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Red-acción
Nº 116

CULTURA / GALERÍA DE ARTE

La nave que late

Por Carmen Pérez y Araceli Barategui, estudiantes de 3º de Secundaria del colegio Nuestra Señora de la Paz de Torrelavega.

Cuando nos hablaron de una nave industrial en Santander dedicada al mundo de la cultura nos llamó la atención. De entrada lo que más despertó mi curiosidad fue su nombre: 'La nave que late'. La primera pregunta surgió de inmediato: si late, tendría corazón ¿no? y si tiene corazón ¿dónde se encontraba éste?

'La nave que late'.

'La nave que late' se llama así gracias a un artista con el que los promotores discutieron el nombre. El nombre original iba a ser "la nave que late más allá de los libros", ya que la Biblioteca Central de Cantabria está cerca, pero era muy largo y de ahí surgió 'La nave que late'. Es una iniciativa privada que ha recuperado una antigua nave industrial obsoleta en el puerto de Santander, cambiando su uso al mundo cultural. Esta idea no es nueva y a lo largo de la historia edificios nacidos para una actividad han ido reconvirtiéndose a otras por distintos motivos, en ocasiones promovido por instituciones públicas y en otros por iniciativas privadas. Ciudades como Nueva York, Londres, París presentan numerosos ejemplos de este tipo de nueva arquitectura. Es el caso de la Tate Modern en Londres, que antiguamente era una central eléctrica.

Aunque hemos visto que la idea no es nueva, parece atrevido apostar por el mundo cultural, sobre todo si es en una ciudad pequeña como Santander y sin ayudas públicas. Un dato que podría invitar al optimismo es la creación de una sinergia cultural en la zona. Esta nave, anclada junto al mar, se encuentra cerca de la Biblioteca Central y a escasos metros de donde se está acometiendo la construcción del Centro Botín, un coloso que emerge con un pie en la Bahía y otro entre sus legendarios jardines; un gigante muy del gusto actual, llamado a revolucionar la oferta cultural de Santander y, con ella, su mercado turístico; un titán que podría liderar la creación de una zona cercana al puerto dedicada al sector terciario, reconvirtiendo los usos industriales de múltiples edificios abandonados en nidos en los que crear y compartir, en centros de emprendimiento cultural. La ciudad se beneficiaría, ya que ganaría terreno para el disfrute de los ciudadanos, recuperaría edificios abandonados destinados a la ruina, ante su falta de mantenimiento, y tendría un posible reclamo turístico que aportaría ingresos. Pero todo esto solo es una quimera. Lo único cierto es que 'La nave que late' ya está funcionando.

Los promotores, un empresario (Carlos Quintana) y una fotógrafa (Carmen "Caramela" Revuelta), la definen como un lugar para reunir, crear, compartir, celebrar y disfrutar. Aseguran que tiene una luz estupenda, lo cual la hace idónea para sesiones de fotografía y videográficas. La ponen a disposición de artistas y enamorados de la cultura, y en general de todo el público, para la celebración de cursos, experimentos, talleres y eventos. Y por eso la nave nos ha parecido hermosa, y a la vez melancólica. Un pequeño corazón que late con brío al margen del poder, entre la gente, por pura razón natural, sin ser como tal un negocio, creciendo con mucha ilusión y poco dinero.

La nave no ha variado, desde el punto de vista arquitectónico, desde aquellos tiempos en que rezumaba industria. Simplemente ha tenido un lavado de cara para conseguir el ambiente necesario para el desarrollo de las actividades propias de un centro cultural. La función, como un espacio donde hacer exposiciones, presentaciones, cursos y otros temas relacionados con la cultura y el arte, está por encima del diseño. Lo que tiene esta nave es que está totalmente viva, es decir, que de un evento a otro puede cambiar radicalmente. Lo que hoy ves, mañana está escondido, naciendo en cada esquina y cada cabrete un espacio nuevo, agradable y sugerente. Se han esmerado en crear un espacio vivo de ilusiones a través de la decoración de todos y cada uno de los rincones de la nave. Gracias a su imaginación la decoración puede variar en función del acontecimiento que vaya a tener lugar en cada momento. Su intención es la de crear un mundo mágico adaptado a las características de cada celebración.

Por lo tanto, en el puerto de Santander hay una nave que late porque tiene corazón, el corazón de quienes apostaron por dar vida a un edificio muerto y recuperarlo para los cántabros. Espero que nuevas iniciativas, sean cuales sean, recuperen edificios, espacios, naves… y los doten de su correspondiente corazón para que todos juntos hagan que podamos decir: "La ciudad que late".


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