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Red-acción
II Época / Nº39
Abril
2010
OPINION / TRIBUNA LIBRE

Queridas baldas

Por Patricia Ruiz Pelayo, alumna de 2ºA de ESO del colegio La Paz de Torrelavega.

Recuerdo uno de mis primeros libros de cama de cuando era niña, con dibujos de unos lindos ositos que pasaban el día en la playa y que, en lugar de hacer los clásicos castillos de arena, prepararon una tarta con los mismos elementos; y es que a pesar de los años, cada vez que le veo sobre la balda recuerdo la ilusión que cada día me producía pasar de página, aunque me supiese el cuento de memoria.

Una estantería con libros.

¿Cuáles serían mis recuerdos si al pasar ante las baldas no hubiera libros porque estos se encontrarían en otro dispositivo?, ¿no resultaría difícil poder afirmar que nos encontramos ante el 'Libro de Petete' si no podemos ver su grosor?

Ya se habla del libro electrónico, toda una novedad y de gran utilidad; pero la nostalgia se hace presente, sustituir las baldas compuestas por centenares de libros, mil y un historias, mil y un momentos a recordar, mil y un situaciones en las que poder evadirse de la realidad con el fin de olvidar durante un rato los problemas, mil y un viajes en donde la lectura nos hacía matar el tiempo, mil y un personajes con los que poder sentirse identificado, mil y un escenas en las que desearíamos que nos sucediesen a nosotros, y así otras mil y una cosas que nos transmiten las bellas hojas que componen los libros y que nos invitan a alcanzar un mundo irreal capaz de hacernos soñar despiertos.

Es probable que ahora a muchos lectores no les guste la idea porque la nostalgia que ocasiona ver un libro todas las mañanas en la estantería, en mi opinión, no muestra sólo un objeto más que se llegue a manchar de polvo, sino un recuerdo tan bello y tan bonito que te anima a volver a leerlo en un ratito en el que tengas tiempo; ya que no sólo sirven para coger polvo sino que, al igual que las fotos u otras muchas cosas que se encuentran día a día a nuestro alrededor, ocupan una parte importante de nuestra vida; pero poco a poco, al igual que pasó con la llegada del ordenador (responsable del olvido progresivo de aquella máquina de escribir en donde línea tras línea, había que volver a la izquierda el carro con el fin de continuar escribiendo), nos iremos acostumbrando y veremos de un modo más frecuente estos nuevos dispositivos capaces de almacenar en su memoria diversos libros que a su vez ocuparán un espacio muy pequeño en nuestra vida, al igual que pasó con la evolución del teléfono móvil.

El tiempo pasa y nos tenemos que ir acostumbrando al futuro que nos muestra la tecnología pero, por un lado, y para los amantes de los libros, imagino que aún a pesar de la comodidad que ocasiona por su tamaño, capacidad de memoria o su iluminación, el olor de un libro recién comprado en donde poder guardar alguna nota o cualquier cosa que un día quizás encuentres entre alguna de las hojas que más te hayan podido llegar a emocionar, no tiene precio.

Pero sea como sea, se venda como se venda, la magia de un libro nunca la podremos llegar a explicar, porque ninguno expresa lo mismo para un lector que lo lea en diferentes momentos de su vida.

Queridas baldas, tengáis libros físicos o el libro electrónico no os abandonaré. Siempre habéis sido y siempre seréis un elemento esencial en mi vida y en la de muchos otros, pues en vosotras hemos situado el conocimiento, el poder de la palabra y otras tantas cosas de nuestro interés.



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