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Red-acción
Nº 106
Enero-Febrero
2013
CULTURA / GALERÍA DE ARTE

'La talla'

Por Adrián Diñeiro Gómez, alumno de 3º de ESO del IES Santa Cruz de Castañeda.

¡Oye, Tom! Son las 9, vete a la cama. Claro, señor- dijo con una sonrisa en la cara. Voy subiendo todos los escalones de la casa de mi maestro, John Wooder. Me empiezo a dar cuenta de lo rápido que han pasado estos últimos seis años.

Talla de la Virgen y el niño.

Parece que fue ayer cuando todavía jugaba con los niños de la ciudad y acompañaba a mi madre al mercado, cuando los únicos problemas que encontraba eran el que se hubiese escapado una gallina. Todos esos momentos eran buenos, aunque tengo fe de que vuelva a tener momentos como aquellos. Subo el resto de escalones que me quedan lo más rápido posible, pues estoy impaciente por meterme a la cama y dormir. Según entro en mi habitación veo dos camas deshechas y sobre ellas otros dos imponentes crucifijos. A decir verdad yo no creo mucho en Dios pues, si existe; ¿por qué hay guerras?, ¿por qué hay grandes injusticias? Estas preguntas no me atrevo a contárselas a nadie por miedo a que me culpen de blasfemia.
De repente, y sacándome de mis pensamientos, aparece en la puerta Mark Hamleigh, mi compañero de habitación. Es un muchacho de la misma edad que yo, unos 18 años, con pelo rubio y ojos color de miel. Es un joven de pocas palabras, por lo que me saluda con un dulce 'hola' y se va a la cama. Yo decido seguir sus pasos; me pongo el pijama y me meto entre aquellas cálidas camas. Cierro los párpados y espero, pero el sueño no llega.
El tiempo pasa: diez minutos, veinte minutos, media hora… Desesperado, decido hacer algo productivo en el tiempo que espero. Cojo un candil del suelo y me dirijo a hurtadillas al taller. Para mi suerte, todo el taller está iluminado y con las herramientas a mano.
Intentando hacer el menor ruido posible llego hasta una figura cubierta con una manta. La destapo y allí está, una preciosa virgen con un niño en brazos, cuyas figuras son revolucionarias, pues ninguna es igual a las que hay en la catedral. Cada figura tiene una cara particular mostrando unos sentimientos, no como las de la catedral, serias y rígidas. Decido retocar los últimos detalles pero los ojos se me cierran durante unos segundos. Decido seguir, pero el sueño es demasiado fuer…
Un rayo de Sol atraviesa la ventana despertándome. Me incorporo rápidamente y voy corriendo a mi habitación, pues parece que todavía nadie se ha despertado por suerte para mi. Me visto y vuelvo al taller para coger la virgen con el niño y llevarla al gremio. Allí parece que tampoco hay nadie, de momento. Mientras espero me doy cuenta de que el edificio del gremio es uno de los más grandes de la ciudad. Está fabricado con grandes piedras y pequeñas ventanas. A lo lejos veo una fila de gente. Viene hacia aquí, parecen mi maestro y otras gentes del gremio. Sin decir nada entran por la puerta y yo les sigo. Pasan horas, cuatro largas horas en aquel enorme edificio.
Al salir veo que me espera mi compañero de habitación que me pregunta:
- ¿Qué tal te ha ido?
Estoy en estado de 'shock', por lo que tardo un rato en responder:
-Genial -digo con una amplia sonrisa- estás delante del nuevo maestro constructor de la ciudad.
- ¡Enhorabuena!. Yo también dentro de un año dejaré de ser aprendiz y espero pasar a formar parte del gremio, como tú.

Me despido con una amplia sonrisa y me vuelvo a mi casa, donde mi madre me espera con un delicioso pastel de caren como los que hacía cuando era pequeño.

 

 


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