Caroline es un personaje
de ficción basado en una historia real de muchas
mujeres de África que aún hoy en día
luchan por sociedades más justas.
Caroline cuenta hoy su historia frente
a cientos de personas, nunca lo había hecho
delante de tantas. Narra cada instante, cada momento,
cada lágrima y cada sonrisa mirando a los ojos
de las mujeres que la observan desde sus asientos.
Están acurrucadas bajo sus burkas y buscando
el camino para, poco a poco, construir su libertad.
Yo me incorporo en el asiento. Hasta
ahora la charla me había resultado un poco
aburrida y monótona, pero aquí llega
ella, con sus preciosos trajes de colores y sin complejos.
Su voz ronca su cultura de amazona y una sonrisa que
ilumina toda una sala.
Los derechos se conquistan, la justicia
se reclama y sólo así se obtiene. Tenemos
responsabilidades como mujeres y como ciudadanos para
salvaguardar las libertades de las generaciones. Así
nos contó su historia.
Los
orígenes
Amanecía
en los valles de Yaundé, todo el poblado estaba
activo y en marcha, todo estaba preparado. Las niñas
hablaban entre ellas y se acicalaban las unas a las
otras como si de un día cualquiera se tratase,
pero la mirada cómplice de los adultos hizo
entender a Caroline que no las esperaba algo bueno.
Corría el año 1978
y la mayoría de las niñas ya habían
cumplido los 15 años, por no decir que todas
menos ella. Aún quedaban meses para ello. Contraria
a las demás, Caroline no quería crecer
a toda prisa y comenzar con todos los trajines que
conllevaba ser adulto en su poblado. Quería
abrazarse a la temporal libertad que la niñez
las concedía. Pronto entendió que todo
eso había terminado, que sus años de
despreocupación habían terminado. Muchas
de sus amigas estarían alegres por esta misma
razón. Ella entendió que la tocaba luchar.
Corrió a los brazos de su
abuelo, para ver si aquello que tanto la preocupaba
era verdad. El monarca se encontraba hablando de asuntos
importantes, asegurándose de que todo en aquel
poblado estuviera en orden. Pero en cuanto vio aparecer
a Caroline en su busca terminó rápidamente
la conversación para reunirse con su niña.
La noticia fue dura e inevitable,
y no se puede decir con exactitud a quién de
los dos le dolía más la verdad, pues
esa noche Caroline se tendría que enfrentar
a la ceremonia que la haría mujer.
Todas ellas
serían embadurnadas con un asqueroso aceite
que debía de ser repulsivo para las serpientes,
pero que atraía al resto de animales, y serían
abandonadas en medio de aquel profundo y oscuro bosque
que tantas pesadillas había despertado en las
mentes de todas. Caroline pataleo, bufó, lloró
y no dejó de repetir una y otra vez que todo
aquello era estúpido. El enfrentamiento entre
las tradiciones y las libertades la ocupaba desde
muy pequeña.
Aquel infierno
duró dos días y dos noches. En aquellos
días Caroline sufrió horribles picaduras
que la provocaban terribles alucinaciones, oyó
sufrir y pedir ayuda a niñas con las que compartió
toda su infancia.
Lo más avergonzante para su
familia, reyes del poblado, habían sido los
gritos desesperados y de rebeldía que Caroline
emitía insultando las costumbres y cuestionando
la sensatez de todo aquello.
Caroline salió
viva y fuerte de aquella ceremonia, tal y como dictaba
la tradición pero también con una resolución
clara de cuestionar el papel que le tocaba vivir.
La responsabilidad
Con el paso de los meses y su repentina
llegada a la vida adulta, a Caroline se le empezó
a hacer pequeño su poblado y decidió
irse, comenzando una nueva vida en la capital. Allí
descubrió nuevas caras, nuevos olores y nuevos
sonidos. Descubrió una nueva vida que pensó
podía llegar a ser su vida, dejando de un lado
los privilegios del reinado del abuelo y sus obligaciones.
