Los estudiantes
de 1º de la ESO continúan practicando
lo estudiado acerca de la narración siguiendo
unas pautas dadas por la profesora. Escribir un relato
con un comienzo y un final dado: "Era la hora
del crepúsculo…" y "…
se sumergió en la profundidad de las aguas
cristalinas".
Era la hora del crepúsculo cuando Elena, la
princesa del reino de Galicia, se reunió con
Edward, un príncipe inglés que era amigo
suyo, para hablar de algo muy importante.
Edward le dijo a la princesa:
- Sólo te he llamado para advertirte de que
mi hermano Arthur está enamorado de ti y puede
volverse muy pesado.
La princesa contestó:
- No importa. Pasaré de él y ya está-.
- No creo que se lo tome muy bien.- insistió
Edward, pero a Elena eso no le importó.
Al día siguiente, Elena se despertó
y oyó como alguien la llamaba desde el patio
del castillo. Se asomó a la ventana de su habitación
y allí vio a Arthur, el hermano mayor de Edward,
que le decía con un acento inglés muy
gracioso:
- Alteza, bajad, quiero deciros algo.-
La princesa se vistió y bajó al patio
del castillo. Ahí se encontró con Arthur
y éste le dijo con el mismo acento gracioso
de antes:
- Vámonos al bosque, no quiero hablar de este
tema aquí.
- ¿Y por qué no podemos hablar aquí?-
preguntó la princesa.
- Porque al lado de nosotros está la Baronesa,
que es una cotilla, y me da un poco de corte hablar
con ella oyéndonos.- dijo Arthur y la Baronesa,
que estaba escuchando, dijo:
- Por mí no os cortéis, podéis
seguir hablan de vuestras cositas.
A Elena le pareció bien la idea de Arthur
de irse al bosque, así que se fue a los establos
a coger a Silver, uno de sus seis caballos, para cabalgar
hacia el bosque junto con Arthur. Cuando ya llegaron
al claro del bosque Arthur le dijo a Elena:
- Como soy el mejor príncipe de todos los que
existen he decidido que te vas a casar conmigo y que
vas a irte a vivir al castillo que heredé de
mis antepasados: Camelot, y no te quedarás
en este castillucho cutre en el que vives ahora.
Elena, toda furiosa, le dijo:
- ¿Castillucho cutre? ¡Déjame
en paz, pesado! ¡Estás acostumbrado a
ser un niñito mimado y a que todo el mundo
te dé la razón pero yo no voy a hacerlo!
Después de decir esto la princesa golpeó
a su caballo con la espuelas y éste empezó
a galopar de vuelta al castillo. Arthur se quedó
ahí, en el claro del bosque, pensando en esa
cosa tan extraña que había sucedido:
¡Alguien le había llevado la contraria
a él, el príncipe de Britania, el dueño
de Camelot!. Después de pensarlo mucho decidió
que la princesa de un reino tan pequeño como
el reino de Galicia no podía llevarle la contraria
a él, el heredero del Rey Arturo, así
que se fue a visitar a Merlina (una maga que estaba
al servicio de Arthur y Edward que era descendiente
del mago Merlín) para que le ayudara a encontrar
un hechizo para vengarse de la princesa.
Merlina le entregó un pequeño frasco
con un líquido morado. El frasco tenía
una calavera dibujada y eso hizo sospechar a Edward,
que vio a su hermano salir del laboratorio de Merlina
con el frasco en la mano. Edward le preguntó:
- ¿Qué se supone que estás haciendo?
Arthur, intentando ser amable con su hermano, dijo
con su acento gracioso de siempre:
- Hello, hermanito querido, yo no estoy haciendo nada.
La amabilidad de su hermano hizo sospechar aún
más a Edward y le preguntó a Arthur:
- Entonces, ¿por qué tienes en la mano
un frasco con una calavera?
Arthur escondió el frasco y dijo:
- ¿De qué frasco estás hablando?
Edward estaba a punto de responderle cuando un sirviente
le llamó y le dijo que había un noble
esperándole en la entrada del castillo. Edward
se dirigió a la entrada y ahí vio a
un hombre bajito, con el pelo rizado y gris y una
perilla también gris. El hombre llevaba un
vestido morado con adornos dorados y una capa blanca.
En la cabeza llevaba una corona con tres piedras preciosas
incrustadas.
El hombre en cuanto vio a Edward se dirigió
a él y le dijo todo furioso:
- ¿Dónde está ese pijo de tu
hermano? ¡Quiero decirle que deje en paz a mi
hija!
