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Nº 116
ENTREVISTAS / PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Lorenzo Silva, escritor y editor: "En la educación se debería fomentar más toda clase de creatividad"

Por Paula Madrazo Caballero, Diego Maza Buenaposada, Mª José Portilla Ruiz, Paloma Salas Lanza, Miriam San Sebastián Oria, Jorge Talledo Abascal, Alicia Díez Rodríguez (fotografía) y Adriana San José Benítez (grabación), estudiantes de 1º de Bachillerato del IES Peñacastillo de Santander.

El escritor y editor Lorenzo Silva estuvo el jueves 10 de abril en nuestro centro dentro del programa 'Encuentros literarios' de la Dirección General de Política e Industrias Culturales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Un grupo de estudiantes de 1º de Bachillerato aprovechó la ocasión para hacerle una entrevista.

Lorenzo Silva con los reporteros del IES Peñacastillo.

 

Pregunta.- ¿Haber estudiado la carrera de abogacía te ha resultado de gran utilidad para escribir tus libros?
Respuesta.- Vamos a ver, la abogacía tiene y no tiene que ver con la literatura. Tiene que ver con la literatura porque se basa mucho en el lenguaje y en el trato con la gente. Además, normalmente un abogado tiene que acabar conociendo y contando muchas historias. Cuando tú vas a un juicio, normalmente vas a contar una historia; una historia que es la historia que le interesa a la persona que estás defendiendo. Entonces sí que te enseña cosas sobre cómo usar el lenguaje, sobre cómo contar una historia para convencer al que te está escuchando. También te permite conocer mucha gente que normalmente tiene problemas y cuando la gente tiene problemas acaba contándolo casi todo. Cuando alguien viene a que le resuelvas un problema, normalmente es bastante sincero. La gente, bueno, en general todos tendemos un poco a la hipocresía, pero cuando alguien tiene un problema acaba siendo muy sincero y acabas enterándote de muchas cosas; entonces digamos que te da un buen material. Lo que ocurre es que la literatura luego no tiene nada que ver, tú no puedes escribir una novela como escribirías un escrito para un tribunal, ¿no? No puedes contar una historia en una novela como la contarías en un informe oral ante una sala de justicia, el lenguaje es muy diferente. Esa es quizá la mayor diferencia, no puedes escribir con el lenguaje que utilizarías como abogado.

P.- En tu editorial, ¿cuáles son los criterios que utilizas para elegir un libro o qué buscas en un libro?
R.- Bueno, primero, puedo publicar muy poco porque mi editorial es muy pequeñita, hay muy poco negocio en torno al libro. Ahora mismo las inversiones que hagas es muy difícil recuperarlas y podemos publicar pocos libros al año. Como son pocos procuramos buscar libros que, sobre todo, tengan calidad y sean originales, realmente es lo que más me importa. Me da igual si es comercial o si no es comercial, de hecho alguno de mis mayores éxitos como editor son libros que eran los que parecían menos comerciales. Yo, por ejemplo, publico mucha poesía. La poesía normalmente no vende en España, yo sin embargo los libros de poesía sí que los vendo, son de los libros que más vendo. Trabajas a otra escala. Lo que he descubierto es que, sobre todo, calidad y originalidad es lo principal para mí.

P.- ¿Y no hay ninguna temática que te guste más?
R.- No, no, no, como editor me da igual, como escritor sí. Por ejemplo, a mí no me verás escribiendo ciencia ficción porque como escritor nunca he sentido mucha inclinación por eso y, sin embargo, la primera novela que publiqué es una novela casi de ciencia-ficción. O sea que me da igual, lo que me importa es la calidad.