Sin embargo,
las responsabilidades no se pueden hacer a un lado
fácilmente y Caroline estaba a punto de averiguarlo
una vez más. Se encontraba tumbada en su cama,
mirando al techo, respirando el aire que traía
consigo el olor a comida y a especias, como era natural
al mediodía, cuando alguien aporreó
la puerta. Caroline se extrañó, nadie
salvo su prima solía visitarla, y esta se encontraba
de viaje desde hace días. Terminó cediendo
al impaciente golpeteo para así encontrarse
con algo mucho peor que un atracador.
Caroline aceptó la carta que
aquel niño le había traído como
encargo y le dio a este el dinero que le habían
prometido a cambio de traerle el papel. Era de su
abuelo, aquello no podían ser buenas noticias.
El padre de
Caroline, monarca del poblado, había comenzado
a sufrir graves fiebres que terminaron llevándose
la vida del hombre, y con ello una importante porción
del futuro en libertad de la chica.
El abuelo recibió a su nieta
para explicarle lo inevitable: tenía que casarse,
tenía que asegurarse un futuro junto a un hombre
que la cuidara cuando el anciano ya no estuviera junto
a ella. Las mujeres de su familia la animaban, la
contaban las preciosas telas que estarían a
su disposición. Le hablaban de todas las cosas
que como heredera casada podría hacer. Todas,
menos vivir como ella quería. Caroline quiso
llorar, quiso volver a gritar que aquello era una
injusticia, pero ante la gravedad de la situación
y la tristeza de la pérdida de su padre sólo
le quedaron fuerzas para asentir.
La
conquista de la justicia
Contrajo matrimonio, para la sorpresa
de todos, pero nunca se conformó con aquella
vida, ella era joven, y se merecía algo mejor
que el título de la sexta mujer de un hombre
de la edad de su abuelo que había tardado meses
en aprenderse su nombre.
Todas las tardes que él pasaba
junto a ella, cada rato que tenían en privado,
ella le repitió una y otra vez lo irresponsable
que era haberse casado con ella, el monstruo en que
le convertía tener tantas mujeres y no poder
amarlas a todas, lo inhumano que eso era.
Para desgracia de todos, excepto
para nuestra Caroline, el hombre decidió repudiarla,
lo anunció públicamente, diciendo que
no tenía todas las cualidades que debía
de tener una mujer para él.
Caroline lloró aquella noche,
ni ella misma entendió muy bien si lloraba
de alegría, por ser libre de nuevo, o de rabia,
por haber fallado de esa manera a su familia. Ni al
día de hoy lo sabe muy bien.
Caroline cuenta
hoy su historia frente a cientos de personas, con
ojos penetrantes, con
la convicción de quien ha superado la prueba
y quiere ofrecer un atajo a otros para ofrecerles
la ilusión de igualdad y libertad.
La
libertad y responsabilidad compartida
Ahora es alcaldesa
de Bangate e intenta que todos los niños y
las niñas vayan a la escuela. Que el agua potable
llegue a la mayor parte de casas posibles y anima
a todas las mujeres para que tomen las riendas de
su destino. Preside además una red de mujeres
africanas alcaldesas y concejalas. Se apoyan y comparten
sus historias con el resto del mundo, para recordar
que la justicia muchas veces no viene hecha, hay que
hacerla.
Yo camino hacia casa con las emociones
y las lecciones aprendidas. Caroline no sólo
se limitó a coger las riendas de su vida, ayuda
a otras personas a tomarlas.
Decenas de miles de personas, mujeres
y hombres, de todo el mundo han arriesgado para mejorar
su situación y la de otros. Nuestra sociedad
es el resultado de esos sacrificios y lecciones.
Cientos de miles siguen luchando
cada día por derechos que otros asumimos como
eternos y conquistados.
¡Tomemos
las riendas, responsabilicémonos del destino!
Caroline es un personaje
de ficción basado en una historia real de muchas
mujeres de África que aún hoy en día
luchan por sociedades más justas.
La primera vez que oí sus historias era muy
pequeña y sólo comprendía en
parte su valentía. Hoy ya puedo entenderlas
cuando las veo hablar, como en esta entrevista y muchas
más.
Si queréis conocer
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