Aunque sean
muchas las especulaciones acerca de los últimos
acontecimientos en las banlieues o suburbios
de París y muchos los que han querido describir
estos disturbios como “la revuelta de unos pobres
niños frente a un Estado opresor y racista
que les ha abandonado”, difícilmente
se puede comparar lo ocurrido con la Revolución
Francesa del 14 de julio de 1789.
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Un bombero de
París intenta acabar con un incendio
provocado. EFE |
No se puede comparar tampoco, aunque
más cercana a nosotros en el tiempo, con Mayo
del 68. Este movimiento incendiario y destructivo
carece de ideología de líderes, y de
consignas. Sus protagonistas no son la juventud estudiantil
de aquellos años sesenta que luchaba por un
futuro mejor, sino hijos de inmigrantes magrebís
o africanos en su gran mayoría, que no creen
en el futuro y se dejan llevar por un empuje común
en la destrucción indiscriminada. Estos jóvenes
y adolescentes tienen la misma ira, por eso aunque
los alborotos callejeros nocturnos parecen tener desde
la primera noche la misma meta (incendiar los coches
de sus vecinos, como símbolo de riqueza), pronto
esta violencia desborda a las comisarías, guarderías,
gimnasios, los locales comerciales de sus propios
barrios...
Esta ola de violencia comenzó el 27 de otubre
pasado en Clichy-sous-bois, localidad del departamento
parisino, tras la muerte accidental de dos jóvenes
cuando se creían perseguidos por la Policía.
Esa misma noche los jóvenes de este barrio
se lanzaron a la calle y prendieron fuego a 177 vehículos,
se enfrentaron a los bomberos lanzando cóctel
molotov y cometieron todos los actos de vandalismo
posibles.
El abandono de estos barrios, el paro, la marginación
y la delincuencia explotaron en forma de enfrentamientos
contra la Policía y de vandalismo, y como detonante
añadido debemos recordar las palabras del Ministro
del Interior, N. Sarkozy, quien prometió mano
dura al país y librar estos suburbios de la
racaille ( lo que en castellano quiere decir
gentuza o gamberros), algo que estos jóvenes
recibieron como una clara provocación del Gobierno
a la que no iban a dejar sin respuesta a través
de sus actos violentos y también a través
de sus mensajes por Internet y en sus raps en contra
del Ministro.
Todo esto hizo estallar un mal ya latente en estos
barrios y el termino racaille marca bien
esta gota que colma el vaso ya que este “insulto”
es un termino que los jóvenes utilizan habitualmente
para denominarse entre ellos.
Estos incidentes se verán repetidos todas
las noches en todas las calles de la periferia parisina
y de otras ciudades de Francia (como Toulouse) durante
dos semanas consecutivas en las cuales el numero de
incendios a vehículos fue constante; también
se suma las victimas mortales y heridos así
como los múltiples daños ocasionados
por estas acciones a edificios públicos; las
fuerzas del orden consiguieron detener a muchos jóvenes
y numerosos menores que participaron en estos enfrentamientos
y el gobierno se comprometió delante del país
en presentar rápidamente un plan de acción
a este problema que viene arrastrando Francia desde
hace años.
Los alcaldes de estos barrios se vieron obligados
en reponer el toque de queda para que los padres de
los menores que participaban a esta “guerra
de guerrillas” se hiciesen responsables y poder
frenar e intentar estabilizar esta situación
de disturbios que a pesar de todos los titulares nacionales
e internacionales no fueron una ocurrencia anormal.
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Un bombero observa
desolado los restos del incendio. |
Es importante analizar brevemente las causas reales
de esta violencia racial: Francia no ha sabido absorber
y asimilar toda la inmigración que ha llegado
y que junto a la población joven se encuentran
en situaciones de paro y de discriminación.
Estos jóvenes constituyen una especie de tribu
urbana desde mucho antes de estas revueltas en plena
crisis de identidad. La verdadera ruptura debe buscarse
cuando llegó la ola de inmigración magrebí,
ya que Francia necesitaba en ese momento (1975) mano
de obra masiva y por razones humanitarias se permitió
lo que llamamos el “reagrupamiento familiar”.
El “efecto llamada” supero todas las expectativas
y, sin pensar en el futuro, las autoridades pusieron
a toda esta gente en estos barrios que poco a poco
se convirtieron en guetos. La mezcla ya no se hacía,
y cada familia reproducía en su casa su cultura
de origen. Además, si la islamización
de estas poblaciones no está en la raíz
de estos problemas, es de recibo admitir que tiende
a empeorar la situación. Los radicales religiosos
han encontrado en las “banlieues” un terreno
muy fértil para su particular cruzada.
Los hijos y los nietos de estos inmigrantes son franceses
pero su pertenencia a estos barrios supone un nivel
de lenguaje y de estudio muchísimo mas bajo,
y un nivel de paro y de pobreza muchísimo mas
alto que los demás. La escuela hizo lo que
pudo, la inversión social ha sido y sigue siendo
muy importante, pero no han sido suficientes frente
a las consecuencias de la “guetoizacion”.
Este estallido de violencia es el resultado de un
problema conocido por todos los gobiernos, lo que
esta sucediendo en Francia es uno de los grandes problemas
actuales en Europa, donde no se asimila la llegada
de tantos inmigrantes.
Lo ocurrido es sólo un adelanto de lo que puede
suceder aquí tambien en España
ya que somos la puerta a Europa del mundo africano
si no logramos entre todos encontrar una solución
o un proyecto a esta cuestión social tan “ardiente”.
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