P.- La idea de hacerte editor, ¿cómo surgió?
R.- En realidad es una idea compartida, porque realmente la editorial la tenemos entre mi mujer y yo y, de hecho, la que más trabaja en la editorial es ella porque tiene más tiempo para ello. Era una idea compartida de que hay libros por ahí que valen la pena y que nadie publica, nada más. Por ejemplo, la primera novela que publicamos, que se llama 'Enemigo innúmero', es una novela muy rara que mezcla la ciencia-ficción, el terror... Una cosa realmente muy rara pero, para mí, una novela excelente desde el punto de vista literario. A esta novela un crítico del ABC la eligió como la mejor novela del año 2013. ¿Tú sabes el orgullo que es eso? O sea, realmente la recompensa que para ti es decir: "Este libro a lo mejor nadie lo habría publicado". Y este libro está ahí, y alguien ha podido decir que es la mejor novela española de todo 2013 porque lo hemos publicado nosotros. Yo con eso ya casi me sentí completo y realizado como editor.

P.- Nosotros sabemos que escribes libros infantiles y nos gustaría saber cómo abordas esos escritos.
R.- Bueno, yo tarde mucho en escribir para niños, es lo último que he hecho. Empecé escribiendo literatura un poco en general, a mi no me gusta decir "para adultos" porque yo creo que una novela la puede leer cualquiera que pueda tener un poquito de curiosidad y un poquito de formación como lector. Pero vamos, luego llegué a la literatura juvenil y tardé muchísimo tiempo en escribir para niños. Empecé a escribir para niños cuando tuve niños pequeños en casa. Realmente fue cuando vi la manera de contar las historias, el lenguaje que podía utilizar. Cuando tuve niños, porque yo no quería escribir libros de niños para adultos pero tampoco quería escribir libros para niños que a mí no me interesaran porque, lo primero, me parece que no tiene sentido y, lo segundo, no lo puedo hacer. Tenía que encontrar una historia que me interesara y que, al propio tiempo, estuviera escrita en el lenguaje de los niños. Bueno, yo descubrí esas historias y ese lenguaje con mis hijos porque, de hecho, el primero se lo debo a mi hija mayor, el segundo a mi segundo hijo y así he seguido. Ahora tengo una muy pequeñita que ya me va dando ideas incluso, con solo seis meses.

El autor de 'El alquimista impaciente' durante la entrevista.

 

P.- ¿A la hora de elegir tus protagonistas de las novelas te inspiras en alguien que tú conoces o directamente los inventas?
R.- Hay de todo, hay personajes que me invento desde cero, pero, en general, siempre tengo referencias, no tengo una referencia única. Cuando hago una novela de un personaje real, lo llamo por su nombre. Yo tengo una novela en la que sale Franco, dos novelas en las que sale Franco precisamente. Pues Franco es Franco, no me invento, averiguo todo lo que puedo sobre Franco en el momento que estoy contando e intento que ese personaje de ficción represente a Franco. Pero salvo en esto, a mí me gusta que los personajes tengan vida propia, no que sean puros reflejos de una persona, me interesa mucho más. Por ejemplo, la historia de la última novela es que yo leí una historia en el periódico de cómo mataron a un alcalde de cincuenta años. Eso lo he convertido en el asesinato de una alcaldesa de treinta y dos. El personaje es completamente diferente, lo que tiene en común es que son alcaldes y las razones por las que mueren son parecidas, que fue un poco lo que me interesó. Pero, claro, cada personaje no tiene nada que ver, yo he construido un personaje de ficción con otros elementos.

