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Nº 114

CULTURA / GALERÍA DE ARTE

Alice en la ciudad de diamante

Por Lucía Sierra, estudiante de 1º de ESO B del colegio La Salle de Santander.

Nuestra historia comienza no hace mucho en la ciudad de Nueva York. Y tiene lugar en una familia pequeña, con cada vez más problemas económicos, formada por José, el padre; Claire, la madre y Alice, la hija.

Las paredes estaban cubiertas de diamantes como este.

 

Era miércoles y, como casi siempre, Alice llegaba tarde a la escuela. Y las dos últimas semanas más aún, pues varias de las calles por las que solía pasar para ir estaban en obras y se veía obligada a recurrir a otros caminos que hacían su trayecto más largo. Alice corría por las abarrotadas calles entre empujones y pisotones. Se paró un segundo a comprobar la hora. Era tardísimo y sabía que si volvía a llegar tarde no la dejarían entrar en clase. Así que, sin pensarlo mucho, se dispuso a cruzar las obras de las calles por las que normalmente solía pasar, alejándose así del alboroto de la hora punta y adentrándose a su vez en los ruidos que producían los obreros y sus herramientas. La niña no pudo evitar las riñas de los obreros que la veían. Alice echó a correr, camuflándose entre andamios y tuberías variadas. Seguía corriendo, no quería ni imaginarse qué hora sería ya. Se dispuso a mirar el reloj. Pero de repente...

Alice se encontró tumbada en un charco de barro, esperó unos minutos allí tumbada hasta reincorporarse del todo. Una vez hecho se sentó e intentó tranquilizarse.
- A ver, iba corriendo porque llegaba tarde; fui a la calle que estaba en obras, me detuve a mirar la hora y... - repasaba Alice en voz baja.

La niña se dispuso a comprobar el reloj, debía de haber estado allí tumbada por lo menos veinte minutos. Se encontraba en una especie de túnel levemente iluminado por la luz del exterior, levantó la mirada y vio un gran círculo que daba al exterior. Era una alcantarilla. Todo cuadraba.
- Me he caído por una alcantarilla... - repetía Alice para sus adentros- Y ahora, a ver cómo se sale de esta pocilga...

Alice intentó buscar algo que le indicara cómo subir o que por lo menos le diera la más mínima ayuda.

"Bueno, a menos de unos de cincuenta metros de aquí están arreglando unas tuberías así que... simplemente tengo que ir hacia allí"- pensó Alice girando la cabeza hacia la derecha- "O tal vez tenga que ir hacia allá"- volvió a pensar girando la cabeza hacia la izquierda esta vez.

La niña se dispuso a caminar en dirección este. Cada vez estaba más oscuro todo y más en silencio; llegó un momento en el que solo se oían sus pisadas. Fue en ese momento cuando Alice dedujo que sería mejor dirigirse a la otra dirección.
Tras caminar quince minutos se volvió a encontrar en el punto de partida. Una vez allí le pareció más coherente gritar pidiendo ayuda, pero tras un largo rato asumió que nadie la oía y continuó en la otra dirección.

Durante el trayecto en dirección oeste pudo comprobar cómo sin apenas darse cuenta llevaba ya un rato caminando cuesta abajo. Cuando se disponía a regresar al punto de partida ya por segunda vez para pensar en otro plan, oyó un zumbido. Pensando que debía de provenir de alguna de las máquinas de los obreros echó a correr. Pero no era así. El camino terminaba en una pequeña puerta tapada con tablones. El zumbido era más fuerte así que, arriesgándose, quitó los tablones y se dispuso a pasar al otro lado.

La niña nunca se hubiera imaginado lo que se encontró al otro lado, pues parecía imposible. Alice se encontraba en medio de una gran sala llena de máquinas que nunca había visto. Las paredes estaban cubiertas de pequeñas piedrecitas brillantes.

- ¡Una mina de diamantes!- exclamó y por un momento se olvidó de su situación.
Alice vio en un caldero varias de esas piedrecitas y, en efecto, pudo comprobar, que se trataba de diamantes. La niña se guardó un montoncito de esas piedras en el bolsillo y siguió observando detenidamente el lugar.

- ¡Esto parece de película!- exclamó Alice y acto seguido pensó- Si esto es una mina tiene que haber una salida al exterior.

Y en efecto había un pequeño túnel en dirección al exterior. Alice no dudó en subirlo ni un momento. Cuando estuvo arriba empujó con todas sus fuerzas una plancha de metal y por fin estaba fuera. Habiendo entrado del mismo modo por el que había salido, mediante alcantarillas, intentó averiguar dónde se encontraba. Estaba literalmente en un callejón sin salida. Se dispuso a entrar en otra calle y rápidamente se situó. Estaba solamente a dos manzanas de su casa, así que echó a correr, eso sí, mirando bien al suelo. Todavía seguía en shock y todo lo que había vivido le parecía irreal, pero decidió centrarse en cómo explicaría lo sucia que estaba.

