Para él
la lluvia era una ofensa. Era una broma sarcástica
del ser superior al que los demás llamaban
Dios. Si llovía, la gente no salía de
sus casas y si no salían, la Plaza Roja estaba
desierta. Y una Plaza Roja desierta era un día
sin pan para Pavel. Y a Pavel le gustaba el pan. Quizá
demasiado.
El pícaro observaba cómo la ciudad entera
se sumía en la tormenta.
- La lluvia es un asco- comentó Pavel.
Él odiaba a Pavel. A su entender era un paleto
aficionado al alcohol, a la comida y a las rameras,
sobre todo a las rameras. Lo malo es que el tipo era
competente. Para empezar robaba mejor que él.
Se filtraba entre el gentío y afanaba gran
cantidad de dinero.
- La lluvia es un asco; la gente no sale y no me da
el dinero para mis vicios.
- Ambos sabemos cuáles son tus aficiones, no
hace falta que lo sigas comentando.
Estaba harto del polaco; últimamente
llovía mucho y cuando llovía los rateros
pasaban más tiempo juntos dentro de la casucha
medio derruida en la que vivían.
- Comentaré lo que me salga de las pelotas,
Marty.
Pavel estaba muy grosero desde que
comenzara la lluvia.
- Me agotas- dijo Marty con desidia- mientras observaba
la bolsa de monedas sobre la bandejita de plata en
el recibidor. Allí ponían el dinero
de los gastos diarios, aunque días antes habían
decidido darle otro uso.
- Siempre igual, eres un charlatán inmundo,
un desastre, siempre olvidas los detalles importantes,
y aún así te crees que eres mejor que
yo porque sabes leer. Ya te han pillado tres veces
intentando robar a la gente y una vez casi nos meten
en el calabozo.
Pavel tenía razón,
odiaba que Pavel tuviese razón, le ponía
nervioso que un simple pringao, patán, de malas
formas, llegase a insultarle de tal manera. Con lo
que él había sido, su estirpe, y lo
que él había hecho por su familia...
- No deberías hablarme así, ten en cuenta
quién soy.
- Lo tengo en cuenta y ¿sabes?, no eres nadie,
el bastardo de un conde infiel como mucho. Tu madre
era una fulana que no tenía medios ni para
desecharte. Aquí el nombre de la familia de
tu padre no vale una santa mierda.
Claramente Pavel estaba cansando al muchacho.
Al día siguiente Marty se
despertó el primero, aun así no se levantó
del camastro, ni siquiera abrió los ojos, pensaba
en las palabras de Pavel, ¿llevaba razón
el ratero? Lo mismo sí, pero le daba igual.
Más tarde Pavel se despertó, se vistió
y cogió la gran bolsa cruzada en la que metía
las ganancias. Había ya una gran multitud en
la Plaza Roja y era muy fácil robar por la
mañana a la gente cansada y madrugadora. Cuando
el hombre abandonó la casucha, Marty saltó
de la cama; ya vestido cogió su cartera de
cuero cargada de libros y se armó con la daga
que le dio su madre el día que los separaron.
Desde la puerta buscó a Pavel con la mirada;
lo encontró tras una anciana desgarbada. Ya
llevaba la bolsa algo abultada, pronto volvería
a la casa a vaciarla. El muchacho salió de
la casa y se mezcló con la multitud. Rebuscó
en su bolsa de libros y sacó un sombrero negro
de ala ancha. Se lo puso y observó al ladrón.
Lo siguió con la mirada hasta que llegó
a la casa. Cerró la puerta. Entonces Marty
corrió hacia ésta y se adentró
en la estancia. Situado en el hogar, de espaldas a
él, Pavel vaciaba la bolsa en el suelo, mientras
Marty, sigiloso, volvió a salir de la casa
y volvió a su sitio inicial entre la gente.
Pavel también salió. "Ya lo tengo",
pensó. Tenía en la mano una gran bolsa
repleta de monedas, la que está siempre en
la bandeja al lado de la puerta. Oyó los pasos
de alguien tras de sí, se dio repentinamente
la vuelta y hundió el cuchillo en el estómago
de Pavel mientras lo miraba a los ojos.

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