P.- Durante la conferencia hemos hablado sobre los guardias civiles y nos has contado cosas de tus novelas. Desde tu punto de vista, ¿crees que en los colegios se deberían leer más novelas policíacas?
R.- Pues lo he comentado antes con una de vuestras profesoras. Yo creo que, desde luego, mis novelas se leen en bastantes sitios; se leen en Bachillerato, en la ESO e, incluso, algunas de las novelas de Bevilacqua se leen en la universidad o gente de Derecho. Precisamente en una asignatura de Derecho muy aburrida que se llama Derecho procesal, hay profesores que para hacerlo un poco más divertido utilizan las novelas, por ejemplo para hacer casos prácticos, y les dicen: tú eres el abogado que tiene que defender a ese asesino, ahora tú eres el fiscal que tiene que acusar a ese asesino. Y yo creo que no solo las mías sino que la novela policíaca contemporánea es muy buena para ponerla en centros de enseñanza porque, si tiene una mínima calidad literaria, tiene valor, porque habla del mundo contemporáneo y habla de la realidad del lector. El lector puede sentir que la novela habla de su mundo, que en cierto modo habla de él. Eso tú no lo sientes leyendo 'El lazarillo de Tormes', que es un ejemplo de un libro que me parece magnífico, una gran novela.

P.- ¿Crees que el contacto a través de las redes sociales es importante para desarrollarte como escritor y que te conozcan?
R.- Yo creo que no tanto como piensan algunos, pero yo lo hago, y lo hago porque creo que tiene un valor. En Estados Unidos cuando vas con una novela a un editor, lo primero que te preguntan ahora es cuántos seguidores tienes en Facebook. Parece mentira, para saber si te van a publicar te preguntan eso. Yo sinceramente creo que uno puede ser buen escritor y no tener cuenta de Twitter, que los hay de hecho. Lo que creo es que es una herramienta más, una herramienta que te permite una serie de cosas que son interesantes. Por ejemplo, si publicas un libro. Yo público libros muy diferentes, y hay libros con mucho lanzamiento comercial y hay libros que son más raros. Los libros con mucho lanzamiento comercial se encargan los editores de venderlo, pero esos libros más raros no tienen ni publicidad. Por eso a mí la red social me sirve para, por lo menos, a la gente que me sigue decirle: "Oye, que este libro está aquí, que a lo mejor te interesa leerlo". También, por ejemplo, si vas a algún sitio. Tienes una conferencia en Lugo (la última que he tenido), lo pones en el Twitter o en Facebook y hay gente que se entera y viene. Esa utilidad está bien, pero tanto como para decir es indispensable... Además, yo creo mucho en la libertad individual, y estoy muy en contra de que haya una serie de cosas que nos impongan, y que prácticamente no haya más remedio que hacerlas. Por ejemplo, cuando me pongo a escribir una novela, apago teléfonos, dejo de atender el mail, dejo de atender el Twitter y hay gente que se enfada. Dicen "Te he llamado por teléfono y no estabas", es que estaba escribiendo, "Te he mandado un email ayer y no me has respondido", es que estaba escribiendo, es que estoy haciendo otras cosas, es que no tengo por qué estar enchufado aquí permanentemente, haciéndole ganar dinero a aquel, al otro y al de la moto; es decir, puedo desconectarme de vez en cuando, lo necesito.

