Manuel
Marlasca (Madrid, 1967), empezó en el mundo
del periodismo a los 19 años y lleva tres décadas
informando a través de medios como Antena 3,
Telemadrid, Radio Nacional de España, Cuatro,
Radio España o Interviú. Actualmente
colabora con Onda Cero y es jefe de investigación
en La Sexta. Su amplia experiencia le permite hablar
de los retos y los problemas de esta profesión.
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Fernando
Marlasca en los estudios de La Sexta. |
Pregunta.- ¿Cómo descubrió
que quería ser periodista?
Respuesta.- Posiblemente no pude
ser otra cosa. Mi abuelo era periodista, mi padre
era periodista. Desde los cinco años, mi padre
me llevaba a su periódico, el diario 'Pueblo'
viernes y domingo y, desde muy pronto, aprendí
a amar este oficio.
P.- Este año, desgraciadamente,
falleció su padre, un hombre muy admirado en
la profesión, ¿cuáles eran sus
cualidades?
R.- Como padre era maravilloso. Como
periodista, me lo enseñó todo. Me enseñó
la humildad, a tener los ojos y las orejas bien abiertos
para aprender, a tener una curiosidad permanente y
que el éxito solo se consigue con esfuerzo
y trabajo.
P.- ¿Cómo y cuándo
descubrió su vocación comunicativa y
decidió dedicarse de lleno a este difícil
oficio de contar las cosas?
R.- Yo me hice periodista para contar
las cosas que pasan e ir a los sitios donde pasan.
Yo nunca pensé que iba a acabar en televisión.
He dedicado casi toda mi carrera a medios escritos.
Tampoco tenía mucha afición literaria,
escribía lo justo. A mí lo que me gustaba
era contar historias, cosas que le pasasen a la gente.
Cuando estaba en el periódico en el que trabajaba
mi padre yo veía a los reporteros que venían
de sitios lejanos, como Arturo Pérez Reverte,
que venía de la guerra del Líbano o
de cualquier otro sitio y yo me quedaba fascinado.
Empecé contándolas en papel y luego
en radio y televisión. El soporte ha cambiado,
pero mi forma de entender este oficio es la misma,
aunque el lenguaje cambia en cada caso. Y yo he tenido
la enorme fortuna, la suerte de trabajar en todos
los medios.
P.- ¿Qué cualidades
han convertido a Manu Marlasca en un periodista de
su prestigio y reconocimiento?
R.- (Ríe) Que va, yo no tengo
ni prestigio ni reconocimiento, soy una persona muy
normal. Lo menos importante de todo lo que hacemos
es el periodista, que es un mero transmisor de lo
que esta pasando. El foco del periodista nunca debe
darse la vuelta y apuntarle a él mismo. El
foco debe apuntar a esos rincones, a esos lugares
donde hay cosas que pasan, donde hay gente que tiene
una historia muy chula que contar, una vivencia. En
mi caso, donde hay un crimen, donde hay una víctima.
Y luego en estar en continuo aprendizaje. Muy poco
tienen que ver los sucesos que yo cubría en
el año 1988, cuando yo empezaba, con lo que
ocurre ahora. Entonces no se hablaba de delincuencia
organizada, no se hablaba de ingeniería financiera,
de delincuencia informática. He hablado durante
años del terrorismo de ETA. Ahora no tengo
que hablar de él, pero tengo que aprender de
yihadismo y de otras formas de violencia para poder
contárselo a los demás. Pero, sobre
todo, es importante formarse. A mí me cabrea
mucho la gente que no tiene consistencia, que habla
sin saber, que habla de oídas. Yo hablo de
lo que sé, y ese rigor es lo importante en
un periodista.
P.- ¿Convertirse en periodista
muy conocido provoca el envanecimiento y aleja al
periodista de su función?
R.- Yo creo que la profesión
de periodista, junto con la de médico, son
las dos profesiones con más carga de vanidad
en el mundo. Los periodistas son, en cierta medida,
bastante vanidosos y la televisión tiene un
poder tremendo para eso. Yo empecé a salir
en televisión de manera asidua hace muy poco,
apenas cuatro años, y cuando te pasa, te haces
consciente del poder que tiene. Hay un fenómeno
que a mí no me deja de sorprender. El salir
en televisión, ante el común de los
mortales, te da un plus de credibilidad, y no es verdad.
