¡Oye,
Tom! Son las 9, vete a la cama. Claro, señor-
dijo con una sonrisa en la cara. Voy subiendo todos
los escalones de la casa de mi maestro, John Wooder.
Me empiezo a dar cuenta de lo rápido que han
pasado estos últimos seis años.
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Talla de la Virgen y el niño. |
Parece que fue ayer cuando todavía jugaba
con los niños de la ciudad y acompañaba
a mi madre al mercado, cuando los únicos problemas
que encontraba eran el que se hubiese escapado una
gallina. Todos esos momentos eran buenos, aunque tengo
fe de que vuelva a tener momentos como aquellos. Subo
el resto de escalones que me quedan lo más
rápido posible, pues estoy impaciente por meterme
a la cama y dormir. Según entro en mi habitación
veo dos camas deshechas y sobre ellas otros dos imponentes
crucifijos. A decir verdad yo no creo mucho en Dios
pues, si existe; ¿por qué hay guerras?,
¿por qué hay grandes injusticias? Estas
preguntas no me atrevo a contárselas a nadie
por miedo a que me culpen de blasfemia.
De repente, y sacándome de mis pensamientos,
aparece en la puerta Mark Hamleigh, mi compañero
de habitación. Es un muchacho de la misma edad
que yo, unos 18 años, con pelo rubio y ojos
color de miel. Es un joven de pocas palabras, por
lo que me saluda con un dulce 'hola' y se
va a la cama. Yo decido seguir sus pasos; me pongo
el pijama y me meto entre aquellas cálidas
camas. Cierro los párpados y espero, pero el
sueño no llega.
El tiempo pasa: diez minutos, veinte minutos, media
hora… Desesperado, decido hacer algo productivo
en el tiempo que espero. Cojo un candil del suelo
y me dirijo a hurtadillas al taller. Para mi suerte,
todo el taller está iluminado y con las herramientas
a mano.
Intentando hacer el menor ruido posible llego hasta
una figura cubierta con una manta. La destapo y allí
está, una preciosa virgen con un niño
en brazos, cuyas figuras son revolucionarias, pues
ninguna es igual a las que hay en la catedral. Cada
figura tiene una cara particular mostrando unos sentimientos,
no como las de la catedral, serias y rígidas.
Decido retocar los últimos detalles pero los
ojos se me cierran durante unos segundos. Decido seguir,
pero el sueño es demasiado fuer…
Un rayo de Sol atraviesa la ventana despertándome.
Me incorporo rápidamente y voy corriendo a
mi habitación, pues parece que todavía
nadie se ha despertado por suerte para mi. Me visto
y vuelvo al taller para coger la virgen con el niño
y llevarla al gremio. Allí parece que tampoco
hay nadie, de momento. Mientras espero me doy cuenta
de que el edificio del gremio es uno de los más
grandes de la ciudad. Está fabricado con grandes
piedras y pequeñas ventanas. A lo lejos veo
una fila de gente. Viene hacia aquí, parecen
mi maestro y otras gentes del gremio. Sin decir nada
entran por la puerta y yo les sigo. Pasan horas, cuatro
largas horas en aquel enorme edificio.
Al salir veo que me espera mi compañero de
habitación que me pregunta:
- ¿Qué tal te ha ido?
Estoy en estado de 'shock', por lo que tardo un rato
en responder:
-Genial -digo con una amplia sonrisa- estás
delante del nuevo maestro constructor de la ciudad.
- ¡Enhorabuena!. Yo también dentro
de un año dejaré de ser aprendiz y espero
pasar a formar parte del gremio, como tú.
Me despido con una amplia sonrisa y me vuelvo a mi
casa, donde mi madre me espera con un delicioso pastel
de caren como los que hacía cuando era pequeño.

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