Edward estaba contento por saber que su hermano se
iba a meter en un lío pero le tenía
miedo a ese hombre furioso que tenía delante
y no sabía si corría peligro por ser
amigo de Elena y lo único que se le ocurrió
decir fue:
- ¿Vos... vos sois... el padre de Elena?
El padre de la princesa contestó:
- ¡Sí! ¡Pero ahora eso no importa!
Arthur aprovechó que Edward estaba hablando
con el padre de Elena para coger el caballo e ir hacia
el castillo de la princesa para entregarle la poción
que había preparado Merlina. Arthur entró
en el castillo y se encontró con la sirvienta
de la princesa y le dijo:
- Hello, soy el futuro marido de la princesa y quiero
que le entreguéis esto.
Y le entregó el frasco. La sirvienta observó
el líquido morado que había en el frasco
y preguntó:
- ¿Qué es esto?
El príncipe inglés dijo lo primero que
se le ocurrió:
- Emm... pues... esto es... ¡zumo de moras!
¡El favorito de la princesa!
- ¿Y por qué tiene una calavera?- preguntó
la sirvienta.
Arthur, como no sabía qué decir respondió:
- ¿Eso? ¡Bah! ¡Eso no es una calavera!
¡Eso es una carita sonriente!
La sirvienta cogió el frasco y se fue a la
habitación de la princesa. Cuando entró
en la habitación le entregó el frasco
y le dijo:
- Tomad alteza, es un zumo de moras. Uno con acento
inglés me dijo que os lo diera.
La princesa, pensativa, dijo:
- Uno con acento inglés... ¿Era uno
bajito y pelirrojo?
La sirvienta dijo que sí y Elena dijo:
- Ah, entonces será John.
Pero la sirvienta se equivocaba. Arthur no era bajito,
de hecho medía 1’95. Sólo que
la sirvienta estaba mal de la vista. Así que
por culpa de este problema de la sirvienta al pobre
John le iba a caer un marrón muy grande. La
princesa se bebió el líquido morado
del frasco y se convirtió en una ogra muy parecida
a Fiona, la mujer de Shrek. La princesa se miró
al espejo y en cuanto vio lo que le había hecho
la poción ordenó que apresaran a John.
Al día siguiente fue el juicio. A John no
le iba nada bien. Estaban a punto de condenarle al
verdugo por envenenar a la princesa, un delito que
él no había cometido. Por suerte cuando
el verdugo iba a matar a John apareció Edward
y dijo:
- ¡Quieto! ¡Él no es el que le
entregó el frasco a la princesa, el que se
lo entregó fue mi hermano Arthur!
Entonces un campesino dijo:
- ¡Pero si la sirvienta de la princesa dijo
que la persona que le entregó el frasco era
bajita, y Arthur mide casi dos metros!
Entonces Elena recordó el problema de vista
de su sirvienta y ordenó que dejaran libre
a John (a la princesa le encantaba dar órdenes).
Después de pedir perdón a John fue a
visitar a los dos hermanos de Merlina que vivían
en su castillo. Uno de los hermanos era mago y el
otro era experto en hacer inventos que siempre acaban
explotando. Este último era el famoso profesor
que creó el invento que venció a la
legendaria bruja Mari Puri Muchas Verrugas. Por eso
Elena les llamó para que deshicieran el hechizo
de Merlina. Los dos hermanos trabajaron mucho pero
no consiguieron nada. El profesor intentó volver
a construir su mejor intento: el Antihechicineitordelabrujineitor
3000, pero no lo logró. El hermano del profesor
intentó crear un antídoto y después
de una semana sin dormir lo logró. Mientras
su hermano dormía, el profesor entró
en el laboratorio y supervisó el antídoto
para ver si tenía algún fallo y encontró
uno muy grande: ese antídoto era demasiado
perfecto: no explotaba, no tenía efectos secundarios,
no era peligroso... Eso molestaba mucho al profesor,
que estaba acostumbrado a que todos sus inventos tuvieran
algún defecto, así que decidió
hacerle algunos arreglillos. Después de pensarlo
un rato decidió hacer que el antídoto
convirtiera a la princesa en un pez. Así su
hermano quedaría fatal. Después de sabotear
el antídoto de su hermano, el profesor se fue
a dormir y unos instantes después una luz azulada
iluminó el laboratorio y entre una nube de
humo apareció Merlina, que en su bola de cristal
había visto que uno de sus hermanos había
creado un antídoto para su poción y
quería sabotearlo. Lo que Merlina no había
visto era que el profesor ya lo había hecho
antes. Después de trabajar hasta las tres de
la mañana consiguió hacer que el antídoto
sirviera para que la princesa, al beberlo, se convirtiera
en un centauro con alas (en otras palabras, mitad
persona mitad Pegaso).