P.- ¿Tú piensas que si otros artistas, ya sean músicos o escritores, bajasen los precios como haces tú, poniendo las novelas a 1€, 2€ en internet, crees que eso disminuiría la piratería o haría más fácil que los artistas pudieran vivir de su trabajo?
R.- Ayudaría pero no es suficiente. Ya me gustaría que el género humano estuviera compuesto sólo de personas inclinadas a hacer el bien y la justicia pero el género humano está lleno de personas que se aprovechan, que si pueden meter un gol lo meten, que si pueden darte una puñalada por la espalda te la dan. Para eso hay leyes. A mí ya me gustaría que se pudiera decir a la gente: salid con el coche y haced lo que queráis, y que todo el mundo obedeciera. Pero hace 10 años cuando yo empecé a conducir, salías a la calle y hacías lo que querías y, además, como yo era abogado, tenía muchos amigos que estaban todo el rato infringiendo las normas y era muy fácil quitar cualquier multa, porque yo le he quitado multas a todos mis amigos hasta que me harté y les dije que se buscaran a otro. Las leyes eran papel mojado, tú salías a la carretera y podías ir a 200 con el coche, podías hacer lo que te diera la gana. ¿Cuál era el resultado? Diez mil muertos al año. ¿Cómo se acabó con eso? Pues muy sencillo, diciéndole al que va a 200 que va a la cárcel, que le pones dos pulseras a la espalda y a la cárcel y se acabó. Realmente a veces hay que tener reglas. El otro día salió en un reportaje de la Sexta para hacer una declaración un tipo que entre otras cosas tiene pirateados catorce libros míos; es un tío que lo único que hace en la vida es estar con un ordenador en un pueblo de Huelva, cogiendo enlaces copiados que no son suyos y, con eso, gana 200.000 € de publicidad, sin hacer absolutamente nada, sin crear absolutamente nada... Él dice que trabaja, claro, pero también trabaja el tío que entra en una caja fuerte de un banco, hay que hacer el agujero y eso lleva un rato. Eso para mí no es trabajo, ese tipo no está creando nada y va a haber gente siempre así; es decir, aunque estén a 2€. A este tipo tiene que haber una ley que le diga "Oye tú, si haces esto se te plantan dos guardias civiles en tu puerta y te quitan el ordenador". Lamentablemente, ya me gustaría que fuera de otra manera; no creo sólo en eso, no creo sólo en los guardias civiles. Si un señor entra en Mercadona y se lleva la compra sin pagar, llaman a la policía y la policía lo detiene; entonces ¿por qué si a mí me roban yo no lo puedo hacer? Yo no puedo llamar a nadie, y tengo que ver cómo todos los días me roban y no puedo llamar a nadie porque nadie protege lo que yo hago. ¿Por qué?, ¿soy tan malo para esta sociedad? Ponte en mi lugar, a fin de cuentas yo me gano la vida, porque sigo teniendo muchos lectores que compran mis libros, pero en quien yo pienso por ejemplo es en los seis empleados de la primera imprenta con la que yo trabajé cuando empecé a editar libros, que tres meses después cerró y les despidieron a los seis, seis padres de familia.... ¿Por qué se tiene que quedar en el paro esta gente para que ese tío vuelva con su ordenador y gane 200.000 €. Esto no pasa en Alemania, esto no pasa en Estados Unidos, esto no pasa en ningún lado.