Ya en el ascensor de su casa miró el reloj. Tendría que haber llegado a casa hace una hora. Cuando su madre abrió la puerta, comprobó por su mirada que no estaba nada contenta.

- ¿Qué? ¿De dónde vienes así de manchada? ¡Y qué horas son estas de aparecer por casa!- la riñó su madre- Estábamos preocupadísimos ¡José, Alice ha llegado!

- Antes de que te enfades, he tardado en llegar porque tenía que ir a la biblioteca a por una cosa y al salir un coche me salpicó- dijo Alice como excusa.

- Bueno, de momento vete a ducharte y come rapidísimo, que vas a llegar tarde a la escuela. ¡Cómo puedes traer así de manchada la ropa! ¡Vamos a tener que hablar muy seriamente!- dijo su madre finalmente.

La niña muy obediente se duchó, se cambió de ropa y comió. Cuando se disponía a marcharse le preguntó a su madre:

- ¿Puedo volver esta tarde a la biblioteca? Es que me falta buscar una cosa.
- Bueno... Pero no tardes.- dijo con mala cara Claire.

Al salir de la escuela Alice fue directamente a la biblioteca, quería investigar sobre la existencia de minas de diamantes subterráneas en Nueva York. Había varias noticias, pero la que más concordaba era una que decía: "Se descubre mina secreta de diamantes en Nueva York. En esta mina de Manhattan se explotaba a niños. Estaba dirigida por un traficante inglés buscado por la policía. La mina se conocía como La Ciudad de Diamante".

Esa noticia tenía fecha del 16 de abril de 1956. Había otra noticia relacionada en mayo del mismo año: "Se desestima el caso del traficante inglés. Ni los policías ni el juez quieren revelar información y se cree que ha podido haber un soborno". A Alice le sorprendió que no se le diera más importancia a esta noticia, ya que solo aparecía en un único periódico. Decidió fotocopiar ambas noticias y llevarlas a casa.

Cuando Alice llegó a casa se encontró a su padre y a su madre discutiendo:

- ¡Se nos ha vuelto a romper la lavadora! ¡Y no sé con qué dinero vamos a arreglarla!- contaba preocupada la madre.

- ¡Y qué quieres que haga yo! Hago lo que puedo por encontrar trabajo- agregaba su padre.– Bueno, lo que está claro es que sin lavadora no podemos estar, así que llamaré al técnico. Ya veremos cómo lo pagamos.

Alice decidió pasar sin hacer ruido. Ya en su cuarto se puso a pensar qué hacer. - Si se lo digo a mis padres no me creerán, ni yo misma me lo creería. Dirán que lo hago para llamar la atención... Pero puede que si se lo digo a la policía directamente ellos me crean. Tendría que llevar los artículos del periódico...-Y así ella misma se iba convenciendo para decírselo a la policía.- Pero, ¿y de qué serviría eso? Probablemente ese traficante inglés esté ya muerto, pero lo correcto es decírselo.

Así, la niña se dirigió hacia la comisaría más cercana mientras sus padres seguían en medio de esa disputa.

Cuando contó todo, la policía al principio no la creía, pero finalmente se fue a comprobar y se vio que estaba en lo cierto. Tras este descubrimiento, la policía se centró en averiguar por qué se desestimó el caso y qué fue de todos los implicados.

- Y entonces, ¿qué pasará con todas esas piedras?– preguntó Alice al jefe de policía.
- Bueno, de momento forman parte de la investigación pero, cuando la investigación esté resuelta, se repartirán en partes iguales e irán a parar a los niños que trabajaron explotados aquí durante tanto tiempo. Es una nueva ley que ha entrado en vigor recientemente- respondió jubiloso.

Alice sintió una sensación de alivio en su interior al saber que esas piedras preciosas no se quedarían olvidadas o como pruebas de la investigación para siempre.

Al llegar a casa se encontró a su madre llorando y a su padre abrazándola. Alice no puedo evitar preocuparse.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó.
- Algo maravilloso– respondió su padre- La lavadora se ha atascado porque había diamantes en su interior. El técnico nos ha dicho que los diamantes se han debido de caer de unos pendientes o una pulsera que metimos sin querer en la lavadora- Alice nunca había visto a sus padres sonreír tanto.
- ¡Qué bien!- respondió sonriente Alice, mientras recordaba aquel puñado de diamantes que cogió en la mina- Bueno, me voy a dormir que estoy cansadísima.

Aquella noche Alice no se preocupó de contarles a sus padres todo lo que había vivido, ya se enterarían mañana...

 


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