
e intento con esos cabestros de ahí darles
lo mejor de mí mismo.
Es producto de una no enseñanza, es producto
de una búsqueda de lo que en clase no se da,
el trabajo ha sido inmenso. Yo me considero un superviviente
de la música por las enseñanzas recibidas.
Luego ya se respiraba mucha, mucha música,
maestros buenísimos. Yo realmente allí
sentí que me podía inclinar hacia la
composición.
Por esto siento un amor al órgano infinito.
No he sido organista profesional, pero sí realmente
me dedico a ello desde la música del órgano;
es muy importante para mí.
P.- ¿Se considera usted un
músico, compositor y profesor vocacional?
R.- Absolutamente. Absolutamente,
aunque muchas veces en el conservatorio necesito superarme
todos los días para impartir las enseñanzas
vocacionales, porque no todo el mundo viene con una
vocación para la música. Compositor
vocacional sí lo soy. Soy un ser humano vocacional,
la enseñanza me apasiona, pero no siempre en
el conservatorio encuentro el material humano dispuesto
a recibir mis enseñanzas.
Yo entiendo que venís de un instituto. Es una
enseñanza general secundaria, o como vosotros
llaméis, pero es un paso hacia la universidad.
Aquí la gente no lo considera un paso para
una enseñanza superior; aquí vienen
a estudiar música como podían venir
a estudiar paracaidismo algunos. He empezado mis clases
a las tres y media enfadándome ya por unos
niños, no saben estar en unos pasillos callados,
no saben, con lo cual vienen aquí a aprender
música quizás, a estudiar. Esta vocación
la tengo que alimentar todos los días. He ganado
la plaza por concurso oposición, unas oposiciones
durísimas durante quince días para dar
el nivel más adecuado. Mi plaza de profesor
de armonía mis profesores catedráticos
de Barcelona no la hicieron tan complicada. Pero sí,
ante todo me considero vocacional, porque si no fuera
vocacional dejaría el conservatorio.
También tengo claro que el día que no
tenga nada que aportar a la sociedad voy a dejar de
componer y de dar clase, pero yo creo que soy una
persona que puede dar muchas cosas aún.
P.- A lo largo de su carrera como
músico ha ganado numerosos premios como, por
ejemplo, el segundo premio en el séptimo Concurso
Internacional de Composiciones Pianísticas
Manuel Valcárcel. ¿Cuál es el
que ha sido para usted más especial?
R.- Tengo dieciocho premios internacionales.
Ya no son los premios, cada obra que haces es como
un hijo tuyo realmente, es como aquel árbol
que tiene un tronco y tiene muchas ramas; si tú
a un árbol le cortas una rama deja de ser ese
árbol, no es el mismo árbol aunque conserve
su tronco. Todos tienen su componente emocional y
de proyección artística. Emocional recuerdo
el de la Generalitat de Catalunya, no por su transcendencia
como profesional sino por ser profeta en tu tierra.
Hay premios que por su proyección son muy importantes,
como el de Radiotelevisión Española,
una obra para Gran Orquesta y Coro. Hay un premio
que es el de las Cortes de Cádiz que tengo
el lujo de compartir con Plácido Domingo, un
año le gané yo y otro año Plácido;
no creo que pueda haber muchos compositores que puedan
decir esto.
Luego están los premios de música sacra.
Soy Premio de Música Sacra del Pilar. Esto
para un compositor creyente es magnífico, porque
Nuestra Señora del Pilar es la Fiesta Nacional
de España. Pero los dieciocho premios son muy
interesantes.
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Antonio Noguera conversa con los estudiantes. |
P.- ¿Qué sintió
usted al saber que su composición iba a formar
parte del Mundial de Vela 2014?
R.- Fue para mí un orgullo
participar en una ciudad que me ha acogido desde el
primer momento. Esto lo digo porque creo que soy una
de las pocas personas que cuando me empadroné
en esta ciudad en el año 1995 recibí
un diploma del señor alcalde, entonces Gonzalo
Piñeiro. Le tengo enmarcado y dice: "Sea
usted bienvenido a esta ciudad, esperamos que con
su personalidad y su ciudadanía haga una ciudad
más responsable y mas proyectada hacia el futuro".
