Escoge un cuento tradicional, léelo bien y
piensa cómo lo cambiarías para elaborar
una nueva versión. Puedes modernizar la historia
y situar a los personajes en el momento actual, también
puedes contar la historia desde otro punto de vista,
escribir su continuación, como si la vida de
los personajes siguiera más allá del
cuento o, incluso, mezclar personajes de dos cuentos
distintos.
EL FLAUTISTA DE HAMELIN
Mercedes Ríos Gutiérrez, alumna de 3ºB
de ESO
Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano lugar sucedió
la historia que os voy a contar.
Todo empezó un lunes por la mañana,
lo recuerdo bien, pues ese día fue el de mi
llegada a la alcaldía del pueblo de Hamelin.
Durante mucho tiempo estuve intentando comprar los
suficientes votos y por fin lo había logrado.
A causa de esto mis cuentas bancarias se vieron reducidas,
cosa que odiaba y aún sigo odiando. Por eso
decidí urdir un astuto plan para sanearlas
gratis, o por lo menos sería gratis para mí.
Al día siguiente me encaminé hacia
la granja de ratones de mi primo y le pedí
prestados cinco mil de ellos, los cuales deberían
ser llevados a la ciudad durante la semana siguiente.
El pobre tonto accedió a cambio de una suma
de dinero algo pequeña en comparación
con lo que yo iba a aganar. Cumplida la semana, llegaron
un día los ratones, poblando todas las casas
a excepción de la mía, pues estaban
bien entrenados. Enseguida los pueblerinos empezaron
a buscar una solución, alguien que pudiera
echarlos. Mientras ellos pagaban unos precios desorbitados,
yo me quedaba con más de tres cuartos de lo
que pagaban y contrataba a unos torpes inservibles
(adrede, claro está). Seguí haciendo
esto durante un tiempo, mas los ciudadanos empezaron
a sospechar. He de reconocer que un día, mientras
salía a despejarme, encontré la solución
que dejaría muy tranquilo al pueblo y a mí
me garantizaría un buen salario. Todo gracias
a los ruidosos niños que tanto odiaba. No podía
soportar ni sus estúpidas risotadas continuas,
ni sus juegos que siempre acababan rompiendo algo
y las consiguientes quejas por parte de los adultos,
ni mucho menos su tonta e ingenua felicidad, pero
aquel día me dieron una buena idea, mataría
dos pájaros de un tiro: acabaría con
la plaga que molestaba a los habitantes y con la que
me molestaba a mí.
Con la llegada de la noche me encaminé de
nuevo a la granja de mi primo para proponerle un nuevo
trato, que básicamente consistía en
que él se hiciese pasar por alguien capaz de
controlar a los ratones para alejarlos. Para no ser
reconocido, se hizo pasar por músico, concretamente
por un flautista, el cual reclamaría sus cien
monedas de oro, las cuales nunca recibiría
completas (solo la mitad, el resto serían para
mí) y en consecuencia se llevaría también
a los niños.
Convencerlo no fue muy difícil, lo peor fue
decidir qué hacer con los enanos. Al final,
nos decantamos por regalárselos a la bruja
que habita en los bosques del Norte, ya que la pobre
con todo esto de la crisis estaba pasando más
hambre que un piojo en la cabeza de un peluche.
Así fue como yo, el alcalde más astuto,
no conocido a día de hoy, consiguió
embaucar a sus ciudadanos y acabar con la plaga (de
niños, claro está).
MUCHOS LOBOS EN UNA HISTORIA
Alba Pelayo García, alumna de 3ºB de ESO
- ¡Malditos cerdos!– exclamó el
lobo por ¿decimoquinta vez en el día?;
hasta él había perdido la cuenta.
Llevaba semanas planeando el crimen perfecto para
comerse de una vez a los gorrinos, pero estos vieron
preparar su plan y decidieron sabotearlo.
El lobo, harto de oír las risas de los que
tarde o temprano acabarían siendo su comida,
decidió volver a su casa, la cual se encontraba
en el bosque. De camino para allá, empezó
a oír ruidos; ramas partiéndose, hojas
agitándose..., sin darle importancia sacó
la llave de su casa para abrirla, pero antes de que
esta tocara la cerradura, alguien le tiró al
suelo.
- ¡Ayúdame!– gritó desesperada
la persona que estaba encima. Abrió los ojos
que había cerrado por inercia y vio a un lobo
bastante parecido a él.
- ¿Quién eres tú?– preguntó
desconcertado.
- Eso no importa ahora!– dijo el otro asustado.
- ¡Abre la maldita puerta!– añadió
y se oyó un disparo al fondo.
El primer lobo reaccionó y abrió la
puerta a la velocidad de la luz, entrando en casa
junto con el otro lobo y cerrándola incluso
más rápido que cuando la abrió.
Ambos se apoyaron en ella y fueron bajando hasta que
acabaron sentados en el suelo.
- ¿Merezco una explicación, no?–
preguntó el dueño de la casa.
- ¿Eh? Ah, sí.– suspiró
el otro- Me escapé de mi cuento porque un cazador
me quería matar.
- ¡Pero eso está prohibido!– exclamó
agitado.
- ¿Te crees que no lo sé? Era esto o
morir.
- ¿De qué cuento te has escapado?
- Caperucita Roja. Por cierto, ¿en cuál
estoy?
- Los tres cerditos– contestó levantándose,
seguido por el otro.
- Vaya... ¿te los comiste ya?
- No.
- Te voy a ayudar– el lobo lo miró confuso-
Tengo hambre y hace mucho que no como gorrino.
El lobo del cuento sonrió malévolamente
y el otro lo imitó, comenzaron a preparar su
maléfico plan.
Ya pueden temblar los tres cerditos.

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