P.- En la actualidad el sistema educativo está muy presente en el ámbito periodístico y social. ¿Usted cree que nuestro sistema educativo es tan deficiente respecto al de otros países?
R.- Habría que conocer bien los sistemas educativos de todos los países. Yo los conozco algo porque he ido a algún colegio fuera de aquí alguna vez, pero no lo conozco lo suficiente. Por lo que sé, y por la información que tengo, es información indirecta la mayoría, hay aspectos de nuestro sistema educativo que lo hacen inferior a otros sistemas educativos de nuestro entorno. Y no me refiero exactamente a los resultados, porque los resultados más altos los consiguen ahora mismo los niños asiáticos, que tienen un índice de suicidios enorme porque están todo el día estudiando y tampoco es deseable. Tengo cuatro hijos y no me gustaría que se me suicidaran dos para que los demás fueran bioquímicos y premios nóbeles, prefiero que vivan los cuatro aunque sean más mediocres.
No voy tanto a los resultados como a que hay cosas que tú ves en países de tu entorno que se hacen mejor. Por ejemplo, en otros países la educación no es una cosa donde cada partido cuando gana las elecciones se carga la ley del anterior para hacer otra, entonces no hay ley nunca, se ponen de acuerdo los partidos principales y sigue un programa treinta años. Cuando un país hace eso le sale mejor que a nosotros que no lo hemos hecho nunca. Otro ejemplo, en otros países la gente que da clase no solo tiene independencia, no solo tiene autonomía sino que además tiene respeto, respeto social. Aquí, ahora no, pero recuerdo hace diez años sitios donde los profesores prácticamente eran despreciados por gente ignorante, gente ignorante que ganaba más dinero. Eso tampoco ayuda mucho. Y luego, tengo la sensación de que desde la época en la que yo estudié a la época actual se ha producido una serie de cambios, aunque no todos son malos. Al final la educación española ha tomado una opción que a mí me parece buena, en la educación que yo recibí mucha gente se quedaba fuera. Tú con doce años, si no valías para estudiar te echaban a la orilla prácticamente. Aquí se intenta dar una oportunidad a la gente hasta los dieciséis años, lo que me parece que está bien. Pero creo que se ha errado un poco en que se ha bajado mucho la exigencia para poder mantener a todo el mundo, por eso creo que hay gente que no está desarrollando su potencial. O sea, antes el que valía para estudiar desarrollaba más y mejor su potencial que ahora. Y me parece que la gestión es un poquito más complicada, entre tirar a la gente que no vale para estudiar y quedarse sólo con los buenos y meterlos a todos en un revoltijo, llegamos como podemos con gente que al final no aprende, porque aguanta hasta los dieciséis años torturada, a alguno conoceréis seguramente. Los alemanes esto lo trabajan bastante bien, los alemanes no descartan a nadie, van identificando capacidades y hay gente que acaba siendo ingeniero en la Volkswagen y hay gente que acaba siendo un operario de la Volkswagen o de la Mercedes, pero el ingeniero es muy bueno y el operario es muy bueno. Por eso los Mercedes se hacen en Alemania y no se hacen en ningún otro sitio, porque trabajan al final con las capacidades de todo el mundo. No tiran a nadie, pero no tratan a todos igual. Claro que se requiere una gestión un poco más complicada que lo que se hace aquí, pero el tema es inmenso y vuestras profesoras aquí presentes saben mucho más que yo, así que...

P.- Y en relación con esto, con la calidad del sistema educativo en España, ¿tú piensas que el informe PISA, que ha indicado resultados muy negativos en este país, es tan relevante o tan determinante para medir la calidad de un sistema educativo?
R.- Es el único indicador que tenemos hoy por hoy homogéneo y comparable. Es muy criticable en muchos aspectos y mucha gente lo ha hecho mejor que yo y con más conocimientos, pero es un indicador y sobre todo es un indicador que suele valer. El indicador puede que no sea bueno en comparación de un país con otro en una foto fija, pero sí es bueno comparando las sucesivas fotos que se hacen de un país, porque, si es homogéneo, se va viendo un poco la evolución; y la evolución española no es buena. Lo que pasa en este país es una cosa sorprendente. Yo tengo un amigo suizo y Suiza antes de que llegaran los asiáticos que se lo han comido todo, por este régimen penitenciario que tienen de torturar a los estudiantes para que saquen buenas notas, antes de que llegaran ellos estaban siempre allí. Bueno, pues Suiza en un informe Pisa bajó del número 2 al número 4. Hubo un debate nacional porque era una tragedia que se hubiera retrocedido. Este amigo mío que vive en Suiza decía: "Todos los programas, todos los telediarios hablaban de cómo hemos bajado". Aquí bajamos del 21 al 26 y a nadie le importa un pepino, muy bien. Sale un ministro y dice: "No, si estamos dentro de la media más o menos y tal; bueno, tampoco es para tanto si estamos solo a 38 puntos de la media". Yo creo que ni es la Biblia ni las tablas de la ley que haya que creerse, ni tampoco es algo a lo que se le debe de hacer tan poco caso como el que se le hace. Creo que es un indicador, y es un indicador con el que hay que mirar en qué fallamos y que da información. Mira, yo lo he seguido bastante, porque durante mucho tiempo estuve trabajando en un suplemento de educación y me leía los informes Pisa, no el resumen final sino el informe al completo. Y por ejemplo hay cosas que son muy sintomáticas en España. Una cosa muy sintomática en España es que tiene muy pocos alumnos excelentes. En otros sistemas educativos, de cada 100, 10 son excelentes. En España de cada 100, 4, 3... ¿Somos más tontos los españoles? No, estamos gestionando peor la excelencia, es evidente. O sea, hay conclusiones que son muy claras, incluso aunque la metodología sea muy mejorable.

