Luis estaba 
                            inquieto. No le gustaba andar a esas horas por las 
                            callejas, y mucho menos pasar junto a la mansión 
                            encantada que desde hace mucho tiempo estaba abandonada. 
                            Además corría el rumor de que por la 
                            noche se encendían las luces y salían 
                            gritos.  
                          
                             
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                                  La verja de hierro estaba cerrada con un 
                                  candado (Foto: IÑIGO HERVIAS)   | 
                             
                           
                             
                            Por eso, y porque decían que iba a llover durante 
                            la noche, Luis decidió pasar lo más 
                            rápido posible por delante de la mansión. 
                            Cuando estaba pasando junto a la verja gigante de 
                            hierro oxidado, se desató la tormenta; era 
                            tan brutal que en cuanto empezó a soplar el 
                            viento un árbol cayó en mitad de la 
                            carretera y provocó un accidente multitudinario 
                            enfrente de su casa.  
                            Por ello, Luis no tuvo más remedio que entrar 
                            en la mansión. Estaba escalando la verja cerrada 
                            con un candado cuando se abrió como por arte 
                            de magia, cosa que inquietó más a Luis, 
                            que dio un salto hacia atrás. 
                            Al entrar tuvo que recorrer un camino pantanoso con 
                            árboles que parecían estar vivos. Al 
                            llegar al portal abrió la puerta y entró. 
                            Dentro había una amplia sala de estar que ocupaba 
                            toda la primera planta. En ella había muchas 
                            mesas con tazas de té y sillones a su alrededor, 
                            todo recubierto de telarañas y polvo. En medio 
                            de la sala una escalera de caracol conducía 
                            a la segunda planta. Subió y encontró 
                            un larguísimo corredor con tres habitaciones 
                            que eran: la cocina, con todos los platos del antiguo 
                            dueño formando una montaña en el fregadero; 
                            el salón, con una enorme chimenea aún 
                            con las cenizas de la última vez que la encendieron, 
                            y otra que contenía un ataúd negro con 
                            sangre por encima y otro gris entero apolillado. 
                          
                             
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                                  El ataúd negro tenía en su 
                                  interior un vampiro.   | 
                             
                           
                           
                            A Luis, en cuanto vio los dos ataúdes, le entró 
                            un miedo increíble, pero su curiosidad por 
                            saber lo que había dentro era mayor y entró 
                            en la habitación para ver lo que había 
                            en los ataúdes; los abrió y en el apolillado 
                            había un esqueleto y en el negro con sangre 
                            un vampiro. El esqueleto se levantó y salió 
                            del ataúd y el vampiro se convirtió 
                            en murciélago y los dos se quedaron delante 
                            de Luis. Éste salió corriendo, pero 
                            chocó contra el zombi que era siervo del esqueleto 
                            y del vampiro. El esqueleto, el vampiro, que en ese 
                            momento se convirtió en murciélago, 
                            y el zombi le tenían acorralado. 
                            Luis estaba muerto de miedo. Cerró los ojos 
                            e intentó pedir auxilio, pero no le salía 
                            la voz. Pensó que ya estaba todo perdido y 
                            en ese instante ocurrió lo que jamás 
                            hubiera imaginado. Con voz de trueno, la vieja buhonera 
                            entró en el recinto y dijo: "Es mi amigo, 
                            dejadle en paz". Los infernales seres se alejaron 
                            de Luis temerosos del poder de aquel personaje. 
                            La buhonera, mirando a Luis susurró: "No 
                            deberías meterte en estos lios". Luis 
                            preguntó: "¿Has dicho que soy tu 
                            amigo?". "Sí", -contestó 
                            ella- "Cuando yo necesité un trozo de 
                            pan, tú me lo diste. Ahora vete a tu casa, 
                            y no mires atrás". Luis salió despacio 
                            y tomó el camino más corto hacia su 
                            hogar. 
                            
                          
                          
                           
                           
                          
                               
                                  
                                      
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