La mayoría de los que salimos en televisión
somos unas piernas, unos cantamañanas. A mí,
afortunadamente, esta etapa de televisión,
de notoriedad pública me ha llegado a una edad
en la que uno tiene la cabeza ya amueblada, tengo
casi 50 años y sé lo que soy. Yo soy
un reportero que ocasionalmente está saliendo
en televisión. Pero tienes razón, hay
muchos casos en que ocurre. Además, hay que
saber que este es un medio muy cruel. Salvo Matías
Prats, que es un fenómeno y está siempre,
los demás podemos desaparecer del medio en
cualquier momento y tienes que saberlo, y no pasa
nada.
P.- ¿Estos son los tiempos
del periodismo o de los periodistas?
R.- Yo quisiera que fuera el tiempo
del periodismo, pero tristemente debo decirte que
es el tiempo de los periodistas. No me gusta la personalización
del producto periodístico. Yo siempre he tenido
el concepto de que esto es un trabajo de equipo, un
trabajo de mucha gente, en el que todos tenemos que
sumar y que aportar. Aunque yo lidero un equipo y
es mi sección, mi espacio, lo hacemos entre
cuatro personas. Fíjate que, cuando se creó
la sección, yo me cabreé mucho con el
nombre, porque eso de 'Expediente Marlasca' no me
parecía bien, no me parecía bien la
personalización, me convencieron diciéndome
que había que dotarle de personalidad de un
elemento reconocible. Aún así, sigue
sin gustarme y me incomoda. No me gusta eso del "Salvados
de Jordi Évole" o "el objetivo de
Ana Pastor", porque vuelve el foco hacia el periodista.
P.- Usted está muy especializado
en la crónica negra. ¿Es buena la especialización
del periodista? ¿Por qué?
R.-Sin duda, lo primero porque es
difícil saber de todo. Si yo supiera lo mismo
que sé de criminología, de finanzas
o de política internacional sería un
superdotado y posiblemente estaría desperdiciando
mi talento en esto del periodismo. Yo creo que la
especialización es muy buena porque facilita
el rigor. Pero es algo que cada vez se pierde más,
los periodistas somos cada vez más baratos
y los periodistas especializados somos más
caros, así que las empresas optan por periodistas
todo terreno. Y sin embargo, es muy importante esa
especialización para poder contar las cosas
a los ciudadanos. Si un periodista cubre un Consejo
Europeo, debe saber qué es, qué relaciones
hay entre los pasases, qué poder tiene ese
consejo, etc. Y si no te especializas, en los medios
hay departamentos que no requieren especialización
como los de edición, coordinación.
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Marlasca
nos enseña el plató (Foto; L.
CRIADO) |
P.- ¿Qué se debe
hacer para producir mejores periodistas?
R.- Hay un eslabón que ha
fallado. Cuando yo era pequeño había
una cosa muy importante que era la tutoría.
No era algo oficial, pero cuando llegabas a una redacción
había un veterano que se hacia cargo de ti
y que, de mejores o peores formas, te decía:
"mira, este titular es una basura" o "esta
entradilla no la va a leer nadie". Y te iba enseñando
todos los recursos del oficio, cómo hacer una
entradilla, cómo plantear una entrevista, cómo
hacer un titular, cómo discriminar la información,
o te mandaba a la calle a cubrir un asesinato y te
decía: “no vuelvas si no es con la foto
del muerto". Eso me ha pasado a mí y,
al final, ese padrinazgo ayudaba mucho y mantenía
el hilo entre generaciones para que no se perdiesen
los recursos del oficio, la calidad, los códigos.
Ahora eso se ha roto. Ahora llegan los becarios, nadie
les hace mucho caso, más allá de cuatro
normas para que aprendan a montar, pero nadie les
explica como conseguir la información, que
es un arranque atractivo, como es el lenguaje narrativo.
Aquí me toman por una especie de abuelo cebolleta,
porque soy mayor que todos los demás, y como
yo lo he vivido, en mi equipo sí que se hace
eso. Yo les cojo y les llevo a la unidad de drogas
y les presento a un comisario, por ejemplo, les llevo
y les explico y les cuento como conseguir fuentes,
hasta que tienen su pequeña cadena de fuentes
y su criterio para actuar. Y eso se ha roto, siendo
como es, fundamental. Las redacciones ya no funcionan
como antes porque nadie se ocupa de los nuevos, no
hay transmisión del conocimiento y hay una
especie de fractura entre los pocos veteranos que
quedan y las nuevas generaciones que se flipan buscando
dos cosas en internet y se creen que han encontrado
el santo Grial. Y en segundo lugar, creo que desde
las universidades se debería hacer un esfuerzo
para hacer de esto un estudio más pragmático.
Mi hijo, en primero de medicina, ya ha visto un cadáver
y sabe encontrar en él los músculos.
En periodismo, en todos los años de carrera
nadie te lanza a la calle y te dice: "cubre este
juicio" o "vete y tráeme una noticia".
