Durante
este curso nos propusimos hacer una investigación
por las tiendas y los comercios de la zona, “los
reporteros en la calle”, para indagar en el
papel de la mujer trabajadora. Entre otros, también
acudimos a la panadería Sordo y a la tienda
Gervasio Herreros. Vamos, que son tiendas de toda
la vida.
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En
este edificio situado en la plaza de San José
se encontraba la vieja tienda de ultramarinos,
que tenía en la puerta dos cubas de roble.
En la actualidad es un bar restaurante, pero
todo el edificio se mantiene igual que en aquellos
tiempos. |
He decidido basar mi entrevista en relación
a este curioso comercio. Primero por la importancia
destacada de Torrelavega, en la comarca de Besaya,
por sus comercios y después porque fue un negocio
familiar y tengo la información en primera
mano: mi tía Rosa.
Pregunta.- ¿Cómo empezaste
a trabajar en la tienda?
Respuesta.- Pues como empezábamos
todos, era de nuestros padres y abuelos. Nos criamos
allí prácticamente y era como un juego.
La mayoría de las tiendas de ultramarinos eran
mixtas porque tenían también un bar.
Los hombres atendían el bar y las mujeres la
tienda.
P.- Entonces,
¿el papel de la mujer era muy limitado?
R.- Muchísimo en aquella época.
Solo los hombres estaban en el bar porque las mujeres
no alternaban. Estaba mal visto. Además mi
padre no nos dejaba ni despacharlos. Eso sí,
nuestro reino era la cocina donde hacíamos
tapas. No se pensaba en estudiar carreras teniendo
un negocio. Para una mujer el futuro era aprender
a guisar, coser, limpiar y casarte.
P.- ¿Qué diferencia
existe con el comercio de hoy en día?
R.- Primero había mucho más
trabajo porque teníamos que pesar y empaquetar
y casi todo venía a granel. Además de
despacharlo, no como en el súper, ahora te
sirves tú mismo. El horario era horroroso ya
que no había vacaciones ni sábados ni
domingos. Pasábamos todo el día allí
e incluso comíamos en la trastienda.
P.- En relación a los productos,
¿qué diferencias ves?
R.- Hay muchas cosas que no existían,
desde luego, como algunas frutas: los kiwis, las piñas
eran muy difíciles de conseguir y los plátanos
venían en un tronco entero. Se vendían,
curiosamente muchas latas, velas, aceite, chocolate,
embutidos y jabones. Menos fruta y verdura, nada de
congelados ni refrigerados, claro. Los yogures se
vendían en farmacia y el agua medicinal venía
embotellada. Poco a poco, a medida que se compraban
neveras se fueron incorporando los productos de frío
y reciclando la tienda. Pero prácticamente
había de todo lo que existía, era como
un “chino”. Lo que era parecido a hoy
era que había que ir con cesta a la compra,
incluso se llevaban algunos envases, como las botellas
de vino para rellenar y la leche en perolas.
P.- ¿Qué días
había más clientes?
R.- La mayoría compraba el
día a día, justo lo que se guisaba para
comer. Muchas mujeres estaban en casa y tenían
tiempo. Había otras personas que, por vivir
lejos de la ciudad o porque en la casas vivían
muchas más personas que ahora, entre hijos
y abuelos, pues hacían un pedido y se repartía
a domicilio, primero en carritos y después
en vehículos. Pero se notaba el día
de la paga de las fábricas, sobre todo los
hombres estaban en el bar y durante las Navidades
tiraban la casa por la ventana y se hartaban a comer.
P.- ¿Con que época
de comercio te quedarías?
R.- Ahora sin duda es otra cosa,
porque el trabajo es menor. Está pagado en
proporción y hay asistencia médica.
Pero la alegría y la humanidad como las de
antes, nada.
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