P.- Después de buscar información acerca de tus libros, hemos visto uno que se titula 'Isla del fin de la suerte', que fue escrito con tus lectores. ¿Cómo surgió esa idea?
R.- Eso fue una propuesta. Me llamaron de Círculo de lectores y me dijeron: "Oye estamos pensando en hacer un experimento de literatura interactiva, escribiendo una novela por entregas, publicándola en Internet". Yo creo que me llamaron a mí porque soy el único que hace estas cosas raras. Si hubieran llamado a otros habrían salido corriendo, pero a mí estas cosas me despiertan curiosidad y dije: "Bueno, pues dejadme pensar a ver si se me ocurre una novela que valga para esto". Tampoco es una forma muy rara de escribir: yo publicaba un capítulo, le daba tres finales posibles, los lectores lo leían, votaban y seguía con el segundo capítulo a partir del final que habían elegido los lectores. Al segundo capítulo le daba otros tres finales, votaban, seguía... Es decir, tenía que estar pendiente siempre de tener muchas novelas a la vez en la cabeza y que fueran coherentes. Eso es bastante complicado con una novela. Entonces elegí una novela que es una especie de parodia de novela policíaca de Agatha Christie, gente que se queda encerrada en una isla, uno muere, y hay que buscar al asesino; y, además, como están en una isla, tiene que ser uno de ellos el asesino, lo eligen por sorteo y demás. Entonces digamos que era una novela que permitía jugar mucho con los personajes. Es una novela bastante cómica realmente, es una parodia, no es del todo seria, aunque fue muy complicado, porque además yo tenía a veces dos días para escribir un capítulo de 30 páginas y entonces trabajaba de abogado. Lo tenía que hacer por la noche, me quedé más de una noche sin dormir para hacer esto... Pero fue un experimento curioso, que no salió como yo quería, por cierto, porque al final de la novela se hacía igual, se ponían varios finales. El final era quién era el asesino, claro, el final de una novela de estas es quién es el asesino. Pues yo les propuse a los lectores cuatro posibles asesinos y los lectores votaron por el que menos me gustaba a mí. (Risas) Suele pasar. A mí de hecho el final que votaron los lectores era el final que menos me interesaba de los cuatro, pero bueno... sé por qué lo votaron. Este era como el final de relleno, el que pensaba que nadie iba a votar y van y lo votan... y lo votaron por una razón muy sencilla: en la novela el investigador era un hombre y se enamoraba de una de las que estaban en la isla; y entonces tenían como una especie de "rollete". Entonces el final que votó la gente era el único en el que esos dos personajes acababan juntos. O sea, que al final, yo hice una historia de asesinatos y la gente lo que quería era una historia de amor y digo: ¡para este rollo la verdad!... (Risas) Pero bueno, fue un experimento curioso, te das cuenta de cómo cuando dejas que el lector intervenga tiene otras percepciones y los resultados son diferentes.

P.- ¿Qué sientes cuando recibes un premio por una novela a la que has dedicado mucho tiempo y en la que te has esforzado?
R.- Pues mira, suelo acordarme de, por ejemplo, lo que me preguntaba antes una profesora vuestra: el momento en el que yo vi esa novela. Por ejemplo, cuando me dieron el Planeta, estaba allí esa noche y me acordé de dónde venía esa novela. El premio Planeta sabéis que lo dan en Barcelona, ¿no? Bueno, pues, a mí la idea de esa novela me vino en Barcelona, cuando yo todavía no tenía casa en Barcelona. Vivo entre Madrid y Barcelona, voy y vengo, pero cuando se me ocurrió la primera idea de esa novela fue hace diez años más o menos, cuando vivía en Madrid. Fui a Barcelona a preparar otra novela diferente y me presentaron a una serie de gente. Una de esas personas, de repente, me contó una historia que me fascinó y dije: "Esto es una novela". Así que la historia surgió de repente, en un café en el Paseo Colón de Barcelona, y entonces me pareció curioso ir allí nueve años después a recibir un premio por una novela que había nacido en ese lugar.