P.- ¿Ser mejor periodista
es ser más rebelde ante la creciente vinculación
de los medios con el poder?
R.-Yo llevo muchos años de
profesión y de toda la vida, la independencia
completa no ha existido. Yo empecé trabajando
en el diario 'Ya', que era de la editorial Católica,
de la Conferencia Episcopal, y te voy a contar una
anécdota para que entiendas lo que te quiero
decir. Al poco de estar yo allí, como un mes
después, yo tenía ya mi contrato de
redactor. Mi jefe se fue de fin de semana y me dejó
a mí a cargo de la redacción. Él
pensó, tenemos muy pocas páginas y ya
las llenará con lo que sea. Era, además,
fin de semana y no esperábamos que hubiera
muchas noticias. Y yo desesperado porque no había
ninguna historia, hasta que entró por teletipo
(entonces no había internet) la noticia de
la detención en Bélgica de un cura por
abusar de unos niños. Y yo me dije, esta es
la noticia que esperaba, con esto me luzco. Me hice
la historia, cuatro columnas, con todos los detalles
de la información, y salió. Al día
siguiente, me llama el director a su despacho, me
tira el periódico encima, abierto por aquella
página y me dice “¿tú sabes
para quien trabajas?”, y le dije “para
usted que es el director”. “No”,
me respondió, “trabajas para la editorial
Católica, y has sacado a cuatro columnas a
un cura detenido”. La independencia absoluta
nunca ha existido, todos los medios de comunicación
de una u otra manera están vinculados con grupos
empresariales, o de poder o anunciantes. Dentro de
eso, hay un margen, pero un periodista no es mejor
por ser rebelde. Es mejor periodista por conseguir
más noticias, sacar más reportajes,
ser más brillante, tener mejores fuentes, pero
la rebeldía no puede ser un plus.
P.- ¿Existe más
pluralidad informativa por existir más empresas
de comunicación?
R.- Indudablemente, sí. Antes
había poco más que trincheras, 'El País',
'El Mundo', 'ABC'… Ahora los medios digitales
han dado una pluralidad que no había en tanta
medida, y la pluralidad es buena. Pero esa pluralidad
no se contradice con que haya grandes medios, como
es esta casa, A3media. Que haya un montón de
medios, de distinta dimensión pero profesionales,
es bueno. Otra cosa es que se fundan medios y parece
que solo para contentar el interés de un partido
político o de un grupo, como ocurre ahora con
TVE y primero con Telemadrid o Canal Nou.
P.- ¿Cuál es ahora
el papel del periodismo en una sociedad en la que
cualquiera puede distribuir información en
una red social al instante?
R.-Es que cualquiera no puede ser
periodista. Yo, en casa, tengo todos los ingredientes
para hacer pan: horno, harina, agua, levadura... pero
no soy panadero. Yo estoy adiestrado, preparado para
contextualizar las noticias, seleccionarlas, discernir
cuál es importante y cuál no. Pero un
tipo con un teléfono móvil para hacer
fotos y una conexión a internet, no. En esta
época tan importante que vivimos, el periodismo
debe cobrar más valor para el ciudadano, que
tiene que saber que debe acudir al periodista para
obtener información fiable, no a cuatro desarrapados
que en las redes sociales o en un blog cuentan sus
historias.
P.- ¿Por qué ahora
a la mentira se le llama posverdad?
R.-Es una tontería inmensa
que yo tampoco consigo entender. El lenguaje es muy
importante en todos los terrenos de la vida y, por
una extraña razón, se ha decidido maquillar
algo que no es más que, simplemente, una mentira.
El problema no es que sea mentira sino que, antes,
cuando un periodista contaba una mentira, le caía
un paquete tan grande que se podía no volver
a escribir, así que el propio periodismo se
auto limpiaba. Ahora no, hemos caído en una
alegría para contar todo, que a veces cae en
la ligereza de contar historias no contrastadas y
se miente, incluso de buena fe porque el periodista
es, a su vez, engañado. Por eso, ante todo,
el periodista debe ser honrado y tener un código
propio que le impida caer en esto. La verdad absoluta
es difícil, pero debes buscar acercarte lo
más posible a ella. Y, desde luego, la mentira
debe traer consecuencias.
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A
punto de comenzar 'Expediente Marlasca'. (Foto;
L. CRIADO) |
P.- ¿Cuándo decidió
que la España negra merecía ser contada?