Al día siguiente el hermano del profesor despertó
a Elena y le dijo:
-Vamos alteza, es el momento de probar el antídoto.
La princesa se lo bebió y en pocos segundos
se transformó. Pero no en un pez, ni en un
centauro con alas ¡sino en una sirena con alas!
Como Merlina la había intentado convertir en
una criatura y el profesor en otra diferente, al final
había salido una mezcla de las dos. El profesor,
al ver que Elena no se había convertido en
un pez dijo:
- ¡Nooo! ¡Ha salido mal! ¡Yo no
quería que fuera una sirena, yo quería
que fuera un pez!
La princesa al oír esas palabras ordenó
que encarcelaran al profesor y se fue volando a hacerle
una visita a Merlina y Arthur, que eran los que habían
empezado todo este lío. Por el camino descubrió
que ahora tenía súper-poderes y los
utilizó para luchar contra Arthur y Merlina
y les venció. Después de verlo decidió
que le gustaba más ser sirena voladora que
ser humana y después de despedirse de sus familiares
y amigos se fue al lago y ahí se sumergió
en las profundidades de las aguas cristalinas.
Carmen
Laptev Lozano 1ºD
DESEOS ESCRITOS
Era la hora de crepúsculo, esa noche me quedé
en casa de Cris, mi amiga. Su habitación era
entera blanca, con una litera al fondo y en cada lado
un armario, con muchas estrellas en las paredes, un
montón de juguetes. Esa noche yo dormí
en la cama de abajo y ella en la de arriba.
Eran las dos de la mañana yo no podía
dormir, desperté a Cris y encendimos la lamparita
blanca. Estuvimos hablando durante una hora y como
esa noche la asustó tanto decidió escribirlo
en su diario. Después de hacerlo me contó
que en la parte de atrás del diario escribía
cosas que le gustaría que pasaran. Leí,
por ejemplo, que quería vivir en Hollywood,
con todos los famosos y que la gustaría que
ella y yo nunca nos separásemos. En ese momento,
ella decidió escribir algo que nos gustaría
que nos pasase a las dos: "queremos vivir en
una mansión con vistas al mar, con piscinas
y con mucho terreno para jugar’", escribimos.
Cuando nos entró el sueño nos quedamos
dormidas. Al despertar no dábamos crédito
a lo que ocurría: la habitación era
el doble de grande, había muchas más
cosas, como un estudio de música o un vestidor.
De repente se encendió la tele de plasma que
ocupaba media habitación y en ella apareció
la madre de Crís diciendo que el desayuno estaba
servido. Nos vestimos y bajamos corriendo; como la
escalera era de caracol me tropecé cayendo
por ella, me di un fuerte golpe en la cabeza y perdí
el conocimiento.
Cuando desperté estaba en la antigua casa
de mi amiga Cris, con cuarenta años más
y las piernas colgando de la litera de aquella habitación
blanca que ahora me parece tan infantil. Recordé
toda la historia del diario, que si escribías
algo se hacía realidad, así que encendí
la lámpara y escribí que quería
estar en aquella gran mansión con mi amiga
Cris a la hora del desayuno, con cuarenta años
menos.
En ese momento todo sucedió de nuevo, estaba
bajando por aquellas escaleras para ir a desayunar
pero muy despacio y con cuidado ¡Buff, menos
mal! Después del desayuno apareció un
señor muy estirado que parecía ser nuestro
profesor a domicilio. No teníamos que ir al
colegio, era todo muy fácil y se hacía
a nuestro antojo. Incluso vinieron nuestros padres
a buscarme y les dije que quería quedarme a
vivir allí, me quedaba con mi amiga Cris a
vivir en aquella mansión tan fantástica.
Recapacitamos y dijimos que esto era una maravilla,
todo lo que escribíamos se cumplía,
así que escribimos que desearíamos tener
unas vacaciones en Hawai, en un bungalow de lujo.