P.- En mi casa leemos todos los domingos el 'XL Semanal' en el que colaboras como cartero, recibiendo e-mails y fax. ¿Por qué se ha dejado de premiar la carta de la semana con una pluma si, en mi opinión, es lo que realmente representa la esencia de la carta, y actualmente se premia con una tablet?
R.- Eso no lo decido yo, y además tampoco lo puedo decidir, porque los medios se financian con publicidad; es decir, eso es publicidad, en el fondo el fabricante de esa pluma o de esa tablet paga esa página. Si no la pagaran ellos no existiría. La revista, como todas las publicaciones, tiene un departamento comercial que intenta conseguir publicidad, y gracias a esa publicidad podemos escribir, y gracias a esa publicidad yo puedo publicar a seis lectores. Yo hace mucho tiempo que tengo plumas y que me gustan las plumas, pero hace mucho tiempo también que escribo con ordenador y no con una pluma. Ni siquiera imprimo. Hace unos veinte años que no imprimo ni una hoja de papel, lo veo todo en la pantalla y de este modo es como probablemente escriben muchas personas cuyas cartas recibo, desde un ordenador o una tableta, la mayoría lo hace desde un ordenador. Lo que yo recibo principalmente son e-mails.

P.- ¿Piensas que en los institutos y en los colegios se debería impulsar más la creación artística de novelas o de cuentos en vez de centrarnos sólo en la teoría de la literatura?
R.- Bueno, todo es importante, y sobre todo es muy difícil escribir bien si no conoces la teoría, si no sabes sintaxis, ortografía... diría de hecho que es imposible. La gramática es muy importante, porque al fin y al cabo es la que decide que tú estás utilizando el lenguaje con propiedad, precisión y con todas sus posibilidades. Para poder hacer un relato tienes que saber algo más que hacer oraciones simples, y para hacer eso bien necesitas conocerlo. Yo creo que en la educación se debería fomentar más toda clase de creatividad, y sobre todo la creatividad que es social. Por ejemplo, creo mucho en el teatro. Yo cuando tenía 17 años iba a un instituto donde había la costumbre de que los de letras hicieran una tragedia griega y los de ciencias hiciéramos una obra contemporánea que siempre era de Mihura o de Javier Poncela. Me acuerdo de haber visto las obras de Javier Poncela en primero, en segundo, tercero... Cuando nos tocó hacerla a nosotros le preguntamos al profesor si podíamos hacer otra cosa, que nos dejara que hiciéramos algo nosotros. Y entonces escribimos. Cuatro que escribíamos escribimos cuatro obras y votamos. Ganó la que escribí yo y montamos esa obra. La escribimos, la interpretamos, y aunque la costumbre era que la obra fuese dirigida por la profesora de latín, nosotros la dirigimos. No te puedes imaginar la cantidad de cosas que aprendimos haciendo eso, y aún con todo lo que teníamos que hacer y estudiar sacábamos el tiempo para ensayar cinco horas sin esfuerzo. Creo que eso se potencia muy poco y enseña muchísimas cosas que son buenas para, por ejemplo, trabajar en equipo en algo que tú creas. Eso también te prepara mucho para la vida profesional, para el trabajo, donde muchas veces el trabajo te lo tienes que inventar, y si no sabes inventarlo no lo puedes hacer.