R.-Fue una casualidad. Yo vivía
estupendamente haciendo cultura, escribiendo sobre
espectáculos y entrevistando escritores hasta
que, un día, se fue el de sucesos y me llamó
mi director: “Si quieres quedarte con nosotros,
te hago un contrato de seis meses a ver qué
tal y te pones en sucesos”. Y ahora ya no quiero
hacer otra cosa. Para mí, es muy chulo, hablas
de lo peor de la sociedad y también de lo mejor,
de gente valiente en momento de su vida. Es un terreno
que forma mucho. Si has sido capaz de hacer sucesos,
puedes hacer cualquier cosa.
P.- ¿Cuál es el mayor
reto del periodismo actual, la defensa de la igualdad
de género en la profesión o un mayor
compromiso en la defensa de los derechos civiles?
R.-Yo solo tengo jefas. Trabajo para
Julia Otero en Onda Cero, para Mamen Mendizábal,
que es la directora de Más Vale Tarde y trabajo
para Susana Griso y para Belén, que es la directora
de Espejo Público. Pero, también es
verdad que, en las redacciones, la mayoría
son hombres. La lucha por la igualdad debe darse en
el periodismo, pero también el periodismo debe
contar esa lucha. El periodismo no debe ser utilizado
como bandera, tú debes contarla y explicarla
donde se produzca, y dejar que tu lector saque sus
conclusiones, pero no debes subirte a un púlpito
y pontificar. Debemos dejar que la gente, bien informada,
saque sus conclusiones. Y en cuanto a los derechos
civiles, lo mismo. Hay países donde el periodismo
ha sido clave para la defensa de los derechos civiles,
por ejemplo, Estados Unidos en los años 50.
Pero no pontificaban, contaban historias terribles
que ocurrían, pero no sentaban cátedra,
denunciaban la injusticia.
P.- ¿Organizaciones como
el Consorcio de Periodistas, que descubrió
los papeles de Panamá. son un ejemplo de buen
periodismo o de cacería indiscriminada?
R.-Lo de Panamá no es un ejemplo
de periodismo. Ahí, alguien que no es periodista
sacó esos papeles de donde se guardaban y los
entregó. Allí lo que han hecho los periodistas
es escarbar entre ese montón de datos y buscar
nombres concretos. Eso ha sido una gran búsqueda
de Wally. No es que esté en contra de ese periodismo,
pero no me gusta. ¿Por qué? Porque no
contextualiza las historias. Habrá gente que
tenga dinero en Panamá por una razón
o por otra y si tú no contextualizas esa historia
y le pones un por qué, puedes dar lugar a cacerías,
como la que ha sufrido la familia Almodóvar,
que no es santo de mi devoción, pero que tenia
motivos muy distintos a los del ministro Soria, al
que, este caso le costó su carrera política.
Y por otra parte, no me gustan los consorcios. Yo
defiendo el trabajo en equipo, pero eso de que varios
medios trabajen juntos no lo entiendo. Toda la vida
nos hemos esforzado por sacar las noticias antes que
el vecino y ese afán nos ha hecho ser rigurosos
y dar diferentes ópticas de la realidad.
P.- ¿Dónde está
el límite entre la búsqueda de la verdad
y el honor de las personas, por ejemplo, en los casos
en que se difunde la identidad de un presunto delincuente
y se opina sobre su culpa?
R.-De entrada, un periodista no debe
opinar sobre la culpa de nadie, un periodista debe
informar sobre lo que esta ocurriendo en ese momento.
Fíjate en lo que ocurre en este momento. Yo
no debo opinar sobre la culpabilidad o no de Ignacio
González, yo debo informar sobre la situación
en la que está, detenido por la política
y en unas calabozos. Si luego, del juicio que se sustancie,
sale declarado inocente, yo no tengo nada que ver,
yo solo cuento las situaciones, no debo enjuiciarlas
ni valorarlas, y si actuó así, no vulnero
la presunción de inocencia de nadie, me limito
a contar su situación penal. El problema se
produce cuando se mezcla información y opinión,
la opinión se la debe formar el lector o espectador.
Yo puedo decir lo que pienso en un artículo
de opinión, pero eso es distinto a informar.
Y si mi información es buena y el lector no
es tonto, los hechos hablaran por sí mismos
y el lector sacará sus conclusiones.
P.- ¿Por qué hoy
en día medios como la televisión tienden
a ser un puro artificio donde lo espectacular y el
entretenimiento es lo más valorado?
R.-Eso comenzó a pasar cuando
se mezcla información y entretenimiento. Si
tú solo informas, tus índices de audiencia
probablemente no se van a disparar, porque la información
tiene un público limitado. Sin embargo, si
adobas la información con elementos propios
de los programas de entretenimiento, seguramente,
te vaya mejor, pero estas engañando al espectador.
Puedo usar medios o recursos en un plató, pero
lo que hago es informar, no especular.
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