Con el Mundial de Vela, de una manera u otra yo creo
que estoy correspondiendo a este diploma que me entregó
el señor alcalde.
No obstante os diré que todo lo que das en
esta vida lo recibes duplicado; si tú haces
el bien, lo recibes duplicado. Siempre recibes más
de lo que ofreces. Claro, hay que ser generoso e intentar
dar, intentar dar pero no por vanagloria personal.
Que una obra mía haya congregado a 45.000 espectadores,
eso es hacer un bien, creo yo. Y cuando intentas hacer
el bien no hay ni vanaglorias ni nada, hay un servicio
hacia el otro, hay que servir a la gente, estoy convencidísimo.
¿Imagináis lo que sería este
mundo si cada uno hiciese algo para ser una sociedad
mejor? Sería maravilloso.
P.- ¿Cuánto lleva
más o menos componer una de sus obras?
R.- Depende del número de
intérpretes que hay. Con una obra sinfónica
puedo estar siete meses. Recuerdo que la última
obra que he estrenado en la Fundación Marcelino
Botín por necesidades de programación
la he hecho en veinticinco días y era para
seis instrumentistas. El compositor tiene que escribir
todos los días, como uno come todos los días.
Si necesitas la música para vivir, como es
mi caso, tienes que estar con ella todos los días
porque es tu perfecta amante, tu perfecta compañera.
Es así, no puedes estar sin ella, es una necesidad
interior porque cuanto más das más te
devuelve la música. Es lo que más te
eleva para alcanzar la suprema belleza, te ayuda a
acercarte a Dios más que la misma Teología.
P.- El sábado 19 de octubre
dio una conferencia sobre el compositor Jesús
de Monasterio. ¿Cuál es su opinión
sobre este gran músico?
R.- Don Jesús de Monasterio,
junto con Sarasate, ha sido uno de los que realmente
ha creado una escuela violinística de España.
Don Jesús de Monasterio hizo mucho a favor
de la música de cámara. Él formaba
parte de un cuarteto, creó la sección
de música de la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Fue una persona que se codeó
con los principales violinistas de este País,
con los principales músicos. Estudió
en el Conservatorio de Bélgica, donde al acabar
la carrera le ofrecieron un puesto representativo
en torno a los Reyes, que él no quiso aceptar.
Él quiso venir a España e infundir con
su saber la cultura musical en España. Llegó
a ser director del Conservatorio de Madrid. Quiso
dimitir enseguida, como gran músico que era,
para no dejar de estar con la música.
Fue un gran músico, un gran intelectual. Hoy
en día, en uno de los palcos del Real hay un
palco al que se le llama el 'Palco de los tres sabios':
Jesús de Monasterio, Menéndez Pelayo
y Barbieri. Yo di la conferencia en la casa de Casar
de Periedo, donde él residió muchos
veranos. Gracias a la gestión que hicimos unos
cuantos intelectuales de esta comunidad, paramos una
exposición de animales disecados que quería
hacer allí un pariente del caudillo Franco.
Lo que yo sentí en aquella casa fue maravilloso.
Antes de empezar estuve en una habitación donde
estaba su escritorio, su cama y su violín.
Esto a mí me produce una gran emoción,
hablar de Jesús de Monasterio en la casa de
Jesús de Monasterio.
Era un hombre muy sencillo, no quería ningún
tipo de ostentación. Cuando murió requirieron
su cadáver para colocarle en el Panteón
de Hijos Ilustres de Santander. Él dejó
escrito que no quería. Murió en Casar
de Periedo y lo enterraron allí. El cura lo
que hizo pasados unos años fue desenterrar
el cadáver de Jesús de Monasterio y
enterrarlo en la iglesia donde él asistía
todos los domingos a misa. Era una persona con un
gran amor a Dios y al prójimo, ayudó
a muchísima gente.
Creo que no sabemos realmente los cántabros
quién es Jesús de Monasterio.
P.- Muchas gracias Antonio.
R.- Gracias a vosotros.

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