Nos fuimos a la cama pensando que al despertar nos
iban a dar la buena noticia de las vacaciones. Al
despertar la madre de Cris nos dio los billetes para
un hotel en Hawai; fuimos en un avión privado
y cuando llegamos al hotel decidimos deshacer las
maletas y nos fuimos a la playa a darnos un baño,
después comimos mientras nos relajábamos
en unas tumbonas tomando el sol.
Cuando nos aburríamos escribíamos más
cosas en el diario. Escribimos que queríamos
ir a Roma a pedir pizzas, después a Paris de
compras, a Suiza a esquiar, a New York a visitar la
estatua de la libertad, a Egipto a visitar las pirámides
de los egipcios, así otra y otra... Pero transcurrieron
los días, meses y nos dimos de cuenta de que
echábamos algo de menos, algo en falta. Necesitábamos
algo, que nos dijeran qué hacer, ponernos deberes,
seguir algunas reglas o algún tipo de orden,
pero sobre todo echábamos de menos a nuestros
padres. ¡Quién nos lo iba a decir!. Deseamos
volver a la mansión de lujo. Al llegar, la
madre de Crís estaba empeñada en que
no hiciéramos nada, que nos tumbásemos
en el sofá y nos relajáramos.
No estábamos seguras, pero en el fondo queríamos
volver a nuestra antigua vida, con nuestros clásicos
padres, viejos amigos; pero antes de volver quisimos
hacer un último viaje, queríamos ir
a Hollywood, el sueño de Crís. Llegamos
allí pero no era como nosotros pensábamos;
era un desierto lleno de lagos oscuros y profundos
en medio de un montos de turistas sacando fotos y
no había ningún famoso. Al asomarnos
vinieron unos niños corriendo, nos empujaron
y caímos a la laguna; su agua era espesa y
mal oliente, casi nos ahogamos y del cansancio perdimos
el conocimiento.
Al despertar estaba ahí en la habitación
blanca con setenta años más, con las
piernas encogidas y en la litera. Encendí la
lámpara y escribí en el diario que quería
volver a la mansión. Me quedé dormida
a la hora de llegar del viaje de Hollywood; le conté
todo a Cris y me dijo que a ella también le
había pasado lo mismo, así que decidimos
volver a nuestra antigua vida ya que parecía
peligroso y podríamos volver a tener otro sueño
y podríamos volver a ser más viejas
y podríamos morir en el viaje.
Cogimos el diario y escribimos todo lo que queríamos
hacer, era lo mejor. Al despertar estábamos
en el pequeño cuarto blanco con sus literas,
sus armarios y sus juguetes; saludamos a nuestros
padres como si nada hubiera pasado y con la excusa
de dar un paseo por la ciudad nos acercamos al muelle
del mar. Con mucha pena tiramos el diario al agua,
y en aquel momento vimos cómo se sumergía
en las profundidades de las aguas marinas.
Paula
López Jiménez. 1ºD
LA LEYENDA DEL LAGO POCK
Era la hora del crepúsculo. La familia Gutiérrez
contemplaba el reflejo de las montañas en el
Lago Pock.
Dijo el padre:
- ¿Sabéis que hay una leyenda sobre
este lago? Vamos a la cabaña y mientras encendemos
un fuego os la cuento.
El padre empezó a contar la historia... y todos
sentados estaban muy atentos para ver lo que decía.
“Hace muchísimos años, donde
hoy está el Lago Pock había un lago
pequeño rodeado por pantanos con las aguas
tranquilas. Cerca vivía una familia india.
Tenían una hermosa hija que se había
acostumbrado a peinarse todas las mañanas a
la orilla del lago.
Una mañana fresca de otoño escuchó
una voz que la llamaba desde el lago.
- "Soy joven y estoy solo en mis dominios. Si
vienes conmigo serás una reina rica y feliz."
La niña medio hechizada decidió seguir
al joven de relucientes vestiduras y voz cautivante,
sin escuchar los gritos y los ruegos de sus padres
que la llamaban para que no los abandonara.
Había pasado un año cuando un día
apareció la niña en la cabaña
de sus queridos padres, con ricos vestidos y joyas
de oro y de plata.
- ¡No estéis tristes!- les dijo- yo soy
feliz. Cada año vendré a veros, pues
lo único que me falta es vuestro cariño.
Ahora tengo que irme...
El padre de la niña, desesperado, agarró
fuertemente a su hija para impedir su partida, diciéndole:
- No te dejaré ir sin nosotros. Eres nuestra
hija.
