Sabemos
que las mujeres obtienen el 60% de los títulos
universitarios pero su presencia en carreras como
física o ingeniería no llega al 30%.
¿Qué ocurre? No, no es por la tardía
incorporación de la mujer al mundo laboral,
ya que el por ejemplo el porcentaje de mujeres en
el área de Ciencia y Tecnologías Físicas
en el CSIC (en torno a un triste 20%) no ha variado
en los últimos 15 años. Tiene que ver
con la falta de vocaciones científicas, la
falta de autoestima ante las ciencias y la discriminación
laboral y el techo de cristal al que nos enfrentamos.
Un factor influyente es el 'efecto John-Jennifer'.
En 2012 se publicó un artículo en la
revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencia
de EEUU en el que inventaron un currículo para
cubrir una plaza de investigación. Lo enviaron
a profesores y profesoras de las 7 universidades más
importantes de Estados Unidos. Uno con el nombre de
John y otro con el nombre de Jennifer. Las 137 respuestas
que obtuvieron evaluaban las solicitudes de estos
dos candidatos ficticios, que se suponía que
se acababan de licenciar y optaban a un puesto de
jefe de laboratorio. Resultó que, ante un currículo
exactamente igual, los evaluadores asumían
que el candidato masculino era más competente
que la candidata. Ofrecían mayor salario y
más recursos a John.
Esto no hace más que poner en relieve lo que
muchos otros estudios evidencian: la existencia de
un sesgo en las evaluaciones y el reconocimiento de
méritos de las mujeres. La mujer es considerada
menos competente sin importar los hechos. Desde ser
infracalificadas de niñas en las asignaturas
científicas, hasta ser menos citados los papers
escritos por mujeres; son hechos que suceden durante
todas las etapas de la vida de una mujer y afectan
a las decisiones que tomamos con respecto a nuestra
trayectoria profesional. Es clave que este sesgo se
produce independientemente del género de la
persona que evalúa y es fundamentalmente inconsciente,
lo que lo hace muy difícil de eliminar.
El efecto Matilda
También se usa el término 'efecto Matilda'
para hacer referencia al olvido sistemático
y la invisibilización del trabajo de las mujeres
científicas. Hace referencia a una parábola
de San Mateo que resume algo que afecta a todo el
mundo denominado 'efecto Mateo' consiste en que cuanto
más éxito tienes más fácil
es lograrlo de nuevo. En el caso de las mujeres se
utiliza para recalcar lo contrario y con ese nombre
en honor a Matilda Joslyn Gage, se pone de manifiesto
la discriminación sufrida por las mujeres y
la negación de aportaciones, descubrimientos
y el trabajo de muchas mujeres científicas,
dando la autoría de los mismos a sus compañeros,
existiendo frecuentes quejas de sesgo en los premios
otorgados o las invitaciones a conferencias.
Dejando de lado los sesgos, podemos fijarnos en otro
baremo. El índice de techo de cristal que nos
sirve para ver cómo de complicado lo tenemos
las mujeres en comparación con los hombres
para llegar al puesto más alto. Se ve claro
en el último 'Informe Mujeres Investigadoras
2016' del CSIC: de 126 centros existentes, solo 22
son dirigidos por mujeres. Fijándonos en los
datos y viendo la evolución del techo de cristal
en carreras científicas, se ve una gran bajada
en las cifras, pero para apreciarlo hay que fijarse
en un intervalo de tiempo de 20 años de un
índice creado para representar la desigualdad,
todo lo que esté por encima de 1 es un dato
negativo y hablamos de que en medicina está
en algo más de 3 puntos y en ingeniería
y tecnología casi lo alcanza.
Sabemos también que a edades tempranas las
habilidades en matemáticas de niños
y niñas no muestran diferencias. Es a partir
de la adolescencia, entre los alumnos de mayor rendimiento,
cuando el de los chicos es algo mejor. En promedio,
a lo largo de su carrera científica, la productividad
de las mujeres es también más baja que
la de los hombres. Pero es que se ha documentado que
las diferencias en las aptitudes matemáticas
están directamente relacionadas con la desigualdad
de género existente en cada país. Es
decir, si percibes que te infravaloran, te alejas
de esa área mostrando menos interés,
sumado a que el entorno social, familiar y educativo
no incentiva de igual manera a chicos y chicas a elegir
carreras científicas y técnicas, resulta
en que las chicas muestran mayor ansiedad ante las
matemáticas y ciencias que los chicos, incluso
si su rendimiento en esta materia es bueno.
Además la tecnología suele presentarse
como un ámbito marcadamente masculino por la
ausencia de roles científicos femeninos. A
la baja presencia de mujeres se suma la invisibilización
de muchos de sus logros. Además, en parte debido
a la realidad que han vivido algunas científicas
en el pasado, muchas adolescentes pueden ver en la
ciencia un camino demasiado arduo.
Por culpa de todo esto las chicas muestran menor
confianza en sí mismas y mucha más ansiedad
ante las matemáticas. En el informe PISA se
hace mucho hincapié en la influencia de estos
problemas en el menor rendimiento de las chicas en
matemáticas y ciencias. Según varios
estudios, la brecha disminuye, y en muchos casos pasa
a ser de signo contrario, cuando se comparan chicos
y chicas con el mismo grado de ansiedad.
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Artículo de Esther Sánchez
García, comunicadora científica participante
en la organización de la iniciativa para la
visibilización de la mujer en la ciencia '11
de febrero'
Más información:
http://www.pnas.org/content/109/41/16474.full
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