El Colegio
Nuestra Señora de La Paz comenzó su
participación en el Proyecto InterAulas en
el curso 2002/03. Los alumnos implicados finalizaron
el bachillerato y han dado un rumbo nuevo a sus vidas.
Esther Ceballos, miembro de aquel equipo pionero,
estudia actualmente Traducción e Interpretación
en la Universidad de Granada, ciudad desde donde recuerda
aquellos años y su aportación a los
contenidos de la revista Red-acción.
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Panorámica
de la Alhambra de Granada. |
No existe el destino, pero los hechos nos conducen.
Y tras decisiones e imposiciones banales suele surgir
parte de nuestro futuro.
Mi primer día de clase de bachiller fue inhóspito,
algunos de mis amigos no estaban conmigo. Otros grupos
cobijaban a mis compañeros de Ciencias o de
Sociales, aquellos que me habían acompañado
en Secundaria. Era casi el final de la mañana
y continuaba el tedioso desfile de áreas y
materias.
Con su mejor buena fe, los profesores entraban y
salían explicándonos las virtudes de
lo que iba a ser nuestro trabajo durante aquel año,
lo duro que sería el curso, el esfuerzo que
esperaban de nosotros, lo esencial que era para nuestro
futuro, la selectividad que nos esperaba a la vuelta
de la esquina...
Cuando ya casi acababa aquella primera mañana
se presentó el último, el de Economía,
con la fobia que yo siempre le he tenido a las Matemáticas.
Despachó la presentación en cinco minutos.
Casi ni nos explicó su asignatura. Sacó
un papel arrugado del bolsillo trasero de su pantalón
y nos dijo que íbamos a fabricar un periódico.
Si me pinchan no sangro. ¿Qué relación
podía tener aquello con la asignatura. “El
trabajo que realizaremos influirá en vuestra
nota al ser calificada cada tarea encomendada...”.
Yo no salía de mi asombro, definitivamente
me había tocado el lunático del colegio.
Comenzó a leer aquel papel y a desgranar temas
de actualidad repartiendo aquellos reportajes, explicando
las condiciones técnicas del trabajo y exponiendo
el enfoque que deberíamos aplicar a cada uno,
entre el asombro de algunos de mis compañeros
y el entusiasmo de otros.
No era posible, no me podía estar ocurriendo
eso a mi, si yo sólo pretendía aprobar
y no meterme con nadie. Pero no, definitivamente no
me iba a librar. Cuando aquella tarde mi madre me
preguntó por mi primer día de clase....
no supe qué decir.
El segundo día fue aun más inquietante.
Todo discurría normal, dio clase, nos explicó
y cuando faltaban apenas 15 minutos nos fue llamando
a su mesa uno a uno para discutir con nosotros parte
de nuestros artículos.
“La mejor manera de aprender a leer es
escribir, la mejor forma de entender el mundo que
sirve de escenario a la economía es diseccionarlo.
Quiero que averigües por qué van a cerrar
la fabrica de Fontaneda, necesito dos paginas. Ah,
y ponte de acuerdo con Rubén, el encargado
de preparar el material gráfico”.
De pronto vi en aquellos ojos el porqué de
tanta excentricidad. Al cabo de dos días había
nacido María se queda huérfana,
mi primer artículo. Tras él, casi veinte
más en dos años, algunos para Babelaulas,
la sección que más me gustaba.
Y es que parte de los artículos los preparábamos
para concursar en la primera edición nacional
de El País de los estudiantes, un
concurso nacional que pretendía mostrar periódicos
digitales de casi tres mil colegios de España.
Quedamos entre los veinte primeros de España,
como en los dos años siguientes. Fue un éxito
y una gran experiencia.
Pero no era lo que más nos gustaba. La
mayoría del trabajo era para InterAulas.
El quería que nos volcásemos en aquel
proyecto, y eso si que era excitante, preparábamos
mucho material, con el vértigo de entregarlo
en fechas concretas, mensualmente, hubiera exámenes
o lo que fuese. Cada pocos días nos reuníamos
de forma oficial, discutíamos lo que queríamos
hacer, criticábamos los trabajos de otro compañero,
o nos enfadábamos con alguno, que apurado por
el apremio decidía usar el trabajo de otro,
y copiar algún texto de la red.
Pero sobre todo nos conocimos, nos integramos y nos
ilusionamos. Pasábamos tardes enteras en al
aula de informática, charlando, escribiendo
o buscando. Aquello más que un periódico
era una tertulia. Además algunos colaboraban
con él en la realización de un “programa
de radio” semanal que se emitía por la
megafonía del colegio. Aquel vértigo
era especial.
Cuando pasaron sólo unas semanas, la nota,
los premios de algunos concursos, o las ausencias
de clase “hoy no puedo ir a mates, hay reunión
de redacción a las 10,20”, fueron
lo de menos. Nos gustaba nuestro trabajo. Buscar,
discutir, maquetar, redactar. En el cole éramos
los del periódico. Algunos profesores se quejaban
de lo que aquello nos absorbía, pero como las
notas no fallaban, no pasaba nada.
Un dia llegó nuestro primer premio. Beatriz
y Ana se presentaron en el colegio. Ellas y nuestro
profesor estuvieron una hora con nosotros en la biblioteca,
explicándonos cómo afrontar nuestro
trabajo y discutiendo los fallos y aciertos de lo
que habíamos realizado. Pero sobre todo nos
reímos, y nos sentimos importantes. Aquella
dos chicas me fascinaron.
Recuerdo que una vez el colegio tuvo una caída
de red, habíamos quedado con ellas en mandar
aquella mañana nuestros artículos, y
no teníamos conexión a internet. Nos
sacó de clase, nos envió a varias perosnas
a mi casa, mientras los demás se iban con él
a un ciber y enviaban el material. Terminamos aquella
mañana 17 artículos.
Ha pasado algo de tiempo y ya no estoy en Torrelavega.
Los del periódico seguimos en contacto, aunque
la distancia hace mella. Yo estoy en Granada, otros
en Santander, en Madrid, en Oviedo. Pero todos
cerca.
Aun sigo recordando cómo aprendimos, y lo importante
que fue, cuando éramos unos crios. Aun recibo
sus correos como ese en que me pedía hace unas
semanas un nuevo trabajo que refleje lo felices que
fuimos. Ahora están en otra época. Han
pasado dificultades, pero están. Hay nuevos
alumnos dentro del Proyecto Interaulas,
pero con la misma ilusión que tuvimos nosotros,
con el mismo esfuerzo.
Incluso mantengo el contacto con gente de otros institutos,
a los que conocimos por su trabajo en la revista.
Fueron buenos tiempos, fueron grandes tiempos.
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