De repente se sintió un fuerte temblor y un
viento huracanado se llevó a la muchacha.
Al mismo tiempo la cabaña se fue hundiendo
en el lago junto a los angustiados padres y el lago
se fue agrandando hasta llegar a lo que es hoy el
Lago Pock.
Allí, en el fondo, están hoy viviendo
felices con su hija de larga cabellera y el joven
rey.
Y cuentan los pobladores más antiguos que en
algunos días soleados se puede observar la
cabaña tal y como se sumergió en la
profundidad de las aguas cristalinas."
Katia
Denisenko. 1º-C
MI GRAN DÍA
Era la hora del crepúsculo, sabía que
todo lo que me iba a pasar hoy iba a ser lo mejor
de mi vida.
Era mi sueño, era lo que más había
anhelado cuando lo conocí. Por aquel entonces
tenía tan sólo 17 años pero él
había sido el chico capaz de hacer que mi vida
tuviese color, el logro de que todos mis problemas
"literalmente" desaparecieran. Hoy día
14 de marzo de 2018 estoy rumbo a Río de Janeiro
(Brasil); me voy de luna de miel con él, un
chico hermoso tanto por fuera como por dentro... se
llama Alex.
Es una persona que siempre tiene una sonrisa en el
rostro, que aunque tuvieses el peor problema del mundo
te saca la sonrisa que llevas dentro. Estoy segura
de que no es el más hermoso del mundo pero
para mí sencillamente lo es todo.
Me había quedado dormida en el avión.
En ese momento estaba teniendo la peor pesadilla,
estaba soñando que Alex me dejaba; decía
que ya no me quería, que ya no sentía
lo mismo que antes por mí. Sentí como
si mi corazón se rompiera en mil pedazos, como
si estuviesen martillándolo. La verdad no sé
cómo expresar ese sentimiento, creo que no
tengo palabras suficientes como para describirlo.
Justo en ese momento, cuando yo estaba empezando
a llorar en el sueño, sentí una mano
cálida, suave, en mi mejilla, como si estuviesen
secando una lágrima de mi rostro.
Me desperté sobresaltada, pero me tranquilizó
diciéndome:
- Tranquila ha sido solo una pesadilla.
Me coloqué en mi asiento y, en efecto, sentí
una pequeña gota recorriendo una parte de mi
mejilla, me la sequé pensando en aquel sueño
que gracias a Dios solo fue un sueño, pensaba
yo.
El viaje duró 11 horas. Cuando aterrizamos
me había tranquilizado del todo.
Bajamos del avión, fuimos a recoger todo nuestro
equipaje; cogimos un taxi que nos dejó en la
puerta del hotel en el que nos íbamos a hospedar
durante tres semanas y subimos a nuestra habitación.
Era la número 202, entramos y me quedé
sorprendida por lo bonita que era. Tenía un
balcón que quedaba frente a una playa extraordinaria
El color del agua era un azul cristalino, hermoso.
Me quedé dos minutos contemplando aquella playa;
recordé que tenía que entrar a la habitación
a ayudar a deshacer las maletas pero cuando me giré,
él estaba allí observándome.
Me preguntó:
- ¿Quieres que vayamos a darnos un baño
a la playa?
- Sí- le contesté emocionada.
- Vale, ponte el traje de baño y bajamos.
Cuando estuvimos listos bajamos los dos cogidos de
la mano. En cuanto llegué me metí corriendo
en el agua. Estaba muy tibia, así daba gusto
estar en el mar, me dije para mí misma.
Después de un rato, Alex me preguntó:
- ¿Por qué te despertaste sobresaltada
en el avión?.
Entonces me acordé de aquel sueño y
se me puso la piel de gallina.
- Un mal sueño -le contesté.
- ¿Me puedes contar de qué iba?
- Vale- dije un poco confusa.
Cuando terminé de contárselo me miró
fijamente a los ojos y me dijo:
- No me gustaría que algún día
pensaras que te voy a dejar de querer porque yo ahora
sin ti no podría volver a vivir. Dos sencillas
palabras: te amo.
Me quedé sorprendida por aquellas palabras
tan hermosas.
- Prometo no pensar eso jamás en mi vida- le
contesté con una sonrisa al pensar que iba
a estar con él hasta el ultimo día de
mi vida.
Nos dimos un beso profundo bajo la luz de la luna
y nos sumergimos en las profundidades de las aguas
cristalinas.
Wendy
Lozano Loaiza. 1ºD

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