El Colegio
La Salle de Santander ha celebrado recientemente 'La
Semana del Pensamiento' que, entre otras actividades,
convocaba un certamen de ensayo dirigido a todos los
centros educativos de la comunidad autónoma.
Este fue el trabajo distinguido.
|
'Jinetes', de
Nereyda García-Ferraz. |
Arduo es el camino al andar,
cuanto más si el viento sopla en contra del
caminar.
La alegría es señal
de que la vida ha vencido.
Llevan los jinetes sobre sus caballos recorriendo
toda la llanura sin obstáculo alguno. A vista
de pájaro un águila observa su caminar
y dirige su destino. Pero cuando la estepa llega a
su fin, el afable camino se transforma en un empedrado
recorrido donde la llanura se cambia por montes gravemente
inclinados. Entonces es ahí donde se forma
la primera división, es donde la naturaleza
hace su selección, donde los jinetes deciden
seguir o no, dependiendo de su valentía y del
estado de su caballo.
Los que deciden continuar, no saben lo que en la cima
encontrarán y si a ella podrán llegar.
Pero su esperanza todavía no la han perdido
y es la ilusión de alcanzar la cumbre, la fuerza
la que le mueve a cada paso. La meta es imaginable
por los jinetes de diferentes maneras: Unos creen
que existirá un abismo, otros lo imaginan como
un lugar del infinito y otros como un lugar en el
que todo jinete se funde a su caballo y entre todos
se crea una sola unidad… pero nuestro jinete
posee un pensamiento en la cabeza que desde tiempo
atrás asumió; como un lugar inimaginable.
Tal es su imposibilidad del conocer que le lleva a
dudar si tan siquiera puede existir ese final admirado
por todos ellos.
El jinete a simple vista no está solo en
su caminar, sino que le acompañan millones
de jinetes a su alrededor. Entre ellos existen muchas
diferencias raciales, culturales, sociales…
aunque solo una característica común
a todos ellos: El llegar, el conquistar la cima y
sentir… lo inexplicable. El conseguir por méritos
propios lo deseado.
El sendero sigue ascendiendo sobre la montaña,
muchos de los que emprendieron el viaje se retiran
a descansar. En aquel momento nuestro jinete observa
como la piña de tantos y tantos
caballeros unidos se va disgregando cada vez
más. Él, que está en
el medio vuelve la vista hacia atrás y ve el
sendero descendente lleno de jinetes con sus respectivos
caballos cansados pero persistiendo en su afán
de continuar a un ritmo menor. Llevan el camino con
más tranquilidad que la mayoría, puesto
que lo más importante es el llegar.
Al regresar la vista, incluso puede observar en la
lejanía a los más valientes jinetes
que deciden cabalgar hacia arriba a un ritmo más
precipitado que los demás para poder ser uno
de los primeros en coronar la cumbre, sin pensar que
muchos otros ya lo hayan conseguido antes, en la lejanía
de los tiempos y los espacios.
La soledad se va haciendo presente
en el camino y la compañía que al principio
era inmejorable se cambia por la apatía y competitividad
a cada paso. El compañerismo que se hacía
presente entre los jinetes se ha perdido totalmente
y prima la rivalidad. La confianza en los demás
vira hasta el extremo de producirse la más
extrema desconfianza. Y el amor ya no existe porque
ni tan siquiera se quieren consigo mismo. Entonces
nuestro jinete reflexiona de lo que esta ocurriendo
y se pregunta si él también es así
para con los demás. ¿Qué nos
esta ocurriendo? Tras mucho meditar saca en conclusión
que ha cambiado la forma de cabalgar; se tiene prisa
por exprimir el tiempo, se lucha por ganar tiempo
al tiempo. Los jinetes están locos por llegar
no por disfrutar del camino. “Están locos
por hacer y se han olvidado del tiempo para el Ser”.
Los jinetes infelices e insatisfechos, que son la
mayoría, creen que la felicidad la encontraran
al final del trayecto, en la cima, y harán
lo necesario para conseguirla porque ellos entienden
que para lograrlo hay que sacrificar antes todo lo
demás. “Amor, paz, amistad, compañerismo…”
Y ese es el planteamiento erróneo que les conduce
a la infelicidad. Orientan la búsqueda de la
felicidad hacia el mundo exterior más que hacia
el mundo interior que verdaderamente es donde reside.
Por eso al mirar hacia el interior de si mismos experimentan
un gran vacío que nada ni nadie podrá
lograr llenar, hasta que no se den cuenta que, para
obtener esa felicidad, hay que estar en armonía
consigo mismo, con los demás, con el mundo
y con Dios. Y eso es más difícil que
escalar cualquier montaña, que cruzar cualquier
océano…
Por ello la felicidad es el bien más preciado
para el hombre.
Entonces nuestro jinete busca pero no encuentra.
Y bien es cierto que “el buscador no es el que
encuentra sino el que busca”, aunque el que
busca no quiere decir que encuentre….
Sigue su cabalgar con menos ímpetu que al
comienzo de la aventura. La experiencia del camino
le ha enseñado la senda que hay que tomar para
llegar realmente a la verdadera felicidad.
Pero esta no es un estado completo, ni permanente,
podría más bien formularse como un estar
siendo feliz. Más que en un ser o no feliz.
|
'Jinetes', de
Leonora Carrington. |
“Ser capaz de encontrar alegría en la
alegría del otro, ese es el sentido de la felicidad”
Por eso nuestro jinete con su cabalgadura cansada,
ya a un paso de coronar la cima, decide descender
el camino recorrido, porque para él lo anterior
no ha tenido sentido. Renuncia al camino general.
Cuando está bajando los jinetes que suben lo
miran extrañados, atónitos de su decisión.
Creyó haber vivido en una montaña toda
su vida y al subir a la cima de esta, pudo observar
que había estado viviendo siempre en un valle.
Entonces, al llegar abajo, su vida cobró valor
y sentido, puesto que ahora ya no hacía falta
estar en la cumbre de la montaña para encontrar
la felicidad porque allí tampoco se encontraba.
Aprendió, en su largo cabalgar, a apartarse
de las distracciones de la vida y a despertarse en
una conciencia más profunda, más espiritual
y más natural. Se entristeció al comprender
que toda su vida había estado buscando la felicidad
por el camino equivocado pues la
suya se encontraba en el interior de su Ser.
Él no se detuvo en el fracaso ni en el desánimo
para que siguieran vivas las fibras del alma. Se alegró
de tal hallazgo aunque fuera demasiado tarde para
disfrutarla y contagiársela a los demás
jinetes del camino. Parado sobre su cabalgadura pensó
cómo poder hacer para que los jóvenes
jinetes que intentasen llegar a la cima no se desesperasen
en su afán por alcanzarla porque lo importante
ya no era el llegar, como antes se pensaba, sino el
vivir en armonía el camino.
Por ello se le ocurrió grabar, en la gran piedra
que existe al principio de la ascensión, la
frase que todo jinete debe tener presente en su larga
travesía: “Que la felicidad te acompañe
en tu largo cabalgar, abre bien los ojos e intenta
buscarla en el Ser, no en el hacer”.
A nuestro jinete se le consumió la vida y
nadie sabe porqué pereció. Sólo
se le recuerda, además de por su frase grabada
en la piedra, por la sonrisa en su cara de alegría
al llevar consigo su mayor tesoro nunca antes encontrado.
“La alegría profunda del corazón
es como un imán que señala el caminar
de la vida. Uno debe seguirlo, aunque la senda esté
plagada de dificultades”.
Madre Teresa
|