Este reportaje va a tratar
sobre la Cueva de El Soplao. Gran parte del instituto
Santa Clara, si no todo, va a ir a esta mina. A algunos
les valdrá para refrescar la memoria y a otros
les servirá de adelanto de lo que van a ver.
En nuestra excursión vimos sólo la cueva
y una parte de la mina.
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Una de las galerías
que podemos encontrar en El Soplao. |
Esta visita fue el 8 de noviembre,
martes, y en la salida íbamos los tres primeros
de ESO (a, b y c). Fuimos a la cueva en autobús.
Partimos pasadas las 9 de la mañana y llegamos
alrededor de una hora después.
La entrada a la gruta está situada en lo alto
de una montaña, puesto que estuvimos subiendo
por una cuesta todo el final del viaje.
Al llegar allí, no tuvimos que esperar mucho
tiempo. La entrada de El Soplao se podía atravesar
de dos maneras: a pie, como fuimos nosotros, o en
tren. La entrada era un largo túnel artificial
y en las paredes había muchos carteles con
prohibiciones.
La primera parada fue para escuchar una grabación,
que nos explicaba qué era un soplao
( ráfaga de aire que se produce cuando una
mina artificial y una gruta natural se comunican);
para qué se utilizaba
la mina (obtención de plomo y cinc); y qué
íbamos a ver en la cueva (muchas
actividades geológicas).
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Impresionante
imagen del interior de la cavidad, |
La gruta de partida se llamaba Gruta
Gorda, por lo visto debido a su tamaño. Nuestro
primer viaje fue hacia el oeste. A ambos lados veías
estalactitas y estalagmitas de todas formas y tamaños.
En el techo predominan dos colores: el ocre rojizo
del óxido de hierro y el blanco del carbonato
cálcico. Es en esta parte de la cueva donde
especialmente se encuentran las estalactitas y estalagmitas.
Éstas no crecen todas a igual ritmo, porque
a una le cae una gota cada 20 segundos y a otra cada
20 días.
En las formaciones del techo no sólo crecen
estalactitas, sino que también crecen excéntricas
de calcita y aragonito. Éstas crecen en todos
los lados, no sólo en el techo. Cuando llegamos
al punto donde no se podía seguir había
un precipicio grande y al fondo una cavidad propia
de una galería artificial. Nos dijeron que
en la cueva había siete alturas de galería
y la que veíamos era la segunda más
alta. ¡Madre mía, dónde estará
la séptima! Acabamos y nos dimos otro paseo
hasta el este de la cueva. Recorrimos lo mismo en
sentido contrario.
Poco después estábamos
en un pasillo en el que en el techo había muchas
excéntricas de dos colores, el de la calcita
y del aragonito, ¿Recordáis? Nos explicaron
un poco sobre las excéntricas y unos pocos
pasos al este había muchas en la pared, a tiro
para tocarlas, pero como que no las tocamos porque
eran jóvenes y pinchaban como alfileres.
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Hermosa formación
que encontramos en El Soplao. |
Al poco rato llegamos a una parte
de la gruta, también natural que se llamaba
La Gruta de los Centinelas, porque
había dos estalagmitas muy altas una a cada
lado del camino. Al atravesar el pasillo de los guardias
llegamos a un sitio donde había una escalera
larga, larga, larga… Y tan larga que tenía
unos 14 kilómetros. Nos explicaron que la cueva
tenía unos 16 kilómetros, pero sólo
recorrimos dos. Esto fue lo último, porque
aquí finalizó la visita.
Ya fuera, nos comimos nuestro bocadillo,
tuvimos una larga sobremesa y nos volvimos también
en autobús. Llegamos a Santander a las dos
y cuarto.
En definitiva, la cueva me gustó mucho porque
todo lo que había dentro de ella era espectacular
y, además, durante la visita había a
los lados del trayecto unos efectos especiales que
recordaban a los trabajos que se realizaban en la
mina cuando ésta aún se explotaba.
Más información:
http://www.elsoplao.es/
(de donde proceden las fotografías)
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