P.- Y para terminar, ¿algún consejo que puedas dar a alguien que esté empezando a escribir?
R.- Esta es la pregunta que más temo, porque los consejos normalmente se dan tanto que seguramente no deben de tener ningún valor. Por centrarme en tres cosas muy generales, porque creo que al final... Bueno, yo siempre diría que en cualquier actividad creativa hay una idea que es principal, que es que cada uno tiene que hacer lo que sólo él puede hacer, y por tanto nadie más que uno sabe lo que tiene que hacer. Nadie te puede decir qué novela tienes que escribir, nadie te puede decir qué canción tienes que componer, nadie te puede decir cuándo tienes que pintar; eso solo lo sabes tú y además nadie lo sabe mejor que tú. Por joven, por inexperto, por torpe que seas, nadie sabe mejor que tú lo que tienes que hacer, eso lo tienes que decidir tú y ahí estás completamente solo. Pero esa es la decisión fundamental, a partir de ahí viene todo lo demás. Una vez que tú tomas esa decisión, yo creo que hay tres cosas que ayudan mucho para escribir. La primera es leer. Parece una tontería pero es la primera cosa que ayuda mucho a escribir, y cuanto más mejor; el escritor de pocos libros los acaba copiando, el escritor de muchos libros también los copia, pero si tú copias tres te pillan, si tú copias tres mil ya no te pillan, ya está todo tan mezclado que acaba siendo casi original. Leer es fundamental y lo más diverso posible. Una segunda cosa es observar. Y utilizo este verbo, mira que hay verbos para lo que hacemos con los ojos, desde ver hasta mirar, contemplar, etc. Observar es tratar de captar no solo los detalles sino incluso lo que hay detrás, incluso lo que no se ve, observar a las personas, observar los lugares. Al final somos animales muy visuales, nuestro primer sentido es la vista ¿no?, y para que el lector pueda ver cosas las tienes que haber visto tú antes, y para verlas hay que mirar y hay que observar. Pero no basta con ponerse delante de algo, porque además lo que recibimos está muy manipulado. Fijaos aquí donde estamos, por ejemplo, aquí prácticamente está todo manipulado, todo: nuestra ropa, la mesa que está hecha por un diseñador, la silla que está hecha por un diseñador, las luces que también están hechas por unos diseñadores industriales. Toda realidad está manipulada, tanto si te pones delante de una película, como si te pones delante de un cartel publicitario, todo está manipulado para darte una impresión. ¿Cómo puedes desmontar esa manipulación? Observando. Si no simplemente vas comiéndote lo que te van poniendo y en todos los órdenes de la vida. Y la tercera, que para mí es quizás la más importante porque el escritor trabaja con el lenguaje, la tercera es escuchar, que es uno de los ejercicios menos practicado en nuestro tiempo y en nuestro mundo. Y escuchar es fundamental. Hay una anécdota que no sé si es real, supongo que sí, que a mí me gusta contarla porque me parece que lo resume muy bien. Cuentan de Benito Pérez Galdós, que yo que creo que es el mayor novelista español del S.XIX, que él escribía cuatro horas al día más o menos por la mañana y a eso de las doce o la una salía a Madrid durante dos horas a escuchar a la gente; se sentaba en un café y escuchaba a la gente, iba a un mercadillo y escuchaba a la gente, paseaba por la calle y si había una vendedora de pavos o lo que fuera escuchaba a la vendedora o a la gente que tenía alrededor. ¿Qué es lo que estaba haciendo Benito Pérez Galdós? Coleccionar voces. Cuando Pérez Galdós se ponía a escribir una novela tenía muchas voces dentro, y eran de verdad, porque él las había escuchado antes. Y no te digo escuchar a un premio Nobel, que también hay que escucharle, sino mejor escuchar a esa señora analfabeta que estaba vendiendo pavos, porque eso también es una voz, y esa voz también te dice cosas.

P.- Pues muchas gracias por habernos atendido.
R.- Pues nada, a vosotros por soportarme tanto tiempo (se ríe).


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Tomás Castillo, director de Amica
José Antonio Cagigas, presidente del Parlamento
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