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Todos los días los medios de comunicación nos mantienen
informados sobre los temas más diversos. Unos nos resultan especialmente
interesantes, otros aburridos, muchos incomprensibles, pero todos tiene
algo en común: son el reflejo de lo bueno y lo malo que ocurre en
nuestro país y en todo el mundo. Un mundo aparte La historia de Ostri El niño que quería ser bombero Cuando volvamos a ver el sol Historia El cerdo Pimpla Recuperar el lago Lo que se descubre después de tanto tiempo Paxton 2208 (una verdadera tortura) La vida de Pedro Un verano difícil de olvidar Los misterios del volcán Visita a Cabárceno
Eran las seis y cuarto de la mañana cuando Christian salió de su casa. Se había dormido y si no se daba prisa perdería el tren que debería coger para llegar a Tumbes. Allí, un par de horas después, saldría en el Beagle II rumbo a las islas Galápagos. Allí tendría mucho que hacer, visitaría cada una de las islas, recogiendo diez ejemplares de cada tipo de tortugas, que luego se llevaría a Perú, donde las vendería por muy buen precio en el mercado negro. Ese era el plan, su plan para ingresar en la clase adinerada peruana. Así, pensando en su descabellado plan, llegó a la estación.
A duros esfuerzos, dado que ésta estaba abarrotada de gente, ya que
acababa de llegar el ferrocarril, consiguió entrar en su tren y sentarse.
Empezó a avanzar y Christian terminó quedándose dormido.
Cuando despertó había pasado una hora y había llegado
a su parada, Tumbes; se bajó del tren y se encaminó hacia
el puerto, y se subió al barco. El viaje duró varios días. Se levantó temprano y se dirigió a trabajar. Encontró cerca de la costa una colonia de tortugas. Se acercó lentamente, para no asustarlas, pero se dio cuenta de que daba lo mismo, pues eran mansísimas. Entonces recordó las historias que había oído en el hall del hotel, leyendas de un guardián del archipiélago, y de todo ser vivo que habitara allí. Se decía que podría ser Charles Darwin, lo cual le pareció mítico y supersticioso. Iba a disparar cuando se le encañonó la escopeta y, entre
forcejeo y forcejeo, el dardo tranquilizante acabo en su pie, cayendo al
suelo inconsciente. Pasaba por allí un indígena y, al verle,
le recogió y se lo llevó a su casa, que estaba cerca de allí. Cuando se recuperó, volvió a intentar capturar a las tortugas. Pero se le apareció un perro grande y monstruoso, y al atascársele el arma por segunda vez se vio obligado a correr. Pero lo mejor fue su rostro al ver como el perro se transformaba y le miraba a los ojos. Asustado, el hombre abandonó el árbol al que se había encaramado y se marchó de nuevo a Perú, puede que pobre, pero vivo.Y volvió a su vida normal, a su trabajo y a su vida habitual, había dejado en esas islas sus ansias por subir en la escala social a costa de cualquier cosa.
Soy Emma, una chica de 17 años que ha decidido escribir estas
palabras para la gente que, como hasta ahora yo, no daba importancia a lo
que nos rodea. Me crié en una gran ciudad rodeada de todo cuanto quería, en fin era una niña pija y consentida, egoísta e impaciente. Quizás me saque tantos defectos porque me he dado cuenta del error que mi padre cometió al no dejar que me fuera a vivir con mis abuelos maternos al pueblo, soy su única nieta y harían lo que fuera por verme feliz. Cuando cumplí diez años mi padre murió en un accidente de coche y me llevaron al pueblo con mis abuelos. Es triste y me cuesta decirlo, pero la muerte de mi padre es lo mejor que me podía haber pasado, pues me ha abierto los ojos y me ha hecho darme cuenta de muchas cosas. Al principio, me costó mucho adaptarme, pero mis abuelos hacían todo lo posible para conseguir que aquella niñita de ciudad consentida, se hiciera una buena chica, agradable y simpática ...¡y creo que lo han conseguido! Mis primeros meses fueron un desastre, trataba a mis abuelos como a mis criados y en la escuela siempre tenía problemas, pues estaba acostumbrada a que el profesor viniera a mi casa. Mi abuelo insistía en que fuese con él a ordeñar las vacas, a dar paseos por el monte y a conocer eso que llamaba naturaleza, en fin, que lástima que no me di cuenta antes de lo que era; es un mundo magnífico, es un mundo aparte. Me empecé a interesar por los animales, dirigía la palabra
a mis abuelos con respeto y en la escuela empezaba a integrarme en el grupo,
era cuestión de tiempo. Vi transformaciones como la del renacuajo a rana o como la de la oruga a mariposa. La verdad es que la madre naturaleza es, sin duda, la más sabia. Tiene el poder de crear a los animales, y me incluyo, con una cantidad de características, adaptaciones y capacidades para sobrevivir que no dejan de sorprenderme. Yo seguía pasando la mayor parte del tiempo con mi abuelo. Era un hombre muy inteligente, quien no dejaba de enseñarme cosas nuevas. Pude ver todo tipo de insectos: bichos palos, esos insectos que son capaces de hacer creer a cualquiera que en realidad son un palo; la imitación es perfecta y tiene esta capacidad de camuflarse, porque así ,de este modo consigue defenderse y en algunos casos atacar. También presencié el apareamiento de la mantis religiosa y a continuación vi cómo la hembra devoró al macho. La mantis religiosa también se camufla, lo hace entre la hierba, ¡es increíble! Por las noches, antes de ir a dormirme, suelo acompañar a mis
abuelos a dar una vuelta, quienes acostumbran a ver las estrellas. Veo luciérnagas,
que están dotadas de órganos fotógenos y son depositarias
del secreto para producir luz fría de elevado rendimiento; lo emite
su abdomen, producido por la oxidación de una proteína celular. He podido comprobar que en el mundo de los grillos, saltamontes y demás es el sonido lo que funciona para atraer a la pareja. Este sonido lo producen con las alas, que no les sirve para volar, sino para hacerlas vibrar y así sonar. Estos sonidos varían en ritmo, frecuencia y modulación. Bueno, ahora estudio para poder seguir descubriendo este magnífico
y misterioso mundo aparte. No sé que más puedo decir
de estos seres tan peculiares y fascinantes. Bueno, mejor dicho, podría
escribir tantas hojas dedicados a ellos, que prefiero que seáis vosotros
los que descubráis los miles de secretos que esconden y que ya veréis,
que como yo, acabáis respetando hasta a una hormiga o un escarabajo
pues son, otras tantas vidas que como las vuestras y la mía deben
respetarse.
En uno de los criaderos situados en la orilla del mar y lleno de palos, leña y viejas conchas, se encontraba Ostri. Este pequeño molusco se había agarrado en uno de los palos que había en su criadero para impedir ser arrastrado por la corriente y para poder fabricar su concha. Después de unos meses, los criadores seleccionaron a unas cuantas ostras y las separaron de su soporte para llevarlas y esparcirlas en la arena. Con el paso del tiempo, se empezaron a llenar de arena, cangrejos y otros seres indeseados para ellas, pero, pasados dos años, los criadores las recogieron y las limpiaron. Lo que Ostri no sabía es que iba a ser sacrificada y su carne
cortada en tiras. Cada una de las tiras fue puesta en un pequeño
trozo de nácar. Su compañera Iruca fue abierta y colocaron
en su interior un par de tiras de Ostri y la devolvieron al mar. Esta fue llevada a una joyería, donde fue vendida a una joven que la luce en forma de sortija.
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