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Red-acción
II Época / Nº53
Abril
2012
CULTURA / GALERÍA DE ARTE

'Luis y la mansión encantada'

Por Miguel Martínez. alumno de 1º de Secundaria del IES Santa Cruz de Castañeda.

Luis estaba inquieto. No le gustaba andar a esas horas por las callejas, y mucho menos pasar junto a la mansión encantada que desde hace mucho tiempo estaba abandonada. Además corría el rumor de que por la noche se encendían las luces y salían gritos.

La verja de hierro estaba cerrada con un candado (Foto: IÑIGO HERVIAS)


Por eso, y porque decían que iba a llover durante la noche, Luis decidió pasar lo más rápido posible por delante de la mansión.
Cuando estaba pasando junto a la verja gigante de hierro oxidado, se desató la tormenta; era tan brutal que en cuanto empezó a soplar el viento un árbol cayó en mitad de la carretera y provocó un accidente multitudinario enfrente de su casa.
Por ello, Luis no tuvo más remedio que entrar en la mansión. Estaba escalando la verja cerrada con un candado cuando se abrió como por arte de magia, cosa que inquietó más a Luis, que dio un salto hacia atrás.
Al entrar tuvo que recorrer un camino pantanoso con árboles que parecían estar vivos. Al llegar al portal abrió la puerta y entró. Dentro había una amplia sala de estar que ocupaba toda la primera planta. En ella había muchas mesas con tazas de té y sillones a su alrededor, todo recubierto de telarañas y polvo. En medio de la sala una escalera de caracol conducía a la segunda planta. Subió y encontró un larguísimo corredor con tres habitaciones que eran: la cocina, con todos los platos del antiguo dueño formando una montaña en el fregadero; el salón, con una enorme chimenea aún con las cenizas de la última vez que la encendieron, y otra que contenía un ataúd negro con sangre por encima y otro gris entero apolillado.

El ataúd negro tenía en su interior un vampiro.


A Luis, en cuanto vio los dos ataúdes, le entró un miedo increíble, pero su curiosidad por saber lo que había dentro era mayor y entró en la habitación para ver lo que había en los ataúdes; los abrió y en el apolillado había un esqueleto y en el negro con sangre un vampiro. El esqueleto se levantó y salió del ataúd y el vampiro se convirtió en murciélago y los dos se quedaron delante de Luis. Éste salió corriendo, pero chocó contra el zombi que era siervo del esqueleto y del vampiro. El esqueleto, el vampiro, que en ese momento se convirtió en murciélago, y el zombi le tenían acorralado.
Luis estaba muerto de miedo. Cerró los ojos e intentó pedir auxilio, pero no le salía la voz. Pensó que ya estaba todo perdido y en ese instante ocurrió lo que jamás hubiera imaginado. Con voz de trueno, la vieja buhonera entró en el recinto y dijo: "Es mi amigo, dejadle en paz". Los infernales seres se alejaron de Luis temerosos del poder de aquel personaje.
La buhonera, mirando a Luis susurró: "No deberías meterte en estos lios". Luis preguntó: "¿Has dicho que soy tu amigo?". "Sí", -contestó ella- "Cuando yo necesité un trozo de pan, tú me lo diste. Ahora vete a tu casa, y no mires atrás". Luis salió despacio y tomó el camino más corto hacia su hogar.

 



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