Me apiado
de la soledad que Enrique Krauze escribía el
otro día en El País. La soledad, bien
palpable, bien sentida de los estudiantes venezolanos.
Soledad institucional, a veces incluso anímica.
Después de más de 30 días las
revueltas se dirigen hacía un camino en el
que muchos desistirían, pero no, se mantienen
gracias en gran parte a la cantidad estudiantes que
secundan las manifestaciones. Estudiantes a los que
Salvador Allende – qué situación
tan antagónica- 40 años atrás
en situación y contexto diferente, llegó
a definir como el buen ejemplo del espíritu
latinoamericano.
"Situación convulsa la que vivimos",
me asegura Brenda Zambrano, prueba de que los cambios
en la Venezuela que les ha tocado vivir son difíciles.
Muchos de ellos no han visto otro régimen que
el chavista, y digo régimen porque el subconsciente
me dice que la matanza de los 20 estudiantes no son
de un gobierno que impulse la libertad sino el control
social por medio de la violencia. El contexto actual
encamina hacia una dictadura aunque en varios sentidos,
lo es ya.
Brenda ha sido mi conexión con Venezuela durante
estas semanas, en total han sido siete los vídeos
que me ha ido pasado para que descubriera la verdad
de lo que vive en su país. Ella es de Anzótegui,
donde la situación es relativamente tranquila,
pero podría ser de Táchira, Mérida
o Valencia, estados en los cuales ya no se cuentan
los heridos sino los muertos.
Que cortasen las emisiones de NTN24 fue el detonante
para que se pusiera en contacto conmigo, un sentimiento
de impotencia, de rabia la recorría. Esa misma
noche, ese mismo jueves, horas después Claudia
Gurisatti anunciaba que la única ventana de
libertad de expresión que le quedaba a Venezuela
era este canal que, a pesar del cierre, continuaban
por internet, recobrando el viejo recuerdo del dramático
cierre de Radio Caracas.
Para Brenda el diálogo no es opción.
Por eso se muestra distante, esquiva- como muchos
otros de la oposición- del discurso de Henrique
Capriles. Un discurso que a veces ha atisbado de un
sentimiento frio, quizá silencioso, alejado
del antiguo alcalde de Chacao, Leopoldo, el socialdemócrata
más a la derecha de la izquierda opositora.
Leopoldo es quien ha llevado y, aunque desde la cárcel,
lleva mediante su mujer las cargas de la movilizaciones
junto a María Corina. El sentimiento de la
oposición, del pueblo, es el de la pérdida
de legitimidad de Capriles para guiar a la oposición
frente a la responsabilidad que debería ejercer
Voluntad Popular de Leopoldo en el sector opositor.
En Venezuela está en juego la democracia,
más allá de las posiciones políticas.
Venezuela ha logrado durante estas semanas que una
rebelión estudiantil que buscaba clamar contra
la ineptitud económica del régimen y
—sobre todo— el ocultamiento de la gigantesca
corrupción, haya mutado a una gran propuesta
nacional de todos los sectores que va más allá
de las posiciones personales para conseguir un restablecimiento
de los valores democráticos del país
y por ende el derrocamiento de un estado opresor que
no dialoga sino monologa, como me asegura Karl Krispin,
un reconocido escritor de Caracas, antiguo estudiante
de la CEU San Pablo, declarado amante de España
y principal valedor de la cultura latinoamericana.
He tardado en hablar con él, profesor de la
UNIMET, anda atareado estos días. Reconocida
la admiración hacia su persona, me formula
la disyuntiva histórica de Venezuela para comprender
el porqué del apoyo de las potencias latinas
al gobierno chavista.
Existe una solidaridad irracional, unos intereses
comunes tanto políticos como económicos
que han llevado a Venezuela a convertirse en la hermana
mayor que en época boyante, de desahogo, ayudó
a sus hermanos pobres a compartir el festín
de la mesa, puesto en resalte sobre todo en el gobierno
de Hugo Chávez.
Me lo deja bien claro, en la oposición son
demócratas, creyentes de la disensión,
que no crecen bajo la presencia de un líder
fundamental como si fuese una especie de evangelización
colectiva. Él, como muchos otros compatriotas,
valora que durante 15 años el enemigo ha sido
y es el estado que reprime de manera absoluta y gobierna
con tintes dogmáticos, discursos populistas,
demagógicos, y un profundo pragmatismo. Cuando
concluyo me despido de él sabiendo que quizá
algún día nos veremos y quizá,
y sólo quizá, la situación en
su país será diferente.
Apenas dos horas después me traslado telefónicamente
a la Caracas de poetas como Antonio Pérez Bonalde,
Andrés Eloy Blanco, Aquiles Nazoa, y muchos
otros más que la amaron entrañablemente;
allí está Karelys, una estudiante que
durante estas semanas ha estado viviendo por dentro
las manifestaciones de la capital.
La violencia por parte de la guardia nacional es
patente. Con un cansancio visible me habla de la protesta
a la que acaba de asistir, donde los militares empezaron
a acorralarlos en La Carlota con bombas lacrimógenas,
perdigonazos e incluso tiros.
Entre lágrimas, clama que continuará
con las protestas, no lo hace por ella sino por la
inseguridad, la escasez de alimentos y la devaluación
de su moneda que ha llevado a muchos venezolanos a
tener que trabajar en tres emplaces diferentes para
poder alimentar a su familia.
Ahora, mientras escribo esto, Onetti estará
riéndose y cuestionándose si los dominados
de verdad se rebelarán por fin o si los dominadores
harán de las suyas y seguirán dominando.
Mas no creo que el uruguayo que tanto pensó
en Buenos Aires pensara que la mecha de la última,
y quizá definitiva, empezaría en Caracas
por la disputa de la débil, a veces, oculta
democracia venezolana.

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